sábado, 31 de diciembre de 2011

ONTOLOGÍA DEL TIEMPO





DICEN QUE HOY TERMINA UN AÑO

Desde que yo era un niño de corta edad, esto es, cuando aún me hallaba, radicalmente, dentro de la más rigurosa y estricta dimensión del viejo aforismo clásico, aristotélico, según el cual el hombre viene a este mundo “tanquam tabula rasa, in qua nihil est spcriptum”, ya entonces -puedo jurarlo-  comencé a sospechar que el tiempo, ese gran misterio ontológico, no era, ni mucho menos, aquello que medían los relojes. Me convencí por completo de mi “teoría”, cuando mi madre me regaló el primer reloj. Un precioso reloj de pulsera, que yo miraba constantemente. No tenía ningún valor, pero para mí era una maravilla. La caja era niquelada, con agujas negras sobre esfera blanca. Era un reloj de pulsera, con correa de piel color avellana. ¡Y tenía segundero! Cada vez que aquella aguja daba una vuelta completa, ya había transcurrido un minuto. Si los minutos llegaban a ser sesenta, había pasado una hora, y si veinticuatro horas un día. Y así sucesivamente. Los años, regularmente, tenían trescientos sesenta y cinco días; cada cinco años, había transcurrido un lustro; cada diez, una década y cada cien, un siglo. ¿Hasta cuándo, y hasta cuánto, podría durar aquello?, pregunté un día. ¡No tiene fin!, me dijo alguien. Eso era ser infinito. ¡Ah…!, pensé para mis adentros: ¡Entonces, el tiempo no tiene límite! ¿Habría podido tener principio? En cualquier caso, no podía “caber” en aquella pequeña máquina que tanto me gustaba llevar prendida de la muñeca de mi mano izquierda. Alguien me dijo que era allí, donde había de situarse este tipo de relojes, que precisamente por ese motivo se llamaban “de pulsera”. No llegué a entender nunca por qué en la muñeca izquierda. Después, pude comprobar que algunas personas, efectivamente, lo llevaban en la derecha. Tal vez, por simple presunción o coquetería masculina, porque me estoy refiriendo a hombres. Quizá para singularizarse y distinguirse de los otros mortales, pretendiendo “ser más”, como he podido observar, alguna vez, hace el Rey de España. También los había de bolsillo. Aquellos enormes y aparatosos “pelucos” de oro, de doble tapa y doble cadena, que se prendían de alguno de los ojales del chaleco, como había visto hacer muchas veces a mi tío Teodoro, cuando vino de Méjico, hecho todo un “indiano”, un señorón que fumaba puros y consultaba constantemente aquel  reloj, haciendo sonar la apertura y cierre de una de sus dos tapas, mientras me hablaba también del de los aztecas y de aquella gran Nación, a la que tanto quería y tanto me enseñó a querer.

Cuando yo tuve aquel primer reloj, había cumplido exactamente 12 años de edad y estaba cursando entonces, creo recordar, el segundo año del Bachillerato, cuando éste constaba de siete. Tres años más tarde, comencé a saber que, además de preguntarse hasta cuándo y hasta cuánto podía durar el tiempo, podía tener sentido  -y mucho- preguntarse hasta dónde llegaba, y si el tiempo y el espacio eran o no una misma cosa, una misma entidad, un ens relativo. Mi afición natural a la Filosofía, en unión de aquel hombre sabio que tuve la suerte fuese mi Profesor en la materia, Don Vicente Losada, me permitieron tener noticia de las dos teorías más importantes que, entonces, ya mediado el siglo XX, pugnaban por abrirse camino en la explicación del origen y consistencia esencial del tiempo, como ser. Esto es, como ente, como entidad ontológica. Y pude saber ya entonces de las  enconadas discusiones entre los físicos y los filósofos a lo largo de la historia, que aún no han llegado a su fin, ni a ninguna conclusión definitiva. En los últimos siglos las posturas se han polarizado en dos teorías. Por una parte, el substantivismo, propugnado por Isaac Newton, que considera al espacio-tiempo como una entidad independiente de las cosas materiales, prescindiendo de que existan o no, y por otra parte, el relacionalismo, defendido por Leibniz, que reduce la naturaleza del espacio-tiempo al conjunto de relaciones entre los corpúsculos o partículas elementales de las que está compuesta la materia y que, por consiguiente, no puede existir sin estos corpúsculos materiales. Las discusiones entre los substantivistas y los relacionalistas se han prolongado hasta nuestros días. Para complicar el debate, han surgido nuevas cuestiones, como el descubrimiento por Gödel de unas soluciones de las ecuaciones de Einstein que implican un tiempo cíclico, o la propuesta de Putnam y Rietdijk, que defienden un mundo de cuatro dimensiones estático, en vez de apoyar la teoría de que el Universo es una sucesión dinámica de mundos tridimensionales. La conclusión es que la unidad espacio-tiempo, continúa siendo un enigma para la Ciencia y para la Filosofía; un misterio, para la Teología y, en consecuencia, un horizonte de negros nubarrones para el hombre.

