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¡NO TE OLVIDO...!
¡Cuántas veces prefiero el sufrimiento
a una sóla -aún breve sea- el olvido...!
¡Cuántas veces, mi pecho dolorido,
sin gota ya de sangre, vertió ciento!
Perdóname si, ciego, ni un momento
pude ver tu dolor, tan afligido,
y de tus labios rosa el colorido,
esclavo, sin más luz, sentí avariento.
Dolor de mi dolor, no me abandones;
olvido que me hieres... ¡no he insistido!
Si ayer te herí, suplico me perdones,
que sigo en pie, mas débil y abatido
y, si mi llanto aviva las pasiones,
sin tu serena calma estoy perdido.
Luis Madrigal