LA MISERIA DEL
FÚTBOL
Van a
cumplirse dentro de pocos días los cuatro años, desde que exactamente el día 15 de Julio de 2010,
publicaba yo en este mismo Blog un artículo de corte periodístico, bajo el
título de “LA PANDEMIA”. Si alguien tiene algún interés, puede encontrarlo en
Índice del Blog, y en la entrada del día indicado, una de las dos únicas
publicadas en el mes de Julio de dicho año 2010. La imagen que entonces trataba
de ilustrar tal artículo, es exactamente la misma que ahora utilizo para el presente,
aunque deberían introducirse algunas variaciones. Podría también haber variado
mi opinión -toda opinión puede ser
siempre variable, evolucionar a lo largo del tiempo- pero me ratifico íntegramente en lo que
entonces pensaba. Si entonces dije lo que dije, habiendo ganado España
la Copa del Mundo, en Sudáfrica, no diré ahora lo contrario, cuando la ha
perdido en Brasil -según manifiestan los llamados periodistas deportivos- tan
“dolorosamente”. Por favor, el dolor es otra cosa. Están también empeñados en
descubrir qué fue lo que pudo haber pasado, para estar experimentando ahora
tanto dolor y, con rotundas y continuas contradicciones lógicas, no acaban de
ponerse de acuerdo. A mí me parece, simplemente, que el fútbol, en la dimensión
que ha llegado a alcanzar, además de una corrupción colectiva, intelectual y
moral, es un mero juego. Unas veces se gana y otras se pierde. Nadie puede
ganar siempre, ni siquiera Brasil, que ha ganado tal gloriosa competición cinco
veces, de lo cual, además de la bahía de Río y de la playa de Ipanema, están
sumamente orgullosos los brasileños. ¡Oh, Brasil, tan grande
-geográficamente- preñado de fútbol y
bananas! Desde luego, jamás tiraré yo ninguna a ningún jugador de fútbol
brasileño, para que se la coma, porque eso es racismo y, en consecuencia, una
perversión como tantas otras.
Pero, en
relación con el intrigante arcano de la causa
-y de la causa de la causa del mal causado a los españoles- me parece
que eso es todo. No se compliquen ustedes científicamente, como pretenden, en
esclarecer el factor radicalmente determinante de la hecatombre, término que,
en rigurosa etimología, del griego clásico, significa “el sacrificio de cien bueyes”, porque tal causa radical, no existe,
ni por tanto puede ser aplicable al caso, el principio penal según el cual “qui est causa causae, est causa causati”.
Dejen ustedes en paz a ese buen hombre, quiero decir Caballero, al Excmo. Sr.
Marqués de Del Bosque, que me parece, en sus intervenciones orales, una persona
especialmente ecuánime, sensata, prudente y muy elegante y que, supongo, sabe
mucho de fútbol, cuya disciplina desde luego no es una ciencia del logos, ni munos menos exacta, ni tampoco una ciencia, ni siquiera
de la realidad, ya sea ésta física o material, ya lo fuere, en su caso -lo que no parece nada probable- una realidad del espíritu.
Lo que si
deseo hacer, únicamente, es formular un par de observaciones acerca de otras
tantas cosas que me han llamado la atención. La primera, es de carácter
estrictamente deportivo, o futbolístico, aun careciendo por mi parte de los
debidos conocimientos al respecto. En el ya indicado artículo de hace casi
cuatro años, decía yo -lo citaré
entrecomillado para no hacer trampa alguna-
que en lo relativo al partido final contra Holanda, se había
transformado lamentablemente “aquella
maravillosa naranja mecánica en una pervertida naranja podrida”. Eso dije
entonces, y ahora no puedo decir tal cosa, ni mucho menos, pero sí diré, según
apreciación personal según lo que tuve ocasión de ver, que lo que sí fue el
equipo nacional de Holanda, en esta última ocasión, fue una “naranja afortunada”. Muy afortunada,
porque, solamente faltó un tris para que el escandaloso resultado hubiese
podido invertirse. De todas formas, hay que felicitar deportivamente a los
neerlandeses, ciudadanos de un país, en este momento, amigo y socio de España. Al
menos, hay que felicitarles muy especialmente, en justa compensación al miedo
que las madres holandesas sentían, en el momento de acostar a sus hijos, a que
llegase hasta sus cunas el Duque de Alba. Y, además, hay que alegrase por su
triunfo, y desearles otros futuros, por que no en vano el Himno nacional de Los
Países Bajos es el único de todos los de la tierra que habla de España: “Den Koning van Hispanje, heb ik altijd
geëerd”. Y esto, al cabo de los años, resulta de agradecer.
