LA EXTREMADURA LEONESA
Hace
aún muy poco tiempo, publicaba yo mismo, en este Blog, un mapa que decía no
haber inventado, ni podido inventar por mi parte. Algunos mapas, ciertamente,
se inventan, con el propósito de falsificar algo, aquello que no es, por no
haber sido nunca. Pero el que yo publicaba, en la edición del pasado día 26 de
Abril de este mismo año, como ilustración de mi artículo “Sobre la razón histórica”, era un mapa de España con causa y raíz
en las más rigurosas fuentes históricas relativas a la Hispania romana.
El
que ahora publico sobre estas mismas líneas, tampoco me lo he inventado. Es un
mapa de España posterior a la romanidad, e incluso a los primeros tiempos de la
Reconquista, pero es tan real como el otro. Esta vez se refleja en él lo que
fue no sólo León, su viejo Reino, sino que figura también lo que asimismo fue
Extremadura, la Extremadura leonesa, y no castellana, como con craso error se
ha dicho tantas veces. Desde luego, en el actual escudo heráldico de una de las
dos ciudades extremeñas, la de Cáceres, figura un castillo, incluso a la
izquierda de un león rampante, como en el nacional de España, lo que sin duda
es un arrastre histórico de aquel desdichado año de 1230, y al mismo tiempo glorioso
para las armas leonesas, por ser el mismo en el que Alfonso IX de León
reconquistó Badajoz, la vieja Civitas
Pacis, o Pax Iulia. Por eso, tal
vez, en el escudo de Badajoz, la heráldica no es así. En este último,
únicamente campea un león, rampando sobre una de las columnas de Hércules, que
los extremeños llevaron al otro lado del Mar. Esto, ya es otra cosa. Y por otra
parte, en el escudo general de Extremadura, dentro de esta España
constitucional y autonómica, figuran ambos símbolos, el león y el castillo,
pero aquí es el primero de ellos el que ocupa la izquierda, por el riguroso
orden justo y necesario, como debería ser también en el escudo de España.
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Escudo de Extremadura |
Extremadura,
antes que castellana, fue leonesa, como tan a las claras deja ver el mapa de
referencia, en el que León se extiende, de norte a sur, a lo largo de la que
fue Ruta de la Plata, desde la colindante Galicia hasta la misma Sevilla, sin
que el color morado de Castilla llegue a penetrar ni en una mínima parte la
zona que en tal mapa se recoge. Desde siempre oí decir que, a los extremeños de
Badajoz, se les llamaba “los andaluces
chicos”, y puede que existan razones sobradas para ello -esa conversión al hablar de la letra “jota” en una ligera y dulce “hache” aspirada, lo confirma- pero también podría llamárseles los “leoneses del sur”. En estos tiempos, por
lo que diré a continuación, y con admiración hacia ellos, yo me complazco en
poder llamarles así, sin pretender causar a nadie la más mínima ofensa, sino
con el ferviente deseo de que, en su caso, puedan sentirse llenos del más
legítimo orgullo, en lo que atañe a sus más arcaicas raíces españolas. Sin
perjuicio alguno de la gloriosa y romanísima Emérita Augusta, que ya dije el otro día, pese a su esplendor, no
es tan antigua como León, y porque además estamos contemplando otro período
histórico distinto, posterior a Roma.
Pero,
durante siglos, Extremadura fue leonesa, dentro de un territorio vertebrado y
de una población firmemente enraizada, sobre sólidas bases, incluso de carácter
económico, entre los dos Alfonsos
leoneses, el VI y el IX. Hoy, ese engendro de “Castilla y León”, se reduce a engordar la cabeza de Valladolid, que
no era sino un pueblo grande, mientras a su alrededor nada de “comunidad”, sino
de feroz particularismo paleto, aunque sumamente provechoso para la ciudad esteparia
del Pisuerga. Y ruinoso para León. En
León, y en otros lugares leoneses -desde
luego en Zamora y puede que hasta en Salamanca- los jóvenes se marchan, los ancianos se
refugian junto al fuego en las noches de invierno y, en las de verano, se
limitan a contemplar las estrellas. En Extremadura, por el contrario, gracias a
Dios, y -por qué no decirlo- a un
socialista, Rodríguez Ibarra, dentro de la decadencia económica general de la última década, se han seguido
las directrices del famoso Informe Brundtland, en torno al desarrollo
sostenible, buscando tanto el de carácter económico como la protección del
medio ambiente y esto, gracias también al esfuerzo y valentía de los
extremeños, que no huyen de su suelo, sino se quedan en él para cultivar con
amor su tierra, ha permitido a esta sufrida y admirable región española
competir en determinados productos con otras de la España próspera tradicional,
vertebrando así a su población, no sólo en creciente desarrollo demográfico,
sino en escuelas muy avanzadas, un muy digno sistema de salud y, en general,
unos excelentes servicios públicos.
Con
mucha razón, manifestaba hace algunas fechas la historiadora y demógrafo
Margarita Torres en “Diario de León”,
siempre nos quedará a los leoneses, no el emigrar a otros sitios donde nada se
nos ha perdido, sino a la Extremadura leonesa, en la seguridad, no sólo de
encontrar un buen refugio, sino el calor y la fraternidad de los extremeños
que, como nosotros mismos, también fueron leoneses un día.
Luis
Madrigal
En la imagen superior, escudo en
piedra de la Ciudad de Badajoz,
en el Edifico Galera de la noble ciudad extremeña