Joaquina Téllez-Girón y Pimentel, X Marquesa de Santa Cruz, pintada por Goya.
En este retrato yacente, de 1805, porta una lira en su mano izquierda.
Oleo sobre lienzo (Museo del Prado. Madrid)
Luis MADRIGAL
En principio, La lyra, es un instrumento musical antiguo.
Es similar a la cítara, pero de menor tamaño. En sentido amplio y en cierto
modo traslaticio, la lira no sólamente se ha tomado como el símbolo por excelencia
de la Música, sino que también ha dado lugar a la ficción poética; a suponer imaginariamente
que quien la hace sonar es el poeta lírico al entonar sus cantos. Quién no
podrá recordar al Emperador Nerón, que ni era tan perverso como se ha dicho, y
como yo he podido leer también recientemente en FLAI
(ruego al autor que, en su momento me permita mi más respetuosa réplica), ni
era tan mal poeta. Sin embargo lo que ahora hay que decir es que, en lugar de
atribuirse a los poetas -al igual que
los escritores la pluma- se ha atribuido siempre a aquéllos la lira,
refiriéndose al Numen, o inspiración
de un poeta determinado: La lira de
Anacreonte, o de Horacio, de Petrarca, de Lope de Vega o de Rubén Darío.
Pero, en realidad, si se habla de lira, en sentido estricto, más que en el
figurado, y sobre todo de la lira como estrofa métrica, habría -o eso me parece a mí- que hablar de tres poetas, muy en particular: Garcilaso de la Vega, Fray
Luis de León y San Juan de la Cruz. Este último, el gran místico carmelita, fue discípulo de Fray Luis en Salamanca y llevó la
lira a la perfección, aún más de lo que ya lo hizo su maestro, en un sentido
genuinamente espiritual. Claro que San Juan de la Cruz es un poeta místico. Y en
este sentido es en el que voy a tratar seguidamente de la lira, esto es, en
cuanto a estrofa métrica
especialmente adecuada para todos estos tipos de canto, tanto los estrictamente
espirituales, propiamente místicos, como a los más delicados y sutiles.
Los tres poetas de
referencia, ya indicados, son para mí los grandes paradigmas, pero también -y mucho más en esta Página hispánica- tengo que hacer referencia a la llamada lira popular,
denominación dada a los “pliegos” en los que podía encontrarse un poema escrito en Décimas (estrofa por ello instrumentalmente muy
relacionada con la Lira, hasta
el punto de recibir de ella el nombre, aun de un modo erróneo) y cuyo estilo
métrico llegó a nuestra América tras su Descubrimiento. Esta lira popular
hacía allí alusión a los acontecimientos ocurridos en
España, donde había nacido la primitiva, en principio incluso a través
de los juglares, más que posteriormente la importada por Garcilaso de Italia.
Los “pliegos”, se vendían por las
calles de las Ciudades de América, colgándolos de una
cuerda atada entre los árboles, por cuyo motivo también fue conocida con
el nombre de “Literatura
de Cordel”, nombre este que dio lugar incluso en el Brasil, a la Poesía popular impresa en hojas
sueltas, que solían contener además canciones de la época, cuecas y romances. Especialmente cobró
arraigo en Chile, merced a un Profesor alemán,
Rodolfo Lenz, dedicado intensamente a estudiar la cultura chilena, y que
propició la donación a la Biblioteca Nacional de Chile de más de 800 Pliegos.
Este insigne Profesor, el Dr. Rudolf Heinrich Robert Lenz Danziger, había
nacido en Halle (Alemania) y era Doctor en Filosofía por la Universidad de
Bonn. Fue contratado por el Gobierno chileno para impartir enseñanzas en el
Instituto Pedagógico, puesto que, además del castellano, dominaba el italiano y
el francés, del mismo modo que el inglés, y naturalmente el alemán. Su
aportación fue inestimable, porque además de los estudios araucanos, en
general, prestó una importante aportación lexicográfica al castellano de Chile,
y entre ella la ya indicada.
