viernes, 27 de junio de 2014

COMIENZA EL VERANO



CANTO A LA PAZ

La brisa que llegaba, sonreía
al ver el sol brillar sobre la cumbre,
encendido y voraz, como una lumbre
que en el cielo sin mancha se encendía.

No quería abrasar… Sólo quería
iluminar las sombras, servidumbre
del suelo que alumbraba… Muchedumbre
de pájaros volaba, en la alegría

del reflejo, al volar, ver en el suelo,
extendidas al viento blancas alas,
que con amor tendía la luz del cielo.

No recordaba ya las horas malas
en que, al fruto del árbol, hirió el hielo
y dio la muerte, como hacen las balas.


Luis Madrigal
 




martes, 24 de junio de 2014

CUARTA SERIE DE SEGUIDILLAS





SI VIVIESES EN MÍ


I

¿Vives dentro de mí?
Si yo, contigo,
ya no soy sólo yo…
¿dónde te has ido?

II

¿Estarás escondida
bajo un durazno
o en el cielo tu estrella
ya se ha apagado?

III

Y, si está encendida,
¿por qué no llega,
cuando una y mil noches
la luna es llena?

IV

No volví a ver tus rosas
de luz intensa
y lloran mis claveles
rojos, de pena.

V

¿Acaso te proteges
de mi mirada
y sólo el mar te canta
cuando te habla?

VI

Así es el mar que arrulla,
y a veces brama.
Él solo es melodía,
yo no soy nada.


VII

Entre ruido de olas,
no oyes mi llanto…
Quizá porque, al oído,
yo no te alcanzo.


VIII

Estoy aquí. Muy lejos.
Y no es posible
que mis mudas palabras
puedan oírse.


IX

Mas, si escuchas despacio
oirás lo triste
que sonó mi lamento
cuando te fuiste.



Luis Madrigal






Arriba, fotografía de Brad McDowell

sábado, 21 de junio de 2014

UNA CUESTIÓN DEL CORAZÓN



LA EXTREMADURA LEONESA


Hace aún muy poco tiempo, publicaba yo mismo, en este Blog, un mapa que decía no haber inventado, ni podido inventar por mi parte. Algunos mapas, ciertamente, se inventan, con el propósito de falsificar algo, aquello que no es, por no haber sido nunca. Pero el que yo publicaba, en la edición del pasado día 26 de Abril de este mismo año, como ilustración de mi artículo “Sobre la razón histórica”, era un mapa de España con causa y raíz en las más rigurosas fuentes históricas relativas a la Hispania romana.


El que ahora publico sobre estas mismas líneas, tampoco me lo he inventado. Es un mapa de España posterior a la romanidad, e incluso a los primeros tiempos de la Reconquista, pero es tan real como el otro. Esta vez se refleja en él lo que fue no sólo León, su viejo Reino, sino que figura también lo que asimismo fue Extremadura, la Extremadura leonesa, y no castellana, como con craso error se ha dicho tantas veces. Desde luego, en el actual escudo heráldico de una de las dos ciudades extremeñas, la de Cáceres, figura un castillo, incluso a la izquierda de un león rampante, como en el nacional de España, lo que sin duda es un arrastre histórico de aquel desdichado año de 1230, y al mismo tiempo glorioso para las armas leonesas, por ser el mismo en el que Alfonso IX de León reconquistó Badajoz, la vieja Civitas Pacis, o Pax Iulia. Por eso, tal vez, en el escudo de Badajoz, la heráldica no es así. En este último, únicamente campea un león, rampando sobre una de las columnas de Hércules, que los extremeños llevaron al otro lado del Mar. Esto, ya es otra cosa. Y por otra parte, en el escudo general de Extremadura, dentro de esta España constitucional y autonómica, figuran ambos símbolos, el león y el castillo, pero aquí es el primero de ellos el que ocupa la izquierda, por el riguroso orden justo y necesario, como debería ser también en el escudo de España.

