Acabo de sufrir, no hace más de veinticuatro horas, la enésima “disfunción general” de mi Equipo informático, por utilizar un eufemismo, porque lo que aquí pasa es que no funciona nada. Comenzó tan penosa situación, por la pérdida o falta de sonido de salida, por mi parte, en Skype, un excelente programa de mensajería simultánea, a través del cual no sólo se puede “chatear” (que, en Bilbao, significa otra cosa bien distinta a romperse los riñones tecleando, para que el interlocutor lea lo escrito), sino además hablar, escuchar y hasta ver y ser visto, si se utiliza la modalidad denominada “videoconferencia”. Todo ello, sin interferencia alguna y con una nitidez muy superior a la que se obtiene cuando se habla con el vecino de la acera de enfrente por medio de Telefónica (antes -cuando la había- la Compañía Telefónica Nacional de España), y eso que yo suelo hablar con personas que se encuentran en Méjico o en la Argentina. Además, esto ya es casi sublime, a un coste cero de unidades monetarias, en cualquier tipo de divisas, a diferencia asimismo de lo que sucede con el latrocinio de Telefónica y su secuaz, para la telefonía móvil, Movistar, que parecen gozar de una patente de corso para atracar a los pacíficos e indefensos ciudadanos españoles, y posiblemente también a los de otros sufridos países. Las anomalías, siguieron, en grado superior y con mayores daños, por lo que se refiere al navegador de Internet que yo venía utilizando -Mozilla FireFox- debido a que la versión del Internet Explorer del que disponía -y había pagado- del señor Gates, o Microsoft, ¿no?, y tras una de las frecuentes “actualizaciones automáticas”, que suelen efectuarse, aproximadamente cada diez minutos, era un desastre de lentitud y dañosa irregularidad, me vi obligado a sustituirlo por FireFox. ¡Hay que ver qué nombres utilizan los americanos yanquis para bautizar a sus inventos…! ¡Zorro de Fuego!. Aunque también hay que decir que, gracias a ellos, vamos tirando los que somos incapaces de inventar nada, salvo la guitarra y el botijo de barro. El caso es, que, como todos los Programas o Aplicaciones (no vaya a llamarme la atención algún sacerdote de la Informática) han de operar en “entorno Windows”, que según un buen amigo mío, Ingeniero de Telecomunicaciones, es un "entorno" absolutamente inestable y detestable, impuesto de muy sospechosa manera, en detrimento de otros muchos mejores, como Linux, por ejemplo, quizá por ello, también FireFox dejó hace dos días de funcionar. Me envía un mensaje que exactamente dice: “FireFox no puede establecer una conexión con el servidor en es-es.start2.mozilla.com”. Ya lo saben ustedes. Lo digo por si alguno de mis 9.085 visitantes -por una vez quiere hacer de alma buena y decirme cómo diablos puedo yo resolver esta terrible anomalía, que me tiene prácticamente sin poder manejar mi Blog, al tener que hacerlo con el malvado Internet Explorer. No puedo quejarme de “visitantes”, según acredita el contador instalado en su día. Lo que sí me parece altamente desproporcionado es el número de aquéllos en relación con el de “comentaristas”, lo que indudablemente acredita que la inmensa mayoría de los que aquí entran, salen despavoridos inmediatamente, sin duda porque no les importa lo más mínimo lo que aquí encuentran. Lo comprendo y de nada me quejo. ¡Qué le vamos a hacer! Pero, en esta ocasión, lo único que suplico es que alguien pueda echarme una mano, siempre y cuando no sea “al cuello”.
