VII
PERDONA
NUESTRAS OFENSAS...
¿CÓMO
PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN?
¿Igual? Siendo así,
perdóname, Señor, cuando te
ofendo;
perdona, por favor, pero no
olvides,
que cuando yo
"perdono" a quien me ofende
perdonar siempre quiero, mas no
olvido.
Y, si has de perdonar de igual
manera,
del mismo modo con que yo
perdono,
justo habrá de ser -puesto es recíproco-
que no pida de Ti perdón
distinto.
Mas, si como perdono me
perdonas,
sin que al perdonarme ofensa
olvides,
¿qué podrá ser de mí, si así
perdonas?
¡Que podrá, así, ser de mí, Dios
mío...!
Quizá también, Señor, a veces
pasa
que olvido al ofensor y hasta la
ofensa,
la desprecio, la ignoro, lo
razono,
me tiene sin cuidado, en
apariencia,
pero, si a recordar vuelvo...
¡no perdono!
Del perdón, he hecho yo pasivo
juego:
Si perdono -pues grande es- no olvido
y si -cómodo-
olvido, no perdono.
Perdonar, es cristiano...
Olvidar, "tonto",
que Tú dijiste fuéramos
hermanos,
pero nunca jamás dijiste “primos”.
¡No sabes cómo soy, cómo las
gasto...
a mí, el que me la hace, me la
paga!...
Soy muy listo... no soy ningún “pardillo”,
soy un lince, a
mí no “me la da” nadie.
¿Perdonar, yo?... ¡No me da la
gana...!
Mas, Señor, soy así... Tú, bien
lo sabes.
Pedir no puedo, por ello, me
perdones
como perdono yo, que no perdono,
sino como perdonas Tú:
Setenta veces siete...
Gracias, Señor, pues sólo de
este modo,
podré tener de Ti visión un día.
Mas te prometo -insisto, te lo juro,-
ya que es difícil deje de
ofenderte,
perdonar, de verdad, si alguien
me hiere.
Perdonar... es amar. El más
sublime
amor de cuantos haya. Amar al
que me
ama, no es gran cosa. Tú lo
dijiste.
Mas, a aquel que me maldice,
me persigue, me aruina y hasta
me odia,
no sea mi impiedad la que le
ofrezca,
sino el amor de tu Misericordia
y con ella el perdón que Tú me
ofreces.
Perdón siempre, Señor -a mí y a todos-
y más a mí, si a todos yo
perdono.
Gracias, Señor, que tantas veces
me amas,
Gracias te doy, pues me has
amado tanto.