Escudo de Extremadura



Extremadura, antes que castellana, fue leonesa, como tan a las claras deja ver el mapa de referencia, en el que León se extiende, de norte a sur, a lo largo de la que fue Ruta de la Plata, desde la colindante Galicia hasta la misma Sevilla, sin que el color morado de Castilla llegue a penetrar ni en una mínima parte la zona que en tal mapa se recoge. Desde siempre oí decir que, a los extremeños de Badajoz, se les llamaba “los andaluces chicos”, y puede que existan razones sobradas para ello  -esa conversión al hablar de la letra “jota” en una ligera y dulce “hache” aspirada, lo confirma-  pero también podría llamárseles los “leoneses del sur”. En estos tiempos, por lo que diré a continuación, y con admiración hacia ellos, yo me complazco en poder llamarles así, sin pretender causar a nadie la más mínima ofensa, sino con el ferviente deseo de que, en su caso, puedan sentirse llenos del más legítimo orgullo, en lo que atañe a sus más arcaicas raíces españolas. Sin perjuicio alguno de la gloriosa y romanísima Emérita Augusta, que ya dije el otro día, pese a su esplendor, no es tan antigua como León, y porque además estamos contemplando otro período histórico distinto, posterior a Roma.

Pero, durante siglos, Extremadura fue leonesa, dentro de un territorio vertebrado y de una población firmemente enraizada, sobre sólidas bases, incluso de carácter económico, entre los dos Alfonsos leoneses, el VI y el IX. Hoy, ese engendro de “Castilla y León”, se reduce a engordar la cabeza de Valladolid, que no era sino un pueblo grande, mientras a su alrededor nada de “comunidad”, sino de feroz particularismo paleto, aunque sumamente provechoso para la ciudad esteparia del Pisuerga. Y ruinoso para León.  En León, y en otros lugares leoneses  -desde luego en Zamora y puede que hasta en Salamanca-  los jóvenes se marchan, los ancianos se refugian junto al fuego en las noches de invierno y, en las de verano, se limitan a contemplar las estrellas. En Extremadura, por el contrario, gracias a Dios, y  -por qué no decirlo- a un socialista, Rodríguez Ibarra, dentro de la decadencia económica  general de la última década, se han seguido las directrices del famoso Informe Brundtland, en torno al desarrollo sostenible, buscando tanto el de carácter económico como la protección del medio ambiente y esto, gracias también al esfuerzo y valentía de los extremeños, que no huyen de su suelo, sino se quedan en él para cultivar con amor su tierra, ha permitido a esta sufrida y admirable región española competir en determinados productos con otras de la España próspera tradicional, vertebrando así a su población, no sólo en creciente desarrollo demográfico, sino en escuelas muy avanzadas, un muy digno sistema de salud y, en general, unos excelentes servicios públicos.

Con mucha razón, manifestaba hace algunas fechas la historiadora y demógrafo Margarita Torres en “Diario de León”, siempre nos quedará a los leoneses, no el emigrar a otros sitios donde nada se nos ha perdido, sino a la Extremadura leonesa, en la seguridad, no sólo de encontrar un buen refugio, sino el calor y la fraternidad de los extremeños que, como nosotros mismos, también fueron leoneses un día.

Luis Madrigal






En la imagen superior, escudo en piedra de la Ciudad de Badajoz,
en el Edifico Galera de la noble ciudad extremeña

martes, 17 de junio de 2014

SE ACERCA EL RUBIO Y ARDIENTE SOL



CANCIÓN DE VERANO

Del árbol, una rama en la ventana
tocaba con sus hojas verdes, claras.
Proyectaba su sombra, que miraba
donde se oculta el sol al caer la tarde.
Un rayo puro vibra y tiñe el suelo
donde la hierba bebe el dulce zumo
de la lluvia caída y el murmullo
del viento en calma besa el aire entero.
Verde el hondo tapiz, azul el cielo,
se esponja el ser y trepa hasta la altura
para ver sin mirar y, en sinfonía,
notas y arpegios que suspiran,
cubren de paz y amor el horizonte.
Vuelan lentas, calladas , sobre el valle,
acariciando al par azules crestas
y en un bosque que bulle tan lejano,
entre las piedras, una brilla y canta
sin convertir en oro los metales,
mas, de toda la dicha, llena el alma.


