miércoles, 15 de julio de 2009

CERRADO POR CRUELDAD DEL SOL


YO, YA ME VOY...

Lamentablemente, no puedo irme al Puerto en que se halla la Barca de Oro... Esa Barca, se hundió... Simplemente me voy de Madrid. Tampoco "de vacaciones", porque yo presumo (aunque nunca se debe presumir de nada) de no "ir de vacaciones" a ninguna parte. Desde luego, no a Benidorm, por ejempo, ¡Dios mío...! Ni tampoco a Cancún o Nueva York. De ir a algún sitio, donde mi pulso pudiese sentir sosiego, me gustaría ir a Córdoba (Argentina). Ahora, allí es invierno y tal vez alguien pudiera necesitar un poco de calor... Pero, está muy lejos. Tendría que cruzar el Atlántico, de Norte a Sur, y ya he dicho que no dispongo ni de una humilde barquichuela. La de mis sueños... se cansó de esperarme, atracada en un Dique... Y ahora, el inclemente verano de Madrid, me vomita de su infernal y abrasador ámbito de fuego, que se revuelve y agita sediento. Me iré. Ya me voy. Sólo vengo a despedirme... ¡Adiós, mujer! ¿Adiós para siempre adiós?. Adiós también a ustedes, a vosotros, amigos del alma, aunque pocos. No podrán volver sus ojos a mirarme, ni sus oídos podrán escuchar mi canto -si lo fuere, o lo hubiese sido- hasta bien entrado Septiembre, cuando ya esté a punto de nacer otra Primavera. Soy tan extraño, tan raro o caprichoso, que para mí, las primaveras nacen siempre en esa época del año. Entre tanto, este humilde Blog se queda muy triste, como la oscura Sierra -triste y callada- cada vez que los rebaños trashumantes se van a la Extremadura. ¡Pero, volverán, volverán!. Yo, gracias a Dios, también espero y quisiera volver, si Él igualmente así lo quiere, aunque mi corazón ya no pueda volver nunca... Muchos besos y un sentido abrazo. Luis Madrigal.-



RÉPLICA A UNA CANCIÓN SACRÍLEGA


¡LIBRE, LIBRE, LIBRE...!

Me dijiste que no podías ser libre...
Pero libre te quiero, sólo te quiero libre,
apegada a tus ribazos
como planta del Río, que se inclina
hacia el agua que corre y nunca pasa.
Libre te quiero,
entre mis brazos, libre.
Libre de mí, de ti, de él, del aire
que arrasa, entre las peñas, y que alcanza
sobre el cielo y la tierra, nubes blancas.
Libre del sol, del rayo que fulmina,
de la brisa que besa la mañana;
del fuego que, al ponerse el sol,
sus rayos ve morir... Libre del agua.
Libre siempre. Entre suspiros, libre,
entre el dolor, el grito y aun la naúsea...
Libre por ti, para que alcances -libre-
junto al cielo, el azul de la Montaña...
Libre también de Dios -Él te hizo libre- pero con Él,
para que Él te guarde en su morada.
Libre, en la libertad, libre por siempre;
por siempre libre -¡libre!- y a porfía,
sin arrastrar cadenas nunca...
Sin nunca ser esclava... ¡Pero, mía!


Luis Madrigal






lunes, 13 de julio de 2009

EL SINGULAR Y CÓSMICO FENÓMENO DEL 27 DE AGOSTO




El día 27 de Agosto ya próximo, de este mismo año 2009, a las 0 horas y 30 minutos, ningún ser humano debería dejar de mirar al cielo, aunque siempre sea necesario hacerlo. Pero, esa noche, el planeta Marte será el cuerpo celeste, iluminado por el Sol, más brillante de cuantas estrellas, propiamente dichas, puedan divisarse en el firmamento. Se le verá tan grande como la Luna llena. Marte, estará a 55,75 millones de kilómetros de la Tierra, con lo que habrá dos "lunas" sobre el cielo. Será un espectáculo que no se debe perder la Humanidad viva en ese momento, y deberán tomarse fotografías, que puedan mostrarse después a los niños que, esa noche, aún no hayan alcanzado el uso de razón, o la capacidad de guardar el recuerdo en su memoria.

