No soy ningún tarambana y, menos aún, un chaquetero. Pero esto último, acaecido no mucho más tarde de lo comentado en la entrada inmediatamente anterior de este mismo humilde rincón escrito, que casi nadie lee, no me ha gustado nada. Pero nada, nada. Yo soy español y, como podra Usted suponer, me desagrada y ofende, muy profundamente, que de la página "bee" -o como se diga eso, en comanche- de la Casa Blanca haya desaparecido también, en horas veinticuatro, la edición en lengua española. A tal insulto, sólo puedo decir: ¡Viva la Lengua de Cervantes, estúpido asno cargado de oro! Si en otro plazo similar, no vuelve a resplandecer la hermosa sintaxis castellana en el mismo lugar que antes ocupaba, con las pertinentes disculpas, me pasaré con armas y bagaje al bando que dice de Usted lo que posiblemente Usted sea y mi ceguera no me permitió descubrir en tiempo oportuno. Pero de sabios es rectificar. ¡Se ha ganado Usted un enemigo de mucho cuidado: Yo! ¿Así que allí, entre los sioux, además de los comanches, los arapahoes, apaches y cheyennes, se habla inglés, eh? Le convendría a Usted pensar que, tal vez dentro de no muchos años, la lengua de la pérfida Albión, se habrá extinguido de su enorme país, aplastada por el español. ¿Por qué no hace Usted lo mismo con los ingleses (que llegaron más tarde a la bahía de Massachusetts)? Posiblemente porque Usted, desciende directamente de ellos. O rectifica, o me veré obligado a luchar denodadamente para que, una a una, le escupan a la cara los CINCUENTA MILLONES DE PERSONAS QUE HABLAN Y ESCRIBEN EN ESPAÑOL, y que son tan americanos como Usted, viven en el mismo lugar geográfico que Usted y entraron en él -sospecho- lo mismo que entró su señora madre (que en paz descanse), y se levanten noblemente en armas, aunque los moros asesinos nos maten a todos, aquí en Europa, de donde, afortunadamente, ya se ha ido la Gran Bretaña, ese pueblo egoísta e insolidario del que Usted procede. Amén.
P.D. Olvidé ayer decirle, por si Usted no lo sabe (cosa que no me sorprendería lo más mínimo) que, de no haber existido EspaÑa, Usted no estaría ahora en América ni habría estado nunca. Los ingleses se enteraron mucho después y no llegaron allí, (para poner "ese pedrusco" en Plymouth Rock -no se les ocurrió a sus antepasados otra cosa- con su mal gusto de siempre) hasta 1860, nada menos que 368 años más tarde. España, ya estaba allí y en América se hablaba español desde 1492. Me parece muy bien que América sea para los americanos, siempre y cuando -recíprocamente- todos los americanos yanquis sean para América. Esto es, que tomen su maleta y se vayan allí, desde todos los demás lugares del mundo en los que siempre han hecho los más turbios negocios, única manera de enriquecerse a costa de los demás. Habrá que ir pensando en algo así. También pueden irse a Inglaterra, ahora que pronto ya no será Europa sino tan un sólo una isla y parte de otra robada a los irlandeses. Adios, buen hombre. Es Usted verdaderamente simple, además de ordinario, faltón y más bien corto de ideas. ¡Y pensar que yo esperaba su advenimiento como solución de unos cuantos males...! SEGUNDA P.D. Se dice que el español es cuerdo pero tardío. Y debe ser verdad. Olvidé también decirle a Usted ayer, que esa gran nación americana, que son los EE.UU. (o U.S.A., como ustedes dicen) es el producto y "fruto" de matar a todos los que estaban allí antes que nadie. España, también mató a algunos, no se puede negar. Pero la gran diferencia con ustedes, es que mientras los ingleses mataron a todos, sin unirse a ninguno, mis antepasados los españoles mataron a muchos menos y se fundieron con la mayor parte de ellos. Los mejicanos, a quienes -también me he enterado tarde de ello- Usted quiere ahora volver a matar (de hambre), lo tienen muy claro: Ellos, suelen decir que son un pueblo mixto, mitad indios y mitad españoles. Ustedes los yanquis, no podrán nunca