viernes, 18 de febrero de 2011

¡CUÁNTO CUESTA SUBIR...!




¡CUÁNTO CUESTA SUBIR…!


Corre el breve Febrero con gran prisa,
cual si llegara tarde en su carrera.
Trae de nuevo el Invierno a su manera
y nuevamente el hielo tras la brisa.

Yo quisiera esbozar una sonrisa,
y ver de flores llena mi escalera,
mas temo que aún me resta negra espera
hasta que el sol se muestre con su risa.

¡Cuánto tarda el ciprés, subiendo al cielo,
en trepar tan despacio en su escalada,
mientras arrastra en sí gélido el hielo!

¡Cuánto cuesta romper la encrucijada,
entre egoísmos, odios y recelo,
para algún día alzarse a esa morada!



Luis Madrigal
 
 
 
 

ARRIBA EL TELÓN










DIÁLOGO CON DIOS


"El Concierto de Aranjuez",  fue escrito en el año 1939 y se estrenó universalmente, en Barcelona, en 1940, por la Orquesta Filarmónica de la Ciudad Condal, dirigida por César Mendoza Lasalle. El solista a la Guitarra en aquella ocasión fue el virtuoso Regino Sáinz de la Maza. Durante un largo tiempo,  y tras el estreno de la gran obra clásica, para Guitarra y Orquesta del inolvidable Maestro Joaquín Rodrigo, no sólamente los críticos musicales y los musicólogos, sino también los amantes de la Música en general, se fueron preguntando en qué hecho o motivo podría estar inspirado el segundo movimiento de esta magna obra, el Adagio, cuyo título es el de “Diálogo con Dios”. Cuando se le preguntaba al Maestro Rodrigo, éste se limitaba e encogerse de hombros, pretendiendo dar a entender que tal motivo había sido seguramente el de la pura casualidad. "Habrá sido el viento a través de los árboles", solía decir. Sin embargo la realidad era bien distinta. No había sido el viento, o al menos no sólo él, ni ningún otro elemento de la naturaleza, sino un hecho profunda y dolorosamente humano, propio de sucederle a cualquier persona, que pueda verse en circunstancias similares a las de aquél.

Joaquín Rodrigo Vidre (Sagunto, Valencia, 22 de Noviembre de 1901- Madrid, 6 de Julio de 1999), se quedó prácticamente ciego a la edad de tres años, a consecuencia de una enfermedad infecciosa, la difteria, hasta el punto  de que sus trabajos musicales eran escritos en Braille y re-escritos posteriormente por otro músico colaborador vidente. En el año 1933, contrajo matrimonio con la pianista turca Victoria Kamhi, a la que estuvo profundamente unido, pese a tener que separarse de hecho al año de casados por motivos económicos. Victoria, fue su principal colaboradora, hasta su muerte, dos años antes que la de Rodrigo, en 1997, y a ella dedicó su “Cántico de la esposa”, compuesto en 1934, de la que el Maestro pensaba era su mejor obra vocal. La duras condiciones de vida que el maestro Rodrigo hubo de soportar, contribuyeron sin duda a un acercamiento profundo a Dios. Cuando inició la composición de “El Concierto de Aranjuez”, Victoria se encontraba embarazada de su primer hijo y hubo de ser ingresada de urgencia en un Hospital de Madrid. Los médicos aseguraron a Rodrigo que, ambos, la madre y el hijo que esperaban, no lograrían sobrevivir, casi con total seguridad. Ese día, El Maestro, al regresar a su casa, se puso de rodillas e inmediatamente después se sentó frente al piano y compuso el segundo movimiento, el Adagio, de “El Concierto de Aranjuez”. Precisamente por eso, tituló a este movimiento “Diálogo con Dios”, lo que hace suponer el carácter de profundo creyente que, pese a todas sus desdichas, acompañó siempre al Maestro Rodrigo.

Nada podía sorprender por tanto a los críticos que, tras un inicio de excepcional belleza y de la más honda dulzura, de repente, la Guitarra, insistentemente busque  -sin duda con lágrimas en los ojos muertos de Rodrigo-  la infinita misericordia de Dios. Y, cuando llega la contestación divina a este súplica, a cargo del tutti, de toda a Orquesta, manifestando que, para que Victoria viva, el hijo esperado habrá de morir, vuelve a intervenir la Guitarra, aceptando con fe, la que parece una cruel condición que Dios impone para la salvación de la esposa. Y entonces se produce el hecho glorioso de la ascensión del hijo non nato a los Cielos. Se puede escuchar este Adagio de “El Concierto de Aranjuez”, de muchas maneras, pero, cuando se hace conociendo el verdadero motivo de inspiración, uno se siente robustecido y afirmado rotundamente en su pobre fe, despertándose, por otra parte, se crea o no en Dios, los sentimientos humanos más sublimes y puros que habitan en el corazón del hombre.  En esta ocasión de reapertura de este Blog, tras el breve paréntesis de inactividad, voy a ofrecer la versión de otro virtuoso y, además, de otro gran creyente, Narciso Yepes, a quien algún día hasta quizá podamos ver elevado a los altares de la Iglesia. En los del Arte, ya está. En homenaje a esta sublime composición musical, aunque pobre de mí, yo también he cerrado los ojos mientras escuchaba hoy este Adagio, para componer el Soneto que ofrezco a continuación, como humilde e insignificante homenaje, no sólo al Maestro Rodrigo, sino a todos cuantos hablan con Dios en los momentos más difíciles y siempre, como también lo hacía Narciso Yepes:



DIÁLOGO CON DIOS


Señor: Tú eres mi Luz, mi Fortaleza,
cuando mi pobre alma cobra espanto.
¡Perdóname, si te he ofendido tanto
y cuídame de lejos con largueza!

Haz que mi débil ser, se haga entereza
y mi palabra se alce como un canto
de adoración y amor… ¡Bajo tu manto,
cobíjame y disculpa mi torpeza!

Más aún le pido, a tu pecho herido,
el bálsamo que alivia y da la vida.
¡Si se apagó ya el fuego tan temido

nada me des, Señor, por más te pida!
Sólamente, si todos ya se han ido,
de quien sufre poder curar la herida.



Luis Madrigal