Frente a los desaliñados de la “izquierda intelectual” española, he de confesar mi admiración, agradecimiento y cariño hacia los Estados de Unidos de América. Hacia "el 7º de Caballería”, como tantos indocumentados dicen.También he de declarar con urgencia que la dictadura del General Franco, como todas las dictaduras, constituyó un regimen político filosófica y jurídicamente inaceptable, porque -ya lo he dicho otras veces- sin libertad, no hay persona y, en consecuencia, tal regimen, pese a sus aciertos objetivos, se hallaba intrínseca y moralmente viciado. Pero también debo decir, y muchos lo saben perfectamente, que sin la dictadura del General Franco, España hubiese sufrido otra dictadura mucho más sórdida, implacable, cruel y sanguinaria, por mucho que se empeñen en contarlo al revés esos malvados guionistas de la repugnante serie con la que Televisión Española lleva intoxicando los hogares hace ya más de un año. Se llama este pésimo culebrón "Amar en tiempos revueltos". En él, sólo los usureros, los maridos infieles, las niñas ñoñas y estúpidas, las "beatas", las putas y toda clade de personajes pervertidos, son de "derechas" y franquistas. Los buenos, nobles, valientes y generososo, son de "izquierdas". Pero bueno, ¿por quién quieren tomar ustedes a quiénes?. ¿También habrá podido influir en este asqueroso bodrio la memoria del "abuelito"?. Pero todo el mundo debe saber que sin el "asesino" de Franco, España hubiera sufrido la dictadura de la ex-URSS, igual que Rumania, que Bulgaria, que Albania, que Hungría, que Checoslovaquia, que Polonia o… que Alemania. Desde luego, España hubiese sufrido mucho más cruentamente esa canallesca dictadura criminal con o sin los Estados Unidos, que en 1936 hasta enviaron algún idealista engañado a las brigadas internacionales, aunque después precisamente gracias a ellos, y al paraguas antinuclear de la OTAN, toda Europa se libró, antes, durante y después de la guerra fría, de esa lacra execrable del comunismo, del marxismo-leninismo, o socialismo de signo marxista, más o menos parecido a todos los socialismos. Sólo los Estados Unidos hubieran podido parar al Ejercito soviético antes de que éste hubiese podido posicionarse en los Pirineos y en la desembocadura del Rin. Y de ello, deberían saber mucho esos engolados y estúpidos franceses, siempre dispuestos a presumir de nada, como aquel fantasmón del General Degaulle, que hizo la guerra por la Radio desde Londres, para apuntarse después al Desfile de la Victoria en París. Deberían recordar que, no sólo Normandía, sino algunos lugares más de su territorio, están sembrados de cruces blancas, sobre verdes céspedes, que recuerdan la herórica memoria de otros tantos jovenes americanos que dieron su vida por la libertad de Francia y de Europa. Pueden ustedes decir lo que quieran del capitalismo “americano”, ya que no se atreven a decir nada del suyo propio, del que ahora mismo practican, alientan y amparan en España, aunque con la torpeza propia de sus pobres mentes, anestesiadas, eso sí, más aún si cabe por la abundancia de sus estómagos, porque, aunque ustedes son por completo tan incoherentes como cínicos, hasta tal extremo no llegan.
El caso es que mi gratitud hacia los Estados Unidos es inquebrantable y, aunque nadie se entere, quiero ofrecer a esa noble y generosa nación mi más sentido homenaje, con ocasión de su Fiesta Nacional. Mañana, es 4 de Julio y se cumplirán 232 años de aquel 4 de Julio de 1776, en que se produjo la Declaración de Filadelfia, redactada por Thomas Jefferson entre el 11 y el 15 de junio del mismo año, que es el símbolo de libertad más querido en los EE.UU. y la obra cumbre de Jefferson, proclamando su Independencia. A su Bandera, a su Himno, a su Constitución, a su modo de vivir y de pensar, a sus constantes progesos científicos y técnicos, de cuyo uso y utilidad se beneficia todo el mundo occidental y toda la Humanidad… Al noble carácter de sus ciudadanos, tan “grandullones” como pacíficos, bienintencionados, y hasta ingenuos, con los que hasta yo he podido entenderme alguna vez en los trenes, cuando jamás he podio conseguirlo con los ingleses, lingüísticamente tan estrictos, y a cuyos labios siempre aflora el “I d´ont understand” .Bien, yo tampoco les entiendo a ellos, pero a los americanos sí, sencillamente porque todos cuántos he conocido han tratado de entenderme a mí. Se lo agradezco también sentidamente desde este humilde lugar. Por todo, amo profundamente a España (“porque no me gusta”), pero no me importaría en absoluto ser -como se dice- “el Estado número 51 de la Unión”. Es posible que, a veces, rara vez, su Presidente parezca “tonto”, pero mucho más grave es correr -con excesiva frecuencia- el grave riesgo de que efectivamente lo sea. Y más aún, padecer el espantoso y ruinoso siniestro, además de sufrir el ridículo más bochornoso.