Pero, tampoco es este
tipo de lira el que pretendo exponer. La estructura estrófica de la Lira, propiamente dicha, es la de una
combinación de cinco versos, tres heptasílabos
y dos endecasílabos,
que riman en consonante el primero (heptasílabo) con el tercero
(también heptasílabo); y el segundo (endecasílabo) con el cuarto
(heptasílabo) y el quinto
(endecasílabo). Son una medida y alternancia rítmicas de muy alta musicalidad,
pero no es tan difícil indicarlas. Utilizaré la notación, que pese a no gustarme
nada personalmente, suele ser habitual: 7a/11B/7a/7b/11B.
El
primer poeta castellano que utilizó la Lira fue Garcilaso
de la Vega, en su “Oda a la Flor de Gnido”:
Si de mi baja lira (7)
tanto pudiese el
son, que en un momento (11)
aplacase la ira (7)
del animoso viento (7)
y la furia del mar
y el movimiento; (11)
Y en ásperas montañas
con el süave canto enterneciese
las fieras alimañas,
los árboles moviese,
y al son confusamente los trajese;
con el süave canto enterneciese
las fieras alimañas,
los árboles moviese,
y al son confusamente los trajese;
No pienses que cantado
sería de mí, hermosa flor de Gnido,
el fiero Marte airado,
a muerte convertido,
de polvo y sangre y de sudor teñido…
sería de mí, hermosa flor de Gnido,
el fiero Marte airado,
a muerte convertido,
de polvo y sangre y de sudor teñido…
No me he limitado, como suele hacerse en los manuales y antologías, a reproducir únicamente la primera estrofa, sino que he añadido dos más. Todas, sería excesivo, porque son 22. Así, al menos, podrá apreciarse mejor la sonoridad. Sin embargo, también debo decir que Garcilaso utilizó solamente una vez esta estrofa, mientras que Fray Luis la usó constantemente, en particular en su Odas, que tanto recuerdan al mismo Horacio. Ejemplo obligado resulta asimismo la tan citada “Canción de la vida solitaria”, de la que reproduzco otras tres estrofas:
¡Qué descansada
vida
la del que huye el
mundanal ruïdo
y sigue la
escondida
senda por donde han
ido
los pocos sabios
que en el mundo han sido;
que no le enturbia
el pecho
de los soberbios
grandes el estado
ni del dorado techo
se admira,
fabricado
del sabio Moro, en
jaspes sustentado!
No cura [1] si la fama
canta con voz su
nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la
verdad sincera…
Por
último, otras tres estrofas de las liras de San Juan de
la Cruz, en su “Cantico Espiritual”:
¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti, clamando, y eras ido.
Pastores, los que fuerdes
allá, por las majadas, al otero,
si por ventura vierdes
Aquél que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras…
____________________________________________________
[1] No cura, es preciso entender
por “no se preocupa”, en el sentido latino, curare.
Si se me permite, y no se toma como inmodestia, debo decir que yo mismo he
compuesto también, no muchos poemas pero sí algunos en este tipo de estrofa, no
sólo por su dulce musicalidad sino por parecerme especialmente consolador y
gratificante, en especial al ánimo decaído o solitario. Pero sería ya un
verdadero atrevimiento permitirme ofrecer aquí, junto a tales gigantes de la
Poesía, mi humilde producción en el sentido indicado. Bueno, y en todos los
sentidos. En cualquier caso, ya tendré el gusto, y al mismo tiempo la osadía, de
presentarlas en esta Página, cuando llegue su momento.
Bien, y
de la Lira poco más cabe decir. Tan
sólo se puede añadir que -a mi juicio- quizá es la segunda estrofa en
musicalidad, tras el Soneto, aunque
una y otra difieran también en sus correspondientes contenidos, a lo que asimismo
me referiré cuando trate de esta última magna estrofa.
La Décima
zarpó del Mediterráneo para anclar en el Caribe
zarpó del Mediterráneo para anclar en el Caribe
Ahora,
debo referirme seguidamente a la Décima, estrofa de evolución más compleja,
en mi estimación personal y que ha dado lugar a mayores variaciones que la Lira, porque en esta última, pese a que
Fray Luis jugó también con otras combinaciones de rima, esencialmente apenas
hay diferencia, sin perjuicio de alcanzar, como ya he dicho antes, con San Juan
de la Cruz su más alta cota, dentro de su metro estricto.
