lunes, 29 de abril de 2013

MISTERIORO MERIDIANO



I

OTRA VEZ EL FLAGELO DEL FRÍO


Vuelve la lluvia… El campo la recibe
como a huésped que vaga peregrino,
como un áspid que aparta del camino
al sol que ya brillaba, y que no exhibe

el fulguroso rayo con que escribe
su canción en la luz, y en el destino
de iluminar la sombra  -coralino-
que, en la noche, la luna azul percibe.

Vuelve a azotar el rostro el viento helado,
que baja de las cumbres blanquecinas,
y grita que el invierno no ha acabado.

Yo vuelvo a mendigar por las esquinas
un soplo de calor… Nadie me ha dado
sino de alguna rosa las espinas.


Luis Madrigal



II

ESTALLARÁ LA PRIMAVERA


Florecerán las lilas y las rosas
cuando el hiemal retire su pisada…
La blanca nieve, en agua transformada,
vestirá las veredas más hermosas.

Ansiosas por volar, las mariposas
se alzarán en su vuelo, a la alborada.
La luna, del amor enamorada,
alumbrará las noches amorosas.

Tan sólo han de pasar frías jornadas,
que volarán inquietas, tras las horas,
en un reloj de arena condensadas.

Serán entonces claras las auroras
y el sol brillante, en valles y cañadas,
pintará de color las verdes floras.



Luis Madrigal





viernes, 26 de abril de 2013

MIENTRAS SE VA EL FRÍO



VUELVE A MORIR LA PRIMAVERA

Vuelve el Invierno a vomitar los últimos posos de sus sombras, y vuelve el frío a poseer las calles, en un incestuoso maridaje con la Primavera, que como pudorosa doncella quiere ocultar sus encantos al decrépito fantasma invernal. El sol, que escaso tiempo atrás se enseñoreaba y complacía de su propio calor, se ha visto obligado a que los troncos de leña vuelvan a apilarse junto al hogar, supliendo su energía. Tras la callejuela que separa el Mercado de la Gran Avenida, arteria y cañada de hombres y ganados, un perro aúlla encogido y envolviéndose sobre sí mismo... ¡Murió de nuevo otra Primavera, casi antes de haber nacido! Todos los años, los humanos anhelos, con sus cuerpos desnudos, contemplan con tristeza el nuevo infanticidio primaveral, quizá hasta el aborto, al que es sometida la eterna Primavera, con sus dulces promesas de luz y de calor y sus amargos frutos de lluvia y frío que, lejos de exaltar a los poetas, recoge sus últimos suspiros mientras, bajo el peso de la lira hecha añicos, arrastran los pies cansados sobre el duro pavimento de la existencia.

Luis Madrigal


A Lavinia Napradean,
que, al otro lado de la barra de la Cafetería,
al verme escribir este breve apunte,
me preguntaba  qué escribía,
en recuerdo del más grande poeta rumano de todos los tiempos,
Mihai Eminescu

Madrid, 26 de Abril de 2013





jueves, 25 de abril de 2013

PADRE NUESTRO, ¿POR QUÉ ESTÁS EN EL CIELO? (III)



III

SANTIFICADO SEA TU NOMBRE

¿Y cuál?
Tienes uno, Señor, en cada parte,
como amor el marino en cada puerto.
Discúlpame, si soy irreverente.
Ya me entiendes... ¿Cuál ha de ser tu nombre?
Aquel que yo venere y santifique.
Te llamo... como te llamó mi madre,
pues por ella supe que “existías”,
vivías en el Cielo y... me querías.
Eso era todo. Y no era cualquier cosa.
Mas, ¿cómo te llaman otras madres,
de otros pueblos; sus hombres, sus soldados,
sus jueces, policías, carpinteros,
filósofos, artistas o letrados?
¿También estás Tú allí, en sus escuelas;
también tienen allí "Semana Santa"
y Adviento, Navidad y Epifanía?
¿También juran por Ti en sus tribunales
y juran ante Ti por sus banderas?
Europa, América, África y la China,
en el Japón, Corea y en Malasia,
¿todos te llaman por el mismo nombre?
¿El que te dio mi madre es el que vale,
y las cosas que dicen mis doctores
son las que hiciste y no hay otras iguales?
¿Es tu nombre, mi Dios, el verdadero,
y otros dioses acaso no son tales,
ni sus nombres son tu propio nombre,
ni tales nombres son santificables?.
“Tú eres Cristo” -está escrito- dijo Pedro,
y eso mismo me dijo a mí mi madre.
Mas, tienes tantos nombres... ¡Tantos ritos!,
ceremonias, latines, incensarios,
pagodas, mezquitas, abluciones,
sacristías, casullas, campanarios,
minaretes, kaabas, sinagogas,
novenas, procesiones... ¡indulgencias!
¿No bastó con tu Cruz, a todo el mundo?
(Se me olvidaba... ¿Ves?, tomo "partido"…
Que hay dioses sin dolor, dioses "amables",
y otras madres llevaron con dulzura
al sueño de sus hijos en la tarde.
Mas quiero recordar: Tú, no tienes nombre
si sólo la razón ha de avalarme
o, por eso, quizá, todos son tuyos,
maneras diferentes de llamarte).
Mas  -si justo santificar tu nombre-
habré de hacerlo en cualquier parte:
En iglesias, pagodas, sinagogas
y mezquitas... Con rabinos, pastores,
presbíteros e imanes. Todos, todos,
Señor, han de santificar tu nombre.
Si desde siempre eres el que eres...
¡que más te da cuál sea!... ¡En cualquier parte!


