miércoles, 25 de abril de 2012

PROSA POÉTICA (VI)



OTRA TARDE PARDA Y FRÍA




Una calle, tal vez regada por la lluvia. La calle lleva al patio de un colegio, en el que se escuchan sonidos alborozados. Dentro, el joven intelecto humano se enfrenta a la comprensión de cuanto le rodea. A veces, no sólo de lo que está, sino incluso de lo que es y quizá, en raras ocasiones, hasta de lo que debe ser. La posible escena me recuerda por un momento a don Antonio Machado, aquella mente tan lúcida y cargada de espiritualidad y poesía, porque mi memoria evoca también aquella otra “tarde parda y fría”:

                   “Con timbre sonoro y hueco
                   truena el maestro, un anciano
                   mal vestido, enjuto y seco,
                   que lleva un libro en la mano…

                   Y todo un coro infantil
                   va cantando la lección:
                   ´mil veces ciento, cien mil;
                   mil veces mil, un millón´”.

Sin duda, la escena que yo veo  -a través de la cortina del tiempo, y de la del espacio-  puede estar muy distorsionada, ser muy distinta. El Maestro, ya no es un anciano, enjuto y seco, sino una mujer joven y rubia como el trigo o el sol, llena de ternura y de voz angelical, que, hace honor a esa voz, sonriendo como si fuese un ángel. Tal vez, de verdad es un Ángel bajado del cielo a la tierra, a un mundo que se  obstina en vivir tan sólo de la materia, y no del espíritu. Su esfuerzo, así, ha de ser aún mucho mayor y, muchos días, regresa a su casa muy cansada. Si lleva algún libro en su mano, seguro que es de Poesía. Los colegiales, tampoco “cantan” la tabla de multiplicar, sino que frecuentemente ella les hace leer y estudiar a Alfonsina Storni o a Juan Gelman. A veces, también utilizan Ordenadores, que llaman Computadoras, por medio de los cuales pretenden atisbar verdades más hondas, pero tampoco esto es cierto, sino falso. Prueba de ello es que, algunos, tan jóvenes, han sido ya víctimas del  flagelo de la droga, que arruina sus vidas y las de quienes los quieren. Pese al esfuerzo y las lágrimas de la Profesora, pocos se sienten llamados por la Poesía, como don Antonio, o como Alfonsina… Sólo por el Futbol, o por la pasión de ser modelo y ganar el concurso de “La Chica del Verano”. Pero, ella sí. Ella es su única esperanza, porque, en sus cabellos de oro, anidan ruiseñores que cantan al anochecer.

Luis Madrigal

A todos los educadores del mundo,
en especial a los que ahora, en la Argentina y en España,
 luchan por su propia dignidad.