miércoles, 13 de abril de 2011

LA SEMANA SANTA QUE VIENE Y VA...



La irrupción de Dios en la Historia por medio de su Hijo Jesucristo, nacido de una Mujer de nuestra propia raza humana. Mejor aún, dicho de otra manera, el por qué la Esencia se “accidentaliza” en un momento dado del tiempo y no en otro, desde la Creación del cosmos geobotánico, es un hecho tan absolutamente sobrecogedor y meta-histórico, aunque pueda datarse, que, racionalmente, resulta por completo incomprensible e inexpresable. Jesús de Nazaret, nace bajo el emperador romano Cayo Julio César Augusto, y muere bajo su inmediato sucesor, Tiberio Claudio Nerón. Con tan sólo una diferencia cronológica de 33 años, se van a producir los dos Acontecimientos más duros y difíciles de entender por parte de la mente humana. Ambos, meta-históricos y meta-físicos, resultan igualmente inviables al ser humano por vía racional. Ni se pueden explicar, ni se pueden entender.

Pero, acaso, con ser el primero de ellos  -la Encarnación y Nacimiento del Hijo de Dios-  el más racionalmente incomprensible y exorbitante, es el de la Muerte, cruenta y pavorosa del mismo Cuerpo  encarnado en Nazaret y nacido en Belén  -con su Alma, que se mostrará en aquel Monte “triste hasta la muerte”-  lo que puede causar una mayor y más incomprensible extrañeza. No pasa inadvertido para mí el hecho real y puntualmente repetido, desde siglos, de que fundamentalmente tan sólo en España, y en mucha menor medida en Portugal y en Italia, se celebre la Muerte del Redentor, a excepción prácticamente unánime de todos los demás países católicos occidentales, que no la silencian ni desconocen lógicamente en su Liturgia, pero que no la celebran. ¡Qué diferencia cabe observar en estas naciones, con respecto a la Navidad! No voy a referirme, superando con creces el “ascetismo” español hasta límites aún mucho más incomprensibles, a lo que sucede en Filipinas, las lejanas Islas del extremo oriente que deben su nombre a aquel gran Rey español siempre vestido de negro, como también sin duda sucederá en algunas naciones de nuestra querida América. Sin duda es “la raza”. Desde luego, los sucesos en tales fechas en Filipinas, dejan en la cuneta a los “empalados”, “descalzos”, "flagelantes" o “encadenados” españoles, y puede que también hispano-americanos, porque  en aquellas lejanas Islas, se producen verdaderas crucifixiones reales de seres humanos. No podría decir yo si ello se debe en estos casos a un “exceso” de fe, o si tal bárbara costumbre es una mera superstición, fanática y salvaje. Simplemente, no lo puedo comprender, aunque comprenda menos aún la postura de las Autoridades de la Iglesia católica, la Jerarquía y, quizá menos aún la de la Autoridad civil del Estado de Filipinas.

Sin embargo, a pesar de lo dicho, hay algo que me parece aún mucho más grave, en términos de fe religiosa, y desde luego por completo agobiante, paleto y nauseabundo en términos sociológicos: La ya inveterada costumbre de esta sociedad española, decadente y enferma si no ya muerta, que año tras año, con crisis económicas o sin ellas, celebra estas fechas atiborrándose de sol en las playas levantinas, comiéndose un cordero, la noche de vigilia entre el Jueves y el Viernes Santo y, en general dando por ahí saltos, entre “chiringuitos”, o tirada por los suelos en los aeropuertos, y cargada de maletas, bultos antiestéticos y niños que berrean. Nada que ver con lo que llamamos Semana Santa.  Peor que a los que crucifican de verdad en Filipinas. Luis Madrigal.-


CIUDAD DE FALSOS PAPAS Y... AUTÉNTICOS CRISTIANOS



¡Cristianos españoles, los que queden: Tomad ejemplo de nuestros hermanos franceses!. Desde luego, Francia le ha dado muchas tristezas a la Iglesia, pero también algunas grandes alegrías. Y esta es una de ellas. ¿Alguien se apunta por aquí? No tanto para ir a Avignon, donde ya no está el aragonés Pedro de Luna, legítimo Papa de la Iglesia, Benedicto XIII de Avignon, sino para marchar sobre Madrid, portando antorchas encendidas en la mano y fuego en el corazón. Luis Madrigal.-


AVIGNON POR LA CRUZ. Si usted hace click, podrá entererase. Tiene que saber francés, eso sí