jueves, 3 de julio de 2008

DIOS SALVE A LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA




Frente a los desaliñados de la “izquierda intelectual” española, he de confesar mi admiración, agradecimiento y cariño hacia los Estados de Unidos de América. Hacia "el 7º de Caballería”, como tantos indocumentados dicen.También he de declarar con urgencia que la dictadura del General Franco, como todas las dictaduras, constituyó un regimen político filosófica y jurídicamente inaceptable, porque -ya lo he dicho otras veces- sin libertad, no hay persona y, en consecuencia, tal regimen, pese a sus aciertos objetivos, se hallaba intrínseca y moralmente viciado. Pero también debo decir, y muchos lo saben perfectamente, que sin la dictadura del General Franco, España hubiese sufrido otra dictadura mucho más sórdida, implacable, cruel y sanguinaria, por mucho que se empeñen en contarlo al revés esos malvados guionistas de la repugnante serie con la que Televisión Española lleva intoxicando los hogares hace ya más de un año. Se llama este pésimo culebrón "Amar en tiempos revueltos". En él, sólo los usureros, los maridos infieles, las niñas ñoñas y estúpidas, las "beatas", las putas y toda clade de personajes pervertidos, son de "derechas" y franquistas. Los buenos, nobles, valientes y generososo, son de "izquierdas". Pero bueno, ¿por quién quieren tomar ustedes a quiénes?. ¿También habrá podido influir en este asqueroso bodrio la memoria del "abuelito"?. Pero todo el mundo debe saber que sin el "asesino" de Franco, España hubiera sufrido la dictadura de la ex-URSS, igual que Rumania, que Bulgaria, que Albania, que Hungría, que Checoslovaquia, que Polonia o… que Alemania. Desde luego, España hubiese sufrido mucho más cruentamente esa canallesca dictadura criminal con o sin los Estados Unidos, que en 1936 hasta enviaron algún idealista engañado a las brigadas internacionales, aunque después precisamente gracias a ellos, y al paraguas antinuclear de la OTAN, toda Europa se libró, antes, durante y después de la guerra fría, de esa lacra execrable del comunismo, del marxismo-leninismo, o socialismo de signo marxista, más o menos parecido a todos los socialismos. Sólo los Estados Unidos hubieran podido parar al Ejercito soviético antes de que éste hubiese podido posicionarse en los Pirineos y en la desembocadura del Rin. Y de ello, deberían saber mucho esos engolados y estúpidos franceses, siempre dispuestos a presumir de nada, como aquel fantasmón del General Degaulle, que hizo la guerra por la Radio desde Londres, para apuntarse después al Desfile de la Victoria en París. Deberían recordar que, no sólo Normandía, sino algunos lugares más de su territorio, están sembrados de cruces blancas, sobre verdes céspedes, que recuerdan la herórica memoria de otros tantos jovenes americanos que dieron su vida por la libertad de Francia y de Europa. Pueden ustedes decir lo que quieran del capitalismo “americano”, ya que no se atreven a decir nada del suyo propio, del que ahora mismo practican, alientan y amparan en España, aunque con la torpeza propia de sus pobres mentes, anestesiadas, eso sí, más aún si cabe por la abundancia de sus estómagos, porque, aunque ustedes son por completo tan incoherentes como cínicos, hasta tal extremo no llegan.

El caso es que mi gratitud hacia los Estados Unidos es inquebrantable y, aunque nadie se entere, quiero ofrecer a esa noble y generosa nación mi más sentido homenaje, con ocasión de su Fiesta Nacional. Mañana, es 4 de Julio y se cumplirán 232 años de aquel 4 de Julio de 1776, en que se produjo la Declaración de Filadelfia, redactada por Thomas Jefferson entre el 11 y el 15 de junio del mismo año, que es el símbolo de libertad más querido en los EE.UU. y la obra cumbre de Jefferson, proclamando su Independencia. A su Bandera, a su Himno, a su Constitución, a su modo de vivir y de pensar, a sus constantes progesos científicos y técnicos, de cuyo uso y utilidad se beneficia todo el mundo occidental y toda la Humanidad… Al noble carácter de sus ciudadanos, tan “grandullones” como pacíficos, bienintencionados, y hasta ingenuos, con los que hasta yo he podido entenderme alguna vez en los trenes, cuando jamás he podio conseguirlo con los ingleses, lingüísticamente tan estrictos, y a cuyos labios siempre aflora el “I d´ont understand” .Bien, yo tampoco les entiendo a ellos, pero a los americanos sí, sencillamente porque todos cuántos he conocido han tratado de entenderme a mí. Se lo agradezco también sentidamente desde este humilde lugar. Por todo, amo profundamente a España (“porque no me gusta”), pero no me importaría en absoluto ser -como se dice- “el Estado número 51 de la Unión”. Es posible que, a veces, rara vez, su Presidente parezca “tonto”, pero mucho más grave es correr -con excesiva frecuencia- el grave riesgo de que efectivamente lo sea. Y más aún, padecer el espantoso y ruinoso siniestro, además de sufrir el ridículo más bochornoso.

