III
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE
¿Y cuál?
Tienes uno, Señor, en cada
parte,
como amor el marino en cada
puerto.
Discúlpame, si soy irreverente.
Ya me entiendes... ¿Cuál ha de
ser tu nombre?
Aquel que yo venere y
santifique.
Te llamo... como te llamó mi
madre,
pues por ella supe que
“existías”,
vivías en el Cielo y... me
querías.
Eso era todo. Y no era cualquier
cosa.
Mas, ¿cómo te llaman otras
madres,
de otros pueblos; sus hombres,
sus soldados,
sus jueces, policías,
carpinteros,
filósofos, artistas o letrados?
¿También estás Tú allí, en sus
escuelas;
también tienen allí "Semana
Santa"
y Adviento, Navidad y Epifanía?
¿También juran por Ti en sus
tribunales
y juran ante Ti por sus
banderas?
Europa, América, África y la China ,
en el Japón, Corea y en Malasia,
¿todos te llaman por el mismo
nombre?
¿El que te dio mi madre es el
que vale,
y las cosas que dicen mis
doctores
son las que hiciste y no hay
otras iguales?
¿Es tu nombre, mi Dios, el
verdadero,
y otros dioses acaso no son
tales,
ni sus nombres son tu propio
nombre,
ni tales nombres son
santificables?.
“Tú eres Cristo” -está escrito- dijo Pedro,
y eso mismo me dijo a mí mi
madre.
Mas, tienes tantos nombres...
¡Tantos ritos!,
ceremonias, latines,
incensarios,
pagodas, mezquitas, abluciones,
sacristías, casullas,
campanarios,
minaretes, kaabas, sinagogas,
novenas, procesiones...
¡indulgencias!
¿No bastó con tu Cruz, a todo el
mundo?
(Se me olvidaba... ¿Ves?, tomo
"partido"…
Que hay dioses sin dolor, dioses
"amables",
y otras madres llevaron con
dulzura
al sueño de sus hijos en la
tarde.
Mas quiero recordar: Tú, no
tienes nombre
si sólo la razón ha de avalarme
o, por eso, quizá, todos son
tuyos,
maneras diferentes de llamarte).
Mas -si justo santificar tu nombre-
habré de hacerlo en cualquier
parte:
En iglesias, pagodas, sinagogas
y mezquitas... Con rabinos,
pastores,
presbíteros e imanes. Todos,
todos,
Señor, han de santificar tu
nombre.
Si desde siempre eres el que eres...
¡que más te da cuál sea!... ¡En
cualquier parte!