Sin duda por ello, los hombres, la inmensa mayoría, han decidido divertirse, pasarlo bien, generalmente en todo momento, y de un modo especial en días como el de hoy.  Me han dicho que hoy, es el último día del año. Del año 2011, naturalmente. Con total sinceridad, yo estaba en la creencia de que era ayer, pero no, parece ser que es hoy, esta noche, a las 24 horas del día que transcurre en este mismo momento en el que esto escribo. Será entonces el momento, como mínimo, de abrazarse, de esbozar o romper en verdaderas sonrisas, besos y deseos de felicidad. También  -¡Dios mío, ¿cómo podrá ser posible a estas alturas?!-  de disfrazarse, vistiéndose de “legionario” o de troglodita (¡con el frío que hace!), con “matasuegras” o sin él; incluso de smoking, frac o chaqué, para asistir a algún baile de gala en algún casino o club distinguido, repleto de eso que ahora llaman “glamour”. A mí, antes, desde hace ya bastantes años, ese momento de paso, de tránsito de un año a otro, me  emocionaba y hasta me inquietaba gravemente, pero hace ya mucho, por lo menos casi dos décadas, que no me afecta en absoluto. Nadie se abraza, ni abre una botella de champagne en la víspera inmediata de un nuevo mes; ni menos aún, al pasar de una hora a otra del día. Esencialmente, la diferencia es exactamente la misma. Por eso, ya había decidido muy firmemente proceder con arreglo a esta realidad. Pero, últimamente, este año por ejemplo, me repugna hasta la saciedad escuchar por la calle la cantidad de sandeces, frivolidades y vacías superficialidades que escucho. ¡No lo puedo resistir! Tampoco pretendo, ni mucho menos soy tan iluso, “cambiar la Sociedad”. Y, lo malo, por este motivo, es que la única solución es la de no salir a la calle, ni ver la TV. Esto es, quedarme en casa, meterme, no “en el armario” (aunque pudiese ser esto una solución, “sensu contrario”, después de todos los que han “salido” de él). Meterme y tirar la llave. Ya es un poco tarde para marcharme a alguna isla desierta. O a la Argentina. ¡Qué más quisiera yo! Luis Madrigal.-




viernes, 30 de diciembre de 2011

EN TIERRA CALCINADA




ME MUERO MIENTRAS VIVO


Me muero de tristeza, estando vivo...
¿Y si la muerte 
habita silenciosa en mi morada?
¿Dónde encontrar la vida,
si la suerte,
aciaga cambió el paso y la pisada?
¡No lloraré...!
¿De qué vale un lamento
que se pierde en el aire
y sólo vuelve
tan crudo y sin aliento, al caer la tarde?
Aquí he de respirar,
vivo y doliente,
mientras espero... nada.
Y, si la muerte
es todo lo que tengo,
al menos algo es mío...
Fui sólo un soplo ayer
y ya ahora vengo...
¡Y siento como ayer un hondo frío!