decir lo mismo. ¡Ándenle mis cuates al gringo!. ¡Mexicanos, al grito de guerra / el acero aprestad y el bridón / y retiemble en sus centros la tierra / al sonoro rugir del cañón...! Buenas tardes, Sr. Trump, o benos días. Ya no volveré a molestarle más. Para mí, este insignificante español, Usted está muerto. TERCERA Y ÚLTIMA P.D. ¿Ve Usted cómo somos los españoles de tardíos, que hasta nos olvidamos de lo que tenemos que decir a los muertos? En la misma proporción en la que somos cuerdos. Había olvidado también algo, en mi apreciación especialmente ofensivo, a lo que -aunque Usted sea para mí ya un cadáver- también debo replicar. La retirada en la "bee" de la Casa Blanca de la página en lengua española, se produce tan sólo con una diferencia mínima de la otra retirada, la de la pagina de los gay y otras especialidades sexuales. Y eso sí que no. ¿Acaso ha pretendido Usted decir que el español es, más o menos, una degeneración similar? En ese caso, debo decirle -pese a las apariencias en contrario que en Usted concurren, por cierto nada edificantes- que "eso" lo será Usted. Lamento también que, tanto ahora como en lo sucesivo, tendré mucho gusto en acordarme de su señora madre (q.e.p.d.), que indudablemente sería una santa. Y ahora si que se acabó la sesión. Salvo, incidentes de última hora. Nunca se sabe.
James Costos y su marido, el interiorista Michael Smith, según DOLORES DE LARA
PARA QUE DESAPAREZCA
LA SECCIÓN "LGBT" DE LA CASA BLANCA
El subdominio whitehouse.gov/lgbt estaba dedicado por Obama al lobby gay. Pocos minutos después de jurar Trump su cargo, la sección desaparece de la web de la Casa Blanca.
El Sr. Obama, no solamente dedicaba tales apoyos al referido "loby", sino que además enviaba embajadores de tal condición, u orientación sexual, como según he podido saber debe decirse, ignoramos si también a otras embajadas, pero sin duda alguna a la Embajada de los EE.UU. en Madrid. Aquí, ha permanecido durante estos últimos años el Sr. James Costos, en unión de su marido, el Sr. Michael S. Smith, según información del diario EL PAÍS, al pie de foto de Dolores de Lara, y su redactora María Eugenia Yagüe, en su edición del día 28 de Junio del pasado año 2016. El día anterior, Lunes, Costos había recibido a activistas y defensores de la viabilidad de este colectivo, con motivo de la fiesta del Orgullo Gay, en la Embajada.
Parece ser que el Sr. Embajador (Sr. o Sra., según la información ya citada) tenía la intención de irse de España, pero, en cualquier caso, no parece probable pueda efectuar más recorridos turísticos por las calles del viejo Madrid.
Indudablemente la política del Sr. Trump presenta todos los riesgos ya anunciados y temidos, no sólo en España, sino en su propio país y en casi toda Europa. Salvo que las manifestaciones ciudadanas, en contra de tan retrógrada y absurda política, libren a la humanidad del totalitarismo fascista.
La
película "Bienvenido, Mister Marshall", dirigida por Luis
García Berlanga en el año 1953, constituyó sin duda una aguda crítica a la
sociedad española de aquel momento. El plan económico para ayudar a los países
de Europa tras la Segunda Guerra Mundial, diseñado por el Secretario de Estado
norteamericano, General George Marshall, consistía en una ayuda de hasta 12.000
millones de dólares de la época y benefició a 18 países europeos. Aquel plan se
orientaba casi exclusivamente a evitar la propagación del comunismo -en cuyo trámite estaba empeñada España hasta
las cejas las veinticuatro horas del día, en las Ciudades y en los montes, incluida sobre todo la noche- pero paradójicamente nuestra nación quedó
excluida de toda ayuda, a diferencia, por ejemplo, de Italia, que se benefició
ampliamente, mientras en Roma ondeaba la bandera del Partido Comunista
italiano. Veleidades de la historia, que tantas veces se contradice a sí misma,
y no ya cuando ha pasado sino mientras está pasando.
