jueves, 31 de diciembre de 2009

FELIZ AÑO NUEVO HASTA LA OTRA ORILLA





El tiempo, desde luego, no es esa distancia, o diferencia, entre un momento y otro, que determinan los relojes vulgares o, cuando esa diferencia resulta sumamente breve, esos otros artilugios, tan sofisticados, los cronómetros digitales, capaces de calcular una milésima de segundo, que es la unidad de medida del tiempo en el sistema internacional. En consecuencia, tampoco puede consistir en una ordenación de secuencias del movimiento físico ficticio de un astro respecto al ecuador celeste. Y mucho menos aún, cabe definir al tiempo en ninguna de las variadas y numerosísimas formas y dimensiones que dan cabida al concepto "tiempo"... Ni en Física, ni en Cosmología, ni en Gramática o Música, ni en la infinidad de locuciones verbales que, en el lenguaje común, utilizan o hacen referencia a la expresión "tiempo". Tengo la impresión de que nadie sabe qué es "el tiempo". Nadie lo sabe -quiza porque es imposible saberlo- con exactitud, no diré tampoco, "matemática", teniendo en cuenta que la Matemática, ni es una ciencia, ni mucho menos, como ilusoriamente se pretendió en algún momento, una ciencia exacta. Nada puede ser exacto, dentro de lo relativo, sino tan sólo de lo absoluto y, esto último -lo absoluto- no es admisible en una dimensión temporal, sino eterna, que es precisamente la ausencia del tiempo, aquello donde ya el tiempo no existe, ni puede tener cabida o significación alguna. ¿Será el tiempo lo mismo que el espacio? Tal vez sí, y ello es muy probable, como mínimo en la imaginación. Al menos, eso se ha dicho desde la Ciencia, tratando incluso de construir la unidad espacio-tiempo. El ejemplo últimamente más gráfico y significativo sería el que propone el Profesor Stephen Hawking ("Historia del tiempo", Duodécima edición, Crítica, Barcelona, 1990, Cap. 2, págs. 33 a 57), pero que no excluye tampoco la conclusión de que el tiempo sea un verdadero misterio, como tantos otros, vedado al entendimiento humano, según parece admitir Carl Sagan, el introductor de Hawking, y que en consecuencia no es posible aprehender ni, por tanto, comprender inteligentemente.

Por ello, sin perjuicio de admitir la necesidad material o funcional, para la organización del mundo, de la convivencia social cósmica -(¿cómo, si no, podrían celebrarse los excelsos conciertos de Mozart, Beethoven o Schubert, o los deleznables partidos de futbol?)- de "partir" , dividir y organizar el tiempo a base de relojes, de lo que resultará el segundo, o el "metro-segundo", y sucesivamente, en consecuencia, las horas, semanas, meses y años, además de los lustros y de los siglos. Pero, lo que en modo alguno debemos pensar es que, en virtud de ninguna de esas fracciones, podemos los humanos "dividir" el tiempo, aunque podamos contarlo formal y arbitrariamente, lo que carece de toda consecuencia significativa. Mucho menos todavía que esas formales y aparentes divisiones del tiempo, puedan conllevar a ninguna experiencia anímica, colindante, bien con la nostalgia (¡ah, aquellos tiempos que pasaron!) o con el pavor (¿estaremos en este pícaro mundo "el año que viene"?). ¡Qué terror a esas doce campanadas de media noche que "separan" un año de otro. ¿Por qué seremos tan ingénuos y nos complicaremos gratuitamente la vida?. Tampoco me parece a mí paradigmático, ni postura recomendable, aunque haya de ser respetuoso con el gusto de todo el mundo, el concurso en tal puntual momento de la botella de champagne, el "matasuegras", o el gorro de payaso, o de legionario, para "despedir" al año que se va y "recibir" al que llega. "¡Feliz salida y entrada de año...!", oía yo repetir insistentemente por las calles en los días de mi infancia. ¡Que estupidez!. Ahora, esa perfecta idiotez casi ya ni se oye. Pueden oírse otras parecidas... Es igual. Es inútil. El tiempo es indivisible, ininterrumpible, incontable, inmensurable e inseparable... Desde el principio, hasta el final del tiempo... Hasta cuando ya no haya tiempo.

