sábado, 28 de marzo de 2009
viernes, 27 de marzo de 2009
IRÉ A LA MANIFESTACIÓN DEL DOMINGO
Nadie ha influido lo más mínimo sobre mí, para que asista y participe en la Manifestación del próximo Domingo. Ni “los añorantes del pasado”, ni los Obispos de la Conferencia Episcopal. Y mucho menos el Partido Popular, al que ni pertenezco, ni he pertenecido nunca, ni perteneceré jamás, como a ningún otro de los restantes partidos políticos, habidos o por haber. No he pertenecido, ni perteneceré, en ningún momento, a ningún partido político, por una razón muy sencilla: Carezco por completo de un sentido “militante” de la vida política. Puedo retirar las comillas, porque, tal sentido, también me parece una vocación, tan lícita y útil como otra cualquiera. Cualquiera que efectivamente lo sea, excluidos los delincuentes y, muy especialmente, dentro de ellos, los ladrones de guante blanco, en sus muy diversas variedades, porque quienes roban para poder subsistir, me parecen ampliamente cubiertos por la excusa absolutoria, no ya del estado de necesidad, sino del “hurto famélico”, al que se refería Tomás de Aquino. Desde luego, tal actividad, la de “la política”, no es más lícita y útil que cualquier otra, pero tampoco, en sí misma, menos. Sin embargo, sí estoy plenamente convencido que, para cualquier actividad humana, sea cual fuere, es necesario que quien la acomete esté dotado, no sólo de aptitudes, sino esencialmente, de una actitud, cuyo grado superior es la vocación, la llamada, sincera y pura, a ese cometido, que, en efecto, en la Política, podría ser excelso. Y, conmigo, insignificante personaje, de valor aproximadamente similar al de una hormiga, y mucho menos en los tiempos que corren, no va ese sentido de la política, actividad que, como ya he sostenido aquí, alguna vez, hace ya siglos perdió su sentido de lo que fue la Política, con mayúsculas, originariamente aristotélico -el de constituir el bien del todo, de la polis, de la Ciudad- y en consecuencia alcanzar un valor moral superior al de la Ética, que se limita a prescribir los principios y normas que han de regir el bien tan sólo del individuo. Y, desde luego, lo de menos, es que pueda yo acoger el criterio, me parece que actualmente mayoritario, de que “todos los políticos son iguales”, que podría aceptarlo, aunque algunos sean “menos iguales” que otros. Es decir no tan estúpidos, borricos, analfabetos, desprovistos del más mínimo saber, ni de la más mínima capacidad. Y sobre todo “menos”, mucho menos rencorosos, canallas y miserables.
Bueno, he dicho que iré a la manifestación de este próximo Domingo, en Madrid, que sinceramente hasta ignoro quién la convoca, pero no he dicho aún la finalidad o el objeto de dicha manifestación pública. Lo diré ahora: Es contra el aborto -más o menos libre y a gusto personal de cada individuo- ese crimen, que un día estuvo, ciertamente, en el Código penal, pero que hoy lleva camino, no ya de ser un “derecho fundamental" absoluto, sino hasta una muestra de distinción social. Pero, quieran o no, es un crimen, un homicidio. Y, es además, sin duda el homicidio -el asesinato- más repugnante y miserable de cuantos puedan existir, porque consiste en quitar la vida a un ser absolutamente indefenso, “a radice”, que nada puede hacer para evitarlo. Prescindo de la constitucional -y prácticamente falsa- proclama de que “todos tienen derecho a la vida”, máxime en relación con lo que determinan, en nuestro Derecho español, los artículos 29 y 30 del Código civil. El primero de estos preceptos, dispone que “El nacimiento determina la personalidad, pero el concebido se tiene por nacido para todos los efectos que le sean favorables, siempre que nazca con las condiciones que expresa el artículo siguiente”. Tales condiciones, sólo son dos, que el feto tenga "forma humana" y que "viva veinticuatro horas enteramente desprendido del seno materno". Y, naturalmente -es decir criminalmente- hay una forma radical de que un feto no pueda vivir tal número de horas en tales condiciones. Y esa forma es la de matarle cuando aun se encuentra en dicho seno. No sé muy bien si no me repugna decir “materno”, porque, la maternidad, en todos los seres animales, excluye, en su mayoría más absoluta, tal conducta criminal y, si se da en algunas especies, como he podido oír alguna vez, en cualquier caso, se trata de animales irracionales. Y yo me resisto a pensar que las madres abortistas, sea cualquier el motivo que pueda inducirles a cometer tan miserable crimen, estén animadas de ese carácter irracional. No creo que pueda tratarse de ningún retraso mental, ni tampoco de ninguna debilidad , o minusvalía, de tal carácter, no pienso que sean