En realidad, este desastre en cuanto al buen funcionamiento, no afecta tan sólo a los Ordenadores y a la Informática, sino a las más variadas especies de artilugios mecánicos, electro-mecánicos o similares, ya sean los automóviles, los frigoríficos, las lavadoras, los ventiladores, los receptores de TV, en cuanto a los decodificadores externos de TDT (no, no es el DDT, que era para matar cucarachas, sino la Televisión Digital Terrestre). Ya saben, lo del apagón total de la TV analógica, ya muy pronto. Y no he hecho más que iniciar la lista de “chismes y trastos” que por doquier proliferan en nuestros días para complicarnos la vida. No es que yo desee ni proponga el regreso hacia la “caverna”, aunque, algunas veces, siento una tentación casi irresistible de iniciar el camino hacia ella. Hacia la Caverna de Platón, naturalmente. Pero, sobre todo, esta abundancia de cosas -en contraste con la escasez de cerebros mínimamente pensantes- lo que sí me hace es recordar cada vez más a Zubiri, en relación con mi propia capacidad y temple para situarme a una prudencial distancia de todos esos objetos materiales, o corporales, del mundo exterior, susceptibles de apropiación, a los que llamamos “las cosas”. En esta actual sociedad progresiva -siempre lo es- y falsamente “progresista”, tengo demasiadas cosas, muchas bastante inútiles, y sobre todo corro el grave riesgo de no establecer una prudente distancia entre las cosas y “yo”, con el fin esencial de no “cosificarme”, en un proceso mucho más alarmante que el kafkiano, del que tan sólo resultaría que puedo transformarme en escarabajo, pero no en “cosa”. Porque, cuando el alma humana siente el dolor, la tristeza, la soledad, o la apremiante necesidad de resolver algún problema grave, no puede contar con las cosas, pese a “estar ahí”, porque las cosas, inmóviles y mudas, nada dicen, en nada consuelan, no tienen una mano amorosa que tendernos, sino tan sólo partículas de átomos -dicen que en constante movimiento, sí- pero a pesar de ello tampoco los átomos de la materia hablan, ni sienten. En tales situaciones, tan sólo las personas pueden auxiliarnos o consolarnos. Tampoco los Ordenadores, ni los Equipos informáticos.
Un joven “blogista” argentino, de Paraná, Juan Rizzo, a quien todos -incluso él a sí mismo- llaman “Pancho”, y que, a mi juicio, escribe muy bien, pero que muy bien, dedicaba hace días la última entrada de su Blog a los diferentes suplicios -que proponía asimilar- de Sísifo y de Tántalo. Sísifo fue condenado a la pena de subir, con sus propias manos, una enorme piedra a una altísima montaña y el suplicio surgía, una y otra vez, cuando casi a punto de situar la piedra en la cima, su enorme peso hacía que volviese a rodar hasta llegar otra vez a la falda. Albert Camus, quiso ver en este mito lo absurdo que, a su juicio, es la vida humana, porque, para Camus “Sísifo” es todo hombre. Pero el caso de Tántalo, a mi modo de ver, es distinto. Tántalo (de muy superior rango o alcurnia de parentesco mitológico, por ser hijo de Zeus, mientras Sísifo lo era del modesto Eólo), hubo de sufrir una pena, a mi juicio mucho más grave, pese a ser “hijo del Jefe” del Olimpo, lo que hoy resultaría imposible en los modernos Estados “de Derecho”. Tántalo, no fue condenado a no poder librarse del deseo -cosa que, en ocasiones, puede ser altamente saludable y sedante- sino a la imposibilidad absoluta de poder satisfacerlo, pese a pender de su cabeza los más abundantes y exquisitos frutos. Por eso, aunque Rizzo parece asimilar uno y otro castigos, respetuosamente, yo tengo que discrepar de tal asimilación, si bien no del talento del joven escritor.
Quizá, ya muy pronto, el mundo haya de darse cuenta, de que el castigo de los seres humanos de nuestra época, habrá de consistir, en algo mucho peor que los respectivos suplicios de Sísifo y de Tántalo juntos, porque, de seguir así las cosas, va a consistir en morir aplastados, estrujados por las cosas, que nos asfixiarán, después de habernos vuelto locos y de habernos robado la tranquilidad y la paz, casi justamente por el motivo contrario al de Tántalo, que entregó a los hombres los secretos divinos, y el néctar y la ambrosía de los dioses. Nosotros, en cambio sufriremos, por habernos convertidos en cosas, que simplemente se pueden comprar con ese excremento de Satanás que, para Giovanni Papini, era el dinero, y por haberle privado a Dios de que sean alimentados todos sus hijos, en lugar de ser masacrados, como ahora mismo sucede en el Congo, en África, por parte de los más poderosos de la Tierra, que explotan y hacen matar a los más humildes e indefensos.
