domingo, 27 de abril de 2008
EL TESTIMONIO DE ALBERTO
Hace muy escaso tiempo que conozco a Alberto. Desde que hace poco más de un mes coincidimos en el Estudio de Pintura, que dirige en Madrid el maestro Fra, mejor dicho, los maestos Fra, puesto que son hermanos, Javier y Juan. Mi incorregible y abusivo deseo de poner en práctica todo lo que se presenta a mis ojos, me condujo el pasado curso a este ámbito artístico, en el que pasé ocho meses practicando el grafito. Sólo retratos: La Madre Teresa de Calcuta, Heidegger, Ortega, Unamuno, Kennedy, Ramón y Cajal... fueron mis más ilustres modelos, y quizá algún día los traiga también a este Blog, para que todos ustedes (ustedes-vosotros, que dicen los andaluces), les echen una mirada. Y este año, ha llegado Alberto, Alberto Madolell, que practica la aguada con tinta, tan sólo en blanco y negro, con una singular destreza. Queda invitado por ello también a traer aquí alguno de sus magníficos trabajos, ya sea el que acaba de terminar, o bien el que ha comenzado muy recientemenete.
Pero, aunque ya me lo había anunciado, comprobé, creo que ayer mismo, que además del dibujo y la pintura, Alberto me había obsequiado con una visita a este Blog, en el que dejó su testimonio particular acerca de esa cuestión tantas veces debarida entre españoles en orden a la lectura del Quijote. Y lo que , en su comentario, nos dice Alberto, creo yo, no puede desperdiciarse de cualquier manera, sin obtener de ello la respectiva enseñanza práctica, crítica y hasta moral. Por mi parte, ya correspondí ayer a su comentario a la entrada de referencia, pero me parece tan significativo y sincero lo que nos dice, que no resisto la tentación de reproducirlo nuevamente, otorgando a su texto el tratamiento tipográfico que no permite la estructura y configuración insoslayables de una ventana de comentarios. En consecuencia, vuelvo a repetirlo por mi parte, fundamentalmente con el ánimo de que alguna otra persona se sume a la cuestión debatida y, a ser posible, con la misma sinceridad de Alberto. Vamos a ello, pues:
"Antes de leer el Quijote, me había creído bastantes de las injustas afirmaciones que hoy día escucho de los que aún no se lo han leído. Entre ellas: 1) Que está escrito en un lenguaje arcaico o, como poco, anticuado, que lo hace ininteligible; 2) Está lleno de pedantes discursos "homéricos" del estilo de
Como decía, todas aquellas injustas afirmaciones acerca de El Quijote, que yo mismo me creía, provienen siempre de quien no se lo han leído. Aún no he conocido a nadie, de entre aquellos que se lo han leído (salvo aquellos que se lo leen a la fuerza, claro) que no me hable maravillas de la novela.
Es a propósito que quería recordar aquí a mi abuelo. Era analfabeto y aprendió a leer y a escribir por propia voluntad. Se convirtió en un gran aficionado a la lectura. Leyó muchos libros a lo largo de su vida, pero como nos suele pasar a los amantes de la belleza por escrito, tuvo sus preferencias. Una de ellas fue El Conde de Montecristo; la otra, El Quijote, que fue su libro de cabecera, y que leyó repetidas veces en su vida".