unas “débiles mentales”, pero sí unas “débiles morales”, cuyo sentido del mal ha arraigado con tal fuerza en su corazón, que no dudan lo más mínimo en infringir de raíz la ley biológica más natural, sino en quebrantar también la ley natural intrínsecamente esencial al ser humano. Señoras abortistas, que esgrimen el argumento de que “con su cuerpo hacen los que quieren, porque es suyo”, sepan ustedes que, ni eso es verdad, ni es lícito -aunque se trate del propio cuerpo, o de la propia vida- porque ninguno de esos dos valores son suyos sino que se los deben a alguien, sin duda a quien se los ha dado. Pero, sepan también, que el feto, el ser que se encuentra en sus entrañas, tenga los meses, o los días, o las horas, que tenga desde que ha sido concebido, es mucho menos suyo aún. No es, en absoluto, suyo, porque es otro ser, en sentido propio, y todo ser humano es, en si mismo, un ser, con entero derecho -el primero de todos los derechos- a la vida y, para ello es preciso que nazca. Perdónenme, pero son ustedes -todas- unas simples homicidas, es decir, unas crueles asesinas. Simples no, verdaderamente inhumanas y diabólicas, unos seres despreciables, indignos de vivir en la sociedad civilizada, de recibir ayuda de nadie y de inspirar la menor compasión. ¡Cierto, ya lo sé…! Hay situaciones extremas, terriblemente injustas o llenas de verdaderos calvarios. Pero… ¡ni en tales casos! Son ustedes mucho peores que las prostitutas, rameras o meretrices, esas pobres mujeres que, algunas veces, muchas de ellas, tienen que venderse para no morirse de hambre, pero, si van a tener un hijo, fruto no ya del amor, sino del simple comercio carnal, no lo matan, lo quieren y lo protegen... Y, de un modo más o menos similar, cabría también hablar de otras situaciones, en las que tampoco se debe matar a nadie, porque, todo ser humano, sea concebido de un modo o de otro, es un hijo de Dios, por ser también voluntad suya... Si no quieren ustedes tener hijos, sino, simplemente, revolcarse como los animales, no los tengan, pero no los maten… Quizá, a mí me gustaría hoy ser mujer, como mínimo, o hasta monja, con una organización y unos medios mínimamente adecuados, para poder decir lo que decía la Madre Teresa de Calcuta: “¡No los matéis… dádmelos a mí, para que los cuide!”. Yo, no reúno ninguna de esas dos condiciones, pero en su nombre, en el nombre de aquella mujer santa, también lo digo… ¿Y el Gobierno, promovente de esta nueva Ley? Otro día… “hablaremos del Gobierno”, pero, ya de momento, cabe una pregunta de la mayor lógica: En estos días, de paro y casi miseria para una gran parte de españoles, y de quienes vinieron a nosotros, buscando una vida digna, ¿no se les ocurre a ustedes hacer otras cosas? Estoy seguro, desde hace tiempo de que no, porque hay mentes -las suyas- a las que no puede ocurrírseles nada. Para ello, tendrían que estar dotados, propiamente, de “mente”, no tan sólo de cráneo para que pueda sostenerse el sombrero, y, sus cerebros, habitados por alguna idea… ¿O es que a alguna de sus brillantes molleras, se le ha ocurrido la magnífica idea de resolver la situación económica de los españoles, sobre la base de matarlos? ¿O, tal vez, esta Ley criminal que anuncian, es una cortina de humo, para que la gente no fije su mirada indigente, simplemente en el hambre, y en las personas que ahora en España se encuentran rozando la más estricta situación de necesidad, o acaso de verdadera pobreza? De pobreza impuesta por ustedes, provocada y sostenida. Porque la pobreza voluntaria, la que uno mismo libremente elige, es una de las más sabias decisiones y una de las claves más importantes para alcanzar la verdadera felicidad. Luis Madrigal.-
jueves, 26 de marzo de 2009
sábado, 21 de marzo de 2009
viernes, 20 de marzo de 2009
jueves, 19 de marzo de 2009
LA JUSTICIA
Sí, también aquí en la tierra, podemos alcanzar, relativamente, la justicia, por ser antes que nada, una virtud, sí no nos apartamos de esta idea esencial. Porque, toda virtud, es un hábito bueno, éticamente bueno, y las virtudes, todas ellas, cuantas más mejor, conforman la altura moral de cada hombre. La palabra virtud, procede de vir (“hombre”), e indica etimológicamente la superioridad del ser humano para vencer todo cuanto se le antepone, incluso de superar el dolor y de sobreponerse a la muerte. Toda virtud, se funda en la inteligencia, que es indispensable para discernir el bien del mal, y para descubrir el equilibrio medio, sopesando toda clase de factores. Esta determinación de la razón, a fuerza de repetirse, llega a hacerse hábito y éste produce el efecto de obrar siempre bien, con suma facilidad, produciendo incluso un placer el hacerlo.
