lunes, 9 de junio de 2008

FREEDOM FOR CATALUNYA (I)


Tenía, hace ya algunos años, razón casi absoluta, aquel entrenador holandés del F.C. Barcelona, el señor Louis van Gaal, al replicar al Molt Honorable President de la Generalitat de Catalunya, a la sazón don Jordi Pujol, que no era este último el responsable de los éxitos o fracasos deportivos de dicho Club, pese a ser más que eso -mucho más que un club- sino tan sólo del bienestar general de los catalanes, que dicen ser una Nación, y puede que lo sean, aunque jamás han podido ser un Estado. Ni podrán. Y también tenía razón el futbolista, aunque mucho menos -o en todo caso muy relativa- al recordar al President que nos hallábamos en un país libre. En cierto modo, depende de a que país pudiera referirse van Gaal, si a la “cosa enorme”, o al pequeño Territorio situado alrededor de la ciudad de Barcelona, que formó un simple e insignificante Condado en la Edad Media, y al que el rey de Aquitania Ludovico Pío, otorgó la gobernación de los territorios conquistados al Sur de los Pirineos, en la persona de un oscuro noble franco, llamado Bera (801-820) con el título de Conde de Barcelona. Desde luego, si se refería a esta última “cosa pequeña” -tan sólo un poco más grande tras su unión con el Reino de Aragón- estaba ya entonces, y ahora lo estaría mucho más, totalmente equivocado y carente de toda razón. Claro que, el holandés no quiso referirse a Cataluña, sino a España, quizá porque era muy listo (todos los futbolistas deben serlo, para vivir tan bien sin trabajar) y sumamente perspicaz, ya que la referencia conducía a la consiguiente comparación, o contraste, con la época de Franco. Esto es, entonces -después de Franco- España era ya un país libre, no como con Franco y por eso él, van Gaal, podía expresarse libremente y decirle tales cosas al mismísimo President, sin duda por encontrarse en España, que era el país al que Franco privó de libertad. Para más ser exacto, sólo le faltó al holandés añadir que Cataluña no era ningún país y, si lo era, no era un país libre, por infinidad de razones que, en aquel “pequeño territorio” -ya sin Franco-, entonces y ahora pugnan abierta y frontalmente con la libertad. Esto hubiese colmado de precisión y exactitud su discurso. Pero, el señor van Gaal, tan sólo era un mediocre ex-futbolista, después famoso entrenador de futbol –aunque de la escuela “científica”, por acompañarse siempre, como los sociólogos, de un “cuaderno de campo”- y además los catalanes le pagaban muy bien, por cuyos motivos, por ambos, tal discurso no pudo producirse en toda su riqueza de matices.

Y, si en el aspecto antedicho, tenía razón el señor van Gaal, mucho más la tenía, sin duda, en lo que se refería entonces a los aspectos deportivos. En efecto, una cosa es ocuparse de que no se incendien los bosques catalanes, del abastecimiento de agua a Barcelona o de la ordenación turística del Pirineo oriental -sin perjuicio, desde luego, de la “regularización” lingüística- y otra bien distinta es la de que el F.C. Barcelona marque muchos goles y encaje pocos. De hacer goles, o de la manera de evitarlos, tenían que ocuparse entonces, según van Gaal, quiénes mejor supiesen hacerlo, fueran catalanes o chinos. Y si el entrenador, responsable de tales cosas, prefería a sus compatriotas holandeses, sus razones tendría para ello. No se trataba precisamente, a tales fines –además de dar mejor las patadas al balón y a las espinillas del adversario- de haber nacido en La Bisbal y, a ser posible, cantar Els Segadors mientras se afeitaban o duchaban los futbolistas. El discurso del Muy Honorable Presidente estaba viciado de origen. Es decir:“¡Barça, Barça…¡”, pero nosaltres sols. Si nos acompañan o nos ayudan otros, en la transcendental empresa de colocar una bolita entre tres palos, en esa misma medida, Catalunya será menos libre. Al menos, esto era entonces lo que le dolía en el alma al Molt Honorable President y, para su desgracia y desesperación, sin que en tal asunto fuera posible culpar a Felipe V o a Franco, sino tan sólo a aquel altanero holandés que, para gloria del florín y de la pela, estaba empeñado en reinventar el “Ajax de Barcelona”, contra los más hondos y acendrados sentimientos de libertad de la nación catalana. De ahí, a poner en peligro la “regularización”, no había más que un paso. Porque, quién hubiese podido saber si, pese a estrechar el cerco al castellano, obligando a los niños de Jaén a estudiar en catalán los quebrados o el sistema métrico decimal, no pocos catalanes, aficionados al futbol, no terminarían en breve por hablar neerlandés. Hubiera sido el colmo de las paradojas lingüísticas.

