UN RÍO QUE CAMINA
El Río,
tan azul, corre muy lento. Parece que camina, desplazándose majestuosamente,
como si con ello pretendiese calmar el arrebato de los dorados y voraces seres
que habitan en sus entrañas. Es tan azul
como el mismo cielo, del que recibe los reflejos que iluminan su colorido, en
armonioso contraste con sus verdes riberas. Apenas si ha comenzado su andadura,
ya adivina su destino hacia un mar dulce, donde acabará de entonar su canción
enamorada. Pero, antes, ha de labrar bancales de finísimas y plateadas arenas,
para sembrar ilusiones y anhelos, que en las noches de plenilunio iluminarán
todas las sombras, disipando la sospecha y el miedo, hasta serenar el alma en
la certeza de un nuevo día ilusionado, esplendoroso y feliz.