Las virtudes, en general, se desdoblan en dos grandes ámbitos. El primero de ellos, es el de las virtudes sobrenaturales, llamadas también teologales, por contener diríamos los mismos hábitos de Dios, las cuales no pueden ser adquiridas sino por la intervención divina y de las cuales se ocupa la Teología. Estas virtudes, que sobrepasan la naturaleza humana, aunque se asientan sobre ella, como es sabido, son la fe, la esperanza y la caridad, es decir el amor a todos los hombres, y no sólamente a quiénes nos unen vínculos carnales o de gratitud o amistad. El segundo ámbito, es el de las virtudes naturales, que todo ser humano puede alcanzar, aún sin intervención divina, por medio de su propio esfuerzo. De ellas se ocupa la Ética. Las virtudes naturales, a su vez, pueden ser dianotéicas o morales. Las primeras, son virtudes en sentido amplio, por perfeccionar el entendimiento, la sensibilidad o la destreza (la ciencia, el arte, la técnica u otras habilidades). Las virtudes morales, lo son en sentido estricto. Ellas son propiamente los verdaderos paradigmas de la vida virtuosa. De entre ellas, algunas se llaman cardinales (de cardo=quicio), porque todas las demás se apoyan en ellas, o giran alrededor de ellas. Y, entre estas virtudes morales cardinales, presentes ya en la filosofía pagana griega -Platón las asocia al alma- además de la prudencia, la fortaleza y la templanza -no incluyo la humildad, por ser ésta una virtud de naturaleza y origen propiamente cristiano- se encuentra la justicia.
La primera conclusión, pues, es que no cabe pedir justicia plena a los demás, ni por ello tampoco a los Jueces y Tribunales, sino, en principio a uno mismo. La justicia, por ser antes que nada una virtud, ha de residir “en mí”, dentro de mí, su centro de gravedad, es el propio justo y hasta yo estoy obligado a ser justo “conmigo mismo”, para poder serlo después con los otros, si bien los deberes que el ser humano tiene consigo mismo, en realidad, no son deberes de justicia estricta, al faltar la relación de alteridad o bilateralidad a la que nos referíamos antes, que exige siempre ser instaurada entre dos términos -o sujetos- distintos, entre los que se da la deuda, u obligación, para dar a cada una de las partes lo que es suyo. Una vez pagada la deuda, queda instaurada la justicia y la relación bilateral se disuelve, desaparece. Por ello, si cuantos hoy claman contra la administración de la justicia legal, y el horroroso funcionamiento de este servicio público, se esforzasen en alcanzar esa virtud, moral cardinal, en ser justos en sí y por sí mismos, es evidente, no voy a decir que resultasen innecesarios los Tribunales, porque eso formaría parte de una hermosa utopía, pero si que su función resultaría más fácil, más rápida y, por ende, más justa también. No culpemos tan sólo a los Juzgados y Tribunales de Justicia, ni al poder Ejecutivo del Estado que los organiza, sin habernos juzgado antes a nosotros mismos.