Luis Madrigal


 

viernes, 13 de junio de 2014

TERCERA SERIE DE SEGUIDILLAS



DESDE LEJOS TE MIRO

I

Desde lejos te miro
sin nunca verte,
ni ver un pajarillo
junto a una fuente.

II

En mis oídos, quieto,
está tu acento
que vuela sobre su eco
besando el cielo.

III

De tu mirada triste
guardo el recuerdo,
igual que algún lucero
vela tu sueño.

IV

Nunca podré olvidarte,
aunque me olvides.
Sobre montes y valles
la vida sigue.

V

Sin vivir, va mi vida
por el Mar blanco
a buscar caracolas
junto a un ribazo.

VI

Las caracolas tengo
en mi mirada…
Pero perdí una estrella
de un mar de plata.


Luis Madrigal



lunes, 9 de junio de 2014

AL FINAL DE LA PRIMAVERA



TRES SONETOS A LA ESENCIA


I

CRUCIAL DILEMA

¿Acaso soy mañana, o sólo existo?
Cuestión esta esencial a todo humano:
¿Tan sólo estoy en mí, o al hombre hermano
llevo siempre conmigo, y leal persisto

en el camino que ando, y aún resisto
el fiero y cruel instinto de mi mano?
Que, más que lo que digo, es lo que emano,
lo que, sin ver, respondo a lo que he visto.

Día será en que mi alma sea más plena
que lo es la luna llena, cuando alcanza
con su más pura luz la noche oscura.

Entonces, brillará en mí la hermosura
que hará igual, en mi ser, peso y balanza
y, conmigo en el aire, el que ella llena.



II

EL MISTERIOSO ARCANO
DE UN NUEVO SER, CIERTO Y ETERNO

¿Será como ayer fue, o un nuevo viento
que desde siempre sopla y que derriba
nubes y muros al solar que arriba
será otra vez, más que antes, nuevo aliento?

El ser no es lo que fue. Es lo que siento
que lento me traspasa, y pensativa
deja mi alma, que flota a la deriva
en cierto e imperceptible movimiento.

Quiero ser yo  -en mí y sin mí-  y saberlo,
vivir en nuevos prados, al poniente
del sol que ya se duerme. Quiero verlo

con ojos de verdad. Que ella me oriente
hacia la nueva luz, y poder serlo
mucho más que ayer fui en mi propia mente.



III

SOY CAUSA Y SOY EFECTO

Saberlo, nada vale… Sin hacerlo
nada se mueve, ni encuentra causa cierta.
La sombra, sombra es. Sólo cubierta
de luz, es la verdad que quiere serlo.

Sólo los ojos limpios pueden verlo
y contemplar, de par en par abierta,
la vida que ya fue, que yace yerta
y, sin nada tener, todo tenerlo.

Persigo esa verdad, sueño y deliro
en el afán de ser mañana y tarde,
sin que nunca a mi ser falte un suspiro.

Y que  -aun en frío invierno-  mi alma, si arde,
pueda templar al que halla siempre el frío
y conservar con fe lo que Dios guarde.



Luis Madrigal



 
Arriba, fotografía de
Brad McDowell

sábado, 7 de junio de 2014

ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESE CÁLIZ




CANCIÓN DE HISPANIDAD

...Si la madre
España cae -digo, es un decir-
salid, niños del mundo; id a buscarla!...


I

Desde la Nova Hispania
llegan volando
quillas y velas tensas
a un Mar de Plata.
Desde la Sierra Madre
vienen buscando,
entre ondas azules,
Andes nevados.


II

Suspiros entre algas
lanzaba un Río
que hace, de aguas saladas,
dulces y azules.
A un lado de su frente,
Montevideo.
Al otro, suena un tango.
Es Buenos Aires
lo que yo veo.


