Tiembla inquieta un vela y no se apaga,
aunque muera la cera que crepita,
como un corazón tierno, que palpita,
no encuentra ya el camino mientras vaga.
Errante, sin errar, sin que mal haga
a otro corazón, que fuera habita
y su lejano eco amor concita,
sin que nada lo evite ni deshaga.
No puede el corazón oír razones,
ni la razón sentir... Ni el pecho herido,
mientras gotea sangre, oír canciones.
No puede mi razón, por más querido
sea -al fin- el fin de mis pasiones,
al amor dejar hoy, si ayer ha sido.
Luis Madrigal