Y MENOS AÚN UN VACÍO EXISTENCIAL
La
simplicísima idea de que la vida puede proceder de la materia cósmica, que a
cualquiera de nosotros puede asaltarnos del modo más natural y elemental, cobra
en Telilhard de Chardin una complejidad que no tiene nada de simple agregación,
ni tampoco de múltiple repetición geométrica, indefinida, o de unidades de
numerosos ejes, cual sucede en el sorprendente fenómeno de la cristalización.
Theilard fue en vida sacerdote jesuita, hasta aquella tarde del 10 de Abril de
1955, cuando se disponía a tomar el té en Nueva York, concluyendo así de manera
prematura, en plenitud de vigor intelectual, su brillante y lúcida aportación sobre
el más profundo sentido de la antropogénesis,
dentro del más general y amplio de la cosmogénesis.
Pero, en ello, Theilhard, en absoluto se comporta, no ya como un teólogo,
condición que jamás ostentó, ni siquiera como un filósofo, de lo que tan sólo da
muestra en ocasiones, sino como un auténtico y genuino científico. Un paleontólogo,
de la evolución y de la genética. No solamente Darwin o Mendel, respectivamente
en cuanto a una y otra, pueden ser los únicos a quien debe prestarse atención.
Por no citar tan pronto, e incluir de manera muy singular, a ese gran pequeño y
desdichado hombre que, tal vez a causa de haber contraído el ALS, o enfermedad
de las neuronas motoras, anda por ahí diciendo
-últimamente ha vuelto a insistir con mayor radicalidad- que “Dios
no existe” y que únicamente la
Ciencia puede explicarlo todo, aunque de momento reconozca
expresamente que no lo explica.
Por cierto, que, si Pierre Theilhard de Chardin era
francés y jesuita, Gregor Mendel era austríaco y agustino. Es decir, ninguno de
los dos era español. Esto significa que no sólo a los españoles “de pura cepa”, tan “católicos”, meapilas, aturdidos e ignorantes, tan carpetobetónicos
y amantes de los toros y del fútbol -a una
gran mayoría de los españoles- les ha
parecido desde tiempo inmemorial que eso de la vida no puede tener un origen
cualquiera, y por ello se dedicaron a construir catedrales, primero románicas y
después góticas, o renacentistas, para rendir culto y adoración al gran
Arquitecto (que no es precisamente tampoco el de la escuadra y el compás de la Masonería ), en lugar de edificar
laboratorios, estaciones astrofísicas y aceleradores de partículas. Es decir,
que también los católicos extranjeros han cultivado la Ciencia , otorgando a ésta
lo que es debido conceder, no para negar a Dios, aunque tampoco precisamente
para afirmarle -dado que ello no es
materia ni competencia de la
Ciencia , ya sea ésta la Física o cualquier otra de la materia- al menos para no afirmar tan rotundamente lo
que la Ciencia
no puede demostrar. Desde luego, tampoco ellos, ni Theilard y mucho menos
Mendel- consiguieron “demostrar” nada en
sentido positivo en lo concerniente a la esencia divina. Exactamente igual que
quienes, científicamente, en sentido negativo, pretenden liquidar a Dios de la
existencia humana, como es el caso del hombrecito. Con razón su primera esposa, Jane Wilde, físico al
igual que el propio Hawking, que fue también su paciente enfermera, además de
una ferviente católica, se separó de él, al descubrir que estaba educando a sus
tres hijos, Lucy, Robert y Timothy Hawking, en el más radical ateísmo. El señor
Stephen William Hawking (matemático, físico teórico, astrofísico, cosmólologo y
divulgador científico), sin duda es un gran genio. Comenzó a demostrarlo ya,
siendo estudiante en Cambridge, con una exótica y en grado sumo novedosa formulación
matemática, improvisada en un examen, que deslumbró a todo el Claustro
académico de la prestigiosa Universidad británica. Resulta casi espeluznante,
por otra parte, que con sólo los dedos pulgar e índice, de una de sus manos, único
movimiento que según dicen le resulta posible, pueda activar un mecanismo,
concebido y diseñado por él mismo, para poder transformar las pulsaciones en
voz humana, a fin no solamente de poder expresarse sino de pronunciar
conferencias. Todo ello es admirable en grado sumo. Pero aquí se acaba la
admiración. Si, como el propio Hawking acaba de admitir, ninguno de los datos y
descubrimientos de su propio saber, ni el de toda la ciencia de la materia,
permite descubrir a Dios, tampoco ninguno de aquellos permite y autoriza a
negarle, como también ha admitido. ¡Cállese usted, pues, Sr. Hawking, en lo que
se refiere a Dios! Al menos, no sea tan radicalmente concluyente, cuando
tampoco puede usted demostrar lo que afirma, porque Dios no es objeto, material
ni formal, de la Física ,
sino de la Teología ,
pese a que esta no pueda ser precisamente una “ciencia”, aunque sí sea la
“Física del espíritu”. Tengo la sospecha de que, entre otras muchas, las
declaraciones recientemente vendidas al diario “El Mundo”, de Madrid, no son más que carnaza para tiburones. Digo
vendidas, con absoluta propiedad. Vender, por propia definición es ofrecer a
otro una mercancía a cambio de dinero, para que quien compra, a su vez, pueda
lucrarse en la reventa. Se trata estrictamente de una compra-venta mercantil, a
tenor del artículo 325 del Código de Comercio español: “Será mercantil la compraventa de cosas
muebles –y mucho más de ideas
sensacionalistas- para revenderlas, bien
en la misma forma que se compraron, o bien en otra diferente, con ánimo de
lucrarse en la reventa”. Nada nuevo, ni nada que en realidad y rigor pueda
interesar a la Física
y menos aún a la verdad, que dicen los periodistas es lo que ellos quieren
divulgar. A eso que ellos llaman “el
sagrado deber de la información”, convirtiéndolo con excesiva frecuencia en
un mero negocio.
Pero
lo verdaderamente perverso es que tales manifestaciones, procedentes de un
genio, puedan reafirmar las nacientes inquietudes de algunos jóvenes colegas,
quienes encuentran en ellas un motivo definitivamente radical para entender que
“la vida no tiene sentido alguno” y
que, por tal motivo, han de moverse en el seno de un “vacío existencial”, dado que para ellos “Dios es un invento del hombre”, como a su vez les indicó un
filósofo alemán, Friedrich Wilhelm
Nietzsche. Pero de esto, de ese aparente vacío, quisiera yo tratar otro
día, más o menos próximo, aunque tenga que ser, no totalmente con pluma ajena pero
sí con las ideas de alguien para quien la Física tan sólo es la ciencia de la materia -y para quien, como para Tomás de Aquino, con la Filosofía no termina la búsqueda de la Verdad y de la verdadera Vida- pero convencido a su vez, como lo estoy yo mismo, de que el espíritu anida fuera de aquélla.
Luis Madrigal
No hay comentarios:
Publicar un comentario