sábado, 7 de enero de 2012

DE ENTRE TODOS LOS MITOS




UN NUEVO AVE FÉNIX


El Diccionario de la Lengua (RAE) define el mito como “narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad”. Naturalmente, hay más acepciones, pero esta es la significación de la primera y más importante de todas ellas. Asimismo, al margen de todas, también se sabe  -para entrar cuanto antes en materia-  que el mito es un ave. Un ave paseriforme de la familia de los páridos, con plumaje blanco, negro y rosado, y larga cola blanca y negra. Es común en España y vive en los bosques, donde construye nidos cerrados de forma inconfundible. Pero, esto tampoco es lo esencial. Lo verdaderamente importante es que, en el Edén, debajo del Árbol del Bien y del Mal, floreció un arbusto de rosas. Allí, junto a la primera rosa, nació un pájaro, de bello plumaje y canto incomparable, cuyos principios le convirtieron en el único ser que no quiso probar las frutas del Árbol. Cuando Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso, cayó sobre el nido una chispa de la espada de fuego de un Querubín, y el pájaro ardió al instante. Sin embargo, de las propias llamas, surgió una nueva ave, el Fénix, con un plumaje inigualable, alas de color escarlata y cuerpo dorado. Y esto es lo esencial y transcendente en grado sumo. Porque dice Ovidio, que cuando el Fénix ve llegar su final, construye un nido especial con ramas de  roble y lo rellena con canela, nardos y mirra, en lo alto de una palmera. Allí se sitúa y, entonando la más sublime de sus melodías, expira. A los 3 días, de sus propias cenizas, surge un nuevo Fénix y, cuando es lo suficientemente fuerte, lleva el nido a Heliópolis, en Egipto, y lo deposita en el Templo del Sol".  

Muy posiblemente, lo que acabo de escribir también sea un mito, en la estricta acepción primera del Diccionario RAE, pero, si lo es, y tengo muchas dudas al respecto, resulta sin duda alguna el mito más fecundo y maravilloso de cuantos se han creado a través de los tiempos. Porque, mitos ha habido muchos y algunos de gran belleza y profundo mensaje. Sobre la marcha se me ocurre pensar en uno de los mitos que ahora mismo se sostienen como si se tratase de una verdad metafísicamente irrefutable. Se trata de Crisomallo (Χρυσομαλλος), un carnero alado cuyo vellón buscaban los argonautas para que Jasón pudiera ocupar el trono de Yolcos, en Tesalia. Este carnero era hijo de Poseidón y de Teófane. En un intento desesperado por construir una explicación aceptable y hasta plausible a este mito, se ha llegado a determinar que el vellocino de oro representa nada menos que la idea de la realeza y de su legitimidad. De ahí, que en el siglo XV fuese elegido como símbolo de la cadena o condecoración de la Orden del Toisón de Oro, orden caballeresca aún subsistente, aunque afortunadamente ya con dos únicos titulares: El Rey de España y el Jefe de la Casa de Habsburgo.

Hay otros muchos mitos, y de mucha mayor significación. Por ejemplo, el mito del bálsamo de Fierabrás, (del francés fier à bras, “brazo bravo”). Fierabrás es un caballero sarraceno de gigantesca estatura, al que hacen referencia diversos cantares de gesta franceses. Hijo del almirante Balán, Rey de Al-Andalus, mantiene constantes disputas con Rolando y los doce paladines, especialmente Oliveros, con quien rivaliza en proezas, pero tras ser derrotado por éste, se convierte al cristianismo y en inseparable amigo, para luchar en las huestes de Carlomagno. Lo esencial de este mito es que tal bálsamo es una poción mágica capaz de curar todas las dolencias del cuerpo humano. Tales prodigiosos efectos eran debidos a que, cuando el Rey Balán y su hijo Fierabrás conquistaron Roma, robaron en dos barriles los restos del bálsamo con que fue embalsamado el cuerpo de Jesuscristo. De ahí que tenía la propiedad de curar las heridas a quien lo bebía. En el siglo XVII el dramaturgo español Pedro Calderón de la Barca utiliza elementos de esta historia en su comedia “La puente de Mantible”, y en 1823, el compositor austriaco Franz Schubert escribió la ópera “Fierabrás”, utilizando el material de algunos cuentos. Pero, ya antes, Cervantes había recurrido a este mito. Tras recibir Don Quijote una de sus numerosas palizas, manifiesta a Sancho conocer la receta del bálsamo, cuyos ingredientes son aceite, vino, sal y romero. Los hierve y bendice con ochenta padrenuestros, ochenta avemarías, ochenta salves y ochenta credos. Al beberlo, Don Quijote padece vómitos y sudores, pero se siente curado después de dormir. Este mito, se halla íntimamente vinculado a los de la panacea universal, el mítico medicamento capaz de curar todas las enfermedades, e incluso de prolongar la vida, tan buscado durante la Edad media, y al del elixir de la vida o elixir de la inmortalidad, legendaria poción o bebida que garantiza la vida eterna.

Y, finalmente, aun siendo estos últimos importantes, en mi humilde apreciación, hay un mito esencialmente definitivo, en la búsqueda de la más noble dimensión humana. Es el mito de la piedra filosofal, supuesta substancia  que según la alquimia tendría propiedades extraordinarias, y en especial la capacidad de transmutar los metales vulgares en oro. Quizá, para estos tiempos de ahora, de escasez y pobreza, resultaría un remedio formidable. Tal vez. Pero, sin duda, y en todo caso, seria rigurosamente necesario considerar este mito, en su vertiente menos relativa al valioso metal aurífero, cuyo mercado internacional  -como el de los diamantes en Amberes-  radica en Londres. Sería muy necesario considerar que el “lapis philosophorum”, lo que producía era simplemente el conocimiento, y que lo que realmente buscaba era la ciencia pura. Y, para esto, para poder alcanzar esta meta, resultaría indispensable dotar o transformar a la Humanidad de o en un Nuevo Ave Fénix, capaz de acumular todo el saber obtenido desde sus orígenes, para que un nuevo ciclo de inspiración pudiese volver a comenzar. Luis Madrigal.-