¿Qué barbaridad...! Acabo de darme cuenta de que llevo exactamente siete días sin aparecer por esta humilde ventana. Tengo que decir, es verdad, que he tenido numerosas ocupaciones, pero sobre todo que estoy muy triste, especialmente triste, y mi ánimo, sin duda, se ha resistido, aún inconscientemente, a decir nada. ¿Para qué decir nada? ¿De qué vale? Estoy triste porque me he visto obligado, fundamentalmente en honor a los recuerdos, más que a ninguna especie de materialismo, o de interés por las cosas, ha acudir a la vía jurisdiccional penal, no ya profesionalmente, en defensa de intereses ajenos, que es mi pobre oficio, sino en mi propio nombre, para interponer una querella por el "presunto" delito de apropiación indebida contra dos pobres desgraciados, sin duda más que otra cosa. Resulta que una de mis hermanas, a la que quise especialmente, me dejó en herencia su Piso-Vivienda y, para poner mantenerlo, me he visto obligado a proceder a su arrendamiento. Sólo así, puedo conservarlo, también más que nada en su recuerdo. Cada cierto tiempo, él arrendamiento se extingue y me veo en la necesidad de sufragar los gastos comunitarios del edificio colectivo en el que se encuentra ubicado, exclusivamente a mis expensas. El resultado, contrastando los ingresos con los gastos de las periódicas obras de conservación, y con los periódos de inocupación, no es nada boyante, sino más bien parco y, en ocasiones hasta ruinoso, pero voy consiguiendo conservarlo y, con él, el recuerdo de quién me lo legó. Hace unos tres años, una señorita, que para su diversión, y pese a la prohibción contractual de tener animales, se divertía con las gracias de un hurón, se fué a paradero desconocido, sin abonar las tres últimas mensualidades de renta y dejando la Vivienda totalmente destrozada, a consecuencia de las gracias de su animalito. Su reparación fué muy superior en coste al beneficio obtenido. En fín, esto es así, y tengo que aceptarlo.
Pero lo de ahora, lo de hace unos días, resulta especialmente doloroso, además de esperpéntico e inverosimil, pesando, más que en mí, en esta España de hoy, en su juventud y en todo lo que puede esperarnos en el futuro. Yo arriendo ese Piso-Vivienda amueblado y, naturalmente, confecciono un Inventario de cuantos objetos y enseres se hallan dentro, que se une al contrato como Anexo "formando parte inseparable del mismo". Así he efectuado ya más de media docena de arrendamientos y, hasta ahora, nunca había sucedido nada. Pero en esta última ocasión los arrendatarios me fueron propuestos, casi apologéticamente ensalzados y recomendados, por una persona en la que tenía, tengo y tendré siempre la máxima confianza, probada en mil ocasiones. Pues bien, en honor a ella, suprimí el Inventario y es más, añadí literalmente este inciso en la claúsula correspondiente al mismo: "Por razones de suma confianza entre las partes, se libera al arrendatario de formar y suscribir un Inventario descriptivo de los muebles y enseres existentes en la Vivienda". Entre tales objetos, había un mueble librería de cristal de 10 mm. de grosor cada balda, montadas sobre tubos de hierro cromado en dorado y, con diseño y piezas (arandelas tuercas tornillos) originalísimamente concebidos. Era una pieza única, en diseño y en ejecución. Pues bien, extinguido el contrasto y a la hora de revisar el estado de conservación del Piso, este era excelente, pero la persona encarda de efectuarla, precisamente quién me había recomendado a los arrendatarios, además, uno de ellos, familia cercana suya, advirtió inmediatamente la total ausencia del mueble referido. Interogados telefónicamente, respondieron con voz apocada e inexpresiva que "se rompió". ¿Pero cómo pueden romperse unos barrotes de hierro, cromado o sin cromar? La base de madera medía 1,70 metros de longitud. ¿Dónde están?, preguntó... Se podría reconstruir, añadió". "Se tiró todo", fué la lacónica respuesta...
