TAN SÓLO HE DE VIVIR
SI CON ÉL MUERO
¡Cuánto dolor, cuánta penosa hora
discurre desde el alba hasta el ocaso...!
¡Cuánto miedo y temblor arrastra el paso
cuando tiene que andar lo que deplora!
Cómo el polvo de ayer se torna ahora
empañado cristal... Tal vez, acaso
un nubarrón, que oculta el cielo raso
o el despertar amargo del que llora.
Mas, sólo viviré si yo acompaño
a quien, cual fiero rayo, hirió el destino;
a quien, desnudo, le privó del paño;
hambriento y desnutrido, del molino;
sediento y arrastrándose, del caño...
Al que, en lo alto el sol, erró el camino.
Luis Madrigal