Debieron entonces los seguidores del señor Pujol abordar con la mayor energía las potestades legislativas transferidas al Parlament, para brindar al oprimido pueblo catalán la misma solución que se aplicó, hace más o menos un siglo, cuando precisamente en Barcelona se fundó “El Español”, atribuyendo al nuevo Club –y sólo un club- este nombre precisamente para subrayar que, por entonces, todos los jugadores del F.C. Barcelona, o casi todos, eran extranjeros (hasta “Platko”, o algo así, que era el portero, y era húngaro), naturalmente habiendo de entender por tal, no sólo a los extranjeros “de fuera”, del extranjero más alejado de las fronteras catalanas, sino a los “extranjeros intra-peninsulares”, entre ellos a los leoneses -que alguno glorioso hubo, sobre todo con la cabeza, desde luego “por fuera”- de épocas anteriores o posteriores. Y, en este específico sentido, lo que yo ahora mismo sugiero y propongo para la catalanidad en la coyuntura presente, es que de modo inmediato, como expresión más contundente del freedom for Catalunya, se funde el “Catalá F.C.”, recuperando automáticamente a todo jugador de futbol catalán que milite fuera de Cataluña -y los hay excelentes, como Francesc Fábregas- o incluso recuperando a los retirados, como los hermanos García Junyent (ya se arreglaría lo del García como mejor se pudiese); al “Chapi” Ferrer, y hasta el mismo “Charli” Reixach …También sería preciso y urgente que el Molt Honorable retirase retroactivamente la tacha de infamia de “portero de futbolín” que en su día adjudicó al guardameta Carles Busquets. Seguramente, con todo ello, y con los más jóvenes y pujantes futbolistas catalanes del momento, el F.C. Barcelona no sería campeón de invierno, como lo fue (de invierno y de verano y por dos veces) con aquel otro de Amsterdam, que entrenaba van Gaal, pero, con toda seguridad, Cataluña sería mucho más libre.

Por el contrario, lo que ya parece inútil e inviable ahora es la refundación del “Espanyol”, por ser éste ya desde hace tiempo “un Club catalá de futból”, según pude saber yo mismo, años atrás, al leerlo en un enorme cartelón situado en plena Diagonal, quizá en un intento desesperado de captar adeptos blaquiazules. Imposible, aún cuando se hubiese encomendado tal misión al Profesor Vidal Quadras, ese admirable catalán y gran español, que tan lúcidamente jugaba con las ideas lógicas de la Historia, con la misma facilidad que con los números cuánticos de los electrones del átomo, aunque, más que a esta degradación del futbol, o a las miserias de la política -particularmente de la diseñada por el señor Aznar de tan triste recuerdo- estaba destinado a empresas más gloriosas. Entre ellas, a dirigir aquel magnífico programa de Radio que se llamó “El árbol de la Ciencia”. Pero, es una lástima, ya ni eso, porque aquel extraordinario programa de Radio, desapareció hace años y parece ser que… para siempre. ¡Qué triste es la vida!. Luis Madrigal.-