VACÍO-PLENO
Don Felipe Fernández
Ramos, nació en Almanza (León) hace ya algunos años. Tantos han pasado desde
entonces que, a través de ellos, no sólo tuvo tiempo de terminar sus estudios
eclesiásticos en el Seminario de León y de ordenarse sacerdote, sino de
acometer otros específicamente destinados a observar los grandes misterios por
medio de sus estudios bíblicos en Salamanca y Roma y más tarde en la Escuela de Teología de
Jerusalén. Fruto de todo ello, pudo ser Canónigo Lectoral de la Catedral de León y
Profesor de Sagrada Escritura en la Universidad
Pontificia de Salamanca. De sus casi treinta libros y más de
trescientos artículos escritos y publicados por su parte, uno de ellos, cuya
portada editorial ilustra hoy esta entrada, me parece a mí especialmente
significativo para subrayar -por
contraste que sirva de contradicción- la
rotunda negación de la idea de “vacío
existencial”, a la que se afilian hoy tantos jóvenes, sobre todos los de
formación académica científica, y a la que también yo mismo hacía referencia en
el texto publicado en este mismo humilde Blog el pasado Miércoles, día 15 de
Octubre de este mismo año 2014, con ocasión y en torno a las declaraciones del
físico teórico británico, Profesor Stephen Kawking.
Tengo que decir que
conozco personalmente a Don Felipe desde hace también ya muchos años. Él fue mi
Consiliario en aquellos tiempos lejanos de la Juventud de Acción
Católica Española, en la
Diócesis de León, y desde entonces he seguido, más o menos,
la trayectoria de su pensamiento. Sé muy bien por ello, que, en los últimos
tiempos, ha prestado especial interés a los estudios cosmológicos y científicos
relativos a la Física
cuántica y a la
Astrofísica , y en particular, dentro de ellos y entre otros,
a los del propio Stephen Hawking y otros astrofísicos y cosmólogos,
especialmente los de Carl Sagan. Tal vez por ello, en el largo subtítulo
atribuido al libro de referencia -“Vacío-Pleno”- ha querido afirmar que la infinitud eterna se
manifiesta en la realidad cósmica. Esto es, ese ”vacío” que, según algunos pretenden, inexorablemente apareja la
existencia, es al mismo tiempo un vacío “pleno”.
Como en su día concluyó Vicente Ferrer -antes
de marcharse a la India
a socorrer a los desterrados de la existencia- sólo es cuestión de posicionarse de uno u otro
lado de la luz. Y conste que Ferrer, afiliado en su juventud al Partido de
Unificación Marxista (POUM), en 1938, llegó a tal conclusión en plena Batalla
del Ebro, dentro de la horrible contienda militar entre españoles, de la que
resultó ser un soldado vencido, y por tanto antes de hacerse jesuita y
pretender “ver a Dios cara a cara”,
de modo inmediato. Esto último sólo lo consiguió al verse, también cara a cara,
frente a los “outcast”, los “dalits”, los “descastados”, de Andhra
Pradesh.
Pero, volviendo a la
cuestión de fondo, hay que admitir que, en principio, resulta imposible
armonizar los conceptos aparentemente contradictorios y excluyentes de “vaciedad” y “plenitud”. Sin embargo, si se tiende la vista atrás, hacia algo
absolutamente anterior al tiempo, esto es, anterior a la existencia; es decir, a
la “pre-existencia”, nos encontramos
con las palabras del Apóstol San Juan en su primera Carta: “Lo que ha sido desde el principio entre
vosotros ya lo era en el principio anterior” (1Jn 1, 1-2). Más o menos por
aquí comienza Don Felipe, en su Prologo al libro de referencia. Es decir, la Palabra proclama la
esencia de un principio anterior al tiempo, al Big-Bang. De un principio sin causa, o de una causa incausada, que no
puede ser comprensible matemática ni filosóficamente. Tampoco por ello “científicamente”. A esto, lo hemos
llamado “Dios”, por un arrastre
