SE HA NUBLADO LA LUZ
Se ha nublado la luz, tras el cristal de mis ojos y, súbitamente, ha
desaparecido el mundo. El mundo visible, que es una de las dimensiones más
reales de cuantas creemos percibir, además de nosotros mismos. Ciertamente -como aquel famoso caballo- bastará que se cierren mis ojos para que
desaparezca y deje todo de ser para mí. Para mí, ya no puede ser, porque lo es
tan sólo en la medida en que yo lo percibo. La Ciencia, ha liberado al hombre,
en una buena parte, de aquella esclavitud ya pasada de no ver, de no poder ver
en vida para siempre, o nunca más, garantía efectiva de las tinieblas
exteriores. Pero no es ni podrá ser nunca la Ciencia quien nos libre de vernos
a nosotros mismos, aunque decline y se apague la luz contendida y emanada de
los astros; del sol, en nuestro sistema planetario. ¡La Luz, oh la luz! La luz
del alma, la luz del intelecto, la luz del espíritu. Sólo ella puede alumbrar
luminosamente la figura y el cromatismo de cuanto habita dentro de mí. En
ocasiones, esa explosión de luz, hasta es dolorosa o, a veces, ante su verdad
parecen colisionar inverosímiles artificios, que la hacen perceptible tan sólo
de una manera borrosa, en ocasiones tosca y hasta inmisericordemente cruel.
Pero tan sólo es un fugaz instante. Apenas bastan unos segundos y la Esperanza
volverá a llenar de plano y plenamente el escenario de mi vida humana.
Luis Madrigal