En aquel
amargo trance económico, España se salvó de perecer, tan sólo merced a la ayuda
de nuestras naciones hermanas, Portugal y la República Argentina. La película
de Berlanga, rodada en Guadalix de la Sierra, a 49 kilómetros de Madrid, cuenta
las ingenuas esperanzas del pueblo español en “los americanos”, que finalmente pasan de largo mientras, en aquel
primer plano picado, corren las banderitas de aclamación popular
arrastradas por la corriente del río Guadalix, por cierto un afluente de otro río, el Jarama, en cuya orilla aún permanece un enorme Cementerio, con cerca de 10.000
fosas. Desde entonces, se han utilizado términos como “otro, o un nuevo Plan Marshall” para describir programas o
propuestas de rescate económico a gran escala, pero en España, tal plan,
siempre sonará a sarcasmo.
Un nuevo
“plan” por parte de la que se dice nación más poderosa del mundo, los Estados
Unidos de América, se presume y teme hoy en Europa, y muy particularmente en
España, a partir del momento -tan sólo
faltan menos de quince días para ello- de la
toma de posesión, como Presidente y Comandante en Jefe de sus fuerzas armadas,
del señor Donald Jonh Trump, 45º Presidente electo de aquella nación y, desde
el ya inmediato día 20 de este mismo mes, Presidente efectivo y con los plenos
poderes que le otorga su Constitución. Constitución conocida como “Declaración de Filadelfia”, ejemplo para
el mundo de verdadera democracia. Los papanatas de los periódicos y la Radio
españoles deberían tenerlo en cuenta, cuando temen y acusan a este señor de
albergar los males de la caja de Pandora, que eran todos los del mundo, sin que
cupiese en tal mítico recipiente alguno más, ni menos aún el menor bien. Por lo
que se ve, los que no son demócratas, pese a proclamarlo tanto, son ellos. Ustedes.
No creo haga falta precisar más detalladamente quiénes son "ellos", porque la deducción es muy
lógica para cuantos leen los periódicos o escuchan la radio en España.
Si, como
se dice y teme, su campaña para obtener la candidatura republicana a la Casa
Blanca para las elecciones de 2016 -con el consiguiente triunfo electoral- ha estado caracterizada por sus propuestas
de una política dura contra la emigración ilegal, además de una prohibición de
la entrada de musulmanes en los Estados Unidos, no me parece ello tan malo,
sino especialmente bueno, y desde luego mucho mejor para España, de poder verse aquí un pequeño reflejo de tal política. Ya era hora de que
alguien pudiese defendernos y protegernos de las “invasiones pacíficas”, tras
haber vertido nuestros mayores tanta sangre durante casi ocho siglos. Por lo que respecta a Israel, a su necesidad de autodefensa y eficaz acción
antiterrorista, no puede caber la menor duda de que constituye una enorme esperanza lo que, el aún Presidente electo de los Estados Unidos se vislumbra puede hacer, para mantener firme
la Nueva Frontera del mundo occidental y su forma de vida. Se lo deseo de todo corazón a la nación elegida por el Dios de
Abraham, de Isaac y de Jacob, porque no puedo ignorar que la culminación de
aquel doloroso esfuerzo de sangre, también fue posible para España merced a la
ayuda financiera de los españoles sefardíes, más tarde injustamente alejados de
su propia patria.
Y desde
luego, si entre los planes del señor Trump se incluye el mismo objetivo que
pretendía el plan Marshall, bendito sea Dios, si ello es así. Y si -de paso, o “ala que viene”- pudiera verse libre España de cuantas
repugnantes lacras hoy la sitúan al borde del peligro y la sumen en la ignominia,
tendríamos los españoles que proponer urgentemente al Vaticano la canonización
en vida de dicho ya beatífico señor. Al menos, este humilde español, así desea
recibirle: ¡Bienvenido, Mister Trump! Que así sea.
Luis
Madrigal
En medio de tanta oscuridad, propia de
ultratumba, y de la quietud mortal del barco condenado a vagar siempre por los
océanos del mundo, por el momento la mejor actitud a adoptar es la de los marineros noruegos
que -enfrente- mantienen encendidas las luces de su barco y están armando una
gran juerga, sin importarles un bledo si la tripulación de aquel navío fantasma
trata de enviar mensajes a tierra, dirigidos a personas muertas siglos atrás.
