BUSCANDO UNA GUIRNALDA
Los árboles dormidos sobre un lecho de
hielo
despiertan lentamente, el sol en lo
más alto.
Suspiran por sus yemas en las cuajadas
flores
que esperan ver sin freno trepar por
las ventanas.
Yo sueño y no despierto ni aunque
llegue la noche,
sembrando en lontananza anhelos que no
vuelven
y escapan de mi pecho para morir
silentes
frente a un Lago lejano surcado por
balandros
sobre olas de plata, con un destino inerte,
que vuelan como el viento y queman
como el fuego.
¿Dónde, su singladura, habrá de
conducirlos
que mi alma dormida pueda alcanzar su
vuelo?
Al menos, que en la noche, cuando
brilla la luna,
prolongue mi mirada hasta un patio
florido,
con árboles que hablan y lloran su
destino,
buscando una guirnalda de acanto y
adalides
con un ramo de flores que llaman “no
me olvides”.