martes, 17 de marzo de 2009
PARA CONSTRUIR UN MUNDO MÁS JUSTO Y PACÍFICO
Arriba, imágenes relativas a la visita pastorañl del Santo Padre
domingo, 15 de marzo de 2009
sábado, 14 de marzo de 2009
ANTE LA DESAPARICIÓN DEL CAPITÁN ESCARLATA
Si no de un modo brusco, sí inesperado, El Capitán Escarlata, un héroe de Flandes, ha desaparecido misteriosamente, dejando a su hueste dentro de la mayor inquietud y también sincera preocupación por su paradero y destino. Parece ser que la primera noticia acerca de su desaparición fue proporcionada por Marga Fuentes, desde Madrid, e inmediatamente, Alicia María Abatilli, desde la Argentina, diseñó el símbolo de solidaridad y reclamo del regreso del Capitán. Yo mismo, que soy un insignificante personaje en las gloriosas aventuras y en la vida del Capitán Escarlata, colgué también, de modo inmediato, ese símbolo en la columna lateral de mi humilde Blog. Y allí pienso dejarlo hasta que el Capitán aparezca, vivo o gloriosamente muerto, porque los más nobles soldados nunca pueden morir de cualquier manera , sino peleando gallardamente, con las armas en la mano. El Capitán Escarlata ha sido bueno y generoso conmigo. En cierta ocasión, debido a mi osadía e impertinencia, estuvimos a punto de provocar un duelo, al que él me retó, al modo más sublime de los antiguos caballeros. Después, su generosidad y nobleza, y en cierto modo también mi tolerancia, evitaron el tener que batirnos. Y, desde entonces, el Capitán, se convirtió en mi amigo y aliado frente a tantas injusticias y desmanes como hoy -y siempre- asolan al mundo. Ya dijo, a viva voz, en el Paseo de la Castellana de Madrid, el Papa Juan Pablo II -aquel místico pero indomable polaco, que venía de la guerra y de luchar contra la tiranía- que “la presencia del mal en el mundo, es una realidad…”. Pero que, “cuando luchamos contra el mal, nos convertimos en co-Redentores con Cristo”. Nada menos que eso. Por ello, yo me había propuesto unir mis armas con las del Capitán Escarlata, para ir por esos mundos reparando entuertos, redimiendo cautivos, evitando injusticias. En suma, prodigando, como los viejos caballeros andantes -como el propio Don Quijote- el pan y la ternura. El pan, para los cuerpos frágiles; la tolerancia y el amor de la palabra, para las almas que sufren, rodeadas del dolor o de la amargura. Tenía esos proyectos, en los que el Capitán era pieza básica, porque yo, pobre de mí, tan sólo soy Alférez, eso sí de nuestra Gloriosa Infantería Española, heredera de aquellos Tercios de Flandes y de Italia.. Humilde y sólo Alférez, pero como Rodrigo Díaz de Vivar, que asimismo tan sólo fue Alférez. El Capitán Escarlata, me hubiese brindado valerosa y eficazmente su apoyo artillero en esta lucha contra toda clase de males. Pero, sin duda por mi culpa, he llegado tarde, y ahora he de esforzarme al máximo en la tarea de intentar recuperar al Capitán. En nada podemos, no es justo ni posible, violentar su libre voluntad, sino respetarla íntegramente. Sus causas o motivos tendrá. En realidad, yo se muy bien, de fuentes habitualmente muy bien informadas, porque me lo ha dicho ese pajarito que nunca se equivoca (en realidad, indirectamente, han sido dos “pajaritas”, de entre tantas como le quieren), que el Capitán Escarlata se ha quedado en Flandes… Muy posiblemente, algo quedó por hacer allí... Sin embargo, y aunque la fuente de mi información -un anónimo servidor del Capitán- ha insistido por dos veces en los mismos o similares términos: “Os agradezco mi Señora estas muestras de afecto,... pero mi Señor el Capitán Escarlata,... se quedó en Flandes,... es difícil que vuelva... las cosas de la vida... Expresiones agradecidas varias”, aunque esto se haya dicho por algún mandatario subalterno, yo sé muy bien, sin el menor ánimo de emular a Don Pedro Calderón de la Barca (y Barreda González de Henao Ruiz de Blasco y Riaño) -que no era ningún inútil pese a la longitud de sus apellidos, como generalizó aquel rufián- que Jerez de la Frontera (sitio muy cercano a aquel en el que mi glorioso paisano, Don Alonso Pérez de Guzmán, llamado “El Bueno”, arrojó su puñal a los sitiadores para que diesen muerte a su propio hijo) aún está más lejos de Flandes “que Valladolid de Gante”, por no decir de León. Me refiero a la lejanía entre mi patria chica, la romana y bimilenaria “Legio Séptima Gémina, Pía, Félix) y la mesetaria Ciudad del Pisuerga, en la que, por desdicha para ellos, nacieron Don Julián Marías y Don Miguel Delibes, aparte de Felipe II.
