jueves, 8 de septiembre de 2022

LOS PROFETAS

 


Todavía hay gente buena. No sé cuánta. Pero la hay. Juan, un peruano que vive en Madrid, es una de esas personas que simplemente hacen lo que deben y no lo que pueden sin correr el más mínimo riesgo. Hoy mismo, en un acto de indudable negligencia personal por mí parte, que tampoco puedo decir a qué pudo deberse, perdí mi teléfono móvil en el Parque de Atenas de Madrid. Buen sitio para perder cualquier cosa, en recuerdo de la gloriosa Ciudad-Estado, y de la Reina de España, Doña Sofía Margarita Victoria de Scheleswig-Holstein y Sonderburg-Glucksbur, en cuyo honor fue diseñado y construido, en el llamado antiguamente "Campo de la Tela", el mencionado Parque, en el año 1971, cuando, además de Princesa de Grecia y Dinamarca, Doña Sofía lo era ya también de España.

Pero no es lo importante, en esta ocasión, la grandeza real y los transcendentales servicios prestados a España por Doña Sofía, ni la sonoridad de sus apellidos familiares anglo-germánicos. En España, se le ha llamado siempre "Sofía de Grecia", para el más fácil recuerdo de los españoles, que bien nos acordamos de ella, y más en estos momentos.

Lo que me parece, desgraciadamente extraño, es la honradez de Juan, el peruano, que encontró en el suelo mi teléfono móvil y que respondió a la llamado desde otro, el de mi buen amigo Alberto. Les llamaré a ambos, desde hoy mismo, los Profetas Alberto y Juan. Porque los profetas no son los que adivinan, o dicen adivinar el futuro. De eso se encargaban en la Antigüedad clásica las pitonisas y en estos últimos tiempos algunos estrambóticos sujetos generalmente conocidos. Ellos, los verdaderos profetas  -de conformidad con el infinitivo griego profenomai-  son el testimonio vivo de Dios y de su infinita misericordia.


Luis Madrigal


Arriba, la fotografía del Parque de Atenas, en Madrid



jueves, 7 de julio de 2022

CORPUS CHRISTI

 


El Cuerpo de Cristo, en la Eucaristía, es el signo contundente, fruto de su libre voluntad, humana y divina, de permanecer junto a los hombres, no sólo hasta el fin de los tiempos sino hasta la consumación de la Historia. Y esto no es ninguna leyenda de las muchas que circulan por ahí. Tampoco es, con serlo, una firme creencia, si no la más estricta veracidad histórica de sus propias palabras, si ha de considerarse la Biblia, la Sagrada Escritura, como un conjunto de testimonios rigurosamente históricos. Y así ha de ser, salvo negación científica con argumentos del mismo carácter. Nunca, en situación o momento algunos, con razonamientos o expresiones tabernarias, o con posiciones deliberada y gratuitamente elaboradas en contra por los enemigos tradicionales de la Fe, universalmente conocidos.

Por contra la historicidad de la Sagrada Escritura, en concreto la de los Evangelios y la de Jesús de Nazaret, se encuentra fuera de toda duda, como la de Gengis Kan o la de Carlos I de España y V de Alemania, der Greif Kaiser. Con las mismas limitaciones y si se quiere desviaciones, interpretaciones o dudas.

Y, en este sentido es preciso recordar que en los tres evangelios llamados sinópticos, los de Mateo, Marcos y Lucas, que, desde el gran biblista alemán Johann Jakob Griesbach, en su libro Synopsis, se presentan en columnas paralelas, para su comparación, y más o menos con las mismas palabras, se narra el episodio de la institución de la Eucaristía.

Desde luego llama poderosamente mi atención el "Tomad y comed, este es mi cuerpo..." (San Mateo, 26: 26 y 27), pero más aún Lucas (22: 19): "Haced esto en recuerdo mío". Porque... "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mateo, 28: 20)


Luis Madrigal

 



UN SOPLO QUE VOLÓ


Un soplo que voló,

vino del aire

y, sobre tierra dura,

dejó un suspiro.

Y, con él, sólo vida,

sin muerte oscura.

Dos anhelos persigue

hoy el camino:

El de la vida libre

o el de la esclava muerte...

Cuál de ellos he de andar

sólo yo digo... Sólo, no...

Con aquel Soplo

que, cuando estaba muerto,

del aire vino.