Según mi criterio personal, que ni soy astrónomo ni nada que pueda perecérsele, me parece conveniente hacerlo así, porque la próxima vez que este mismo acontecimiento vuelva a producirse, será en el año 2287. En lógica y más que probable certeza metafísica -la certeza metafísica nunca puede ser absoluta, sino tan sólo la certeza moral- ningún ser humano que, en ese momento del 27 de Agosto, esté vivo, podrá volver a ver tal fenómeno. Al menos con los ojos de la carne. Quizá, es el mayor privilegio coyuntural nunca ofrecido a los mortales de nuestra generación, desde hace 278 años -en el año 1731- mucho más interesante y espectacular, en mi opinión, que el tránsito del cometa Halley (el que caprichosamente trajo y se llevó a Mark Twain), o los eclipses de sol y de luna ya observados o por observar.

Compartan, pues, ustedes, compartid todos, amigos, esta noticia, hayáis tenido o no conocimiento previo de ella. Es un deber, creo yo, más que moral o de solidaridad humana, casi cósmico. Y sin casi. Feliz visión. Luis Madrigal.-


Arriba, sucesivamente en vertical, dos fotografías del planeta Marte. En la primera de ellas, puede advertírsele más rojo que en la segunda. En la tercera y última, Marte situado detrás de la Luna. Pero, esa noche, según tengo entendido, se verán más o menos del mismo tamaño y resplandor.







sábado, 11 de julio de 2009

UN SONETO DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ


OJOS CELESTES

Yo creí que el color azul del cielo
bajaba, a veces, a la tierra oscura,
y tras de él, en cazas de dulzura,
corrió, de flor en flor, mi desconsuelo.

Casi lo tuvo mi ardoroso anhelo
un día, ¡clara mariposa pura!
... Pero la mariposa era la dura
sombra de un delirar de mi desvelo.

Ojos celestes: como el cielo, estáis
encima de la tierra -doble rosa
que oculta un hondo fondo vespertino-.

¡Como el cielo también, nunca bajáis
a la miseria de la carne umbrosa
en que se pierde ni anhelar divino!


Juan Ramón Jiménez



viernes, 10 de julio de 2009

HOY, ES 9 DE JULIO... DE 2009



¡ARGENTINA y argentinos todos!: Hoy es 9 de Julio...! La Madre España, entiende y comprende la Declaración de Tucumán de 9 de Julio de 1816. Han transcurrido 196 años, hoy mismo, pero ninguna Madre se olvida jamás de sus hijos. Hoy llega, a través del Mar, vuestro clamor, vuestros temores, vuestras dificultades y sufrimientos..., buscando "remedios", entre "barbijos"; buscando el pan para los cuerpos frágiles, y el calor del amor, para las almas que sufren... ¡Ánimo, hermanos!. La Madre España, está a vuestro lado y, más allá de la diplomacia, de las decisiones políticas de los gobiernos, pero no de los pueblos, muchos españoles, quiero pensar que la mayoría, no se ha olvidado de vuestra generosa y fraternal ayuda, en otros tiempos para nosotros difíciles, al menos este español no puede olvidarse, y os abraza a todos con la mayor esperanza. Luis Madrigal.-






jueves, 9 de julio de 2009

SOLUCIÓN AL QUIÉN ES QUIÉN (V)