Luis Madrigal




jueves, 29 de diciembre de 2011

REZAN POR ELLA



YO, TAMBIÉN


He leído esta misma mañana, en el diario "El Mundo", de Madrid que, en la República Argentina, las iglesias, los templos, se han llenado de personas para rezar por la salud de la Señora Presidente de la República, Doña Cristina Elisabet Fernández de Kirchner (La Plata, 1953). He podido leer además que incluso han llegado a agotarse las velas y otras ofrendas, intercediendo ante Dios por su vida. Dios me libre a mí, que no soy argentino, de la tentación de inmiscuirme en los asuntos de una Nación, por muy hermana que sea la Argentina, organizada políticamente en un Estado independiente y soberano. Ni eso ni nada remotamente parecido a ello. Sí he de confesar, en ejercicio legítimo de mi libertad de expresión, que esta señora, como su difunto esposo, no fueron nunca personas objeto de mi admiración. También parece, afortunadamente, que la enfermedad que le afecta, aun siendo grave, no lo es tanto como para temer por su vida. Pero sí quisiera, desde este humilde rincón, decir muy brevemente algunas cosas. Concretamente tres: La primera de ellas, es la de ratificar una vez más mi sincera gratitud y profundo cariño hacia la Argentina, pese a algunos de los que, en un pasado no excesivamente lejano fueron sus dirigentes políticos, y tampoco quiero referirme con ello precisamente a los Kirchner. En segundo término, dentro de este sentimiento, en general, de cariño hacia la gran Nación Hermana, debo mostrar rotundamente, ante esta noticia, mi rotunda admiración por el sentido patriótico que une estrechamente a todos los argentinos, cuando se trata de eso, de su Patria. Y, por último, no quiero dejar de decir, simplemente, que yo también me uno a todos los que rezan. ¡Es curioso...! En ocasiones como esta, siento la tentación de no hacerlo, si me paro a pensar en tantas otras personas, algunas tal vez del mismo nombre, de otras muchas "Cristinas" como en este mismo momento pueden padecer, en la Argentina y en el mundo, no la misma enfermedad, sino acaso otras más graves y cruciales. Aun así, la mejor receta no es la de olvidarse de quien sufre, por ser conocido o popular, sino la de acordarse de todos los demás, por absoluta y necesariamente desconocidos sean. Precisamente por eso, y por la misma razón, yo también rezo por ella. Luis Madrigal.-




 

miércoles, 28 de diciembre de 2011

RESPLANDECE EN EL CIELO




EL FULGOR DE UNA ESTRELLA
 

Cuando se muere el sol, nace una estrella
que brilla allá en lo alto, transparente.
Alumbra el caminar y, refulgente,
disipa la tiniebla… Ya destella,

ya tiembla en su fulgor, y sólo ella
ilumina mi paso y mi presente,
pese a estar siempre lejos, siempre ausente,
mas, al caer de la tarde, siempre bella.

Me embelesa mirarle. Ella me mira,
pero su rayo, apenas mortecino,
no alcanza mis pupilas. La mentira

nunca está en las estrellas. Y el andino
reflejo celestial se apaga y gira.
Deja al humano ser por el divino.



Luis Madrigal
 
 
 
 
 

EL EMMANUEL, SE LLAMA JESÚS




DIOS CON NOSOTROS


Muchas personas, con sentido religioso de la vida, o con una mera instrucción al respecto, saben que Emmanuel, es también el nombre de Jesús, no tanto del que “acaba de nacer” en Belén, hace unos días, sino del que nació hace ya 2011 años, porque, lo que cada año celebramos por estas fechas, es tan sólo el cumpleaños  -en la medición convencional que los hombres han dado al tiempo-  del Acontecimiento más racionalmente  incomprensible a la mente humana, el de la irrupción de Dios en la Historia. A ese Dios, el profeta Isaías, alguien que nació, a su vez, unos 750 años antes, le llamó Emmanuel, cuando escribió: “Pues bien, el Señor mismo va daros una señal: Mirad, una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, al que pondrá por nombre Emmanuel” (Is., 7, 14). Isaías llama así, Emmanuel, al que liberaría a Judá del peligro que suponía la amenaza de los reyes de Siria e Israel y buscaba el consentimiento del rey Ahaz para que permitiera a Dios guiarle en su gobierno. No se sabía exactamente cuándo nacería el niño, que según Isaías representaba la protección de Dios, o Jehová, pero las investigaciones han revelado que Isaías se refería al Mesías, al Cristo que también era llamado el Emmanuel. Sin embargo, a ese mismo Niño, el evangelista Mateo, aunque en principio le llama de la misma manera, e incluso traduce el significado de esta manera de llamarle: “Vez que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa:´Dios con nosotros´”, (Mt. 1,23) tan sólo dos versículos después, parece contradecirse, al escribir: “Y no la conocía hasta que ella dio a luz a un hijo, y le puso por nombre Jesús.  ¿En qué quedamos, pues? Ese Niño, ¿se llama Emmanuel o se llama Jesús?

