martes, 15 de septiembre de 2009

GERARDO




Gerardo, era bueno, muy bueno. En su alma no creo que cupiese, ni hubiese cabido nunca, el menor mal hacia nadie, ni tan siquiera hacia las cucarachas, que no se atrevía a matar, porque le daba lástima de ellas. Pero, sobre todo, era y fue siempre, hasta hoy mismo que se ha ido a un lugar, a un estado infinitamente mejor para él, un ser lleno de ingenuidad, ternura y bondad, dentro de su peculiar carácter y forma de ser, deliciosamente ingenuo, sin atribuir importancia a nada, incluso a las cosas que objetivamente la tenían. "Esu no ye nada, o..." Gerardo era asturiano, de pura cepa, aún habiendo nacido en Cuba, en la Habana, desde donde llegó de niño a "pasar unas vacaciones" en la tierra natal de sus padres, emigrantes a aquella gran Isla, la perla de la Corona española, antes de que este canalla, barbado y asesino, comenzase a destruirla. Gerardo no hizo nunca ostentación de ser cubano. Se quedó en España porque la odiosa guerra civil de 1936 le impidió regrear a su Cuba natal, y siempre se encontró contento en Asturias, que fue su verdadera patria, como se hubiese hallado en cualquier otra parte, porque a las almas buenas toda tierra les parece igualmente buena, al igual que todo cuanto les rodea. Esta misma madrugada, sus pulmones se negaron a seguir respirando y, tan dulcemente como había vivido, sigue viviendo ahora sobre las nubes que casi siempre cubren el cielo de Pravia. Sin duda, hoy estará cerrado el Almacén "El Encanto", el comercio de tejidos y vestimenta que sus padres quisieron se llamara lo mismo que el de La Habana, que el de Cuba, y en su escaparate se habrá colocado una esquela. Alguien, algún praviano bueno, de entre tantos como le han conocido, debería situar un crespón negro colgando del huso de la Hilandera, ese símbolo de la Villa de Pravia, Corte del Rey don Silo y de la Reina Adosinda, que, una vez, a mí mismo, cuando pasaba por allí, llegó a inspirarme estos versos:

Ya está buscando ese andar,
mientras hila, tu Hilandera.
¡Bien sabe que, en la ladera
del otro lado, está el mar!

Gerardo, al fin lo ha encontrado, ha hallado para siempre, no sólo el camino hacia el mar eterno, al que van a dar todos los ríos, sino aún mucha más alegría de la que casi siempre presidió su vida, para fundirse en un abrazo permanente con todos a cuantos él quiso, como nosotros le quisimos a él. En efecto, ya habrá podido comprobar que la muerte "no ye nada...", una pequeña cosa que abre la puerta de par en par a otras, descomunalmente gigantescas, nunca vistas por el ojo ni oídas por el oído humanos... Yo, no puedo "dar el pésame" a nadie, porque necesito que alguien me lo dé a mí, pero, al pensar en esta perspectiva, no puedo menos de estallar en una inmensa alegría. Luis Madrigal.-