La
segunda observación, nada tiene que ver ni con el fútbol ni con ningún deporte.
Resulta de carácter estrictamente sociológico, o socio-político, en el sentido
más amplio. ¿Qué le habrán hecho España, o los españoles, al Brasil y a los
brasileños? La cosa venía ya de antes. Pero los silbidos, abucheos, pancartas y
otros gestos colectivos, de marcada adversidad hacia España, observados en esta
Copa del Mundo y en la anterior llamada de Confederaciones, han llamado mi
atención. Yo, estaba en la creencia de que Brasil era un país en el que se
quería a España, pero veo que no. No siento ninguna recíproca animadversión,
pero lo lamento sinceramente. Lamento mucho más que ninguna de las personas brasileñas
relacionadas con el fútbol, jugadores o entrenadores que han pasado años,
incluso largos, en España, no hayan dicho ni media palabra al respecto. En
España siempre se ha acogido con admiración, cariño y suma deferencia a los
futbolistas brasileños que han jugado en los equipos de clubes españoles.
¿Ninguno de ellos ha sentido la necesidad de decir nada al respecto? Estas
naciones jóvenes, en sus ademanes y hasta en sus himnos nacionales, casi
siempre amenazantes, resultan de un exacerbado patriotismo. Pero la nación
brasileña, debería recordar que, si no es “hija” de España, si lo es del
hermano Portugal, y por tal motivo, al menos es “sobrina” de España y, junto a
ella, forma parte de la Comunidad Iberoamericana de Naciones. ¿Acaso no es esto
suficiente para denotar más cariño que lo que casi parecía semejarse, o colindante con el mismo odio? Suerte también a Brasil, pese a ello. Por mi
parte, los mejores deseos en esta XX edición del Campeonato del Mundo, no sea
que lo contrario pueda provocarse una catástrofe nacional entre los propios
brasileños. Aunque no hay peligro alguno de ello. En último extremo, ya se
encargarán los árbitros de que no pueda ser así. Pero en ningún caso nadie podrá
evitar que esta Copa del Mundo haya sido la peor de cuantas se han jugado desde
el año 1930 y este equipo de fútbol el peor y más menesteroso que nunca haya
podido tener Brasil. A partir de ahora, ya ni fútbol. Sólo bananas. Ya he dicho
que le deseo lo mejor, pero, en un momento en el que ya no están presentes en
el Acontecimiento, ni Chile ni Uruguay, Ecuador o Colombia, el bravo Méjico ni
la revelación de Costa Rica, el único equipo nacional cuyos jugadores y legación hablan mi misma lengua, es Argentina. A ella, le dedico mi mayor
deseo de victoria final, porque, no sólo representa a la propia patria
Argentina, sino a todas las naciones hispanas. Maxime, en unos instantes en los
que, en el “Hospital Universitario
Gregorio Marañón”, de Madrid, se debate entre la vida y la muerte Don Alfredo
Di Stefano Laulhé, que aun estable dentro de la máxima gravedad, tras un coma
inducido, lucha contra una severa cardiopatía, que le causó 19 mínutos de
parada cardiorrespiratoria. Suerte a Alfredo, nacido en la Ciudad de Buenos
Aires, de doble nacionalidad argentina y española y doblemente también
integrante de los equipos nacionales argentino y español, 10 veces
internacional con Argentina y 31 con España ¡Hala, Argentina!