NO ME DEJES, SEÑOR
Siglos y siglos, siempre suspirando,
muriendo siempre, en esa Cruz clavado;
ni un segundo tan sólo nunca amado
por el hombre, y al hombre perdonando.
¡Baja ya de tu Cruz, Jesús…! Mirando
mi torpe aliento, tan desesperado,
mi negra ingratitud, mi gesto airado,
no merezco, Señor, seguirme amando.
Mas, si Tú me abandonas, oh Dios mío,
¿quién me amará…? ¿Cómo andar el camino?
¡Perdona, una vez más, mi desvarío!
Nunca abandones a quien su destino
un día otorgaste, con el poderío
de ser hecho a tu imagen… ¡Tan divino!
Luis Madrigal
En la imagen de arriba, "Cristo crucificado"
Dómenikos Theotokópulos (El Greco)
(Heraklión, ó Candía, 1541 - Toledo, 1614)