Luis Madrigal




martes, 23 de abril de 2013

PADRE NUESTRO, ¿POR QUÉ ESTÁS EN EL CIELO? (II)




II

QUE ESTÁS EN EL CIELO

¿Y por qué en el Cielo?
¿Acaso no es aquí, sobre la tierra,
donde más de tu amor necesitamos?
¡Si, entre llanto, con lágrimas regamos
el barro que nos hizo de este suelo!
¿Por qué no bajas, Señor, a poner orden
en este maremágnum de miseria,
de dolor, de injusticia, de cruel guerra
que el hombre contra el hombre ha desatado?
Sería maravilla que vinieras
para quedarte, esta vez, entre nosotros.
Al menos, la mayor parte del año.
Que en vez, allá por Mayo, cuando "asciendes"
de verdad en Diciembre "descendieras".
Yo te adorara, mi Dios. El alma entera
pondría junto a Ti. ¿Quién no lo hiciera?
¿Quién no sería justo si pudiera
contemplar a dos palmos la Justicia?
¿Quién no sería amor, si Amor tuviera?
¿Quién no se haría pobre si te viera
en Belén y entre pajas tiritando?
Ya estuviste, lo sé, y te matamos,
mas ahora es distinto, estoy seguro.
Si vinieras, y te viera la gente,
y con ella estuvieras, y a tu paso,
pudiera un ciego ver, andar un cojo,
aunque los muertos no resucitaran,
sería lo de menos. Al contrario,
pues todos, de la muerte se burlaran
teniendo entre sus manos a la Vida
y, en lugar de vivir, morir quisieran.
Mas, ¡tan alto está el Cielo!... Está tan lejos,
que desde allí difícil es nos oigas
y aquí abajo, más aún, que te escuchemos.
¿De qué vale que vivas en el Cielo,
si en la Tierra nosotros nos matamos?
Tampoco pido tanto  -si te fijas-
ni es la primera vez. Ya te advirtieron:
¡“Quédate con nosotros”!... Mas, te fuiste.
Vacíos y desnudos nos dejaste,
tan solo por querer hacernos libres.
Y, ¿lo somos?... ¡Maldita libertad!
Si de Ti priva, es que no es libertad,
es cautiverio. Que ya lo supo Kant,
aquel hombre pensante, cuando dijo:
“Si Dios está patente, no soy libre”
y por eso, Señor, estás latente.
Mas, te propongo un cambio de inmediato:
Prefiero ser esclavo, si presente
Tú siempre estás, y siempre vas conmigo,
que libre, de tenerte siempre ausente.
Si así no puede ser  -y no parece-
te digo hoy, Señor, desde aquí abajo:
¡Perdóname...! Perdona el desvarío,
perdona mi flaqueza y mis ofensas,
que de todas me asusto, con espanto.
Perdóname si te he ofendido tanto,
por estar Tú en el Cielo y yo en la Tierra.


Luis Madrigal





sábado, 20 de abril de 2013

PADRE NUESTRO, ¿POR QUÉ ESTÁS EN EL CIELO?