Todo el
mundo sabe que, a la Décima, se le
llama también espinela
y, con este nombre, sucede algo muy parecido a lo que ocurre con el de América.
EL florentino Americo Vespucio (en italiano Amerigo Vespucci), según parece fue el primer europeo en
entender y afirmar que las tierras descubiertas por Cristóbal Colón constituían
un nuevo Continente. Y por ello el cartógrafo alemán Martin Waldseemüller, al
confeccionar un mapa en el año 1507, utilizó el nombre de “América”, en honor del autor de la teoría, en lugar de haberlo
hecho, como sin duda hubiese sido más justo, en el de quién fue no sólo el alma
sino también el autor material del Descubrimiento, pese a no saber lo que
descubría. Es decir que,
no sólo Colombia, sino todo el
Continente, debería haberse llamado así, y sin embargo se llama “América”. Con la Décima, esa gran estrofa métrica,
sucede casi lo mismo. Existía ya, muchos antes de que viniese al mundo Vicente
Espinel (Ronda, Málaga, España, 1550). Y no sólo existía, sino que incluso Espinel no
ha sido el poeta que más ni mejores Décimas
escribió. Obran en mi poder datos documentales no ya importantes, sino
concluyentes, para poder afirmar esto. Entre otros, las propias décimas que compuso
Espinel, a las que ni siquiera llamó décimas,
sino redondillas,
y que en realidad fueron tan pocas que su número tan sólo alcanzan a 10. Dos, en el preámbulo a un libro de Gonzalo de
Céspedes y ocho en un libro del propio
Espinel, “Diversas
Rimas”, publicado en Madrid, en 1591, según la edición de 1980 de
Navarro González y Navarro Velasco. Las diez, todas ellas, personalmente me
parecen tan malas, tan prosaicas y de tan escaso vuelo que no seré yo quien
coopere ni un segundo más a incrementar la fama de aquel vihuelista ramplón de
Ronda, que ya comenzaba a hacer carrera cuando se le ocurrió añadir una cuerda
más a la guitarra. Esta fama -y esto es
lo que puede parecer increíble- se debe
fundamentalmente nada menos que a Lope de Vega, al mismo que dedicó sus
venenosos dardos al humilde pero genial Miguel de Cervantes (“ingenio lego”, lo llamó, con desprecio
y puede que con envidia, por no haberse sentado en los bancos del Alma Mater salmantina). O a Góngora (a
quien llamaba “Gongorilla”, para
poder hacerlo “papilla”). Es mucho
más incomprensible, puesto que el propio Lope, Calderón, Núñez de Arce, muchos
poetas del XIX, algunos de la Generación del 27, especialmente Jorge Guillén y
Gerardo Diego y tantos poetas hispánicos, de casi todas las nacionalidades de
América, han escrito mucho mejores y más bellas Décimas. Lo único que hizo Vicente Espinel, respecto a la Décima,
fue fijar, alterándola, la estructura de la rima,
conforme al esquema abbaaccddc. Eso fue
todo, porque resulta muy dudoso que, además, propusiese la regla de que sólo puede haber pausas después de los versos pares,
especialmente después del cuarto, la cual más que probablemente se hizo
costumbre y norma con posterioridad al XVII.
Y no quisiera terminar sin proponer a
los posibles lectores dos modelos, o ejemplos, contrapuestos en cierto modo, de
Lira.
Uno, muy anterior a Espinel, que era 23 años más joven que Fray Luis, y otro
del inmortal Rubén Darío, un modernista, si bien
ya dentro de la estructura de rima modificada por Espinel. Y hay que decir que Fray
Luis de León, nace y cultiva la Poesía, entre 1527 y 1591. Es decir, como ya he
dicho, contaba 23 años cuando en 1550 nace Vicente Espinel. Y la estructura de
la Décima
en Fray Luis, en el momento mismo de salir de la
cárcel, el día 7 de
Diciembre de 1574, cuando Espinel tenía 24 años y Fray Luis 47, era
la que escribió en las paredes de su celda en el momento del ex-carcelamiento,
por aquella injusta prisión, sufrida a causa del más injusto aún proceso judicial
al que fue sometido por la Inquisición. No puede saberse con exactitud, o no
puede probarse, que en efecto Fray Luis escribiese esta décima en las paredes
de su mazmorra, pero lo que sí es cierto, por lo que el propio texto indica, es
que la compuso al salir de la prisión. Fíjense, fijaos amigos, la estructura de
rima en Fray Luis, cuando muy posiblemente Vicente Espinel no había compuesto aún
ninguna Décima:
1 Aquí la envidia y mentira
2 me tuvieron encerrado.
