martes, 29 de abril de 2008

VASCOS ESPAÑOLES


Cuando, tantas veces, en ya más del último cuarto de siglo, algunos vascos -no podría decir su número- han dado dolorosos motivos de agravio a España y al alma española, constituye un verdadero alivio, muy reconfortante, comprobar que, al menos en otro número, que tampoco podría precisar, aunque quizá sea menor, o quién sabe, necesariamente tiene que haber vascos -la distancia no es tan grande, en relación con la fecha- que continúen sientiéndose españoles, en unión fraternal con los demás pueblos de España, ese enigma histórico que predicó un abulense, Don Claudio Sánchez Albornoz. Lo prueba la declaración efectuada, y publicada, por la Junta de Vizcaya, desde la Tradición, en los primeros días de Agosto del año 1008. Cuando hoy conmemoramos el II Centenario del DOS DE MAYO, en tal digna Declaración, formal y solemne, la Junta vizcaina recuerda a todos los españoles -fraternalmente- los "infinitos" nombres vascongados -o euskaldunes, a mí me da igual- que se inmolaron y dieron en holocausto por España. Es cierto. Solía decirse, hace ya algunos años, que "con los pechos de los vascos tenía España bien cubiertas las espaldas". ¡Ojalá hubiera podido ser siempre así...! Como cuando, también contra franceses, los vascos pulverizaron al Ejercito de Carlomagno en Roncesvalles; como, cuando aquel marino de Guetaria, Juan Sebastián Elcano, antes al servicio de Cisneros en África y del Gran Capitán en Italia, recibió del Emperador Carlos I la simbólica y gloriosa inscripción: "Primus circundedisti me"; como cuando aquel duro asceta de Loyola, anteriormente hombre de armas, fundó la Compañía de Jesús; como cuando otro heróico marino, de Mutriku, Cosme Damián Churruca y Elorza, dió su vida por España, en la Batalla de Trafalgar, al mando del navío "San Juan Nepomuceno"; como cuando Juan de Urbieta, en la Batalla de Pavía, apresó al rey francés Francisco I, e infinidad de otros cuandos más. El de Miguel López de Legazpi, que conquista para España las Islas Filipinas; el de Don Miguel de Unamuno, un vasco muy español, que explicaba tantas cosas en la Universidad de Salamanca. Y como otros tantos, y otras muchas nobles y heróicas azañas llevadas a cabo por los vascos: Andrés de Urdaneta, que estableció la ruta de Filipinas a Acapulco; Blas de Lezo, defensor de Cartagena de Indias; Pedro Navarro y Machín de Rentería, que combatieron en las campañas del Mediterráneo; Miguel de Oquendo, y las escuadras de Vizcaya y Guipúzcoa, que tantas veces se batieron en acciones navales españolas... ¡Honor y gloria, pues, a la nación euskalduna y a los vascos!, porque son muchos más los años, los siglos, en los que dieron su vida por España, que estos últimos desdichados veinticinco años, en los que, algunos de ellos, sin duda más por una visión somera y superficial de la Historia y de la propia razón de ser del pueblo vasco, cultivada por la locura de unos, y agravada por los errores de otros, han sembrado España de sangre. Luis Madrigal.-


Arriba, la Declaración de la Junta de Vizcaya, con ocasión del II Centenario del Dos de Mayo