histórico de carácter mitológico. “Dios”,
no es sino la traducción de “Theus”,
o Zeus, el supremo dios del Olimpo. Lo mismo sucede en lo que atañe a la
creencia islámica en “Al-láh” -hispanizado Alá- cuya traducción es
exactamente la misma. Tal denominación, ciertamente, es bastante infantil y vienen
ahora a cuento las palabras del mismo Carl Sagan, hijo de judíos ucranianos
emigrados a los Estados Unidos, donde él nació: “La idea de que Dios es un hombre blanco de grandes dimensiones y de
larga barba blanca, sentado en el cielo y que lleva la cuenta de la muerte de
cada gorrión es ridícula. Pero si por Dios uno entiende el conjunto de leyes
físicas que gobiernan el universo, entonces está claro que Dios existe.” Carl Sagan, se lamenta de que "este Dios es emocionalmente insatisfactorio..." Porque, “no tiene mucho sentido rezarle a
la ley de la gravedad.” Pienso
yo -¡pobre de mí!- que sería verdaderamente ridículo rezar a la
ley de la gravedad, pero que puede tener todo el sentido rezar al Ser Supremo
que, como piensa Don Felipe, salió de Sí desde el vacío más absoluto para
producirse, en lo que los propios científicos llaman una Singularidad, o un
punto de comprensión infinita, en la que estaba contenida toda la materia y
energía que ahora existe en el cosmos: “Fiat
lux” (Gn 1, 3.). Esto es lo que ordenó esa Substancia infinita y eterna,
incomprensible a la mente humana, anterior a la materia y al tiempo, que
llamamos “Dios”. Ese Ser, para algunos de nosotros, es una
Persona, hecha Hombre, pero dice Don Felipe que es un “Vacío-Pleno”. Yo no puedo saber si él puede tener razón o no, entre
otras cosas porque, además de mi cortedad de ingenio y baja inteligencia, soy
sincero amigo suyo y, de compartir con entusiasmo tal afirmación, parecería que
estaba tomando partido por el gran amigo de los viejos tiempos.
Sí me parece en
cambio, aunque tenga que ser a ras de suelo, resulta inadmisible escuchar, sin
replicar nada, que “la vida carece de
sentido”, puesto que la existencia humana es un absoluto vacío. El “vacío existencial”, el de la negra
corriente existencialista francesa de Jean Paul Sartre -no tanto la de Albert Camus- y sin que en modo alguno quepa calificar de
lo mismo la esperanzadora visión de Martin Heidegger. ¿Cómo puede decirse que
la vida del hombre sobre la tierra es un absurdo y que vivir carece de todo
sentido? ¿Acaso no es también la vida hermosa, llena de plenitud y vigor, e
incluso en ocasiones de auténtica felicidad? Aunque Dios no fuese
-porque “existir”, desde luego
no existe- tampoco podría decirse eso.
De hecho, muchas personas para quienes Dios no es, o que ni siquiera se han inquietado nunca por ello, sienten que
la vida es muy dulce, aunque en ocasiones sea tan amarga y cruel, pero
demuestran con su misma conducta que, dentro de la existencia, cabe también la
fortaleza frente a la debilidad, la superación de las dificultades y hasta el
heroísmo ante a las desgracias. ¿Y Dios? Pienso que no debemos mezclar a Dios
en este asunto. Sin Dios, también la “post-existencia”
puede tener sentido, un notable sentido, aunque sea en Él donde únicamente
podamos encontrar la perfección absoluta
-ontológica y óntica- en el bien,
la verdadera armonía y justicia de todas las cosas y, en consecuencia, la
auténtica paz y gozo del espíritu.
En realidad, me
parece que si ha llegado a abrirse en la historia de la Humanidad una brecha tan
enorme entre la ciencia y la fe en Dios, sin duda ha sido a consecuencia del
positivismo. El positivismo es una
corriente o una escuela filosófica según la cual el único conocimiento
auténtico es el conocimiento científico, a través de un método de la misma
naturaleza.