Nadie sabe con seguridad quién diseñó la primera Bandera de las barras y las estrellas, o quién la hizo. Parece ser que fue el congresista Francis Hopkinson quien la diseñó, y algunos historiadores afirman que Betsy Ross, una costurera de Filadelfia, fue quien confeccionó la primer bandera. El 14 de junio de 1777, el Congreso Continental aprobó la primera ley de la bandera, con objeto de establecer una enseña oficial para la nueva nación: “Resolvemos que la bandera de los Estados Unidos esté compuesta de trece barras, alternadas de rojo y blanco, y que la unión sean trece estrellas blancas en un campo azul, representando a una nueva constelación”.
La ley de 4 de abril de 1818, firmada por el Presidente Monroe, fijó en 13 el número de barras, y una estrella por cada estado, que serían incorporadas a la bandera en el 4 de julio siguiente a la admisión de cada nuevo estado. Un decreto del Presidente Taft, de 24 de junio de 1912, estableció las proporciones de la bandera y la distribución de las estrellas en seis filas horizontales de ocho estrellas, habiéndose de presentar las estrellas con un único brazo hacia arriba. Finalmente el Presidente Eisenhower, por medio de un decreto, de 21 de agosto de 1959, fijó la distribución actual de las 50 estrellas, con 9 filas y 11 columnas.
En cuanto al Escudo, el águila calva americana es la figura principal del anverso del Gran Sello de los Estados Unidos. El águila lleva sobre su pecho un escudo con 13 barras rojas y blancas que representan a los 13 estados fundadores. Las barras se unen mediante un campo azul en la parte superior del escudo, que representa al Congreso de los Estados Unidos. El águila lleva en sus garras una rama de olivo como símbolo de paz, y 13 flechas como símbolo de guerra. Sobre el aguila hay 13 estrellas dentro de un diseño circular que representa a una nueva constelación. El águila porta en su pico una cinta en la que se inscribe la primera leyenda oficial de los Estados Unidos: "DE PLURIBUS UNUM", que en latín significa "de muchos, uno".
La figura principal del reverso del Gran Sello es una pirámide que representa fortaleza y duración. Sobre la cima de la pirámide hay un ojo y las palabras latinas "ANNUIS COPETIS", que significan "ha favorecido nuestros proyectos", en referencia a la creencia por parte de los padres fundadores de que Dios había favorecido a los Estados Unidos y ayudado a su triunfo durante la Guerra de la Independencia. En la base de la pirámide se inscribe, en numeros romanos, el año de nacimiento de los Estados Unidos: MDCCLXXVI (1776). Una cinta bajo la pirámide contiene la leyenda latina "NOVUS ORDO SECULORUM", que significa "un nuevo orden de siglos", en referencia a la era americana. El 9 de septiembre de 1776 la nueva nación fue bautizada como "Estados Unidos de América".
Respecto a su Himno, el abogado y poeta Francis Scott Key se inspiró en la defensa del Fuerte McHenry durante el ataque británico del 13 de diciembre de 1814 para escribir, a los 35 años de edad, el poema que habría de convertirse en el himno nacional estadounidense. Titulado "The Star-Spangled Banner" ("La Bandera de Estrellas"), el poema fue escrito siguiendo el metro de la canción inglesa "To Anacreon in Heaven". En 1931, el Congreso de los Estados Unidos aprobó una ley que hizo de "The Star-Spangled Banner" el himno oficial:
Oh, decid, ¿veis a la primera luz de la aurora
La que izamos con orgullo al último rayo del crepúsculo,
Cuyas anchas barras y brillantes estrellas, en la fiera lucha.
Contemplamos ondeando gallardas sobre las murallas
El resplandor rojizo de los cohetes y el fragor de las bombas
Probaban que por la noche nuestra bandera aún allí estaba.
Oh, decid, ¿ondea todavía la bandera de las barras y las estrellas
Sobre la tierra de los libres y la patria de los valientes?
En la costa apenas perceptible entre las nieblas del mar
Donde la altiva hueste enemiga reposa en temeroso silencio,
¿Qué es lo que la brisa al soplar oculta en parte
Y en parte descubre sobre su elevado pedestal?
Ahora recibe el destello del primer rayo matutino
Reflejado en todo su esplendor, y ahora se destaca en el aire:
¡Es la bandera de las barras y las estrellas! Que ondee largos años
Sobre la tierra de los libres y la patria de los valientes.
¿Y dónde está aquella banda que engreída juraba
Que el torbellino de la guerra y la confusión del combate
Nos privaría para siempre de patria y hogar?
Su sangre ha lavado la mancha de sus pasos desleales.
Ningún refugio pudo salvar al mercenario y al esclavo
Del terror de la fuga o de la lobreguez del sepulcro.
Y la bandera de las barras y las estrellas ondea triunfante
Sobre la tierra de los libres y la patria de los valientes.
Así sea siempre, cuando los hombres libres se interpongan
Entre sus amados hogares y la desolación de la guerra:
En la victoria y en la paz, este país, socorrido por el cielo,
Alabe al Poder que nos creó y conservó como Nación.
Hemos de triunfar, pues nuestra causa es justa,
Y sea nuestra divisa: "¡En Dios está nuestra confianza!"
Y la bandera de las barras y las estrellas ondeará triunfante
Sobre la tierra de los libres y la patria de los valientes.
Feliz Día, amigos americanos. Luis Madrigal.-