3 Dichoso el humilde estado
4 del sabio que se retira
2 me tuvieron encerrado.
3 Dichoso el humilde estado
4 del sabio que se retira
5 de aqueste mundo malvado,
6 y con pobre mesa y casa,
6 y con pobre mesa y casa,
7 en el campo deleitoso
8 con sólo Dios se compasa,
9 y a solas su vida pasa,
10 ni envidiado ni envidioso.
8 con sólo Dios se compasa,
9 y a solas su vida pasa,
10 ni envidiado ni envidioso.
Fray Luis
de León
Esta preciosidad no admite
comparación -sería un sacrilegio- con ninguna de las mediocres décimas escritas
por Vicente Espinel. E incluso, a mí personalmente incluso me gusta más aún,
con gustarme mucho la que seguidamente reproduzco de otro gigante, Rubén Darío, que no
obstante obedece a la estructura de rima propuesta por Espinel. Señalo
expresamente, como en la anterior, las diferencias de rima, en color,
espaciando además los versos 5º y 6º, que en uno u otro caso resultan
fundamentales:
1 Éste del cabello cano
2 como la piel del armiño
3 juntó a su candor de niño
4 una experiencia de anciano.
2 como la piel del armiño
3 juntó a su candor de niño
4 una experiencia de anciano.
5 Cuando se tiene en la mano
6 un libro de tal varón,
6 un libro de tal varón,
7 abeja es cada expresión
8 que, volando del papel,
9 deja en los labios la miel
10 y pica en el corazón.
8 que, volando del papel,
9 deja en los labios la miel
10 y pica en el corazón.
Rubén Darío
En
conclusión, la Décima, puede obedecer a una estructura de rima u a otra, según
se trate de las compuestas antes o después de Espinel. Hay que admitir que, con
posterioridad a éste, la Décima puede ser definida como una composición de diez versos octosílabos -aunque también puedan componerse Décimas en
cualquier otra medida- que riman entre
sí el primero, cuarto
y quinto; el sexto,
séptimo y décimo;
el segundo y el tercero,
y el octavo y el noveno.
Dicho de
otro modo, la técnica puede consistir en componer dos cuartetos, naturalmente de la misma rima entre sí, pero de diferente rima entre uno y otro, intercalando entre ambos cuartetos dos versos, el 5º y el 6º
de la estrofa, de los cuales el primero ha
de rimar con el último verso del primer cuarteto y el segundo con el primero
del segundo cuarteto. El modelo indicado, no puede producir duda alguna.
Esta estructura hasta resulta más sencilla o fácil de componer, que la anterior
a Espinel, y cuando la inspiración es de más alta cota que la de éste,
indudablemente también alcanza gran belleza. Sin embargo, la cultivada por Fray
Luis de León, como paradigma más representativo, aunque sin duda pueda resultar
de mayor dificultad de composición, en mi opinión alcanza una belleza superior,
al distanciarse o prolongarse más la rima, no sólo
entre los cuartetos, sino entre estos y los dos veros intermedios.
No he de
omitir tampoco dos aspectos más. El primero es el de que si bien la Décima, en mi apreciación personal, casi
como la Lira, ha de utilizarse para
expresar los más elevados y delicados sentimientos, también se ha usado, no
sólo con propósito filosófico-moral, sino jocoso o epigramático. Y el ejemplo
suele ser, en este sentido, el de la famosa Décima de Nicolás
Fernández de Moratín:
Admiróse un
portugués
de ver que en su
tierna infancia
todos los niños de
Francia
supiesen hablar
francés.
Arte diabólica es,
dijo, torciendo el
mostacho
que para hablar el
gabacho
un fidalgo en
Portugal
llega a viejo y lo
habla mal
y aquí lo parla un
muchacho.