Su belleza invita en la ocasión a escuchar la música de Richard
Wagner, en aquel Coro inolvidable de la Ópera "El holandés errante"
Proponía Hans Kelsen, en su famosa pirámide, a la
norma jurídica internacional para ocupar la cúspide, pretendiendo la supremacía
de ésta sobre todas las demás normas contenidas en los ordenamientos jurídicos
nacionales, cualquiera fuese su objeto. Kelsen, filósofo del Derecho, austríaco
aunque nacido en Praga, pese a su origen judío es un iuspositivista radical,
excluyendo de raíz todo iusnaturalismo de la idea y concepto del Derecho.
Siempre me ha hecho cierta gracia la proposición del filósofo y jurista
austro-húngaro. Los internacionalistas, dividen el Derecho Internacional, en
público y privado, lo que ya en sí encierra cierta contradictoria
dificultad, puesto que el Derecho, en
general, o es público o es privado -"duae sunt positiones, publicum et
privatum ius", decía Ulpiano- y por eso no me parece a mí que aquél
pueda ser ambas cosas, por la suprema razón lógica, previa incluso a toda
axiología, de que una misma cosa no puede al mismo tiempo ser dos cosas
distintas, conforme al principio de identidad.
Por otra parte, en cualquiera de ambas dimensiones,
encuentra siempre el Derecho la seria dificultad de su aplicación, por muchos
sean y hayan sido los tribunales nacionales o internacionales creados. Detrás de
toda sentencia se halla siempre el problema capital de su cumplimiento o
ejecución, lo cual, en el supuesto de los Estados nacionales, puede ya
presentar ciertas dificultades, pero parece poco menos que un milagro pueda
llegar a hacerse efectivo fuera de las fronteras de un Estado. Cualquiera sea
el tipo de ellos. Se podrá discutir, en el orden conceptual, el carácter
coercitivo o no de la norma jurídica sustantiva, en general, pero es una evidencia
lo imprescindible de esta última nota, la coercibilidad, en el orden jurídico internacional.
Sin coerción, ni las sentencias de los Tribunales nacionales podrían llegar a
ser materialmente efectivas. ¿Cómo podrían serlo las de los internacionales? Y
tristemente, conclusión inevitable de todo positivismo ha de ser la de que ni
la coerción misma puede ser bastante sin la presencia efectiva de la fuerza. En
esto consiste el Derecho positivo llevado a su último extremo.
Por ello, si las sentencias de los tribunales no
pueden ser efectivas en último término
sin la fuerza, mucho menos aún pueden serlo, y de hecho nunca lo han sido, las
resoluciones de las instituciones y órganos internacionales, orientados a
alcanzar el bien preciado de la paz en el mundo. Sucedió así, con la primitiva
Sociedad de las Naciones, la S.D.N., creada por el Tratado de Versalles, el 28
de junio de 1919, inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial, y así ha
venido sucediendo con su sucesora, la Organización de las Naciones Unidas, la
O.N.U, que ciertamente, desde su fundación en el año 1945, inmediatamente
después de la Segunda gran guerra, ha venido consiguiendo hasta ahora tan
esencial propósito, pero desde luego
-hay motivos para pensarlo- tan
sólo a costa de los Estados más insignificantes o menos poderosos de la
comunidad política internacional. Y para eso, no hacen falta resoluciones, si
se trata de ser impuestas siempre y únicamente a las naciones más débiles, o en
ocasiones a todas ellas por presiones o conyunturales acuerdos útiles a los más
fuertes. O hasta por simples fricciones o discrepancias entre los mandatarios
de éstos, lo que pudiera resultar causa bastante próxima en el caso que vamos a
tratar. Una Organización, como la ONU, en cuyo Consejo de Seguridad se
establecen únicamente cuatro Estados miembro permanentes -"el
Cuarteto", curioso nombre éste-
y que además, tan sólo ellos gozan del derecho de veto, no puede producir
la virtud de la justicia, que es el fin esencial del Derecho, además de evitar
las confrontaciones armadas, que ciertamente son un grave mal.