El nombre universal de Paolo Caliari es el de "El Veronés", nombre que toma de la Ciudad italina en la que nació, en 1518 (Verona), si bien murió en Venecia, en 1588. El cuadro de su autoría, se llama "La Batalla de Lepanto", y conmemora la gran gesta cristiana contra el turco y la gran victoria de la Liga (España, Venecia y el Papa). El estilo del cuadro, como no podría ser de otra manera, por razón de la época, es el manierismo renacentista. El cuadro se conserva en la Galleria dell´Academia, en Venecia, y se trata de un óleo sobre lienzo, de 169 x 137 cm. De este gran pintor, El Veronés, se ha hablado ya muchas veces y se han exhibido sus cuadros. En cambio, apenas es conocido por el gran público, no por los especialistas, el segundo de los cuadros, cuyo título ya fue dado a conocer: "Au render-vous des amis", ni tampoco su autor, que es Max Ernst, pintor de mediados del siglo XX, nacido alemán, en Brühl, en 1881 , nacionalizado francés y muerto en París, en 1976. Las actividades que Max Ernst realizó al margen de la Pintura fueron su dedicación a la Filosofía y la Psiquiatría. En cuato a su actividad pictórica, fue un investigador, un experimentador constante e infatigable, un buscador de ideales, para expresar, en dos o tres dimensiones, el mundo extradimensional de los sueños y de la imaginación. Sin duda, o tal vez, porque su estilo está inmerso en el llamado dadaísmo, movimiento anti-arte surgido en Suiza, en 1916, caracterizado por la utilización de materiales no convencionales, y movimiento protesta contra las convenciones literarias y contra toda convención artística, una especie de "antihumanismo", cuyo iniciador fue Tristan Tzara. Arriba, para mejor comprensión de lo que trata de decirse, una primera ilustración, relativa a un cartel dadaísta. Más abajo el Max Ernst Museum, en Brühl (Alemania), con el cual la obra de este artista encontró un lugar de ubicación representativo en su ciudad natal. La ampliación moderna de una construcción de antaño, declarada monumento nacional, halló su reconocimiento a través del Premio Año 2005 de "Luz y Arquitectura". ¡Qué diferencia, ¿verdad?, entre El Veronés y este afrancesado alemán. ¿Cual de los dos les gusta u os gusta más, amigos de la Pintura? Luis Madrigal.-

martes, 7 de julio de 2009

EL HOMBRE


Suele definirse al hombre, quiero decir al ser humano -y así se propone en la cabecera de este humilde Blog- como "substancia individual de naturaleza racional". Esta definición, se admite como común, ya se trate de la versión de uno u otro sexo, sin contar los sexos o géneros híbridos, cuyos públicos y repugnantes festivales, últimamente, tanto alegran a las gentes. Pero, con independencia de signo, aparente o manifiestamente beligerante de hibridación, a la definición indicada bien podría añadirse, muy en general que, además, tal especie es "inrínsecamente egoista, miserable y canalla..." Conste que no estoy hablando de ningún hombre en particular -y tampoco de ninguna mujer, ni hasta de ningún ser "híbrido"- sino, en todo caso, del hombre que esto escribe, al que creo conocer muy bien y por eso tanto me espanto de él. Nadie puede juzgar a nadie, ni a nada, sin ser juzgado, pero todos podemos juzgarnos a nosotros mismos. Y, ¡qué poca cosa es eso a lo que, casi constantemente, llamamos "yo..."! Si es algo, además de egoísmo y ambición -soberbia, pereza, gula, avaricia, lujuria, ira y evidia- es esencialmente nada, en sí mismo. Como, escribió para epitafio propio, aunque dicen que tal vez en un acto de refinada soberbia, el Cardenal Portocarrero (que fue Arzobispo de Toledo, Virrey de Sicilia y Secretario de Estado de Carlos II), "poluis, cinis et nihil". Me decía esta misma mañana, un joven y buen amigo de hace ya años, al que he visto crecer, que en el campo de la isla de Mallorca, donde él trabaja, en un vivero de plantas, le despierta casi todos los días el son de esquilas de las ovejas que cruzan el campo. ¡Claro...! Así cualquiera puede vivir en paz y sosiego, me pareció a mí. Lo difícil es entrar en contacto con esa "substancia" por aquí abajo, en el Metro de Madrid, por ejemplo, o en cualquier otro lugar donde tenga que disputarse algo, generalmente la carnaza que se arroja a las fieras en los circos. En ese ámbito hostil, el hombre, o la mujer, se hacen miserables y canallas, porque a una gran parte de los más de seis mil millones, o no sé exactamente cúantos, que hoy poblamos el Planeta, nos falta justamente lo contrario de lo que, para propios, extraños y sobre todo para uno mismo, constituye y representa la ausencia, respectivamente, de humildad, diligencia, templanza, generosidad, castidad, paciencia y caridad. De esto último, sobre todo, porque el amor haría siempre imposible cualquier otra cosa que no fuese el bien de los demás. El bien verdadero, naturalmente, que no es sólo la ausencia del mal -eso no es el bien- sino un concepto positivo en sí mismo, que nunca resta nada, sino que lo suma todo y vive en la alegría de ver alegres y felices a los otros, a los que no son "yo". Y ha dicho muy recientemente el Papa de Roma, el Santo Padre, que incluso al mal, a todo mal, tan sólo puede vencérsele con amor. Quizá algún día, yo también pueda conseguirlo, y en ello me esfuerzo. Luis Madrigal.-


