jueves, 21 de agosto de 2014

UNA LUNA SIN CIELO



ES UNA UNA LUNA FALSA

La fotografía que precede, a mi parecer, es una de esas imágenes "de plástico", que nada parecen tener que ver con la realidad. Creo recordar ahora que nunca me gustaron este tipo de productos almibarados, precisamente porque la realidad es mucho más amarga y, sobre todo, porque parecen hechos a la medida de almas tan falsas, o tan simples, como la propia imagen que tratan de reflejar. Sin embargo, tan sólo hace unos días, tuve la ocasión de contemplar la luna en su fase más plena, justamente cuando de pronto surge en el horizonte con toda su majestad. Entonces no es de plata, como en esta imagen de referencia que he encontrado en uno de esos basureros del arte, tan prolijos e insulsos, como pueden hallarse en Internet. Tengo la casi seguridad absoluta de que su autor se auxilió para fabricarla de alguno de esos programas informáticos de retoque fotográfico, o incluso de los que hacen surgir, por arte de magia, cosas que no existen. En las noches de plenilunio, la luna es de oro del máximo número de kilates posible. Imposible por ello, casi, de captar con una cámara fotográfica. Por eso, yo me abstuve de intentarlo, limitándome a observarla, mientras admiraba todo su divino esplendor.

Ayer noche, ya no había luna llena en el cielo. Incluso creo que ni había luna o, al menos yo no puede encontrarla en el firmamento nocturno que tenía a mi alcance. Ello me hizo pensar por un momernto en Lewis Carrol, no porque éste, que yo recuerde, se refiera a la luna, en su fantastico y maravilloso mundo, pero sí (quizá porque Charles Lutwidge Dodgson era matemático y lógico), a los ojos de los gatos, esos misteriosos animales, que parecen saberlo todo sin decir nunca nada. Carrol, aunque implícitamente, invita a pensar no sólo en la idea de un gato sin ojos, sino  -lo que es mucho más misteriosamente abstracto- en unos ojos sin gato. Y en eso, más o menos, estaba pensando yo anoche. En una luna sin cielo, mucho más que en estas lunas, como la de la imagen precedente, sin duda lunas acarameladas y falsas, que tanto abundan, entre otros esperpentos, en las más cursis imágenes que facilita Internet. Ya hay que tener un gusto "especial", o una piel cuidada con polvos de talco, para atreverse a utilizar tales productos. Yo hoy me atrevo, tan sólo para recordarme a mi mismo que siempre es necesario huir de lo artificial, tratando de concentrar nuestras escasas luces en la verdadera luz de la luna, cuando en las noches de verano  -en algunas de ellas-  ilumina los campos que durante el día son tan verdes.

Luis Madrigal

Las Navas del Marqués (Ávila)
21 de Agosto de 2014