Los lectores de la Biblia que posiblemente poseemos una fe “atea” y, sobre todo los ateos que leen la Biblia para afirmar con mayor rigor su ateismo, podemos ver en ello una total contradicción, que contribuya a entibiecer más nuestra escasa fe o a corroborar y robustecer la total falta de ella. Y sin embargo, no hay contradicción alguna, porque el nombre que anuncia Isaías (Emmanuel) es el nombre profético de Cristo, en realidad más que un nombre es una función o cualidad divina, mientras que Jesús, es el propio nombre personal del que viene a encarnar y cumplir esa función. No, no puede haber ninguna contradicción, porque si Emmanuel, significa “Dios con nosotros”, Jesús no quiere decir otra cosa, sino “Yahvéh es la salvación”. Es decir si Dios, ha bajado para estar con nosotros, es porque Él  -tan sólo y únicamente-  es nuestra salvación, el que puede librarnos de todos los males de la existencia, temprano o tarde, de todos los riesgos y peligros que nos acechan. Y por eso, dice San Jerónimo, que “Emmanuel y Jesús son nombres que significan lo mismo, no al oído, sino al sentido”.

No hay que albergar la menor duda por tal motivo. Sin embargo, en lo que sí es urgente penetrar es en las consecuencias, en los efectos de que Dios se haya abajado, se halla hecho uno de nosotros, tomando nuestra misma naturaleza, para poder estar con nosotros y entre nosotros. Esto es lo esencialmente vital y lo que, en consecuencia, ha de movernos con energía a encontrar la exacta definición de Dios, tal vez fuera de los tratados de Apologética, de la Summa Theológica tomista o de cuantas otras dimensiones o entidades se ofrecen a los humanos de esa substancia, causa radical de todas las causas, principio sin principio; el ens realissimum, que mucho antes que Kant   -hay un “hombre divino” que llevamos dentro, con el que nos comparamos y a la luz del cual nos juzgamos-  buscaban ya los filósofos pre-socráticos. De ese “Logos” que era en el principio, para un griego de Patmos, en el siglo I de nuestra era y, que, tal vez, desafortunadamente, San Jerónimo tradujo en la Vulgata por “Palabra”. Desafortunada traducción sin duda, porque el “Logos” era y es mucho más que la “Palabra”, con ser esta la maravilla que nos hace penetrar unos en otros. El “Logos” era la explicación coherente de todas las cosas, tanto de las materiales como inmateriales, de la física y de la meta-física. De todo cuanto ha sido creado, y muy especialmente del misterio del hombre.

Por este motivo, cada vez estoy yo más convencido de que difícilmente puede definirse mejor a Dios, que casi con las mismas palabras que el dramaturgo español Alfonso Sastre  -un comunista y en consecuencia un ateo, aunque tampoco necesariamente-  pone en los labios de uno de sus personajes, el central de la pieza, el protagonista, el Profesor Jacobo Parthon, en su tragedia “La Sangre de Dios”, drama dedicado a Sören Kierkegaard, al inspirarse en su “Temor y temblor”. Cuando otro de los personajes, Luis Opuls, su antiguo alumno de la Universidad, le pregunta si acaso Dios no es un “algo distinto, lo absolutamente otro; algo extraño y desconocido…, inmóvil, imperturbable, inmutable… Algo que no cambia ni se estremece; algo sereno y quieto, invisible, ajeno a todo el torrente del dolor humano, ese torrente que lleva fango y sangre, que arrastra cadáveres de niños, y en el que se oyen los gritos de los alcohólicos… Algo inmóvil, ajeno, desconocido… ¿No es así Dios?... Algo que no habla, que no responde. ¿Escucha las oraciones de los creyentes?”… Cuando se producen tales preguntas, Parthon replica con firmeza: “No. No es eso Dios. Sí habla… Hay que saber escucharle… Claro que oye… Llora con nosotros. Sufre y vacila por las calles con el último alcohólico, y su cadáver es arrastrado entre los cadáveres de los niños… No, no es el otro, no es extraño y desconocido…”