Arriba, las imágenes de Adán y Eva, pintadas por alguien que se llamaba Albrecht Dürer y al que, por la perniciosa costumbre de traducir los nombres de las personas, que es casi como cambiar su propia naturaleza, se ha llamado Alberto Durero.





sábado, 4 de julio de 2009

MEDIOCRES, NO... ¡MALOS!


Como suele decirse en los escritos administrativos, “es de referencia” mi entrada del pasado día 29 de Junio, en este mismo Blog -“Perdieron hasta en su casa”- relativa a los alentadores resultados, a mi juicio, obtenidos en las recientes elecciones legislativas de la República Argentina. Tengo que decirlo una vez más, aunque en realidad tan sólo he tenido que hacerlo un par de veces, en estos malditos casos: No me parece nada bien que, sabiendo quién soy yo, sea quien fuere el que comenta lo que escribo, no pueda saber yo quién es él, o ella. Ese “embozarse” hasta las cejas bajo un nombre español, o hispánico, y hasta itálico, tan común, por especial resulte, como “franco” (con minúsculas, claro, incluida muy especialmente la letra inicial) y sin más señales de identidad, para tratar así de escupir a los demás, no constituye desde luego ninguna prueba de valentía, sino más bien es propio de miserables y de cobardes. De todos modos, contestaré aquí al estúpido comentario que un “señor” con el referido nombre, por toda identidad, formuló al brevísimo texto de mi indicada entrada. Podrán encontrarlo al pie de la misma, como es bien sabido, e invito especialmente a ello a las personas de nacionalidad argentina, rogando al comentarista, y a todos ustedes, me disculpen si me extiendo en exceso.


