viernes, 8 de abril de 2011

UNA TÍMIDA INCURSIÓN A LA NARRATIVA (Prólogo)





Esto de "Prólogo", nada menos, ha de tomarse, más que como un afán presuntuoso, casi como una simple broma y, en este exacto sentido, y no en el virulento con que lo dijo quien lo dijo a quién se lo dijo, ante un diseño plagado de altas torres, con el que había hecho  elaborar su blasón, o simplemente su "ex-libris", ya no recuerdo bien: "Son muchas torres para poco viento..." Como muchas personas conocerán, aunque otras no, el que lo dijo fue  don Felix Lópe de Vega Carpio, y el "presuntuoso" diseñador de escudos, blasones o "ex-libris", era don Luis de Góngora y Argote. Bueno, basta ya de anécdotas. Lo que, como aspecto de fondo, quiero decir es que lo que sí sabe todo el mundo es lo que significa una "excursión". Casi por sí sólo huele a campo o playa, a pamelas o sombreros y gafas de sol, aunque también se puede ir de excursión sin abandonar el ámbito urbano, a otra Ciudad o incluso, dentro de ella, a un Museo, un edificio singular o cualesquiera otras cosas. En cualquier caso, se trata de una actividad universal, propia de todos e impropia de nadie.

De adverso, aunque pudiese parecer lo contrario, ya no es lo mismo una "incursión", porque tal cosa es la acción de "incurrir" y, a diferencia del verbo que expresa la acción anterior, carece del antípoda "excurrir", palabra inexistente. Existe "escurrir", desde luego, pero esto ya es otra cosa, y este término, además de resultar preciso cuando alguien se resbala, suele más bien utilizarse cuando otro  pone a su prójimo "pingando", o "a caldo". Hay muchas maneras  de decirlo,  sin que nunca esté bien hacerlo. Incurrir, puede también, a simple vista, adquirir ribetes peyorativos. Se "incurre", desde un lado activo, en error o delito y, de un lado pasivo, en el odio, la ira o meramente la sospecha, de otra persona. Y, en ninguno de ambos casos, parece desde luego nada bonito. Pero, no hay que ponerse tan trágico, porque "incurrir" tampoco puede estribar, necesariamente, en eso. También puede consistir simplemente, de modo banal, en una intromisión en actividad ajena. Banal, naturalmente, salvo que se trate de que un futbolista, por internacional que sea, o el mismísimo señor seleccionador-entrenador del equipo nacional de futbol de España, Don Vicente del Bosque, aunque ahora sea Marqués, traten de practicar una intervención quirurgica extra-corporea, o cualquier otra. Tampoco sería banal, si se tratáse de cualquier otro Marqués, o título nobiliario superior. Al menos, el señor Del Bosque, se lo ha ganado por sus propios méritos, aunque la actividad premiada sea la de dar patadas a un balón. En uno y otro casos, para practicar ese tipo de intervención quirúrgica es rigurosamente necesario, para el bien del paciente sobre todo, que quien la practica sea cirujano torácico, por lo menos. Afortunadamente, hay "incursiones" menos arriesgadas e incapaces de hacer daño a nadie.

Y este es el sentido exacto al que quiero referirme, al propio tiempo que "mi triste caso". Porque lo que yo pretendo, a estas alturas me parece ya un poco tarde  -aunque haya gloriosas excepciones-  es nada menos que tratar de participar, tímida pero a fin de cuentas temerariamente, en el género que siempre me ha parecido más complicado y difícil de la Literatura, después del Teatro, la Narrativa. Sin duda menos difícil, aunque tenga también sus dificultades, cuando se trata de relatos breves, el cuento o la novela corta, y mucho más complicado y difícil si se trata ya de una verdadera novela. Y yo no seré tan temerario ni atrevido. Comenzaré, como en Química, haciendo "experimentos", siempre para mí mismo, desde luego; en régimen de "andar por casa" y a muy "pequeños sorbos", como  toman la sopa los convalecientes en los Hospitales. Pero, como ya se está haciendo tarde, y además esto era sólo un Prólogo, el "experimento" lo haré aquí mismo, pero en la entrada de mañana. ¡Espero que nada explote...!, Porque además mi temeridad es tanta que pienso hacerlo con doble dedicatoria. Eso sí, llena de cariño y admiración.  Hoy, no puede haber música.  Luis Madrigal.-
 

Música Culta (XL) Georg Philipp TELEMANN (1681-1767)



Georg Philipp Telemann
(Magdeburgo, 1681-Hamburgo, 1767)


Compositor alemán. Abandonó la carrera de Derecho que había iniciado en Leipzig para dedicarse a la música, cuando, en 1701, le propusieron componer dos cantatas mensuales para la iglesia de Santo Tomás. Al año siguiente fundó el Collegium musicum y fue nombrado director de la Ópera de Leipzig. Ejerció, entre otros cargos, el de Maestro de Capilla en Santa Catalina y Director de la música municipal de Frankfurt (1712), así como los de Maestro de Capilla en la corte de Eisenach (1717) y de Bayreuth (1723). Desde 1722 dirigió la Ópera de Hamburgo y viajó por toda Alemania, y también visitó París, donde fue recibido con gran expectación. Su ingente producción musical puede dividirse en música instrumental y vocal, tanto religiosa como profana, de entre la que destacan sus más de cuarenta óperas, doce series de cantatas y numerosos oratorios.