I

PADRE NUESTRO

Hijos tuyos somos, sí,
pues contigo es el Unigénito…
Mas, ¿somos en verdad del hombre hermanos
en el Hombre que vio clavar sus manos
para ser de todos Primogénito?
Hermano yo...
¿De aquel malvado que me robó la fama,
el prestigio, la honra o el dinero?
¿De aquel que me maldice y me persigue
y que todas ha de pagarme juntas?
¿Hermano yo, de aquella mujer zafia,
sucia, torpe, soez y desdentada?
¿De aquel borrachín del bar de enfrente
que ahoga en el alcohol sus resquemores?
Del vecino que nunca me saluda
y llena la escalera de colillas?
¿Hermano yo, de aquel analfabeto
que suma con los dedos y no sabe
Que Niels Borj era de Copenhague?
¿Hermano yo, del que es de otro partido
y le vota, siempre que hay elecciones?
¿Hermano yo del que es de aquella raza,
de aquella religión o de otra tierra,
de otro pueblo o de otro equipo de fútbol?
¿Hermano yo del pobre en su pobreza,
del delincuente, que ha de sufrir cárcel;
del enfermo que gime, y que me asusta;
del sediento, que no tiene agua fresca;
del habriento, que busca en la basura,
quizá un trozo de pan, entre la sombra...
Descuideros, travestis y mecheras,
prostitutas, ladrones y tahures,
los drogadictos y el que tiene el SIDA?...

Señor: ¿Son esos, -¡todos!- mis hermanos?
No puede ser, mi Dios, no estoy dispuesto.
Tú, no serás nunca Padre nuestro,
sino tan solo siempre Padre mío...
Tan sólo mío, mío... Sólo mío.
Si acaso de mis hijos, mis sobrinos,
mi mujer y mi tía, el Boticario,
aquel señor tan culto y el Notario,
el Profesor de Ciencias, el Médico
y el nuevo Coadjutor, ¡que ese es un santo!...
Y pare usted de contar. Mas te digo,
porque así es la receta: “Padre nuestro”.
Te lo digo en Domingo y a las doce,
minutos antes del aperitivo.
Lo dibujo en mis labios, no en mi mente;
te lo digo entre dientes, y al sonido
de oscuro y monocorde bisbiseo.
Después, quédate Tú... ¡con esa gente!


Luis Madrigal





jueves, 18 de abril de 2013

DORMIDA EN LA DISTANCIA



NOSTALGIA DEL DULCE AYER


Dormida en la distancia... Aquella casa,
en todo instante quieta en mi retina,
un recuerdo me trae de cada esquina...
De su fuego, el calor de cada brasa.

Borrosa en el ayer... El tiempo pasa
corriendo entre la bruma su cortina.
Mas, la clara sonrisa que ilumina
mi propio ser, la alumbra y la traspasa.

Aquel patio de luz y de armonía,
una Semana Santa, entre el cemento,
sembró en la infancia casi la agonía.

Pero, aquello pasó. Fue un mal momento
y otros hubo, que fueron la alegría
del dulce ayer. De hoy, son mi sentimiento.


Luis Madrigal





lunes, 15 de abril de 2013

SI NO MIRAS A LA TIERRA...



VOLARÁS A LAS ESTRELLAS


De plata su noble pecho,
de armiño su ala extendida.
Quiere subir hasta el lecho
de aquella estrella encendida.
Aunque ha volar largo trecho,
quiere llegar enseguida,
trazando el rumbo derecho,
en su vuelo, precavida:
¡Estando tan alto el techo,
quizá la encuentre dormida!

No temas, vuela ligera,
la Estrella vela prendida...
Siglos y siglos espera,
tan sólo de amor herida,
para encontrar la manera
de estar siempre florecida.
Aunque tan lejos, no es fuera
sino dentro, sin medida,
que la distancia es somera
para el que creó la vida.


Luis Madrigal




sábado, 13 de abril de 2013

UNA NOCHE EN EL MONTE PELADO


PAVOROSO HORIZONTE




I

Ya el pavoroso rugido, rompe el silencio, mientras amorfos seres que dicen sentir el hambre del cuerpo, siempre frágil y enfermizo, levantan sus puños, convertidos en garra, para arrasar la vida y sembrar a su paso el rencor, que les dictan, entre la envidia y el odio, una legión de falsedades, que contradicen la razón y falsifican la Historia. Siento piedad de esos seres vacíos, desprovistos de la menor brizna de lucidez, grandeza y coherencia. Como animales malheridos, renunciando  a saber quién les hizo la herida, se arrastran a la caída de la tarde, entre la incógnita siempre intrigante de la luz crepuscular, para abrazar la noche más oscura. Entre tanto, deslizan desafiantes las ruedas de sus bicicletas por las calles estremecidas de espanto. A lo lejos se escucha la música de Mussorgsky, al que jamás oyeron, pero a la que transporta su mirada.