El mismo Kelsen consideraba a la moral como parte de
la justicia que, como buen positivista, entendía tan sólo “uno de los fines
del Derecho", y no el fin esencial. Tal vez por ello afirmó, en la más
importante de sus obras -la Teoría
pura del Derecho"- que "en
tanto la justicia es una exigencia de la moral, la relación entre moral y
derecho queda comprendida en la relación entre justicia y derecho". No
dice sin embargo Kelsen qué es la justicia, es decir la virtud de la
justicia, que en unión de la fortaleza, la templanza y la prudencia, es una
virtud cardinal. No lo dice, porque Kelsen es un iuspositivista, y el estudio
de tales virtudes, en particular de la última, forma parte de la Moral y, en
términos jurídicos, del Derecho natural, concepto este último que, en palabras
de otro positivisa, el antropólogo francés Lévy-Bruhl, es preciso enterrar:"Hay
que enterrar de una vez ese cadáver, si se quiere en sudario de púrpura".
Pero, para enterrarle, antes hay que matarle. Y, con ello, ¿qué será la
justicia?
Alguien que conocí en su día (desde luego lo que ahora
se llama "un hombre elemental"), entendía y estaba firmemente convencido
de ello, de que justo es lo que me satisface e injusto lo que me contraría o
incomoda. Pero, esto no puede ser así. Hay leyes, emanadas de los Parlamentos
constitucionales, resoluciones de los tribunales de justicia o del Consejo de Seguridad de la ONU que son
injustas, en sí mismas, aunque sean legales, o pronunciadas, autorizadas y
conformadas formalmente, porque no responden al concepto esencial iusnaturalista
de justicia. Y es el Derecho natural, "esa roca inconmovible",
sobre la que debe asentarse todo Derecho positivo, como concluyó afirmando un
converso, el Profesor español Federico de Castro y Bravo, el que universalmente
proclama que la justicia es la virtud moral que, en suma, consiste en dar a
cada uno lo suyo, en sus vertientes
conmutativa, distributiva y social, y en íntima unión con la equidad y el bien
común, que nunca es el particular de sujeto o entidad algunos, sino el del todo
y el de todos.
Y, en esta última dimensión de la virtud moral de la
justicia, una de las resoluciones -como tantas otras leyes parlamentarias o sentencias de toda clase de tribunales, ordinarios o de casación- que, en sí
misma, a mí me parece injusta, es la reciente Resolución 2334, del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), aprobada en su 7853ª Sesión, celebrada
el día 23 de Diciembre de 2016, sobre los asentamientos de Israel en los territorios
ocupados desde 1967, incluido el sector Este de la Ciudad de Jerusalén.
Tengo a la vista el texto íntegro de la indicada
Resolución, así como el de la Cuarta Convención de Ginebra y, aun así, me
parece muy injusto lo que en aquélla se recuerda, afirma, reitera, subraya,
exhorta, insta, confirma, pide y decide. Todo ello me parece injusto. Eso no es
dar a cada uno lo suyo. Israel, desde el día siguiente a ser proclamado,
conforme al Derecho internacional, como Estado soberano e independiente, no ha
hecho otra cosa sino defenderse, muy eficazmente por cierto, de las
declaraciones de guerra, ataques y alevosas masacres injustamente perpetradas
en su contra y en su carne. ¿Cuántos otros territorios ocupados, en el mundo,
como consecuencia de las acciones de guerra, han sido devueltos por quiénes los
conquistaron? España, es un mero ejemplo menor, aún está esperando la
devolución de Gibraltar. También sobre el caso ha dictado la ONU algunas
resoluciones. Pero existen otros numerosos casos en el mundo que resultaría
prolijo citar. Y ya he dicho que tal actividad, militarmente hostil e
injustificada, data del comienzo mismo del nacimiento de Israel como Estado,
con ladeclaración
de guerra y su consiguiente agresión en el mismo año 1948 y posteriormente en
los años 1958, 1967 y 1973. En todas estas fechas, Israel no ha sido el
agresor, sino el agredido.