He interpuesto la querella por el presunto delito de apropiación indebida, que no sólo ha de estimarse, en cuanto al elemento subjetivo, el "animus rem sibi habendi", en un sentido corto o estricto, sino en el más amplio y génerico; esto es, no sólo comete el delito quien, al apropiarse de una cosa ajena, ya en su posesión legítima, obtiene un enriquecimiento injusto, sino también, quien sin enriquecerse ilícitamente, causa un perjuicio patrimonial al dueño de la cosa. Así lo enseñan, por todas las demás, las Sentencias del Tribunal Supremo de 10 de Julio de 2000 (1.275/2000) y de 11 de Julio del mismo año (336/2000). Se podrá suponer y decir que "se rompió la cosa"; incluso sin querer hacerlo, por mero accidente y, esto, debidamente comunicado en su momento al propietario-arrendador, no daría lugar jamás a la comisión del delito, sino a otro tipo de responsabilidades civiles. Pero tirar algo que no es de uno mismo, sino de otro, sin avisarle, de que se ha roto y pretender que "aquí no ha pasado nada", tan sólo puede ser propio de locos, de personas con coeficiente mental de un mono, o en cualquier caso de simples delincuentes. Sin embargo, conociendo a estas "enimencias" que son los jueces de Madrid, no tendría ninguna esperanza en que la Querella fuese admitida a trámite. Es harto sabido que suelen proteguer a los verdugos y desamparar a la víctimas. Parece ser que lo impone el "sistema democrático" y la Constitución, los "derechos humanos...". La Jurisdicción, en cambio, compete a León, donde se encuentra el Piso-Vivienda, y es posible que se admita, simplemente porque, si bien es cierto que "cuanto más bulto más claridad", y aquí el "bulto" es del tamaño de una campo de futbol, este aforismo, relativo al tamaño de la cosa, resulta mucho menos eficaz y perceptible que la agudeza de querer ver y encontrar un alfiler en un pajar, cuando se quiere encontrar, aunque en este caso no sea necesario.
De cualquier forma, doy gracias a Dios, porque, en el fondo de mi alma, y no hay otro fondo más profundo, deseo, con cierta compasión, que la Querella no sea admitida y, para quintaesenciar aún más mi sacrificio, hasta desearía que, en un alarde incalificable de cinismo y maldad, debidamente combinados, estos pobres diablos, por los que llevo rezando varios días, me pidiesen judicialmente, en la vía civil, que, a "mayor Inri", les devolvisese la fianza arrendaticia, unas diez veces menor en cuantía económica, que el valor de lo indebidamente apropiado, para poder así allanarme a su demanda. ¡Sin duda faltaría a la Justicia, a la que me debo a mí mismo!, y la Justicia es una virtud moral importante, la virtud de "dar a cada uno lo suyo". Pero, ¿acaso no ganaría en amor y se cumpliría en mí, en una infinitesisnal y simbólica parte, el supremo sacrificio de Cristo?
Tendré que esperar a los acontecimientos, pero entretanto, queridos amigos del alma, necesito vuestro opinión y vuestro consejo. Nás que nada vuestro consuelo y vuestro aliento y, muy en especial vuestras oraciones. Hoy, es el día de "San Isidro Labrador", Patrono de Madrid. Es el más ocuro y triste que recuerdo. Pero, por otra parte, me acerca también más a él. Porque siempre, he tenido para mí que aquel hombre tan sumamente humilde, de quien sus mejores biógrafos, Hurtado de Mendoza y Alfonso de Villegas, apenas han podido saber nada de él, sin duda sólo eso posible porque Isidro, tampoco quiso saber nada de lo que estaba fuera de él, es un modelo constante de confianza en Dios y de aceptación de cuanto Dios le envió. De ello son testimonio patente sus milagros: Suben las aguas de un pozo, para devolverle a su hijito caído en el fondo. Revive el Borriquillo y mueren los lobos que le dentellearon. Se mulpiplica el trigo, para alimentar a los pájaros ateridos. No se agota nunca la olla de la que soccore y alimenta a los pobres. Y, hasta cuando es acusado ante su patrono, entonces su amo, Iván de Bargas, de dejar el trabajo para ir a Misa, y Vargas quiere comprobarlo, contempla asombrado como descienden los ángeles del Cielo, para empuñar la esteba, mientras Isidro se encuentra en Misa, en la Almudena. Y, por todo ello, el día 12 de Mayo de 1622, Isidro es canonizado, por el Papa Gregorio XV, junto a otros tres españoles más: Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Teresa de Ávila.
¡Vuelve pronto a nosotros, Isidro, Labrador humilde, Pocero de aguas claras para fertilizar los campos! Nos haces mucha falta. Porque, de esta manera, otra vez podríamos ver a los Ángeles bajar del Cielo para tomar tu arado... De seguir las cosas, como yo hoy, amargamente, he de verlas, tan sólo puedo imaginarme media docena de diáblos transportanto entre cuernos y azufre el precioso mueble de cristal y barrotes de hierro cromado en oro, que tanto le gustaba a mi hermana, mientras un par de simples delincuentes se disponen a quedárselo para sí o para venderlo a un anticuario. ¡Y para el colmo de las desdichas, ya no está en Madrid Mesonero Romanos...! Luis Madrigal.-