En síntesis que nuestro Capitán Escarlata, amigos de los Blogs, está en su Jerez del alma. Y, si no nos lo prohíbe, expresamente, propongo, a cuantos allí puedan acercarse, un viaje de re-encuentro… en cuerpo y alma. Por mi parte, respondiendo también a su exquisita trayectoria literaria, consistente en escribir Sonetos -y además en versos acrósticos- para las damas de la familia, no puedo menos de dedicar a tan noble y valeroso soldado, también un Soneto. Este:
SONETO DE APOYO DE LA INFANTERÍA
AL NOBLE CAPITÁN ESCARLATA
¡Ah, Capitán!, en Flandes tus mesnadas,
fuego abrirán -profuso- y bizarría
mostrará en el fragor, tu artillería,
de la batalla, alerta las espadas.
Mas, hoy aquí, mustias y anonadadas,
has privado a otras huestes de alegría…
Que tus fieles soldados, noche y día,
esperan tu regreso a horas pasadas.
Regresa, Capitán, tu Maestranza
nuevas piezas prepara que, artilleras,
rompan fuertes murallas, y aún a ultranza
defiendan hoy tu hacienda o, si las fieras
amenazan quebrar vida o bonanza…
¡Qué te queremos más que tú supieras!
viernes, 13 de marzo de 2009
MÁS PRIMAVERA
jueves, 12 de marzo de 2009
miércoles, 11 de marzo de 2009
"LA" TELEFÓNICA
Sin embargo, actualmente, en España, donde a demasiadas gargantas, que no saben bien lo que dicen, se les puede ver hasta las cuerdas vocales, cuando hablan de "la democracia" y del "sistema de libertades" que los españoles "nos hemos dado" -yo desde luego no me he dado nada, tan sólo lo parezco todo, tal y como se entiende todo eso que "me han dado" unos cuantos individuos, con más ganas que yo de "echarse a la calle", de muy elemental mollera y, sobre todo, con unas ganas enormes de vivir, más o menos, del cuento- el principio de soberanía de la Ley, más bien, brilla por su ausencia en muy diversas ocasiones o circunstancias. Y no sólo en lo que directamente afecta al poder político, ejercido hoy por quiénes dicen ser los defensores de los humildes, de "los descamisados", como dijo aquel ilustre bocazas, o sea "mimmano", cuando lo único que defienden es a si mismos, a su excelente "modus vivendi", que nunca pudieron ni soñar, dadas sus más que elementales capacidades intelectuales y mentales, sino también, y en no escaso número, infinidad de entidades, más o menos públicas, que prestan servicios públicos o de utilidad general, suelen hacer del principio de soberanía de la Ley lo que les viene en gana, o pasárselo por cierto lugar que no explicito por razones de elemental buena educación, cosa también que a ellos les falta.
Pues bien, una de esas entidades que hace lo que le da la gana, y lo que quiere, dentro de la más absoluta impunidad, sin responsabilidad práctica posible alguna, por sus desmanes y perjuicios directamente causados a los ciudadanos que usan o consumen sus servicios, es la hoy llamada, escuetamente, TELEFONICA, en su día, de nombre bastante más largo: Compañía Telefónica Nacional de España. Todo eso. Ahora ya, debe de ser porque casi no hay España, se llama simplemente "la Telefónica", o, aún más breve y concisamente, al estilo de nuestros días, "Telefónica". Hoy, ya este ente de maldad intrínseca, máxima representación del despotismo, la indefensión absoluta de sus usuarios, con la consiguiente falta de toda responsabilidad económico-patrimonial, por sus incumplimientos contractuales, sus abusos y hasta podría decirse, si no robos, sí apropiaciones indebidas, o posiblemente estafas deliberadamente planeadas, en abierta infracción del artículo 1.911 del Código civil español, a parte del propio Código penal, por parte de sus representantes legales, se carateriza sistemáticamente por tres cosas, todas ellas padecidas por este pobre peatón, a cual más oprobiosa: 1) No cumplir lo que contractualemente le incumbe en el sentido más absoluto (incumplimiento propio); 2) Incumplir parcial o relativamente, en lo que se refiere al eficaz funcionamiento de las prestaciones a que está obligada (incumplimiento impropio, lo que en nuestro Derecho conduce directamente al resarcimiento de daños y perjuicios), y 3) por último -esto es ya más que indignante- facturar, por ejemplo en una casa de campo que tan sólo se ocupa en el verano, consumos que la citada Compañía manifiesta en su factura haberse efectuado en el invierno, esto es, consumos que no se han hecho. Yo sufrí, personalmente, en dos ocasiones, esta moldalidad de robo o estafa, por importes, nada desdeñables, de setenta y tantos y de ciento y pico euros. El procedimiento de reclamación -siempre a través de mecanismos telefónicos capaces de hacer perder la razón a la persona más serena y pausada- fue un auténtico calvario, pero al propio tiempo tan sólo de eficacia muy pacial. Logré la devolución de la cantidad menor indebidamente cobrada, pero nunca jamás de la de superior cuantía. Y mi única defensa o protesta posible fue la de causar baja en el contrato de suministro telefónico, con el subsiguiente perjuicio para mí mismo.