Nadie sabe con seguridad quién diseñó la primera Bandera de las barras y las estrellas, o quién la hizo. Parece ser que fue el congresista Francis Hopkinson quien la diseñó, y algunos historiadores afirman que Betsy Ross, una costurera de Filadelfia, fue quien confeccionó la primer bandera. El 14 de junio de 1777, el Congreso Continental aprobó la primera ley de la bandera, con objeto de establecer una enseña oficial para la nueva nación: “Resolvemos que la bandera de los Estados Unidos esté compuesta de trece barras, alternadas de rojo y blanco, y que la unión sean trece estrellas blancas en un campo azul, representando a una nueva constelación”.

La ley de 4 de abril de 1818, firmada por el Presidente Monroe, fijó en 13 el número de barras, y una estrella por cada estado, que serían incorporadas a la bandera en el 4 de julio siguiente a la admisión de cada nuevo estado. Un decreto del Presidente Taft, de 24 de junio de 1912, estableció las proporciones de la bandera y la distribución de las estrellas en seis filas horizontales de ocho estrellas, habiéndose de presentar las estrellas con un único brazo hacia arriba. Finalmente el Presidente Eisenhower, por medio de un decreto, de 21 de agosto de 1959, fijó la distribución actual de las 50 estrellas, con 9 filas y 11 columnas.

En cuanto al Escudo, el águila calva americana es la figura principal del anverso del Gran Sello de los Estados Unidos. El águila lleva sobre su pecho un escudo con 13 barras rojas y blancas que representan a los 13 estados fundadores. Las barras se unen mediante un campo azul en la parte superior del escudo, que representa al Congreso de los Estados Unidos. El águila lleva en sus garras una rama de olivo como símbolo de paz, y 13 flechas como símbolo de guerra. Sobre el aguila hay 13 estrellas dentro de un diseño circular que representa a una nueva constelación. El águila porta en su pico una cinta en la que se inscribe la primera leyenda oficial de los Estados Unidos: "DE PLURIBUS UNUM", que en latín significa "de muchos, uno".

La figura principal del reverso del Gran Sello es una pirámide que representa fortaleza y duración. Sobre la cima de la pirámide hay un ojo y las palabras latinas "ANNUIS COPETIS", que significan "ha favorecido nuestros proyectos", en referencia a la creencia por parte de los padres fundadores de que Dios había favorecido a los Estados Unidos y ayudado a su triunfo durante la Guerra de la Independencia. En la base de la pirámide se inscribe, en numeros romanos, el año de nacimiento de los Estados Unidos: MDCCLXXVI (1776). Una cinta bajo la pirámide contiene la leyenda latina "NOVUS ORDO SECULORUM", que significa "un nuevo orden de siglos", en referencia a la era americana. El 9 de septiembre de 1776 la nueva nación fue bautizada como "Estados Unidos de América".

Respecto a su Himno, el abogado y poeta Francis Scott Key se inspiró en la defensa del Fuerte McHenry durante el ataque británico del 13 de diciembre de 1814 para escribir, a los 35 años de edad, el poema que habría de convertirse en el himno nacional estadounidense. Titulado "The Star-Spangled Banner" ("La Bandera de Estrellas"), el poema fue escrito siguiendo el metro de la canción inglesa "To Anacreon in Heaven". En 1931, el Congreso de los Estados Unidos aprobó una ley que hizo de "The Star-Spangled Banner" el himno oficial:

Oh, decid, ¿veis a la primera luz de la aurora
La que izamos con orgullo al último rayo del crepúsculo,
Cuyas anchas barras y brillantes estrellas, en la fiera lucha.
Contemplamos ondeando gallardas sobre las murallas
El resplandor rojizo de los cohetes y el fragor de las bombas
Probaban que por la noche nuestra bandera aún allí estaba.
Oh, decid, ¿ondea todavía la bandera de las barras y las estrellas
Sobre la tierra de los libres y la patria de los valientes?