III

Han llegado del Mar,
por Occidente,
del corazón de España,
signo y palabras
para asentar la Patria
allende el Alba.
¡Plus Ultra…! Saben ya
que el Mar se anda.


IV

Dicen unos que hablan
otras palabras
que esas Tierras, del Lacio
toman su seña.
Sólo por no decir:
Hispanoamérica.
Pero, lo son por siempre.
Serán fe cierta.


V

A España, llaman todos
la Madre Patria
y cantan cuando lloran.
Si lloran, cantan,
al sonido vibrante
de una guitarra.
Y que, al tañer, recuerda
ecos de España.



VI

Desgarrada y doliente
la Madre España
-niños del mundo-
si España muere,
morirá el Nuevo Mundo
y quizá el Viejo,
dijo aquel peruano:
César Vallejo.



Luis Madrigal


A todos los hispanos, los de la Península Ibérica y los del otro lado
del inmeso Mar, deseo ofrecer con el mayor afecto esta versión completa de la Suite Española, a la guitarra, del compositor barroco español Gaspar Sanz, Nacido en Calanda (Teruel) en el año 1640, que fue además Profesor de Música en la Universidad de Salamanca



lunes, 2 de junio de 2014

¡VIVA LA REPÚBLICA!




¿VIVA LA REPÚBLICA?


Quizá aún, a algunos o a muchos españoles, pueda sucederles lo mismo, o algo muy parecido a lo que le ocurría a aquel muñeco radiofónico de José María Tarrasa, “Maginet Pelacañas”, que conocía perfectamente la música pero no sabía la letra, y necesitaba una orquesta para cantar la tabla de multiplicar, la del número 7, a partir precisamente de este mismo número, según creo recordar. La palabra “República” genera temblores, silbidos de balas y sabor a metralla. Esto es la “música”, una música estremecedora, pero no es la letra, el contendido de la res pública. En las organizaciones, o más bien meras situaciones, en las que el poder político se ejerce sin un título de legitimidad, no puede hablarse propiamente de un Estado, o todo lo más de un Estado dictatorial y despótico, en el que se quebranta y pisotea la libertad, que es el bien ontológico más sagrado del ser humano. Para evitar tal oprobio, las formas de legitimación del poder en un Estado de Derecho, pueden ser dos. La Monarquía, en la que la legitimación del poder se produce mediante la sucesión dinástica, dentro de una determinada familia, y la República, en la que tal mecanismo se opera mediante la elección directa por parte de los ciudadanos. Estas dos notas son, respectivamente, lo que esencialmente caracterizan a una y otra formas políticas, que un Estado de aquel carácter puede adoptar. Y ciertamente, las dos veces que España ha intentado regirse por dicha última forma, han resultado dos sonoros fracasos. La última de ellas, más que sonoro, dado que el estruendo de los cañonazos y de los obuses de aviación es uno de los ruidos más molestos, sobre todo cuando son sangrientos y dejan tras de sí  -aún ni se sabe con exactitud cuántos-  centenares de miles de muertos. Y no desearía yo para España, ni para ninguno de mis compatriotas, semejante canallesca barbarie.

Sin embargo, también creo debe recordarse que, si bien todas las grandes naciones -Roma, por ejemplo- comienzan teniendo una constitución monárquica, un Rex, la gran nación latina, cuna de la cultura y la civilización occidental, no llegó a tener sino hasta siete y, contando con que Rómulo, el primero de ellos, se hunde en la leyenda de Alba Longa, desde Anco Marcio a Tarquino el Soberbio, se quedan en seis. Después surje la República, con esas simbólicas siglas, que aún permanecen en muchos rincones de la Ciudad eterna, S.P.Q.R. El Senado y el Pueblo de Roma. La mayor parte de las naciones, según me parece, terminan adoptando constituciones republicanas, sin privilegios de ninguna familia para asumir la Jefatura del Estado. Ciertamente no se podrá decir que Inglaterra, el Benelux o las tres naciones nórdicas, Dinamarca, Noruega y Suecia, sean países poco cultos o desarrollados políticamente, y sin embargo sus Estados nacionales revisten forma de Monarquía, a diferencia de la contigua y adyacente Finlandia, que es una República. Pero, en aquéllos casos, bien pudiera decirse que se trata de “repúblicas coronadas”. Muy en general, y sin contradicción, también podría decirse que, a la forma republicana del Estado, tan sólo pueden aspirar las naciones especialmente cultas y desde luego económicamente prósperas, y cierto es también que España aparentemente ha avanzado, aunque a veces cause la impresión de hallarse todavía en las más bajas cotas culturales y no digamos, en este momento, económicas.