Desde luego admito la superficialidad de mi texto, aunque no tanto como “en extremo”. ¿Acaso hay que acometer una “causa general”, con argumentos y análisis político-jurídicos, para decir que estos dos señores, los Kirchner, ella y él, además de no deseables, resultan especialmente nefastos para la Argentina? Debería saber el señor “franco” que mi superficial opinión responde al sentir propio de bastantes millones de argentinos, la inmensa mayoría, como prueban los hechos. O, ¿acaso es Usted el que prescinde de su acendrado espíritu democrático, extra-territorial? Yo, no -le respondo- aunque no crea que esto de la democracia es tan valioso como Usted y otros muchos creen. Tan sólo consiste en depositar un papel en una urna y contar después los papeles. Y en este sentido, no es nada terrible, sino muy saludable, que Mauricio Macri, que es Ingeniero civil (no como, aquí en España, “el compañero” Roldán) por la Universidad Católica de Argentina y Francisco de Narváez Steuer (el nieto materno del viejo Karel Steuer, que desde Praga fue capaz de extender hasta Rumanía y Yugoslavia, con escala en Colombia, un imperio de riqueza (que es la que se puede repartir, y no de pobreza, que tan sólo se puede compartir cristianamente), no es nada terrible -digo- sino una excelente noticia, que estos señores ganen votos y poder, para sacar a la Argentina (quinto país potencialmente más rico del mundo) del estado de miseria y postración en el que se encuentra con la notable colaboración de los defendidos del señor “franco”. Dije “mediocres”, pero esto es un elogio; no son mediocres, que tan sólo implica calidad media, son absolutamente malos. Malos, en todos los sentidos, especialmente, “item mas”, si consideramos el absoluto silencio guardado sobre la Gripe A, antes y durante las pasadas Elecciones, para confesar después de ellas, cientos de miles de infectados y más de 50 fallecimientos, sembrando el miedo y la psicosis colectiva en la querida nación hermana.


En cuanto a mí concierne, humilde e insignificante pobre ser humano (como el mismo señor “franco”, y como casi todos los demás), puedo asegurar que he cumplido con su consejo de situarme ante el espejo, a fin de comprobar mi propia mediocridad, no sólo “unos instantes”, sino más de media hora. Lo he hecho, deliberadamente, a fin de no dejarme llevar por ese instinto mediante el cual todos nos vemos maravillosos a nosotros mismos, y puedo asegurar a dicho señor, o señora -¡quién sabe!- que, en esta perspectiva, honestamente analizadas todas las circunstancias de mi vida, desde mi más tierna infancia; mi expediente académico universitario; mis ya casi cincuenta años de ejercicio profesional como Abogado del Ilustre Colegio de Madrid, y los casi cien procesos judiciales sobre mis hombros, y alguna pequeña cosa más, si me comparo con los Kirchner, ella y él, y no digamos si lo hago con este otro ser del “interior” español, al que el citado comentarista implícitamente parece referirse, y que como bien dice “está” en el poder ejecutivo del Estado, podría ser yo Emperador del Japón o Presidente del Planeta, cuando se cree ese cargo. Y, si me comparo con el señor “franco" que muy probablemente procede de algún “Curso de Verano”, seguramente ni podría verle, pero, créanme, soy tan humilde que hasta accedo a contestarle.


Oiga Usted, señor "franco", yo no formo parte de ninguna "caterva", y menos aún en el sentido peyorativo con el que Usted utiliza esta expresión. Yo, procedo de la Universidad y de la Ciencia del Derecho, aunque, últimamente, algunos la hayan convertido en una alpargata. Los que son una verdadera caterva, en el grado superlativo del mismo peyorativo sentido, son ustedes, quienes no pueden coincidir, ni conmigo ni con nadie normalmente decente, en el amor a ninguna patria, a ninguna Biblia, ni al arte de la tauromaquia, que es un arte plástico y noble, propio de valientes... ¿El General Franco? ¡Se murió, hombre...! Pregúntele Usted al Juez Garzón. Ya verá como le dice que sí. Luis Madrigal.-



Y una hermosa canción, un bello tango, para recordar a alguien que se fue.





jueves, 2 de julio de 2009

OTRA GERBERA... PARA TI


La vi en una ventana...
Decía acompañarme, y me acompaña
entre el silencio que sueña y se ha dormido.
Hoy, la he encontrado, sin buscarla,
y sin poder resistir la nostalgia, la he traido conmigo.
Aquí está. Es una gerbera española, de rojo color.
Aquí tiembla y suspira,
pero quiere volar y tomar por suelo
el alféizar de la misma ventana,
ahora en invierno,
para insuflar a aquella flor, sin duda ya marchita,
todo el aliento y el calor de la vida.


