¡DÉJAME VERTE...!
¡Déjame verte, no te vayas!,
no quieras que me hiele sin tu aliento...
Acerca tu sonrisa, al macilento espectro que camina a tientas,
y guíame en mis pasos en la noche.
¡Ven, no te vayas...!
¿Acaso no te apiadas de mi súplica,
doliente y pordiosera, que entre espinas
clama por ti, tan rubia entre amapolas,
como el sol - brillando sobre las laderas verdes
de tus Sierras- las engalana de rojo esplendor?
¿No te duele en el alma
mi soledad, perdida entre otros solos
que, como ciegos, caminan sin verse
y ,sordos, no se oyen?
Tú, eres la frescura de la vida,
el don de la armonía y el sentimiento,
puro y sin esquinas, donde el alma
pude caminar sobre las nubes,
ajena al dolor y al hastío,
desplegadas al viento sus alas,
para remontar la suprema cumbre
donde el Amor ha establecido
la sede de todos los sueños
y de todos los amores.
Luis Madrigal