jueves, 20 de mayo de 2010

EN LAS HORAS MÁS DURAS



¡DÉJAME VERTE...!


¡Déjame verte, no te vayas!,
no quieras que me hiele sin tu aliento...
Acerca tu sonrisa, al macilento espectro que camina a tientas,
y guíame en mis pasos en la noche.
¡Ven, no te vayas...!
¿Acaso no te apiadas de mi súplica,
doliente y pordiosera, que entre espinas
clama por ti, tan rubia entre amapolas,
como el sol  - brillando sobre las laderas verdes 
de tus Sierras-  las engalana de rojo esplendor?
¿No te duele en el alma
mi soledad, perdida entre otros solos
que, como ciegos, caminan sin verse
y ,sordos, no se oyen?
Tú, eres la frescura de la vida,
el don de la armonía y el sentimiento,
puro y sin esquinas, donde el alma
pude caminar sobre las nubes,
ajena al dolor y al hastío,
desplegadas al viento sus alas,
para remontar la suprema cumbre
donde el Amor ha establecido
la sede de todos los sueños
y de todos los amores.


Luis Madrigal