miércoles, 16 de mayo de 2012

PROSA POÉTICA (XV)



ANOCHE DESCUBRÍ UNA BLANCA ESTRELLA

Anoche, entre la vigilia y el sueño, en esa hora mágica que a veces parece mecernos dentro de nosotros mismos, descubrí una estrella blanca. Era muy joven, pese al transcurso de los años… Las estrellas, no envejecen a la velocidad en que lo hacemos los humanos. Cuando alcanzan su culmen de luz, paulatinamente, van transformándose en gigantes rojas y, por último, en blancas enanas. Después, desaparecen del firmamento, del cosmos, porque nada es eterno, excepto la Gran Estrella del universo y de la Historia, que a todas las demás alienta y conduce, prestándoles su substancia tras el final del tiempo. La que yo tuve la fortuna de descubrir anoche, por pura casualidad  -en el fondo pienso que nada es casual- o de improviso, mientras medio observaba casi distraídamente el firmamento, aunque era blanca, muy blanca, aún no temía ni pensaba para nada en su desaparición. Por el contrario, era todo un armonioso canto de energía y de vida. Sus intensos destellos de alegría y de ilusión, contagiaron en lo más profundo mi corazón y, aunque sin duda se hallaba muy lejana, sentí que la distancia sideral se comprimía, hasta acercarme tanto a ella que su luz me pareció transfiguraba mi mente y su eterna esperanza ponía alas a mi cuerpo, desvencijado y sombrío, convirtiéndolo en un haz de luz.

Luis Madrigal

Madrid, 16 de Mayo de 2012



A Doña Irma-Inés Tschopp