LOS FANTASMAS
El Domingo, 9 de
Abril de 1995, publicaba ABC, en la portada de la edición del mismo día, un
“chiste” de aquel gran dibujante que fue Antonio Mingote. En realidad, Mingote
no hacía ni contaba chistes, sino que meditaba gráficamente, con una vena acusada
de humor, y a veces de dolor, mediante el dibujo -por cierto magnífico- lo que, desde luego, en mi modesta opinión, no
era suficiente ni adecuado como para ser nombrado miembro de la Real Academia de la Lengua. Ciertamente,
algunos o muchos de los designados para la misma función, en los últimos
tiempos, no poseen ni reúnen la décima parte del valor y talento de Don
Antonio, por no clamar al cielo si se piensa en un señor que era “mimo”, es
decir un ilustre payaso, no parece que de mayor entidad intelectual que esos
que hacen de estatua con la cara pintada de blanco, en las calles y plazas.
Este tipo de fantasmas, resultan indignantes, a mí al menos, y ya a este tema
en particular dediqué en este Blog la entrada del día 7 de Febrero de este mismo
año, bajo el título: “Otro extraño
académico de la Lengua”.
El término -la
palabra- fantasma, tiene atribuidas
en el Diccionario RAE, hasta ocho acepciones, más o menos similares, pero desde
luego todas ellas comunes a la idea de falacia, de falsedad. Es decir todo
fantasma, y toda idea o finalidad fantasmagóricas o fantasmales, constituyen
mentiras, ideales imposibles de realizar.
Creo que fue Don
Agustí Montal -hijo- Agustí Montal
Costa, aquel Presidente del F.C. Barcelona, quien dijo, con cierta mala
intención pero al mismo tiempo muy graciosa que “todos los fantasmas visten de blanco”. Ello irritó mucho, como es
lógico, a todos los furibundos y recalcitrantes “hinchas” del Real Madrid.
Sobre todo a los menos dotados del sentido del humor. Pero en los últimos
tiempos, los fantasmas se han vestido de todos los colores y han utilizado toda
clase de diferentes indumentarias. Especialmente en el campo de la política. Así,
un día surgieron los ecologistas, los “verdes”,
que en realidad en el fondo eran y posiblemente siguen siendo más rojos que un
pimiento. Tal vez por tratar de elaborar los productos hortofrutícolas de la
manera más pura y menos contaminante, lo cual está muy bien, pero para ello no
hace falta recurrir a “lo otro”, tan sobado y tan falso, de la lucha de clases
para conquistar el Estado e imponer desde él la dictadura del proletariado.
Falso, falso. Más falso que Judas. Lo acredita la Historia, la ya harto
contrastada y la más reciente. El capitalismo es un sistema económico muy malo
e injusto, es cierto, pero si la alternativa es la del marxismo-leninismo,
entonces es que no hay alternativa y aquél se convierte en un mal muy menor.
Pese a ello, parece
ser, por causas totalmente ajenas pero también propias y comunes a toda
ideología -dada la perversión del ser humano- han surgido estos mamarrachos de
última hora a los que hasta hace pocos días, las encuestas sobre el propósito
electoral de los españoles consideraban vencedores. Menos mal que ayer mismo,
ya han retrocedido al segundo lugar, aunque precedidos por ese otro ignominioso
partido político que llaman el PSOE, nacido en su día para “destruir el sistema”, según declaró a la
sazón su ilustre fundador -que era un linotipista de Ferrol- y de paso para destruir España. Parece que ser
que la memoria de los electores españoles es muy frágil y sólo recuerda los
acontecimientos más recientes, los del caso Gürtel, su derivación hacia el caso
Bárcenas y otras canalladas de los políticos deshonestos del Partido Popular y,
de paso, de todos los demás partidos. Y ya se ha olvidado de el “ingeniero”
Roldan, Filesa, Malesa, Time-Sport, Aída Álvarez, “Minmano”, la señora del papel del Boletín Oficial del Estado, el
Sr. X, etc., etc. Por no hablar del caso Merca-Sevilla y consiguientes
escándalos de los ERES de la UGT
de Sevilla, en connivencia y confabulación con los ex-Presidentes socialistas
de la Junta de
Andalucía, Sres. Chaves y Griñán. Tampoco, parece ser, se recuerda ya al último
bobalicón y demás inútiles colegas, que dejaron España hecha un solar, arruinada
y miserable, mucho más por lo que no hicieron a su debido tiempo que por la
cantidad de estupideces que hicieron, ya fuese construir aeropuertos que jamás
se han utilizado, repartir como quien lanza algo al aire, a la rebatiña,
billetes de 500 euros, hasta vaciar las arcas públicas que estaban llenas, u
otras por el estilo, propias de aquellos descerebrados. Pues, según la encuesta
de hace unos días, los españoles insisten, quieren volver de nuevo a las
mismas, alejando, eso sí, el fantasma de los impresentables coletudos, barbudos
y otros especies similares, con bufanda o sin ella, que pretendían sacar a
España de la OTAN,
armar al pueblo contra los militares, suprimir la cabra de la Legión y otras fechorías
similares -las mismas- que las que ya propiciaron no hace tanto en
Venezuela, para situar a este próspero y rico país petrolífero en el borde de
la sima del desabastecimiento de productos básicos y del caos.