Así, pues, ¿resulta ya más conveniente, más justo, mejor, para España, seguir manteniendo su forma monárquica del Estado, o tal vez ha llegado el momento, en un breve futuro, de proclamar la III República Española? En general, y en abstracto, ambas formas, la monárquica y la republicana, poseen ventajas e inconvenientes. El punto fuerte y más ventajoso de las Monarquías es el de que el Rey no pertenece, ni puede pertenecer, a ninguno de los partidos políticos que se disputan las funciones de Gobierno y Administración, y en teoría esto es una muy saludable ventaja. Pero, ¿alguien puede imaginarse  -es un mero ejemplo, como tantos otros que se podrían proponer-  a don Alfonso Guerra, o a este jovencito melenudo, tramontano y montaraz, del mismo nombre de aquel linotipista de El Ferrol, ejerciendo las funciones de Presidente de la República? ¡Dios nos libre!

Por ello estoy persuadido, no obstante, de que un día llegará en el que esta función, la de Presidente de la República, pueda recaer en persona, popularmente elegida, pero no entre los miembros de ningún partido político, y menos aún entre ningún personajillo de tres al cuarto, más o menos indocumentado o hasta analfabeto, de cuya especie y condición los hay, por ejemplo en el PSOE, con toda seguridad, a patadas. Y muy probablemente también en cualquier otro partido político. Un Presidente de la República, elegido por un pueblo culto, informado y sensible, entre verdaderas personalidades, asimismo de la ciencia, de la cultura o del arte, sería una forma perfecta, y no sería ya una “república coronada”, sino una república culta, moderna, justa, eficaz y digna de ser querida. Esto que, inevitablemente, se nos viene encima, por mucho que mejore lo anterior, ni ha sido querido expresamente por el pueblo  -en el referéndum para aprobar la Constitución Española de 1978, no se dispuso una pregunta específica, al margen del resto del contenido del Texto constitucional, acerca de la forma del Estado-  ni menos aún, en este caso, puede revestir el menor tinte monárquico un heredero de la Corona que no contrae matrimonio con una princesa real de otra Casa reinante. Si el que pudo ser Alfonso XIV, un jurista más que aceptable, no llegó a serlo porque (además de la canallada de casarlo con una nieta del Dictador), su padre, el hijo mayor de Alfonso XIII, había contraído “matrimonio morganático”, qué podría decirse del contraído por el que hoy se ha postulado como el futuro Felipe VI. Puestos a elegir, dudo si no quedarme con aquella señorita noruega que hacía publicidad de lencería.

En cualquier caso, en estos cruciales y arriesgados momentos, España necesita un Rey. Un Rey de todos, que pueda exhibir e invocar la tradición histórica, tanto por traer causa de Isabel I de Castilla, como de aquel Fernando de Antequera, libremente elegido en 1412 para ser Fernando I de Aragón y, por ende, de Cataluña. Un Rey que, además de haber sido Príncipe de Asturias, también lo haya sido de Gerona.

Pero mucho me temo  -es un decir, ya que su opinión no es nada relevante-  que a los españoles, muy en general, les suceda al respecto lo que ya decía al principio sucedió a aquel Maginet Pelacañas. Vean, vean lo que pasaba entonces en el video que sigue.

Luis Madrigal






En la imagen de arriba,
el escudo de los Reyes Católicos