Pero el positivismo,
dentro de su obsesión por el rigor del método científico, no sólo incurre en un
error propiamente epistemológico, sino que, en la trama de sus propios
razonamientos, en apariencia muy rigurosos, deja abierta una considerable
laguna. La concepción positivista del mundo, paradójicamente, no toma en cuenta
la más importante de las nociones positivistas, la de infinito, que de un modo esencial consiste en entender y admitir
que la verdad absoluta no puede contener ninguna restricción, lo que supone que
es absolutamente incondicionada e indeterminada, ya que toda determinación,
cualquiera sea, es forzosamente una limitación, por lo mismo que deja algo
fuera de ella. Por otra parte, toda limitación presenta el carácter de una
verdadera negación. Poner un límite, es negar
-para lo que está encerrado en él-
todo lo que ese límite excluye. Por lo tanto, la negación de un límite
es propiamente “la negación de una negación”. Es decir, en consecuencia
constituye, no sólo gramatical sino lógica y hasta quizá matemáticamente, una
afirmación, de tal suerte que la negación absoluta de todo límite equivale en
realidad también a la afirmación absoluta y total. Y así puede decir el
matemático masón y esoterista René Guénon, en su obra “Los estados múltiples del Ser”, que lo que carece de límites es
aquello de lo cual nada se puede negar y, por consiguiente, es además no sólo
aquello que contiene todo, sino aquello fuera de lo cual no puede haber nada.
Siempre suele citarse
a los científicos materialistas y ateos, como paradigma de la verdad. Esto lo
hacen los materialistas y los ateos, naturalmente. Pero cabe también proponer
muchos ejemplos de científicos, de altísima categoría como tales, que sintieron
y encontraron a Dios, en todos los siglos y épocas, incluso ahora mismo
también, como a título meramente indicativo sucede en los casos del matemático
de Oxford John Lennox, además de ser Profesor de Filosofía de la Ciencia , o del
paleontólogo asimismo británico Simon Conway Morris. En el pasado, se haría la
lista interminable: Copérnico, Bacon, Kepler, Galileo (pese a su desencuentro
con la Iglesia ),
Descartes, Boyle, Kelvin… y la gigantesca figura de Max PlancK, introductor y
conductor de Einstein. Aparte del propio Isaac Newton, que dedicó más tiempo a la Biblia -casi tanto como Don Felipe- que a la Ciencia , se podrían proponer muchos más.
Personalmente, siempre me ha cautivado la edificante figura de Blaise Pascal,
el matemático y naturalista cristiano cuya contribución en ambas materias llevó
al diseño y construcción de las calculadoras mecánicas, a la Teoría de la probabilidad o
a la investigación sobre los fluidos y a la precisión de los conceptos de
presión y vacío. El también francés Louis Pasteur, es otro ejemplo contundente
en lo que concierne a la Ciencia. Pasteur ,
químico de profesión y padre de la microbiología, comenzó estudiando en el vino
los cristales que lo enturbian y terminó descubriendo las bacterias, elaborando
la teoría de las enfermedades infecciosas
-lo que dio pie a la erradicación de las mismas- desarrollando las primeras vacunas e
inventando el método de la pasteurización. Louis Pasteur era católico,
apostólico romano.
Más significativo
resulta aún si cabe el caso de Michael Faraday, y de la interpretación ofrecida
por sí mismo a su propio testimonio. Se cuenta que el ilustre físico y químico
inglés, uno de los más influyentes de la historia, que estudió el
electromagnetismo y la electroquímica, y descubrió en profundidad la
electrólisis, en las lecciones que impartía en Londres, nunca pronunciaba el
nombre de Dios, aun siendo él profundamente religioso. Un día,
excepcionalmente, se le escapó este nombre y se produjo de repente un rumor de
simpatía entre sus alumnos. Faraday, percibiéndolo, interrumpió su lección con
estas palabras: “Acabo de sorprenderos al
pronunciar aquí el nombre de Dios. Si nunca me sucedió antes, es porque soy un
representante de la ciencia experimental en estas lecciones. Pero la noción y
el respeto de Dios llegan a mi mente por vías tan seguras como las que nos
conducen a las verdades de orden físico…” Se ha dicho también que Faraday
murió con un rosario entre sus manos.
¿Cómo entonces puede
decirse que Dios es un “cuento”, inexistente para la Ciencia , que tan sólo cabe
en la mente de los niños o de aquellos adultos que no han llegado a alcanzar un
estado de madurez y verdadero equilibrio mental? Algo grita muy hondo dentro de mí que
la Ciencia no
podrá nunca explicarlo todo. Y he de admitir que lo que yo piense o sienta
carece de toda importancia, pero sospecho que es lo mismo que anidaba en la
mente nada menos que del propio Albert Einstein, no tanto cuando dijo aquello
tan citado de que “Dios no juega a los
dados” -de lo que puede inferirse
una clara creencia en Dios- sino cuando
repetía su famoso adagio: “Ciencia sin
religión es coja; religión sin ciencia, ciega”.
Luis Madrigal