Es cierto, por ello, que todos hemos de aprender a prescindir de las cosas, instaurando una nueva “cultura”, como hoy tanto se dice y repite, una “cultura” -digámoslo ya sin ningún miedo- no ya de la austeridad, sino una “cultura de la pobreza”. Para ser inmensamente ricos, no de cosas, sino de nosotros mismos. Aunque, sin contradicción alguna, cuando a veces la comprensión, el amor, la ternura, más incluso de quienes se encuentran a nuestro lado, pude venir de quiénes se hayan lejos… muy lejos, sin duda es muy necesario que Internet y los Ordenadores, las Computadoras, como dicen nuestros hermanos de América, funcionen perfectamente.
Van transcurriendo estos días, tan próximos a la Navidad, y el espíritu de ella no es precisamente el del despilfarro y el desenfreno. A ello, dedicaré por mi parte, en este humilde Blog, la correspondiente entrada en la Noche Buena, si es que consigo publicar lo que ya he programado en su integridad. Me temo que, quizá no sea posible oír la música de un Villancico leonés que, año tras año, me cantaba mi madre, mientras fui niño. Pero, si lamentablemente no pudiera oírse, en este humilde Blog, yo si tengo la certeza de que lo oiré con alegría, aunque quizá con una lagrima, en lo más profundo de mi propio ser. Luis Madrigal.-
En realidad, este desastre en cuanto al buen funcionamiento, no afecta tan sólo a los Ordenadores y a la Informática, sino a las más variadas especies de artilugios mecánicos, electro-mecánicos o similares, ya sean los automóviles, los frigoríficos, las lavadoras, los ventiladores, los receptores de TV, en cuanto a los decodificadores externos de TDT (no, no es el DDT, que era para matar cucarachas, sino la Televisión Digital Terrestre). Ya saben, lo del apagón total de la TV analógica, ya muy pronto. Y no he hecho más que iniciar la lista de “chismes y trastos” que por doquier proliferan en nuestros días para complicarnos la vida. No es que yo desee ni proponga el regreso hacia la “caverna”, aunque, algunas veces, siento una tentación casi irresistible de iniciar el camino hacia ella. Hacia la Caverna de Platón, naturalmente. Pero, sobre todo, esta abundancia de cosas -en contraste con la escasez de cerebros mínimamente pensantes- lo que sí me hace es recordar cada vez más a Zubiri, en relación con mi propia capacidad y temple para situarme a una prudencial distancia de todos esos objetos materiales, o corporales, del mundo exterior, susceptibles de apropiación, a los que llamamos “las cosas”. En esta actual sociedad progresiva -siempre lo es- y falsamente “progresista”, tengo demasiadas cosas, muchas bastante inútiles, y sobre todo corro el grave riesgo de no establecer una prudente distancia entre las cosas y “yo”, con el fin esencial de no “cosificarme”, en un proceso mucho más alarmante que el kafkiano, del que tan sólo resultaría que puedo transformarme en escarabajo, pero no en “cosa”. Porque, cuando el alma humana siente el dolor, la tristeza, la soledad, o la apremiante necesidad de resolver algún problema grave, no puede contar con las cosas, pese a “estar ahí”, porque las cosas, inmóviles y mudas, nada dicen, en nada consuelan, no tienen una mano amorosa que tendernos, sino tan sólo partículas de átomos -dicen que en constante movimiento, sí- pero a pesar de ello tampoco los átomos de la materia hablan, ni sienten. En tales situaciones, tan sólo las personas pueden auxiliarnos o consolarnos. Tampoco los Ordenadores, ni los Equipos informáticos.