Luis Madrigal





miércoles, 1 de julio de 2009

A MIS ESCASOS SEGUIDORES







Solía decir, con cierta reiteración, mi Profesor de Filosofía del Bachillerato, que "la fibra más sensible del ser humano es la vanidad". Aquel profesor, era un hombre humilde, pero profundamente sabio, que había enseñado Ontología en la Universidad, y que sufrió injustamente las represalias del régimen político del General Franco, siendo castigado, "por buenas composturas", a explicar la disciplina que profesaba, en la hondura y contenido que caracteriza a la misma, a unos "mocosos" de 15 años. En la medida en que ha ido transcurriendo el tiempo se ha ido agigantando para mí su figura intelectual y humana. Entonces, en aquella edad, pude entender el pensamiento de los filósofos que explicaba, pero no pude entenderle a él, que hubiese sido mucho más importante. Poco a poco, le he ido comprendiendo después. Pues bien, este sin duda gran hombre, como tantos otros que nunca fueron famosos, pero que dejaron una huella más indeleble que los que lo han sido, repetía una y otra vez, aquellas palabras, relativas al vicio de la vanidad. Desde luego, pese a no encontrarse él demasiado próximo a las cuestiones ni a los estudios bíblicos, venía sin embargo aquel gran Profesor a coincidir plenamente con las palabras con las que se inicia el Eclesiastés, uno de los siete Libros sapienciales del Antiguo Testamento, precisamente el que se pregunta y responde, más filosófica que poéticamente, acerca del sentido de la vida y que plantea la enigmática y terrible cuestión de si merece o no la pena vivirla. Pues bien, tal Libro, precisamente comienza con estas palabras: “¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad! ¿Qué provecho tiene el hombre en todo el trabajo que realiza bajo el sol? Una generación se va y otra viene, mas la tierra siempre permanece. El sol aparece y el sol se pone y tiende hacia el sitio por donde sale…” Qohéleth, el hablante, el autor de estas reflexiones sobre la vanidad de la vida, puesto que el Libro (la atribución a Salomón, no es más que un mero recurso literario) fue escrito en el siglo IV, en el Norte de Palestina, tras la Cautividad de Babilonia, en el siglo VI, ambos antes de Cristo, ha sido rey de Israel en Jerusalem y ha dedicado su mente a buscar y explorar con sabiduría “todo lo que se hace bajo los cielos”. Y en este sentido prosigue: “He visto todas las obras que se realizan bajo el sol, y he aquí que todo es vanidad y perseguir viento… He hablado yo con mi corazón diciendo: ´He aquí que he acumulado y reunido sabiduría por encima de todo el que ha existido antes que yo en Jerusalem, y mi corazón ha considerado mucho la sabiduría y la ciencia. Apliqué mi mente en discernir sabiduría y ciencia, locura y necedad; y he comprendido que también esto es esfuerzo vano, pues con la abundancia de sabiduría, abunda el disgusto, y quien añade ciencia, añade dolor.´”