Con una
intención y espíritu totalmente bien distintos, utilizó magistralmente la Décima, en los tiempos modernos, Gerardo Diego: Por ejemplo en esta delicadísima “Piedad”:
He aquí helados,
cristalinos
sobre el virginal
regazo
muertos ya para el
abrazo
aquellos miembros
divinos.
Huyeron los
asesinos.
¡Qué soledad sin
colores!
¡Oh, Madre mía, no llores!
¡Oh, Madre mía, no llores!
¡Cómo lloraba
María!
La llaman desde
aquel día
La Virgen de los
Dolores.
La segunda
de las cuestiones a las que deseo referirme expresamente, no sólo por hacerlo
en esta Página sino porque constituye una realidad objetiva, es la de que la Décima es una
de las formas estróficas de mayor arraigo y extensión en toda Hispanoamérica,
alcanzando especial significación en la poesía rural repentista, sobre todo en Cuba. De esto he podido enterarme en muy diversas
fuentes, ya que lamentablemente no he tenido nunca la suerte de estar allá.
Pero, siendo honesto, como se debe ser siempre, me parece obligado señalar,
como fuente muy importante, el trabajo del Profesor de la Universidad de Las
Palmas de Gran Canaria, Dr. Trapero, publicado en las Actas del VI Encuentro-Festival de la Décima y
el Verso Improvisado, celebrado en el año 2000. Es bien sabido que
el transoceánico viaje colombino, recaló en las Islas Canarias, tanto en Gran Canaria
como en La Gomera. Y de un modo similar, en cuanto canto popular de aquellas
Islas, pasó a América, inundando todos los ámbitos, populares y culturales, de
nuestra América hispana. De ahí que Francisco Henríquez,
diga que La Décima:
La recitaba el
maestro
de las escuelas
rurales
para enseñar las
vocales
del sonoro idioma
nuestro.
Y los
repentistas cubanos, decían, a su vez:
La décima hizo su
viaje
sin maletas ni
baúles
en las jorbas
azules
del camello del
oleaje.
Por
ello, sucesiva y respectivamente, Raúl Herrera y
Omar Mirabal, exclaman:
La décima que
describe
un paisaje
momentáneo
zarpó en el
Mediterráneo
para anclar en el
Caribe.
____
¡Qué larga la travesía
en pericarpio de
axioma
para la hispana
paloma
que vino al cielo
antillano
en galeón
castellano
ibérico del idioma!
Pero,
una vez en América, y no sólo en Cuba, la Décima se dispersa e inunda, no sólo
todos los ambientes, desde el de la devoción
religiosa hasta el de la tradición festiva popular, sino también todas
las latitudes. Y así, llegó a decir la poetisa cubana, exilada en Méjico, Mirta Aguirre, que los mejicanos quieren que la Décima sea mejicana; los argentinos,
argentina; los chilenos, chilena y los puertorriqueños, boricúa. Todos los
pueblos hispánicos de América, la han hecho suya. Y por eso el poeta canario Pedro Lezcano, llega a exclamar, precisamente en un Décima:
Aunque el poeta
inventor
fuera Vicente
Espinel,
la décima ya no es
de él,
sino del pueblo cantor.
Si la inventó un
ruiseñor
o si la plantó un
isleño
o si fue un
margariteño
quien le dio la
picardía,
como no es tuya ni
mía
nos tiene a todos
por dueño.
Y a las
nacionalidades hispánicas de decimistas ya indicados, hay que añadir también la
del poeta modernista uruguayo Julio Herrera, que
ilumina en forma de parodia culta la poesía de los
payadores orientales, así como la de la cantautora chilena Violeta Parra, cuya entidad de folclorista -a la que se unen las de pintora, escultora y
ceramista- en nada, creo yo, puede enturbiar su indudable vena poética, sin
perjuicio de ser considerada la fundadora de la música
popular chilena.
Bien, he de terminar, pidiendo disculpas por la tal vez excesiva
extensión. Dentro de unos días, concluiré esta serie sobre el Verso,
con las estrofas en rima asonante, alguna de
ellas también nervio vivo de la Poesía en castellano, para finalizar después
con la que siempre me ha parecido, y no sólo a mí, sino a muchas personas
amantes de la Poesía, la reina soberana de todas las
estrofas. El Soneto. Mi más cordial saludo, como siempre,
amigos.