lunes, 19 de marzo de 2012

HACE HOY 200 AÑOS



UNA CONSTITUCIÓN
PARA DOS HEMISFERIOS


En el día de hoy, más o menos en este mismo momento en el que escribo (hora de Madrid), se cumplen exactamente 200 años de la Constitución Española de 1812, que fue promulgada por las Cortes Generales de España el día 19 de Marzo de 1812, reunidas en la Ciudad de Cádiz. Aquéllas gloriosas Cortes habían comenzado su andadura el día 24 de Septiembre de 1810, en el teatro de la Isla de León, hoy San Fernando, trasladándose posteriormente al Oratorio barroco de San Felipe Neri, ya en Cádiz, que pese a haber sido destruido por el Terremoto de Lisboa, en 1755, ya había sido reconstruido en 1764. Aquel glorioso día, y aquel intento de verdadera libertad, para todos, también para los entonces españoles de América, fue destruido también por un rey felón y miserable, llamado Fernando VII, representante típico de los malditos borbones franceses, pero sin duda el más abyecto personaje de todos ellos. Más aún, por si alguien alberga alguna duda. Si bien, con la única tacha, sobre todo en términos actuales, de establecer el sufragio universal masculino e indirecto, aquella Carta magna, albergaba en su seno un verdadero código de derechos fundamentales individuales. Era, no la primera, como con error a veces se dice, porque, la desgraciadamente primera fue aquella canallada impuesta que los constitucionalistas acostumbran llamar “Carta” o “Estatuto” de Bayona, y también, no faltaba más, tiene nombre francés: “Acte Constitutionnel de l´Espagne”, en el intento bonapartista de apoderarse de España, por parte de aquel genial pero también maldito corso, que ni siquiera era francés. Hubiese sido la instauración de la verdadera libertad para todos, porque aquella Constitución liberal de 1812, también fue jurada en América y en su elaboración intervinieron con su palabra y con su espíritu aquellos notables españoles de más allá del Mar, como lo fueron, a título de mero ejemplo, el novohispano Miguel Ramos Arizpe, el ecuatoriano José Mejía Lequerica, el peruano Vicente Morales Duárez o el chileno  Joaquín Fernández de Leiva. No se encontraba entre ellos el glorioso General San Martin, Libertador de la Argentina, pero ya antes, nada menos que junto a Castaños, había luchado contra el poderoso ejercito francés, con el grado de Teniente Coronel del Ejército de España, para poder lucir sobre su pecho la Medalla de los Héroes de Bailén.

Desgraciadamente, sólo dos años después, el día 19 de Marzo de 1814, regresaba a España Fernando VII, no sin aclamaciones previas de ese amorfo agregado  -cuando falta la debida instrucción-  que llaman “el pueblo”, y que dicen los políticos que es muy “sabio”. La vuelta de aquel siniestro personaje, propició la correspondiente contrarrevolución, disponiendo la disolución de las Cortes de Cádiz, la derogación de la Constitución alumbrada por ellas y la detención y encarcelamiento de los diputados liberales. Volvía de nuevo el absolutismo monárquico. El día 10 de Mayo del mismo citado año, el General Eguía tomaba militarmente Madrid, proclamando a Fernando VII rey absoluto. Todos los españoles, perdimos, creo yo, y lo digo con el mayor respeto a la soberanía de todas las naciones de la América española. Porque, entre otros factores, la Constitución liberal de 1812, aparte de influir y dejar su impronta en las Constituciones de los nuevos Estados que se constituyeron como independientes en América entre 1820 y 1830  -y más que el propio Texto, el espíritu de Cádiz-  les hubiese librado de muchas de sus posteriores tiranías y, aunque esto sea siempre lo de menos, hubiesen podido alcanzar el lanzamiento y despegue necesarios para su desarrollo y prosperidad económicos. Aquel borbón felón, con cara de idiota, lo impidió.

Hoy, al cumplirse el Bicentenario de aquella Constitución de libertad y verdadero progreso, siento que mi corazón español salta en mi pecho, al releer el Artículo 1º de su Texto: “La Nación española es la reunión de los españoles de ambos Hemisferios”. Y, en un ruego suplicante, les pido a todos los españoles del otro lado del Mar, sea cual fuere su apellido y, con todo el amor hacia sus respectivas Patrias, un grito que pueda unirse al mío. Si no con los labios, sí en lo más profundo de su corazón: ¡Viva España! ¡Viva la Madre Patria! Estoy seguro de que muchos, lo harán. Luis Madrigal.-



 Facsimil del Texto Constitucional de 1812
publicado ayer Domingo por el Diario El Mundo, de Madrid