En la costa apenas perceptible entre las nieblas del mar
Donde la altiva hueste enemiga reposa en temeroso silencio,
¿Qué es lo que la brisa al soplar oculta en parte
Y en parte descubre sobre su elevado pedestal?
Ahora recibe el destello del primer rayo matutino
Reflejado en todo su esplendor, y ahora se destaca en el aire:
¡Es la bandera de las barras y las estrellas! Que ondee largos años
Sobre la tierra de los libres y la patria de los valientes.

¿Y dónde está aquella banda que engreída juraba
Que el torbellino de la guerra y la confusión del combate
Nos privaría para siempre de patria y hogar?
Su sangre ha lavado la mancha de sus pasos desleales.
Ningún refugio pudo salvar al mercenario y al esclavo
Del terror de la fuga o de la lobreguez del sepulcro.
Y la bandera de las barras y las estrellas ondea triunfante
Sobre la tierra de los libres y la patria de los valientes.

Así sea siempre, cuando los hombres libres se interpongan
Entre sus amados hogares y la desolación de la guerra:
En la victoria y en la paz, este país, socorrido por el cielo,
Alabe al Poder que nos creó y conservó como Nación.
Hemos de triunfar, pues nuestra causa es justa,
Y sea nuestra divisa: "¡En Dios está nuestra confianza!"
Y la bandera de las barras y las estrellas ondeará triunfante

Sobre la tierra de los libres y la patria de los valientes.

Feliz Día, amigos americanos. Luis Madrigal.-


CARA AL SOL


José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, nació el 24 de Abril de 1903 en Madrid. Era hijo de Don Miguel Primo de Rivera y Orbaneja y de Doña Casilda Sáenz de Heredia y Suarez de Argudin, heredando el título de su padre, de Marqués de Estella. Estudió en la Facultad de Derecho de Madrid, siendo algunos de sus compañeros de curso Dionisio Ridruejo y Ramón Serrano Suñer. Además de irrumpir en la política, fue un brillante Abogado. Su vida está influenciada por las vicisitudes del Gobierno de su padre Don Miguel Primo de Rivera, sobre todo por su dimisión y los acontecimientos que la acompañaron. El 2 de Mayo de 1930 acepta el cargo de Vicesecretario General de Unión Monárquica, con el propósito de reivindicar la memoria de su padre. Se presenta a las elecciones de 1931, pero es derrotado por su contrincante conservador Bartolomé Cossío. En 1932 es detenido por colaborar con la sublevación de Sanjurjo. Posteriormente, y junto al aviador Ruiz de Alda, crea el Movimiento Sindicalista Español, que sería el embrión de Falange Española. El 29 de octubre de 1933 celebra el acto fundacional de Falange, en el teatro de la Comedia de Madrid. Es elegido candidato por Cádiz y el 13 de febrero de 1934 se unifica con el grupo de Ramiro de Ledesma bajo el nombre de Falange Española de las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista), desarrollando una brillante labor parlamentaria, interviniendo en los grandes debates y pronunciando entre otros un documentadísimo discurso en contra de la Ley Agraria que desde el poder intentan realizar las derechas. A lo largo de 1934 se suceden los enfrentamientos entre izquierdistas y falangistas, siendo acusado en el parlamento de posesión ilícita de armas.

La primera referencia a la necesidad de un himno para la Falange data del 17 de noviembre de 1935, cuando a la finalización del mitin del Cine Madrid, al que acudieron unos 12.000 falangistas, Bravo le comentó a José Antonio la necesidad de un himno que se pudiera cantar al final de tales actos. Así, al poco tiempo, tras asistir al estreno de la película ‘La Bandera’, en casa de María Jesús Mora y en compañía de Rafael Sánchez Mazas, José María Alfaro y Dionisio Ridruejo, José Antonio los citó para el día siguiente en la cueva del Orkompon, con la ya famosa frase: “si falta alguno, mandaré que se le administre ricino”. Al día siguiente, 3 de diciembre, se reúne la escuadra de poetas compuesta por el propio José Antonio, José María Alfaro, Agustín de Foxá, Dionisio Ridruejo, Pedro Mourlane Michelarena, Jacinto Miquelarena, Rafael Sánchez Mazas y el Marqués de Bolarque, junto al maestro Juan Tellería, autor de la música y al que apodaban el músico. El propio José Antonio marcaría las pautas, diciendo: “Nuestro himno debe ser una canción alegre, exenta de odio, pero a la vez de guerra y amor. Haremos una estrofa a la novia, después una alusión a la guardia eterna en las estrellas, y luego otra a la victoria y la paz”. Dando ejemplo, el Jefe ya llevaba dos versos compuestos, los que dicen: “traerán prendidas cinco rosas, las flechas de mi haz”. Tras horas de trabajo, todos brindaron con unas copas de Jerez por el nacimiento del Himno de Falange Española, conocido desde entonces como “Cara al Sol”, que fue cantado oficialmente en el Mitin del Cine Europa de Madrid, el 2 de febrero de 1936.