Luis Madrigal


Madrid, Cafetería "Las Farolas",

Sucursal de Alcalá

Junio de 2022








viernes, 4 de marzo de 2022

OFICIO, NO... MINISTERIO

 EL SAGRADO MINISTERIO DE ENSEÑAR

 



Hay dedicaciones habituales que constituyen un oficio o una profesión. Y todas ellas, en tanto observen una dimensión estrictamente ética, son respetables y por ello han de ser respetadas. Sin embargo, otras, exceden y desbordan con creces tal dimensión y, por ello, constituyen un ministerio. Tal es el caso del sacerdotal, como debería ser siempre también  -aunque resulte con frecuencia en la práctica todo lo contrario-  el de los políticos. Esto es, algunos oficios deberían ser siempre un ministerio, aunque la mayor parte de las veces no lo sean. Otros, en cambio y en su inmensa mayoría, lo son siempre, pese a que también puedan encontrarse testimonios escandalosamente contrarios y por ello profanadores de su sagrado deber. La Enseñanza, mayoritariamente, es uno de ellos. Estoy seguro.

Gabriela Mistral, es decir, Lucía Godoy Alcayaga, fue galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 1945, año altamente significativo, por constituir el fin de la II Guerra Mundial, tan sólo doce años antes de su muerte en Nueva York, Ciudad a la que le había llevado la actividad diplomática, al servicio de su patria, Chile.

Pero, además de tan transcendental y brillante actividad y del puro lirismo de poetisa triunfadora universal, Lucía, que nació un 7 de Abril de 1889, en Vicuña, Chile, en el seno de una familia de modestos recursos económicos, ante todo, fue Maestra. Maestra de Escuela, como se decía antes en España, y consagró lo mejor de su vida a la Enseñanza de los niños; a la educación primaria y esencialmente básica para todo ser humano. Por eso se ha dicho, que si la prensa es el Cuarto Poder, la Enseñanza es el Quinto, aunque yo pienso que, más bien, sea preciso alterar el orden. Porque, nunca jamás, esas mentes inferiores, esos mediocres individuos que, en general son los políticos, aupados y seguidos de cerca, a muy escasa distancia por otras mentes aún más mediocres, que se hacen llamar “periodistas”, podrían manejar ni manipular las mentes humanas, si tales mentes hubiesen sido, en su niñez y juventud, rectamente formadas, en los valores lógicos y universalmente eternos, por verdaderos Maestros.


Por ello, sería necesario proclamar y rendir universal homenaje a todos cuantos han sido Maestros, en todos los países y lugares del mundo. En particular a aquellos abnegados y luminosos maestros españoles, a los de la Institución Libre de Enseñanza y a todos los demás, que, en tiempos especialmente difíciles, gastaron y hasta quemaron su vida  -porque la Enseñanza, agota y hasta quema al enseñante-  transfiriendo el saber a otros seres humanos, sobre todo a los niños, a los primeros que han de aprender lo primero y más radical que en la vida hay que saber. Y casi siempre, desde los tiempos más remotos, materialmente, ejerciendo una profesión que, en España, llego a ser la unidad de medida y referencia básica del hambre: “Pasa más hambre que un Maestro Escuela.”

Sin duda por ello, en el caso de Lucía Godoy, convertida en Gabriela Mistral, dentro de sus obras poéticas más sublimes, se encuentran las composiciones "para niños", que son el núcleo de su segundo libro, “Ternura”, de 1924. En él se advierte la pureza expresiva propia de una lírica sencilla, pero profunda, que convivió con las vanguardias tras la liquidación del modernismo. Una lírica inspirada en la naturaleza, rayana con la llamada poesía popular, que también aquellos cultivaron en ocasiones. Dedicado a su madre, está dividido en siete secciones: Canciones de Cuna, Rondas, Jugarretas, Cuenta-Mundo, Casi Escolares, Cuento y Anejo. Para el lector adulto, el conjunto viene a expresar la pérdida de la infancia, que es restituida, en parte, a través del lenguaje.

         “Porque duermas, hijo mío, / el ocaso no arde más: / no hay más brillo que el rocío, / más blancura que mi faz. // Porque duermas, hijo mío, / el camino enmudeció: / nadie gime sino el río; / nada existe sino yo”.

Sin duda, en este poema, Gabriela recuerda las canciones que su madre, Petronila Alcayaga, le cantaba en la cuna, una vez que su padre Juan Jerónimo Godoy abandonara definitivamente a la familia cuando la pequeña Lucía contaba con tan sólo tres años, por encontrarse sin trabajo y no poder mantener el hogar.

