IX
¡SI YA NOS HEMOS DICHO ADIÓS...!
Si ya nos hemos dicho adiós...
¿por qué, al salir el sol, cada mañana,
busco tu luz y tu palabra,
tu dulzura y tu canto...?
Si ya nos hemos dicho adiós...
¿para qué, al ponerse la tarde,
intento recordar otras tardes
en las que tú alentabas mi camino y mi ser?
Si ya nos hemos dicho adiós...
¿cómo podré andar el camino,
que siempre, a mi paso, dispone sus afilados dientes
para que sangren mis pies y llore mi espíritu acongojado,
sin que tu impulso y tu ánimo fortalezcan la pisada?
Si ya nos hemos dicho adiós...
¿de qué me sirve tu bella imagen
-con tus ojos llenos de tristeza-
grabada a fuego en la retina de mi alma?
¿Tan sólo para contemplarte, como se venera a una diosa,
lejana y distante de los pobres mortales?
Mientras -para salvar el recuerdo eterno-
la exhumo de su lecho de muerte
y la ofrezco a mis sentidos, vivificante,
y así pueda permanecer inmortal...
Si ya nos hemos dicho adiós...
¿cuándo podré encontrarte, real, viva y fecunda,
para que, cual nuevo y vano Prometeo,
no tenga que robar el fuego a tus dioses...?
Y, algo más: ¿Por qué, un día ya lejano, siendo tan ayer,
dijiste que nunca habría despedidas entre nosotros...?
¡Si ya nos hemos dicho adiós!