Ayer, y muy posiblemenet anteayer -¿y cuántas otras posibles veces más?- a los usuarios de ADSL, desde luego a mí con toda seguridad y, sin duda a muchas más personas, a juzgar por el anuncio telefónico estandar colocado "robóticamente" al efecto en el número 902.357.000, de asistencia a los clientes de servicio de banda ancha, que confesaba abiertamente "haber detectado una avería en los servidores, que afectaba al funcionamiento del correo electrónico y, sobre la que se estaba trabajando a fin de repararla lo antes posible". Algo así. También añadía el robótico mensaje que tan solo debía esperarse contestación si la llamada resultaba ser relativa a otra cuestión o incidencia. Bien, la primera, segunda y tercera vez, todo ello en el transcurso de más de 24 horas, me abstuve de solicitar ninguna otra aclaración, observando civilizadamente las instrucciones del anuncio. Pero, ya al día siguiente, tras haber padecido notables alteraciones y perjuicos en el uso del correo electrónico, consistentes en que, o bien un mensaje de entrada se repitió diez o doce veces, mientra por mi parte era imposible emitir ninguno, tras todo eso, tuve que "infringir" las instrucciones, preguntando al operador de turno que hasta cuando iba a durar la avería y cual debería ser la reparación correspondiente, por los daños y perjucios causados. Fui remitido al número 1004, donde otro "robot", inquirió de mí (¡que molesto y degradante es tratar de hablar con robots!) que, brevemente, manifestase, la causa de mi llamada.. Me sentí ridículo al trener que vocalizar: "fun-cio-na-mien-to co-rre-o elec-tró-nico". Parece ser que "el noble bruto" se enteró y remitiome a otro teléfono parecido al de asistencia al cliente para banda ancha, el 902.357.022, donde, a su vez, volvieron a decirme, también robóticamente, exactamente lo mismo que ya me habían dicho en el 902.357.000. Como volviese a "infringir" por mi parte las instrucciones relativas a insistir sólamente en caso de incidencia distinta, nuevamente fui remitisdo al 1004, y de este, otra vez al 902.357.022, con lo que se cerraba el circuito de un modo perfecto e invulnerable. Esto fue asi. Me recordó aquel chiste, que se contaba en la época franquista, del señor que llega al INP (Instituto Nacional de Previsión), por cierto no creado por Franco, sino por Eduardo Dato, en 1928, para formular una consulta y es "paseado" por todo el edificio, hasta conducirle, tras recorrer varias plantas, a una puerta que conducía directamente a la calle... Esto es igual, sólo que es verdad. Y, a mi modesto juicio, ello infringe de plano el Código civil y roza, más que ligeramente, el penal. Y, no me extrañaría que estas cosas sucedan única y exclusivamente para que la Compañía Telefónica Nacional de la ex-España, obtenga unos beneficios netos anuales de miles de millones de euros. Y, si fuera así, que lo sospecho, la persona o personas físicas, diseñadoras de todas estas trampas, deberían ser procesadas inmediatamente. También tiene mucho que decir el Gobierno de la Nación, que no hace absolutamente nada para cortar de raíz semejantes prácticas delictivas, perpetradas en masa, y eso que se trata de un Gobierno socialista, defensor de los pobres, de los humildes, de "los descamisados de mimmano"... Desde luego, pueden hacer cosas peores, mil veces peores, y presuntamente hoy podemos "celebrar" con júbilo aquel otro 11 de Marzo, de hace exactamente ahora cinco años... Descansen en paz. Luis Madrigal.-