Entre una y otra
especies de fantasmas, resulta difícil tomar posición. Desde luego el PSOE -frente a los aristoi atenienses- es
tradicionalmente, con muy escasas brillantes excepciones, el partido de los
peores, de las malas maneras, de la grosería, el mal gusto y la mala educación,
además de representar la incompetencia generalizada para ejercer la tarea de
gobernar a un país. Y eso no lo puede cambiar este muchacho, un poco más
aseado, en términos taurinos, pero de muy escasa y corta embestida, según
parece. Estos otros, de reciente aparición, dicen ser Catedráticos,
catedráticos con coleta, en lugar de toga y birrete, que por seguro
despreciarán, como dicen despreciar el dinero. Esto lo dicen con la boca
pequeña, porque este sujeto de tan trágico nombre histórico-político, el coleta
principal, es el asesor de los venezolanos y escribe para ellos -hasta debe saber escribir, aunque muy
posiblemente con faltas de ortografía-
importantes documentos, espléndidamente retribuidos y pagados a
toca-teja. Dicen que son catedráticos, y puede que lo sean. Pero de la Facultad de Ciencia
Políticas, que posiblemente es, junto con las de otras “ciencias” inexistentes,
la hez del mundo universitario e intelectual español. ¡Ciencias Políticas!
¿Pero qué clase de ciencias son esas? Ya las “Ciencias de la
Información”, sin duda consisten en pegar teletipos con goma
arábiga, y en el arte de vender periódicos -la prensa- o de destrozar el Diccionario cuando esta
función se ejerce a través de las ondas de la radio. En especial si trata de
esas mujerzuelas de gritan en la TV,
y que dicen ser “periodistas”, o de
los llamados periodistas deportivos, ridículos personajes que han llegado a
constituir el nuevo humanismo de nuestro tiempo cuando tratan de filosofar
sobre el gol, el área de penalty, la patada, el puñetazo, el salivazo y demás
grandezas y glorias del deporte de las masas. A fin de cuentas, hay que
considerar que toda masa tiende al embrutecimiento de por sí y que, por
consiguiente, no es tan grave el hecho de contribuir a embrutecerlas aún más. ¡Pero
que será eso de las “Ciencias
Políticas”…! ¿En qué podrán consistir tales ciencias? De todas las ya cuantificadas acepciones del término “fantasma”,
nada menos que ocho en el Diccionario de la Academia, sin perjuicio de coincidir unos y otros
en la segunda de ellas (“visión quimérica
como la que se da en los sueños o en las figuraciones de la imaginación”),
lo cual es propio de todo socialismo (el utópico, el de cátedra, el populista,
además del sanguinario marxista-leninista), para estos de la coleta habría
que seleccionar la cuarta acepción: “Espantajo o persona disfrazada que sale por
la noche para asustar a la gente”. Pero,
cuidado, u “¡ojo”!, como decía aquel otro pintoresco y necio personaje de la radio
futbolística. En Venezuela han liado una buena catástrofe, aunque aquí, en
España, ni “pueden”, ni saben y
posiblemente ni quieren. Menos mal que nosotros, los españoles, aún siendo muy
poca cosa en la hora presente, tampoco somos precisamente “venezolanos”. Por todo ello, me parece a mí, que en aquella
ocasión, como sin duda en esta, Mingote tenía mucha razón: Cuando el electorado
español, “en pleno” y no ante las encuestas, se vea más bien ante el
precipicio, si le asiste un mínimo de sensatez, tendrá que ponerse unas pinzas
en la nariz y depositar en las urnas el papelito que diga. “Partido Popular”. O bien,
abreviadamente, “P.P.”, que es una
expresión muy española y muy castiza. Yo, al menos, pienso hacer eso, aunque ni
yo ni nadie estemos libres de la barbarie y la insensatez colectivas. Ya, en cierta
ocasión, aquel extraño antropólogo, pariente de Don Pío Baroja, propuso el
suicidio colectivo.
Luis
Madrigal