En 1935 Ramiro Ledesma había abandonado Falange. Convocadas elecciones generales para febrero de 1936, se vislumbra el desastre. Falange se presenta en solitario, sin conseguir representación parlamentaria. Las elecciones las gana el Frente Popular, aunque la fiabilidad de las elecciones estuviera en entredicho debido a las incontables ilegalidades que se produjeron. La mecha de la guerra civil estaba encendida. Falange Española de las JONS es declarada organización ilegal, y sus dirigentes son detenidos y encarcelados en la Prisión Modelo de Madrid, lo que no sería obstáculo para que José Antonio siguiera dirigiendo el movimiento desde la cárcel. El Gobierno no para de presentar cargos contra él, y el 5 de junio de 1936 es trasladado a la cárcel de Alicante, donde escribiría su manifiesto político en el que reitera su aspiración de Gobierno Nacional desde una perspectiva democrática. Una vez conoce los planes de sublevación de los militares, y aunque sin llegar a aceptarlo, da libertad a sus seguidores para unirse a la rebelión. A pesar de los intentos de salvarle por parte del Bando Nacional, como sobornos a autoridades locales, canje de prisioneros, e incluso el movimiento de una columna de jóvenes falangistas alicantinos (que fueron neutralizados por la Guardia de Asalto y destruidos), José Antonio es juzgado. El 17 de Noviembre de 1936 José Antonio es juzgado por rebelión militar, asumiendo él mismo su propia defensa, la de su hermano Miguel y la esposa de éste, Margarita Larios. Su actuación fue cálida y brillante. Un diario izquierdista alicantino escribía el día siguiente: "Gesto, voz y palabra se funden en una obra maestra de la oratoria forense, que el público escucha con recogimiento, atención y evidentes signos de interés" . A pesar de su elocuencia, los acusados son condenados a muerte, pero José Antonio, caballerosamente, apeló en favor de su hermano y mujer, por lo que la pena fue cambiada por reclusión.

José Antonio Primo de Rivera y Saénz de Heredia fue fusilado la mañana del 20 de Noviembre en el patio de la cárcel de Alicante, junto a otros cuatro jóvenes del pueblo alicantino de Novelda. Su última voluntad fue que limpiaran el patio de la cárcel para que su hermano Miguel no tuviera que pisar su sangre. Sus restos mortales yacen en la actualidad en el Valle de Los Caídos de Madrid. Su Testamento ológrafo, escrito en su celda de la carcel, dos días antes de su fusilamiento, es una pieza digna de toda atención y mérito, sobrio y de bellísimo estilo, que no sólo acredita su condición de excelente abogado, sino su talente de hombre sereno y valiente. Y por ello, deseo reproducirlo literalmente aquí. Luis Madrigal.-

TESTAMENTO DE JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA

“Testamento que redacta y otorga José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, de treinta y tres años, soltero, abogado, natural y vecino de Madrid, hijo de Miguel y Casilda (que en paz descansen), en la Prisión Provincial de Alicante, a dieciocho de noviembre de mil novecientos treinta y seis.

Condenado ayer a muerte, pido a Dios que si todavía no me exime de llegar a ese trance, me conserve hasta el fin la decorosa conformidad con que lo preveo y, al juzgar mi alma, no le aplique la medida de mis merecimientos, sino la de su infinita misericordia.

