viernes, 23 de diciembre de 2011

EL VIENTO ME DEJÓ UNA ROSA




YO NUNCA LA BUSQUÉ



Yo nunca te busqué… Te trajo el viento,
que soplaba aquel día
más suave que la brisa, quieto y dulce.
Melodioso, anhelante. Eso era todo
-además de vivir-  cuanto tenía.
¿Vivir? ¿Vivía acaso?
Estaba solo, mientras me inundaba la paz
y huía de mi alma la alegría.
Los días, eran quietos, sosegados,
y a las noches seguía la alborada…
Después, la paz se fue… Ya no quería
flotar en el letargo de la nada;
danzar sin escuchar la melodía
que escuchaba, sin saber acaso
que un día por su amor me moriría.
Quise alcanzar la flor… Era una rosa rubia,
como el color del oro,
la más bella que había visto al paso.
Pensé, quise creer, que la tenía.
Mas, no era así… Al declinar la tarde,
los pétalos murieron, heridos por el viento,
-¿tal vez el mismo que la trajo?-
o la lluvia, que empapa las esquinas.
Hasta el cielo volaron y, al momento,
dejaron en la tierra las espinas.



Luis Madrigal