Pero -conviene
tener memoria- hay un hito crucial, de extraordinaria transcendencia en cuanto sobre él incide de
plano la Resolución de referencia. El Sr. Gamal Abdel Nasser, en el año 1967,
en virtud de un falso o inexistente casus
belli, esto es, sin la menor causa o motivo justo para iniciar una guerra,
trató, de modo premeditado, de destruir militarmente a Israel, utilizando un
mero pretexto para lanzar su ataque por sorpresa. Sin embargo, en la mañana del
día 5 de Junio de aquel mismo año, sus aviones, perfectamente alineados en las
pistas, no llegaron ni a despegar, porque fueron ametrallados e inutilizados
por la aviación israelí. ¿Qué tenía que haber hecho entonces Israel? ¿Dejarse
destruir? Si, fruto de aquella absolutamente ilegítima tentativa de agresión
inminente, replicó y ganó aquella guerra, desde que -el mismo día- las unidades blindadas israelíes quebraron las
líneas egipcias, conquistaron el pueblo de El Arish y avanzaron hacia “la tierra prometida”, todo lo que ha
devenido posteriormente no ha sido sino, únicamente, el ejercicio del derecho a
la legítima defensa por parte de una nación en estado permanente de amenaza,
que ha sufrido los más salvajes y cruentos atentados terroristas. No es justo,
pues, tenerla por causante de cuanto ha acontecido en la zona para quebrantar
el estado de pacífica convivencia.
Porque se ha de decir y considerar al respecto que la
cuestión jurídico-internacional del casus
belli, lejos de ser la causa, no es sino una consecuencia de la doctrina política,
jurídicamente sentada y aceptada desde finales del siglo XIX, del ius in bello, o “derecho de guerra”, que
ahora parece desconocer o marginar la referida Resolución de la ONU. Y el contenido
del ius in bello, es el de prohibir
el recurso a la fuerza armada para resolver conflictos, pero permite el uso del
aparato militar contra otro Estado bajo el principio de ultima ratio, esto es, como último recurso. Y en esto es en lo que
ha consistido la conducta del Estado de Israel, que, en consecuencia no tiene
deber jurídico alguno de abandonar los territorios ocupados en virtud de aquel
derecho, adquirido en el transcurso de sucesivas guerras no declaradas ni
iniciadas por el Estado israelí, sino inicuamente provocadas por los estados
agresores.
Pero, además, tras el Derecho alienta siempre, sin
desviarse de él, la razón vital de una civilización y de una cultura
determinada. Hoy día en que Occidente sufre la pérfida y brutal agresión
terrorista de quienes quieren destruirlo, a sí y a su modo de vida, de unos
modos y de otros, Israel es su última Frontera, como ha escrito recientemente
el filósofo español Agapito Maestre. Otro de sus colegas, el también filósofo y
columnista del diario español ABC, Gabriel Albiac, en su edición de hace tan sólo unos días, escribía
literalmente que “sólo al ser trocada en
teología, la política arrastra a las muchedumbres. Las arrastra hacia la muerte
sin límite… Y que, por ello, no es Estambul, la vieja Bizancio, después
nuestra Constantinopla, donde hay que situar la vista. “Como no era Madrid, ni Londres, ni París, ni Berlín, ni Niza, ni Nueva
York siquiera. El territorio sobre el cual el islamismo juega su sacrificio de
kafires –“cafres” descreídos–, al Grande y Misericordioso es el mundo. Europa
representa sólo su primera etapa. Sencillamente, porque Europa es ya, en un
porcentaje siempre en alza, territorio islámico. Y porque Europa es rica. Y
porque Europa está militarmente indefensa. Turquía es la puerta del continente.
Como lo fue siempre. La constricción geográfica es ahí difícilmente eludible. Y
el peso simbólico del último Califato juega en la memoria del Islam como un don
inalienable –un waqf– de Alá a los suyos. Empieza
el año, como todos los años desde 2001. Con Alá haciendo tamiz y recuento. De
cadáveres.”
Que Dios, el Único, porque no puede haber más de uno,
nunca lo permita, pese a las Resoluciones de la ONU.