Un joven “blogista” argentino, de Paraná, Juan Rizzo, a quien todos -incluso él a sí mismo- llaman “Pancho”, y que, a mi juicio, escribe muy bien, pero que muy bien, dedicaba hace días la última entrada de su Blog a los diferentes suplicios -que proponía asimilar- de Sísifo y de Tántalo. Sísifo fue condenado a la pena de subir, con sus propias manos, una enorme piedra a una altísima montaña y el suplicio surgía, una y otra vez, cuando casi a punto de situar la piedra en la cima, su enorme peso hacía que volviese a rodar hasta llegar otra vez a la falda. Albert Camus, quiso ver en este mito lo absurdo que, a su juicio, es la vida humana, porque, para Camus “Sísifo” es todo hombre. Pero el caso de Tántalo, a mi modo de ver, es distinto. Tántalo (de muy superior rango o alcurnia de parentesco mitológico, por ser hijo de Zeus, mientras Sísifo lo era del modesto Eólo), hubo de sufrir una pena, a mi juicio mucho más grave, pese a ser “hijo del Jefe” del Olimpo, lo que hoy resultaría imposible en los modernos Estados “de Derecho”. Tántalo, no fue condenado a no poder librarse del deseo -cosa que, en ocasiones, puede ser altamente saludable y sedante- sino a la imposibilidad absoluta de poder satisfacerlo, pese a pender de su cabeza los más abundantes y exquisitos frutos. Por eso, aunque Rizzo parece asimilar uno y otro castigos, respetuosamente, yo tengo que discrepar de tal asimilación, si bien no del talento del joven escritor.
Quizá, ya muy pronto, el mundo haya de darse cuenta, de que el castigo de los seres humanos de nuestra época, habrá de consistir, en algo mucho peor que los respectivos suplicios de Sísifo y de Tántalo juntos, porque, de seguir así las cosas, va a consistir en morir aplastados, estrujados por las cosas, que nos asfixiarán, después de habernos vuelto locos y de habernos robado la tranquilidad y la paz, casi justamente por el motivo contrario al de Tántalo, que entregó a los hombres los secretos divinos, y el néctar y la ambrosía de los dioses. Nosotros, en cambio sufriremos, por habernos convertidos en cosas, que simplemente se pueden comprar con ese excremento de Satanás que, para Giovanni Papini, era el dinero, y por haberle privado a Dios de que sean alimentados todos sus hijos, en lugar de ser masacrados, como ahora mismo sucede en el Congo, en África, por parte de los más poderosos de la Tierra, que explotan y hacen matar a los más humildes e indefensos.
Es cierto, por ello, que todos hemos de aprender a prescindir de las cosas, instaurando una nueva “cultura”, como hoy tanto se dice y repite, una “cultura” -digámoslo ya sin ningún miedo- no ya de la austeridad, sino una “cultura de la pobreza”. Para ser inmensamente ricos, no de cosas, sino de nosotros mismos. Aunque, sin contradicción alguna, cuando a veces la comprensión, el amor, la ternura, más incluso de quienes se encuentran a nuestro lado, pude venir de quiénes se hayan lejos… muy lejos, sin duda es muy necesario que Internet y los Ordenadores, las Computadoras, como dicen nuestros hermanos de América, funcionen perfectamente.
Van transcurriendo estos días, tan próximos a la Navidad, y el espíritu de ella no es precisamente el del despilfarro y el desenfreno. A ello, dedicaré por mi parte, en este humilde Blog, la correspondiente entrada en la Noche Buena, si es que consigo publicar lo que ya he programado en su integridad. Me temo que, quizá no sea posible oír la música de un Villancico leonés que, año tras año, me cantaba mi madre, mientras fui niño. Pero, si lamentablemente no pudiera oírse, en este humilde Blog, yo si tengo la certeza de que lo oiré con alegría, aunque quizá con una lagrima, en lo más profundo de mi propio ser. Luis Madrigal.-
Arriba, cuadro del estilo "expresionismo abstracto", del pintor Jackson Pollock, cuya originalidad llegaba a precindir del caballete, depositando el soporte en el suelo. ¡Hasta este tipo de "arte" se compra y posee hoy entre nosotros!.