jueves, 4 de abril de 2013

YA NI PUEDO OÍR EL VIENTO



Pasan los días y su música
ya no acaricia, muda, mis oídos.
Cesó la melodía ya ha mil noches
y escucho su dulzura cada día.
Mientras, velo… El Sol en lo más alto,
aun se esconda entre nubes mi alma fría,
me sostiene en la duda… Y el quebranto,
el dolor, el esfuerzo, la agonía
a lo lejos  -¡quién sabe!-  tan cercana,
quiebra mi paso, aflige mi mirada y todavía
se escapa de mi pecho aquel suspiro...
Una lágrima quiere nublar mis ojos.
Sueño en la noche  -despierto-
que ha de volver a despuntar el alba;
que otra vez veré nacer las flores,
oiré entonar su canto a los jilgueros,
fluir la fuente, cuando ruede un carro
que ayer cruzaba el puente, junto al río.
Mas, sobre todo, ansío que el viento
se lleve su tristeza y, en la mía,
ella vuelva a poner, en los cristales
de mi viejas ventanas, la alegría.


Luis Madrigal