No me es posible, naturalmente poder saber cómo trataba y se dirigía a sus alumnos Gabriela Mistral, pero albergo la absoluta certeza acerca de que, además de la enseñanza propiamente dicha que les permitiera alcanzar el saber, esto es de las técnicas pedagógicas, fundamentalmente les trataba con mucho amor. Con mucho amor maternal, como si se tratase de sus propios hijos. Nos lo dicen sus poemas. Y este aspecto, en la enseñanza de los niños, más que esencial, es vital. Sin amor no se puede enseñar nada a nadie y menos aún a un niño. Y por eso se ha dicho también que resulta imposible separar la enseñanza de los aspectos más espirituales y sensibles del alma humana. Se puede entender o no un teorema matemático; se puede entender o no por qué hace frío en el invierno y calor en el verano. ¿Pero qué niño no podrá entender un acto de amor?




Estudiantes de Magisterio, en la Universidad española: No hagáis excesivo caso a vuestros Profesores, por muy Catedráticos sean, cuando os expliquen las técnicas pedagógicas, por modernas y punteras éstas puedan ser. Ya se trate del tan proclamado, en conferencias y ensayos, “estudio de la infancia” (Verhellen en 1992; Gimeno en 2003; Rodríguez Pascual en 2006; Vergara, Peña y Chávez en 2015). Y demás etcéteras. Mucho menos aún, en lo que atañe a la llamada “visión adultocéntrica de interés superior” (Cussiánovich y Marquez, 2002). Pensad, más bien, eso sí, en la Convención sobre Derechos del Niño, de 1989, porque los niños son el sujeto de Derecho más importante y primario. Más aún, constituyen, en sí mismos, el bien jurídico más intrínsecamente esencial y digno de protección, antes de cualquier otro. Sobre todo, queredles mucho, con verdadero amor. Y recordad que vosotros mismos tenéis que “haceros como niños”, si de verdad queréis alcanzar vuestra excelsa misión.

 

Luis Madrigal

Madrid, 2 de Marzo de 2022,

Miércoles de Ceniza


A mi Nieta mayor, Ángela Madrigal de Rioja,

alumna de la Facultad de Educación, en la Universidad Complutense, que quiere ser Maestra 

casi desde que ella misma era niña.

Con el mismo cariño que espero sienta por sus futuros alumnos

jueves, 20 de enero de 2022

UNA TRILOGÍA DEL TIEMPO


 

I

VUELA EL TIEMPO

Vuela el tiempo y, en su vuelo,

la memoria muerta se acomoda,

triste, al mundo de la nada...

Parece que ya la sombra es día,

que el sol no alumbra ya

como alumbraba.

El recuerdo del ser

se hace pequeño,

diminuto al sentir,

que nada siente.

Si alguna vez despierta,

sólo duerme entre rayos de ayer

en la alborada.

O suspira en la angustiosa noche

palabras que no son. Sueños que labra

entre surcos de sombra hechos de nada.

¡Que claro era el ayer,

que triste el hoy habla...!

 

II

MIRAR SIN VER

Mirar sin ver,

alzar el vuelo en tierra

tan dura como el seco pedernal,

para mirar al cielo sin mirar

y ver al fin lo que el misterio encierra.

Saber sin intelecto y sin lectura,

sin regla, ni canción, sin norma pura

y transcender al Otro que en mí habita

y es, como Yo, un humano.

Escuchar sin oír, hondo latido

que nace de su ser y en él encuentra

la voz que nace en mí

y que se orienta

al eterno infinito que es la esencia.

 

III

NUEVO ENERO EN MADRID

(Soneto irregular)

 

Nace el sol, que se alza en blanca guerra

y hace volar su luz a mi ventana.

Rayo a rayo, con gran valor, se esfuerza

en despegar del hielo la mañana.

 

Poco a poco, renuncia al fin la helada

a su poder sobre calles y plazas...

Lentamente, los corazones arden,

sin que el frío invernal les hiera en nada.

 

Igual que el sol, tan alto sobre el monte,

lucha mi corazón con la alborada

para perder, a veces... Cruel destino.

 

Mas, otras, vence... Y ya purificada,

torna la fe, desde las grandes sombras

y ríe el alma, antes tan angustiada.

 

Luis Madrigal

 

Madrid, 18 de Enero de 2022

En la Cafetería "Las Farolas"