miércoles, 24 de diciembre de 2014

NOCHEBUENA




¿POR QUÉ TANTO RUIDO?

La irrupción de Dios en la Historia es una cuestión nada superficial, que pueda resolverse con una agradable cena familiar. Esto, desde luego, está muy bien y ya es en sí mismo un signo de fraternidad, casi divino, o tal vez tan sólo posible merced a la intervención del mismo Dios. Pero, para esto, para reunirse las personas ligadas por vínculos de sangre o de afecto y fraternidad o mera simpatía, me parece a mí que no es necesario en absoluto organizar todo este inmenso follón, como diría el mismo Don Quijote. Esta monumental dispersión de energía eléctrica, de colorido, de costumbrismos vacíos, de vanas salutaciones y deseos… De derroche de alimentos, convertidos en manjares, mientras al menos la tercera parte del mundo, según se dice, se va muriendo de hambre año tras año. Otro año más y el mismo “sermón”, la misma reflexión inútil, convertida ya en trágica utopía. El mundo es así. Parece no haber remedio a que así lo sea.

He comenzado pensando en la irrupción de Dios entre los hombres y, hay que admitir que no todos ellos puedan considerar esta posibilidad y prefieran quedarse a la carta de la casualidad, de que todo esto que llamamos el cosmos geobotánico, los planetas, las galaxias, las miles de ellas, según dicen también; la circulación de la sangre en el mesenterio de una rana  -como observó Cajal, al microscopio, siendo aún estudiante en la Facultad de Zaragoza-  y sobre todo el orden cósmico de todo cuanto existe y culmina en esa maravilla, tan egoísta y malvada como es el hombre. Que todo eso, surgiese de la nada, por casualidad, o por alguna fuerza estricta e intrínsecamente material que se produjo a sí misma. Hay que admitir y tolerar con sumo respeto a cuantos piensen que esto pudo ser así. Pero, para todos aquellos a quienes esto no nos parece posible y hemos decidido libremente creer en una esencia inmaterial e invisible, infinita y eterna, no puede tener ningún sentido el aborregamiento multitudinario de botella de anís y pandereta, por referirme al más inocente e inocuo de los disparates que pueden contemplarse. Al menos, tendríamos que preguntarnos por qué, cual es la razón de que hoy, en esta Noche, se haga lo que todo el mundo hace. O casi todo. Los que no creen en Dios, tambiém. ¡Que irracionales son las masas! Como aquellos borregos de Pamurgo, que se iban lanzando todos al mar, uno a uno, porque se había arrojado a él, a la sima marina, el primero de la fila.

Nosotros, los que buscamos esa explicación, sin poder demostrar nada y mucho menos aún sin pretender ser mejores que nadie, hemos de acomodarnos dulcemente en esa alegría humana, que dicen sentir tantas gentes, porque hay una razón esencial para ello. La razón es muy sencilla. En una Noche como la de hoy, hace más de dos mil años, y en un rústico cobertizo, entre un buey y una mula, nació un Niño que venía a ser la Luz del mundo. Venid a adorarle.

Luis Madrigal