¡Que hermosa definición de Dios…! Porque, en efecto, si Él está “con nosotros”, es uno más de los nuestros. Y, desde luego es para todos, pero quiero pensar y creer que mucho más, preferentemente, para los más pequeños, los más pobres, los más desvalidos y solos de la tierra. Los que sufren y se arrastran entre la miseria, la angustia o la enfermedad. “Dios con nosotros” no pude significar otra cosa sino que todo, absolutamente todo lo humano, es al mismo tiempo divino y, en consecuencia, nada de cuanto afecta al hombre puede resultar ajeno a Dios. No sólo eso. Él no es objeto de utilidad, porque nada necesita de sus criaturas. Cuando crea, lo hace tan sólo por su propia gloria y por amor. Consagrarse a Dios, no puede ser por tanto, solamente, prestarle el culto de latría que como Creador merece, sino hasta, lejos del incienso de los altares, de la intimidad de las clausuras o de la presencia ante los sagrarios, consagrase al hombre que sufre y padece sobre la tierra. Para que, en medio de la tribulación y el dolor, no llegue nunca a perder la esperanza. Luis Madrigal.-
En la imagen de arriba fragmento de la Summa Theologiae
 

sábado, 24 de diciembre de 2011

A TODOS LOS QUE HOY LLORAN




LLANTO DE NAVIDAD


Tan sólo eres un Niño, y ya penando
vienes a un mundo cruel, que sufre y llora;
que convulso se agita y de Ti implora
la justicia y la paz que está esperando.

Perdona, Jesús mío, si gritando
yo mismo, al hombre, esclavo quiero ahora
en vez de hermano, en lucha arrolladora,
y, a tu amor  -tanto odio derramando-

se impone mi egoísmo, que al que pena
ni miro, cuando pasa, aquí a mi lado,
trenzando con mi mano la cadena.

Ardiente, torna en Ti mi pecho helado
y, por amor, evita la condena
de ser de nuevo, en él, crucificado.




Luis Madrigal




Madrid (España)

Navidad, 2011








ESTE HUMILDE BLOG
FELICITA
LA NAVIDAD
A CUANTAS PERSONAS, ALGUNA VEZ,
SE HAN ACERCADO A SUS PÁGINAS,
CON EL HONDO DESEO DE QUE
EL NIÑO DIOS NAZCA EN SU CORAZÓN.

CREYENTES O NO,
DIOS NACE PARA TODOS
  
 

viernes, 23 de diciembre de 2011

EL VIENTO ME DEJÓ UNA ROSA




YO NUNCA LA BUSQUÉ



Yo nunca te busqué… Te trajo el viento,
que soplaba aquel día
más suave que la brisa, quieto y dulce.
Melodioso, anhelante. Eso era todo
-además de vivir-  cuanto tenía.
¿Vivir? ¿Vivía acaso?
Estaba solo, mientras me inundaba la paz
y huía de mi alma la alegría.
Los días, eran quietos, sosegados,
y a las noches seguía la alborada…
Después, la paz se fue… Ya no quería
flotar en el letargo de la nada;
danzar sin escuchar la melodía
que escuchaba, sin saber acaso
que un día por su amor me moriría.
Quise alcanzar la flor… Era una rosa rubia,
como el color del oro,
la más bella que había visto al paso.
Pensé, quise creer, que la tenía.
Mas, no era así… Al declinar la tarde,
los pétalos murieron, heridos por el viento,
-¿tal vez el mismo que la trajo?-
o la lluvia, que empapa las esquinas.
Hasta el cielo volaron y, al momento,
dejaron en la tierra las espinas.



Luis Madrigal





jueves, 22 de diciembre de 2011

TOMA SU VIDA, HAZLA DE NUEVO...




YO, AQUÍ ESTARÉ



Este pleno vacío, este ansia loca
que arrastra en su corriente un loco río
desbordado de amor... El desvarío
de mi mente, que sueña con tu boca...

No acierta a comprender cómo una toca,
sobre tus sienes, quiera tu albedrío
-para colmar mi Invierno de más frío-
sienten tus manos, cual si fueses roca.

Si así ha de ser, y es el Amor quien llama
para colmar de Él a un mundo hambriento,
bendita sea la Voz que por ti clama.

Yo, aquí estaré, tan pobre y harapiento
que algo he de recibir, aun hecho un drama
mi corazón hundido y ceniciento.




Luis Madrigal






INVIERNO ASTRONÓMICO



Hoy, Jueves 22 de diciembre de 2011, a las 6h 30m hora oficial de la Península Ibérica, es decir dentro de menos de seis horas y media, se inicia el Invierno en el Hemisferio Norte, según el convenio astronómico. Esta estación, la más corta del año desde hace algunos siglos, durará 88 días y 23 horas. En dicho hemisferio, la Primavera se iniciará el día 20 de marzo de 2012. El inicio de cualquiera de las estaciones del año se produce en el momento en el que la Tierra se encuentra en una determinada posición de su órbita alrededor del Sol. En lo que se refiere al Invierno, en el punto de la eclíptica en el que el Sol alcanza su posición más austral, o máxima declinación Sur (-23º 27´). Durante varios días, su altura máxima no cambia. A esta circunstancia se le llama solsticio (o “sol quieto”) de Invierno. En este mismo instante, en el hemisferio Sur se inicia el Verano. Al solsticio de Invierno corresponde el día de menor duración de todo el año.

