martes, 17 de abril de 2012

SONETO A ALICIA MARÍA ABATILLI DE UN ESCONDIDO ENDECASÍLABO



¡NO ME DEJES, ALICIA...!


No me dejes, Alicia, yo te quiero
y sé muy bien que tú puedes amarme.
En mi oscura vigilia, el ayudarme
a encontrar once sílabas, espero

sin duda será siempre el verdadero
cantar que un ruiseñor quisiera darme.
Cuando esté triste, alegre consolarme
y así oír su canto placentero.

¿Por qué, si no, piensas que, entre tu manto,
me escondí, anhelante, una mañana?
¡Mírame bien…! Escucha el dulce canto.

Deja al amor abierta tu ventana
y verás en la noche, sin espanto,
que busco en ti la estrofa soberana.



Luis Madrigal





Claudio Monteverdi
Augellin, che la voce
(Madrigali Concertati)

PROSA POÉTICA (IV)




DEJA LA LUZ SU HUELLA


Cruza la luz muy de mañana, alegre, los cristales y deja en las paredes su recuerdo, que permanecerá quieto y sosegado hasta el mediodía. Después, irá difuminando su luminoso espectro, dialogando y hermanándose con las sombras, que tratará de hacer fecundas, hasta  desaparecer al fin, tras la hora crepuscular, en el ocaso. Pero de su viva presencia, y de su latido, deja un recuerdo indeleble y expectante, del que han de nutrirse los mejores instintos y los más nobles y valerosos impulsos del espíritu, hacia el final del camino, cuando decline el día. De este modo, aunque llegue la noche, será como si de nuevo la Aurora volviese a besar en la frente los rostros cansados, tal vez abatidos, y allá al fondo, al despertar del sueño, prendida de la altura, permanece encendida una llama que todo lo ilumina, hasta lo nunca visto, y asoma una dulce sonrisa, entre etéreos clamores, envueltos por una música de embeleso, tampoco jamás oída.



Luis Madrigal

2 de Marzo de 2012