viernes, 21 de mayo de 2010

Música Culta (XXX) y... Pintura que la acoge


UN GRAN PINTOR Y DOS GRANDES MÚSICOS


En realidad, debería hablar de dos y dos, es decir de cuatro: Dos grandes músicos y también dos grandes pintores. Pero sucede que, de uno de estos dos últimos, apenas se sabe nada y, sobre todo no hay manera de encontrar, no una fotografía, sino algún autoretrato, o retrato efectuado por otro pintor. Su nombe fue el de Jacques-André-Joseph Aved (Douai, 1702-París, 1776), retratista francés de origen flamenco, que pasó su juventud en Amsterdam y recibió la influencia de Rembrandt, hasta el punto de haber adquirido la Susana en el baño. En 1721, viajó a París, triunfando como retratista de la burguesía parisina y en el mundo de la cultura francesa. Fruto de su obra es precisamente el retrato del primero de los dos grandes músicos, a los que me refería, la máxima cota, a mi modesto juicio del barroco francés: Jean Philippe Rameau, cuyo retrato más celebre y coniocido se ofrece seguidamente:

Rameau per Jacques-André-Joseph Aved

Jean-Philippe Rameau, nació en Dijon, el 25 de Septiembre de 1683 y murió también, como su pintor, en París, el 12 de Septiembre de 1764. Rameau, clavecinista, teórico musical y compositor, me  parece a mí la figura que alcanza el máximo esplendor de la música barroca francesa, para marcar el apogeo del Clasicismo. Muy por encima de Couperin y, mucho más aún del arribista Lully, que como todos los "trepadores" de oficio, dominó la Francia de Luis XIV, el Rey Sol, dentro y fuera de la Música. La obra de Rameau, es eminentemente lírica y por ello fué atacado por quienes preferían el estilo de Lully en la ópera francesa. La obra más conocida, y quizá también la más brillante de Rameau, es la ópera "Les Indes galantes" (1735). Pero también son famosas sus obras de clavecín, "Le Tambourin", "L´Entretien des Muses" y otras, que posteriormente fueron interpretadas al piano, del mismo modo que las obras de Bach o Scarlatti. Rameau, es considerado por la crítica como el músico francés más importante antes del siglo XIX. A continuación, me complace ofrecer alguna de las obras citadas:






El otro gran músico al que quería referirme hoy es un español, un santanderino, nacido en Castro Udiales, en 1913, y por tanto asi coetáneo al día de hoy, y desde luego absolutamente contemporáneo. Su nombre era muy largo, porque se llamaba, nada menos, que Ataúlfo Exuperio Martín de Argenta Maza. Profesor de Piano del Conservatorio de Kassel (Alemania), Director de la Orquesta Nacional de España, en la que sustituyó al ilustre Pérez Casas. Su hijo, Fernando Argenta ha sido hasta hace muy poco un excelente divulgador de la Música Clásica en TV, en especial entre los niños, hasta que los políticos que hoy gobiernan decidieron marginarle y, con ello, causar un grave daño a tantos como podrían haberse inciado en este noble Arte. De Argenta, Don Ataúlfo, sí que tenemos un gran retrato, efectuado por un gran pintor, también rabiosamente actual. El retrato, dirigiendo a su Orquesta, muy posiblemente la Nacional de España (ONE), es de corte hiperrealista, como corresponde a su autor, máxima figura española en este género, y del que hablaremos finalmente. De momento este es el retrato de Ataúlfo Argenta:

 Ataúlfo Argenta, retratado batuta en mano por Antonio López 



Y este es Antonio López:



El pintor hiperreralista Antonio López, en un grabado de
Francisco Dominguez Penis 

Antonio López García, nació en Tomelloso (Ciudad Real), el día 6 de Enero de 1936. Mal año, para nacer en España, que pronto iba a desangrase entre sus propios hijos. Desde la plena y más honda Mancha, la de Don Quijote y Sancho, Antonio López, con apenas trece años, viene a Madrid para preparar su ingreso en la Escuela de Bellas Artes. Acumula premios en la primera mitad de la década de los cincuenta y, junto a Amalia Avia e Isabel Quintanilla, integra un grupo que comienza  a ser conocido e identificado como "realista". Ellos, pintan lo que ven y tal y como lo ven que, muy en general, es como lo ven la inmensa mayoría de las personas. Pero la rotunda definición de los volúmenes, la inquietud por la solidez plástica y por la composición exacta, le lleva a interesarse por Cézanne y hasta  por el cubismo. Pero, a partir de 1960, la obra de Antonio López experimenta un giro rotundo en la búsqueda y creciente interés por la fidelidad en la representación, con total independencia de su contenido. A eso es a lo que comienza a llamarse "realismo mágico", expresión que el pintor siempre ha rechazado. Mucho más feliz y sencilla resulta por su verosimilitud lo que Brenson ha calificado como "el sentido de la densidad de lo que llamamos el mundo visual". Son primero, las Calles de su Tomelloso natal, las que adquieren ese tinte de realidad visual, y a ella le siguen las vistas panorámicas de Madrid. Ello le ha valido a Antonio López el triunfo nacional e internacional, desde que en 1965 y 1968, expone en la Staempfli Gallery de Nueva York. En la gran antología celebrada en 1993 en el Museo Reina Sofía, de Madrid, Antonio López alcanza la consagración como un artista de talla universal. Seguidamente, tengo el gusto de ofrecer una de las más significativas muestras de la pintura hiperrealista de Antonio López, en este año en que, precisamente, se celebra el Centenario de la Gran Vía de Madrid:



"La Gran Vía", de Antonio López