Sin embargo, el inicio del Invierno, no se produce siempre en una misma fecha, sino que puede darse en cuatro fechas distintas, del 20 al 23 de Diciembre. Las variaciones de un año a otro son consecuencia del modo de encajar la secuencia de años según el calendario (unos bisiestos y otros no). La duración del día de hoy, 22 de Diciembre, esto es el tiempo que transcurre entre la salida y la puesta del Sol, será la de menor duración de este año 2011, habiendo sido el día más largo, el del 21 de Junio, que duró 15 horas y 3 minutos. Como puede advertirse, existe una diferencia de casi 6 horas entre un día y otro.

Por otra parte, el próximo día 5 de Enero de 2012, se dará el máximo acercamiento anual (perihelio) entre la Tierra y el Sol, siendo la distancia de algo más de 147 millones de km. menos que en el momento del afelio, o de mayor distancia, lo que sucederá el día 5 de Julio de 2012.


En lo que se refiere a la salida y puesta del Sol, no será este día más corto del año aquel en el que el Sol salga más tarde y se oculte más temprano. No será así por la razón de que la órbita de la Tierra alrededor del Sol no es circular sino elíptica, y a que el eje de la Tierra está inclinado en una dirección que no coincide con el eje de la elipse. El día en el que el Sol se puso más pronto fue el día 8 de Diciembre, y cuando saldrá más tarde será el próximo día 5 de Enero de 2012.

A lo largo de este próximo Invierno, no habrá ningún eclipse. Y en cuanto a la primera luna llena del Invierno, ésta se producirá el 9 de Enero de 2012, y las siguientes los días 29 ó 30. Posteriormente, se darán otras dos lunas llenas, los días 7 de Febrero y 8 de Marzo del mismo año 2012. En cuanto a la visibilidad de los planetas, Marte, muy brillante, será visible casi toda la noche, desde el atardecer hasta casi el amanecer. Venus y Júpiter serán los luceros de la tarde, mientras que Saturno lo será de la mañana.

La primera lluvia de meteoros importante del Invierno será la de las Cuadrántidas, cuyo máximo se producirá hacia el 3 de Enero. En cuanto a las agrupaciones ficticias de estrellas conocidas como constelaciones, alrededor de la estrella Polar se verán a lo largo de la noche Casiopea, la Osa Menor y Cefeo. Las constelaciones zodiacales (eclípticas) visibles en este periodo irán de Acuario a Sagitario. Por encima de la eclíptica destacarán Pegaso y la Osa Mayor; por debajo, Orión. A lo largo de las noches de invierno podrán verse las doce estrellas más brillantes del cielo que son visibles desde nuestra latitud: Sirio, Arturo, Vega, Capela, Rígel, Proción, Betelgeuse, Altair, Aldebarán, Antares, Espiga y Pólux. Con grandes prismáticos o un pequeño telescopio, dotados de un filtro lunar adecuado, se puede observar el relieve de la Luna. Para tener una buena visión de él conviene ir observándolo noche tras noche mientras va creciendo la iluminación de la Luna, pues así se ven aparecer nuevos accidentes orográficos. Cuando la noche es más oscura por haber luna nueva, se puede intentar ver nebulosas de emisión como el complejo de nebulosas de Orión (Messier 42 y 43), el grupo de las estrellas Pléyades y el resto de supernova conocido como la nebulosa del Cangrejo (Messier 1). Con prismáticos también se pueden ver las lunas más brillantes de Júpiter y se puede hacer un recorrido por la franja estrellada que constituye la Vía Láctea.

Información facilitada por el Observatorio Astronómico Nacional de España (IGN, Fomento).




miércoles, 21 de diciembre de 2011

¿DÓNDE ESTARÁ?




¿NAVEGARÁ EN AQUEL LAGO?