II

El estampido explota y aniquila,
entre estruendos de muerte y de agonía,
cuanto era esencia ayer… Entre los muros
de mi oscura prisión, canto a la sombra
de aquella hoguera, hoy sólo una pavesa,
que ardiente viera yo con alegría…
Los árboles  -su flor-  mansos se inclinan,
en una torpe jungla, a la pisada…
¡Que ruge, abyecto, el animal instinto,
sin razón y sin ley, pudor… ni nada!


III

El eco del silencio ya se oculta
en un valle sombrío, en que las flores
huyeron tras el cierzo, y sus colores
la vista no recuerda, ya sepulta.

El alma, al alentar  -siempre insepulta-
se niega a vivir muerta, sin amores.
De muerte a percibir los estertores,
se revela la náusea a lo que exulta

la informe masa, que asfixia el camino,
ciega la luz, mancilla el intelecto,
cambia por oro y carne el ser divino.

De todo quiero huir yo… Y así  -insurrecto-
ser libre de tan trágico destino
nauseabundo, animal, ciego e infecto.


Luis Madrigal









viernes, 12 de abril de 2013

¿ACASO HAY OTRO CAMINO?



DULCE PESO


"Amor meus, pondus meum"
(San Agustín)


Este peso ligero
y que tan hondo
lleva mi alma en el camino,
pesa tanto
que olvidar quisiera
tan dulce carga en el olvido.
Mas, mi amor es mi peso
y si lo tiro,
si del amor me olvido y me descargo,
¿qué camino andaré,
si no hay camino?
Conmigo he de llevar mi dulce peso;
tomar carga ligera, suave yugo...
Sin él, no hallaré verdad ni vida.
Sin él, no encontraré camino.


Luis Madrigal

En busca de la Ciudad de Dios



En la imagen de arriba,
manuscrito de 1470 de La Ciudad de Dios
Agustín de Tagaste (Numidia), hoy Suq Ahras, actual Argelia
(Obispo de Hipona)
Tagaste, 13.Nov.354 - Hipona, 28.Agosto.430






jueves, 11 de abril de 2013

EN LA LEJANA INFANCIA



SONRISA DE CIELO


Cuando yo abrí los ojos, tú ya estabas.
Aún ellos, de tu luz nada sabían,
pero pronto de ti se enamoraron.
Eras azul intenso... Te miraba
y tu inmensa pureza sonreía.
Rara vez se apagaba tu sonrisa
y, a media tarde, al disiparse el oro,
de plata otro vestido te envolvía.
Intenso fuego ardía en el horizonte
y, en mi alma, la fe de un nuevo día.
El manto de las noches estivales
-salpicado de luces-  a la tierra,
bajo tu henchido pecho sostenía.
Mis párpados cerraba a tus mil ojos
por ver si alguna estrella florecía...
¿Qué fue de ti, qué fue de aquellas noches,
heridas por el llanto de la brisa,
sazonadas de aroma y de canciones?
¡De la noche de trébol y de hogueras
que, en tu seno, con fuego fecundaba
verano, cada fin de primavera...!
Quisiera verte ya, verte encendido,
verte en la orilla, al paso de aquel Río.
En tus aguas tranquilas, tu sonrisa
y la sonrisa que me sonreía.
¡Cielo azul de León... ya no eres mío!


Luis Madrigal


En la imagen de arriba, vista parcial del ábside
de la Catedral de León, frente al cual yo nací.

Fotografía y regalo de mi buen amigo
Manuel Enrique Mira Sánchez (MAN)






martes, 9 de abril de 2013

EN LOS DÍAS MÁS NEGROS (II)




SOLO, PERO CON EL AMOR

A nadie busco y nadie va conmigo.
No quiero ser la sombra que porfía,
ni sauce signo de melancolía,
sino el roble robusto que persigo.

Pasan lentas las horas. No consigo
que el alma se aposente en la almadía
para cruzar al mar, por esta ría
de angosto cauce que, sin vela, sigo.

Nadie recuerda ya mi abierta mano,
la que a tantos tendí, siempre que pude,
ni los días y noches que hube en vano.

No intento conseguir que hombre no mude,
como hace el Dios que tengo por hermano.
La humana condición, lo humano elude.

Mas, sólo ÉL, Señor y Soberano,
podrá lograr que mi dolor desnude
de inmenso gozo, en día no lejano.


Luis Madrigal


Prisión socialista (PSOE) de Las Caracolas
Noviembre de 1992