Me acomete el escrúpulo de si será vanidad y exceso de apego a las cosas de la tierra el querer dejar en esta coyuntura cuentas sobre algunos de mis actos; pero como, por otra parte, he arrastrado la fe de muchos camaradas míos en medida muy superior a mi propio valer (demasiado bien conocido de mí, hasta el punto de dictarme esta frase con la más sencilla y contrita sinceridad), y como incluso he movido a innumerables de ellos a arrostrar riesgos y responsabilidades enormes, me parecía desconsiderada ingratitud alejarme de todos sin ningún género de explicación.

No es menester que repita ahora lo que tantas veces he dicho y escrito acerca de lo que los fundadores de Falange Española intentábamos que fuese. Me asombra que, aun después de tres años, la inmensa mayoría de nuestros compatriotas persistan en juzgarnos sin haber empezado ni por asomo a entendernos y hasta sin haber procurado ni aceptado la más mínima información. Si la Falange se consolida en cosa duradera, espero que todos perciban el dolor de que se haya vertido tanta sangre por no habérsenos abierto una brecha de serena atención entre la saña de un lado y la antipatía de otro. Que esa sangre vertida me perdone la parte que he tenido en provocarla, y que los camaradas que me precedieron en el sacrificio me acojan como el último de ellos.

Ayer, por última vez, expliqué al Tribunal que me juzgaba lo que es la Falange. Como en tantas ocasiones, repasé, aduje los viejos textos de nuestra doctrina familiar. Una vez más, observé que muchísimas caras, al principio hostiles, se iluminaban, primero con el asombro y luego con la simpatía. En sus rasgos me parecía leer esta frase: "¡Si hubiésemos sabido que era esto, no estaríamos aquí!" Y, ciertamente, ni hubiéramos estado allí, ni yo ante un Tribunal popular, ni otros matándose por los campos de España. No era ya, sin embargo, la hora de evitar esto, y yo me limité a retribuir la lealtad y la valentía de mis entrañables camaradas, ganando para ellos la atención respetuosa de sus enemigos.

A esto tendí, y no a granjearme con gallardía de oropel la póstuma reputación de héroe. No me hice responsable de todo ni me ajusté a ninguna otra variante del patrón romántico. Me defendí con los mejores recursos de mi oficio de abogado, tan profundamente querido y cultivado con tanta asiduidad. Quizá no falten comentadores póstumos que me afeen no haber preferido la fanfarronada. Allá cada cual. Para mí, aparte de no ser primer actor en cuanto ocurre, hubiera sido monstruoso y falso entregar sin defensa una vida que aún pudiera ser útil y que no me concedió Dios para que la quemara en holocausto a la vanidad como un castillo de fuegos artificiales. Además, que ni hubiera descendido a ningún ardid reprochable ni a nadie comprometía con mi defensa, y sí, en cambio, cooperaba a la de mis hermanos Margot y Miguel, procesados conmigo y amenazados de penas gravísimas. Pero como el deber de defensa me aconsejó, no sólo ciertos silencios, sino ciertas acusaciones fundadas en sospechas de habérseme aislado adrede en medio una región que a tal fin se mantuvo sumisa, declaro que esa sospecha no está, ni mucho menos, comprobada por mí, y que sí pudo sinceramente alimentarla en mi espíritu la avidez de explicaciones exasperada por la soledad, ahora, ante la muerte, no puede ni debe ser mantenida.

Otro extremo me queda por rectificar. El aislamiento absoluto de toda comunicación en que vivo desde poco después de iniciarse los sucesos sólo fue roto por un periodista norteamericano que, con permiso de las autoridades de aquí, me pidió unas declaraciones a primeros de octubre. Hasta que, hace cinco o seis días, conocí el sumario instruido contra mí, no he tenido noticia de las declaraciones que se me achacaban, porque ni los periódicos que las trajeron ni ningún otro me eran asequibles. Al leerlas ahora, declaro que entre los distintos párrafos que se dan como míos, desigualmente fieles en la interpretación de mi pensamiento, hay uno que rechazo del todo: el que afea a mis camaradas de la Falange el cooperar en el movimiento insurreccionar con "mercenarios traídos de fuera". Jamás he dicho nada semejante, y ayer lo declaré rotundamente ante el Tribunal, aunque el declararlo no me favoreciese. Yo no puedo injuriar a unas fuerzas militares que han prestado a España en Africa heroicos servicios. Ni puedo desde aquí lanzar reproches a unos camaradas que ignoro si están ahora sabia o erróneamente dirigidos, pero que a buen seguro tratan de interpretar de la mejor fe, pese a la incomunicación que nos separa, mis consignas y doctrinas de siempre. Dios haga que su ardorosa ingenuidad no sea nunca aprovechada en otro servicio que el de la gran España que sueña la Falange.

Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá encontrara ya en paz el pueblo español, tan rico en buenas calidades entrañables, la Patria, el Pan y la Justicia.

Creo que nada más me importa decir respecto a mi vida pública. En cuanto a mi próxima muerte, la espero sin jactancia, porque nunca es alegre morir a mi edad, pero sin protesta. Acéptela Dios Nuestro Señor en lo que tenga de sacrificio para compensar en parte lo que ha habido de egoísta y vano en mucho de mi vida. Perdono con toda el alma a cuantos me hayan podido dañar u ofender, sin ninguna excepción, y ruego que me perdonen todos aquellos a quienes deba la reparación de algún agravio grande o chico. Cumplido lo cual, paso a ordenar mi última voluntad en las siguientes

CLÁUSULAS

Primera. Deseo ser enterrado conforme al rito de la religión Católica, Apostólica, Romana, que profeso, en tierra bendita y bajo el amparo de la Santa Cruz.

Segunda. Instituyo herederos míos por partes iguales a mis cuatro hermanos: Miguel, Carmen, Pilar y Fernando Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, con derecho de acrecer entre ellos si alguno me premuriese sin dejar descendencia. Si la hubiere dejado, pase a ella en partes iguales, por estirpes, la parte que hubiera correspondido a mi hermano premuerto. Esta disposición vale aunque la muerte de mi hermano haya ocurrido antes de otorgar yo el testamento.

Tercera. No ordeno legado alguno ni impongo a mis herederos carga jurídicamente exigible; pero les ruego:

A) Que atiendan en todo con mis bienes a la comodidad y regalo de nuestra tía María Jesús Primo de Rivera y Orbaneja, cuya maternal abnegación y afectuosa entereza en los veintisiete años que lleva a nuestro cargo no podremos pagar con tesoros de agradecimiento.

B) Que, en recuerdo mío, den algunos de mis bienes y objetos usuales a mis compañeros de despacho, especialmente a Rafael Garcerán, Andrés de la Cuerda y Manuel Sarrión, tan leales durante años y años, tan eficaces y tan pacientes con mi nada cómoda compañía. A ellos y a todos los demás, doy las gracias y les pido que me recuerden sin demasiado enojo.

C) Que repartan también otros objetos personales entre mis mejores amigos, que ellos conocen bien, y muy señaladamente entre aquellos que durante más tiempo y más de cerca han compartido conmigo las alegrías y adversidades de nuestra Falange Española. Ellos y los demás camaradas ocupan en estos momentos en mi corazón un puesto fraternal.

D) Que gratifiquen a los servidores más antiguos de nuestra casa, a los que agradezco su lealtad y pido perdón por las incomodidades que me deben.

Cuarta. Nombro albaceas contadores y partidores de herencia, solidariamente, por término de tres años, y con las máximas atribuciones habituales, a mis entrañables amigos de toda la vida Raimundo Fernández Cuesta y Merelo y Ramón Serrano Súñer, a quienes ruego especialmente:

a) Que revisen mis papeles privados y destruyan todos los de carácter personalísimo, los que contengan trabajos meramente literarios y los que sean simples esbozos y proyectos en período atrasado de elaboración, así como cualesquiera obras prohibidas por la Iglesia o de perniciosa lectura que pudieran hallarse entre los míos.

b) Que coleccionen todos mis discursos, artículos, circulares, prólogos de libros, etc., no para publicarlos –salvo que lo juzguen indispensable–, sino para que sirvan de pieza de justificación cuando se discuta este período de la política española en que mis camaradas y yo hemos intervenido.

c) Que provean a sustiuirme urgentemente en la dirección de los asuntos profesionales que me están encomendados, con ayuda de Garcerán, Sarrión y Matilla, y a cobrar algunas minutas que se me deben.

d) Que con la mayor premura y eficacia posible hagan llegar a las personas y entidades agraviadas a que me refiero en la introducción de este testamento las solemnes rectificaciones que contiene.

Por todo lo cual les doy desde ahora las más cordiales gracias. Y en estos términos dejo ordenado mi testamento en Alicante el citado día dieciocho de noviembre de mil novecientos treinta y seis, a las cinco de la tarde, en otras tres hojas además de ésta, todas foliadas, fechadas y firmadas al margen”.