Se lo dije ayer al viento
y hoy se lo digo a la lluvia.
¿Dónde está? ¿Dónde su eco
se esconde, que a mí no llega?
¿Chocará con la Montaña,
siempre cubierta de nieve?
¿Se enredará en la maraña
de espinos que, junto al fuego,
levantan una humareda
que llega llorando al cielo?
¿Navegará en aquel Lago
de ondas azules, que ayer
rasgó al avanzar la quilla
de aquella barca de ensueño?
¿Dónde estará? Si, yo aquí,
sigo anclado en mi locura,
dondequiera su hermosura
está siempre junto a mí...
Calmando siempre mi sed.

Y, en una noche de luna,
a través de mi ventana,
amaneciste otra vez.



Luis Madrigal






martes, 20 de diciembre de 2011

TE BUSCO Y NO TE ENCUENTRO




CUANDO DUERME LA ALBORADA


Te busco y no te encuentro... Y no hace nada
que tu palabra en mí estuvo dentro.
¡Pobre de mí...! Quiero encontrar el centro
de mi vida, que gime atormentada.

Despierto, cuando duerme la alborada,
como agita un temblor, y su epicentro
está lejos de mí, y no hallo encuentro
en la inmensa distancia tan buscada.

Bien quisiera reír... Buscar la suerte
que la alegría cierne sobre el alma.
Separar de mí el llanto, ser más fuerte.

Pero soy yo, no otro, y no hallo calma.
Sin duda, la hallaré cuando, ya inerte,
tú pongas en mis manos verde palma.



Luis Madrigal






sábado, 17 de diciembre de 2011

BRILLA UNA ESTRELLA EN EL CIELO




LA ESTRELLA ES PARA TI, SEÑOR


Tantos años en busca de una estrella

y es para Ti, o puede serlo un día.

Perdóname, Señor, si a la alegría

que aroma mi alma, al verte preso en ella,



se opone el torpe instinto y deja huella

de la humana pasión, que todavía

alienta mi sentir, y la afonía

de mi alma que - al oír-  aún resuella.



No te disputaré su amor, a Ti que lo eres,

y  en Él habitan todos los amores.

Que viva para Ti, que por mí mueres,



y  libre por amor tantos dolores...

Hiéreme a mí también, ya que la hieres,

que es una bella flor, entre las flores.



Luis Madrigal





A LAS PUERTAS DEL FRÍO INVIERNO




VUELA SOBRE LA MIES DE ENERO


Es de oro como el trigo
de esa Hermosura,
donde el sol y la luna
sus rayos tienden.
Un trocito de cielo
allí camina,
mientras brilla la luna,
en cada esquina.
Día y noche soñando
sueños  que envuelven
la belleza, el amor
y un ramo verde.
Le cayó un día un suspiro,
allá del cielo
y nació una azucena
bajo su suelo.
¡Ay, espigas de oro,
entre las mieses,
volad más y más alto,
-más que quisieses-
hasta llevar el grano
al cuerpo exhausto…!
¡Ay, niña de mis ojos,
blanca paloma,
vuela sobre las olas
a mis abrojos…!



Luis Madrigal
 
 
 
 

jueves, 15 de diciembre de 2011

MUERE MI CORAZÓN




VIVE MI CORAZÓN TAN LEJOS...


Vive mi corazón tan lejos,
que no puede escuchar de cerca su latido.
Ya no está en mí.
Vive por sí el sentido
que siente sin sentir y, herido,
busca el dulce morir.
Late mi alma, se apaga lentamente 
y, al latir sobre sí
-pecho abatido-
se alza con dulzura
al cielo azul, buscando la simiente
de la nube que habita allá en la altura.
Quiere alcanzar volando la hermosura
que un día el viento trajo a mi ventana,
cruzando el Mar,
para encender de su fulgor la llama
que ardió y sigue ardiendo pura.
Sin esperanza espero y, en la espera,
como la noche, mi hora se hace dura,
mientras consume con amor la cera...
Pese al correr del tiempo, no se apaga.
Alumbra, aun tenue, mi postrer vivir
y, con su tibia luz, mi vida entera.
Baja del cielo hasta mis pies la niebla,
que mi ser envuelve en la espesura,
y se agita, tiembla, parece que la nada,
ya oscura en sí, se hunde en la tiniebla.
Mas, un eco melodioso, de lo lejos,
llega hasta mí, sosiega mi agonía y me acaricia
con armonioso son. Es ambrosía
que endulza el ácido sendero
y alienta mi latir... mientras me muero.



Luis Madrigal