Todo, pues, lo que a veces tanto nos regocija, cuando procede de nosotros mismos, no es más que vanidad. Y son cinco las acepciones, en castellano, que pueden atribuirse a este término: La de cualidad de vano, lo que equivale a hueco, a vacío; la de “arrogancia, presunción o envanecimiento”; la relativa a la “caducidad de todas las cosas de este mundo”; la que hace referencia a las “palabras inútiles o insustanciales” y, por último, en su dimensión menos nociva, la “representación, ilusión o ficción de la fantasía”. En cualquiera de ellas, aceptar ante uno mismo que se es vanidoso, no es una sensación agradable, ni menos aún reconfortante, en este sufrimiento casi continuo que, por lo general, al ser humano conlleva la existencia. No lo es, no puede serlo en absoluto, porque la vanidad no es otra cosa sino la misma soberbia, o una percepción del propio yo basado e inspirado en esta última, en el orgullo concupiscente, y no en el benevolente, que en ocasiones puede conducir al heroísmo, al entregar la propia vida para salvar la de los demás. Y no sólo eso, lo cual sería explicable, o razonable, de envanecernos por actos o realizaciones propias objetivamente valiosas y transcendentes, pero el quid, la clave de la cuestión, a mi juicio no reside en esto, sino precisamente en envanecerse, o sentirse orgulloso de algo propio que en realidad no tiene ningún valor. Aquí, está la clave. Esa es la verdadera vanidad. Se podría tolerar la vanidad de Cajal o de Severo Ochoa, o la del sabio que mañana encuentre un antídoto radical y definitivo para que la Humanidad pueda librarse del cáncer. No me atrevería yo a llamar vanidad a eso, o a cosas similares, por muy orgulloso se sintiese el artífice, o el protagonista del hecho. Pero, lo otro… Lo otro, es simplemente ridículo.

Y, he aquí, queridos amigos, lectores presuntos o efectivos de este Blog, que hoy mismo ha pasado por delante de mi propia puerta este sentimiento de verdadera y simple vanidad, al abrir el Blog y encontrarme con la sorpresa de que mis anteriores “seguidores”, en número de once, se habían incrementado en uno más. ¡Ya tengo doce!. No está mal, para el año y medio que vengo publicando tonterías, o frivolidades. Pero, resulta también que eso me ha hecho implícitamente comparar tal escasa cifra con la del número de seguidores con que cuentan otros blogs. Los hay de hasta más de 100 seguidores, de 150 y hasta de 170 y el Blog de Don Eduard Punset (desde luego de otra estructura y características) destinado a la divulgación científica, donde no existe este capítulo de “seguidores” instituido por Blogger, lo que sí pueden apreciarse son hasta cerca de 150 comentarios, con bastante frecuencia, relativos a algunas entradas y desde luego casi nunca menos de 50. Esto, digo yo, es que este Blog, y también los otros, de tantos “seguidores”, “comentarios” y comentaristas, interesan a muchas personas, mientras que lo que yo escribo o publico, no le interesa a casi nadie. Y eso es lo que ha provocado mi ataque de vanidad, porque jamás aceptaré que éste pudiera ser de “envidia”, al no contar con ese número de seguidores y comentaristas. La verdad es que, me bastaría tan sólo alguno, o alguna, de mis actuales y fieles seguidores o seguidoras y, por el contrario, si él o ella no lo fueran, me sobrarían todos los demás, aunque se contasen con más dificultad que las arenas del mar. Creo yo que, ciertamente se escribe para que se lea, pero nadie que no escriba, en primer lugar, para sí mismo, debería nunca escribir nada.

En cualquier caso quiero saludar a mis escasos fieles seguidores y celebrar, especialmente, la venida o la llegada de la última de ellos, una señora o señorita norteamericana de 17 años, llamada Angely, que a su corta edad ya es Ingeniero (supongo que, de ser en España, no podría ser “de Caminos”) a la que no he podido agradecer su gentileza, por carecer de toda posibilidad de dirigirme personalmente a ella. Veo que, a estas horas aún continúa y, aunque así no fuese, desde aquí se lo agradezco. Os agradezco a todos muchísimo vuestra fidelidad y me alegro infinito de que seáis tan pocos. Ciertamente, la vanidad, junto con la ambición, ha sido uno de los motores de la Historia. La vanidad de sentirse “importante” por lo que se hace o se dice, más aún quizá que la de “aplastar” a los demás desde el poder político, o desde el poderío económico. Un abrazo a todos, amigos. Os prometo no volver a sufrir más ataques de vanidad.Luis Madrigal.-
Arriba, un gato muy presumido, se mira en un espejo. Más abajo, "La Venus del espejo", de Velázquez.

Música Culta (XVIII) Giles FARNABY (1560-1640)