16 de noviembre. 19:30h. Salón de Actos del Colegio (Serrano, 9)
Por Vicente del Bosque
Estará acompañado de los periodistas deportivos,
Iñaki Cano y Francisco García Caridad
Confirmación de asistencia en cei@icam.es
Hace ya un par de meses, más o menos poco antes de la fecha que se indica en el texto arriba constante, literalmente reproducido, tuve la enorme tristeza de recibir del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, al que permanezco incorporado desde el ya lejano año 1967, la invitación a la que asimismo se hace referencia.
Mi estupor no fue menos que mi tristeza, y no pude resistir la tentación de declinar la indicada invitación, todo lo cortestemente que me fue posible, y sin dar portazos, mediante el texto que ahora deseo expresamente divulgar para conciencia colectiva del grado de deterioro intelectual al que hemos llegado en España. Lo siento, de verdad. Pido perdón a Dios por si, en algo, yo he podido colaborar a semejante estado.
Acompaño, en tal sentido, mi contestación literal al mensaje electrónico rercibido, por la conocida vía de "contestación al remitente", como solemos decir -o solíamos - en el Foro, sin ámnimo de injuriar a nadie, en términos de defensa y haciendo uso del derecho a la libre expresión que me otorga la vigente Constitución Española, norma suprema de conducta legal:
"Disculpen Ustedes, pero no me ha sido posible reprimir mi profundo desagrado y mi profunda tristeza al recibir su invitación de referencia. En esta hora, en general tan estúpida y caduca, me había resignado ya a la muerte de lo que fue la Ciencia del Derecho, la que alumbró Roma en sus primeros años de vida y alimentó en su etapa clásica; la que en su fase central de esta misma etapa conoció la pugna antitética tradicional entre los proculeyanos y los sabinianos. E incluso en la post-clásica, en la que brilla la agudeza y entidad moral del jurisconsulto Ulpiano. La mismas que, finalmente, estructuró Justiniano, al compilar aquellas dos grandes masas de Derecho objetivo, la del "ius" y la de las "leges". Nada menos que toda la jurisprudencia sacerdotal y civil, por un lado, y por otro las Constituciones Imperiales, desde Augusto hasta el propio Justiniano, para que surgiera el Corpus Iuris Civile, que analizaron los pandectistas alemanes, con Savgny a la cabeza, y el primer Ihering después, pese a su deriva posterior, además de Windscheid, Ennecerus, Kip y Wolf y tantos otros. En suma, el nacimiento del Derecho moderno, en los Códigos civiles europeos, merced a Domat y Pothier, como compiladores últimos, para dar nacimiento al Código francés, en unión de Tronchet, Bigot de Prermeneu, Portalais y Maleville.
Al enterarse de la invitación que Ustedes cursan -es de suponer que a todos los Colegiados, miembros de esa Ilustre Corporación- para escuchar la conferencia de un futbolista, con la no menos despreciable colaboración de otras dos grandes figuras, en el orden intelectual, de la misma ciencia deportiva, se habrán removido en sus tumbas las cenizas de todas las figuras del Derecho ya citadas y, por lo que a nuestro Derecho patrio se fefiere, las de Sánchez Román, “Mucius Scaevola”, Pérez González y Alguer, Valverde, Roca Sastre, Hernandez-Gil y la columna vertebral del propio Don José Castán Tobeñas. Qué mortificante y hasta -disculpen- repugnante resulta, para un humilde jurista como yo, al que tanto esfuerzo y horas costó aprender, siempre desde el amor al Derecho, lo poco que he logrado saber, que esa Ilustre Corporación -que en sus días presidieron tan honorables Decanos como Don Manuel Cortina y Aranzana, o integraron juristas como Don Félix Díaz Gallo sin perjuicio del mismo Don Manuel Azaña y hasta hace muy poco Don Joaquín Ruiz-Giménez Cortés, entre tantos otros, tenga la desfachatez de invitar a este humilde e insignificante Colegiado a semejante “conferencia”, pese a su pretendido título difícilmente encuadrable en ningún tipo de Axiología, por muy anti-metafísica y nominalista que pudiera resultar la teoría en cuanto a esta última ciencia filosófica.
VEINTE AÑOS DE CORAZÓN DE LEÓN
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Hoy hace justo veinte años que abrí este blog. Cómo pasa el tiempo... 1074
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