El que ha transcurrido durante el año que hoy acaba, no me ha parecido a mí, dado todo cuanto ha sucedido, un año precisamente digno de recordar, tal vez no menos ni más que otros, pero en todo caso, plagado de multitud de falsedades y, por ello, de miserables mentiras, como casi siempre en perjuicio de quienes más sufren y padecen las dolorosas consecuencia de esto que llamamos "la Sociedad", que dice organizarse en "el Estado", pero que continúa sembrando a su paso, no ya el dolor y la insatisfacción, lo que sin duda es siempre propio de lo humano, sino tal vez las condiciones de vida menos justas, menos benéficas, más duras e inmisericordes con los humildes a los que cierta secta política -la de los peores, desde siempre- dice falsa y torpemente querer representar y defender. Me refiero a España, desde luego, pero sin que ello, en mi opinión haya dejado de tener repercusión fuera de ella. Por este triste motivo, como suele sucederme en en estos casos, la situacioón me ha inpsirado un soneto, naturalmente no podía ser otra cosa sino falso también, como el año, que quiero compartir con quiénes deseen o crean oportuno compartirlo:

UN FALSO SONETO PARA UN AÑO FALSO

AQUELLAS LUCES QUE NO BRILLARON

Corre frío Diciembre, y otro año
espera su partida, en tiempo omega.
El que se vá gimiendo, está ya muerto,
sin cabida en el tiempo. Es ya un recuerdo,

una falsa ilusión, entre difusas
sombras que se fugaron... ¡Que no vuelvan!
Volverán otras mañana... ¿Ya han venido?
¿Acaso ya aquí estaban? Quizá vendrán

las mismas que se fueron, con sus luces
que nunca ví brillar cuando brillaban.
Ya están aquí... Ya su misterio hondo

aflora con el agua, que del cielo
vierte su duro canto... Y a la espera
se encoge el alma y duda del misterio.


Pues bien, esto es así. Pero, eso no quiere decir que, en estos momentos, tan identicamente iguales en lo esencial a los presididos o señalados por todas las demás diezmilésimas de segundo, de todos y de cada año de la Humanidad, no debamos los humanos hacer un moderado alto en el camino y, desde lo más profundo y sincero de nuetro buen ser, desearnos recíproca y cordialmente esperanza y alegría. Yo, quiero hoy hacerlo desde este humilde Blog a todas cuantas personas conozco, ya sean amigos o enemigos, y se enteren o no de ello. Me basta con enterarme yo. Naturalmente, en primer lugar, a los más próximos en el espacio, que parece ser que también han de serlo en el tiempo, mis vecinos, de la Casa y el Barrio en el que vivo; a los de mi entrañable Ciudad natal de León; a los de toda esta Villa y Corte de Madrid, en otro "tiempo" (¿ven ustedes?) Capital de "las Españas", y hoy sólamente de esta España, cada vez más miserable y arruinada, merced a los que también me parecen miserables y torpes. Pero también a ellos, eso sí con el más sincero y firme deseo por mi parte de que se vayan pronto, para no volver jamás. Y de un modo también muy especial a todos los "españoles del otro lado del Mar", desde esta orilla a la otra. Feliz Año Nuevo, hermanos argentinos, bolivianos, brasileños, californianos, chilenos, colombianos, costaricenses, cubanos, dominicanos, ecuatorianos, filipinos y de la península de La Florida, guatemaltecos, guineanos ecuatoriales, hondureños, mejicanos, neo-mejicanos, nicaragüenses, panameños, paraguayos, peruanos, portorriqueños, portugueses, saharauis, salvadoreños, tejanos, uruguayos y venezolanos: Desde la Madre España, tan próxima en el espacio, en el tiempo, y sobre todo en el cariño verdadero, al Hermano Portugal, en el extremo Sur de la vieja Europa, recibid el abrazo estrecho de este humilde español.

Lo hago también extensivo, en mi condición de partícipe, aun insignificante, de la Comunidad Iberoamericana de Naciones, con parte de África y de Filipinas, a todos los hombres y Naciones de buena voluntad, del Universo Mundo. A todos los humanos, os deseo fervientemente el Amor y la Paz. Y, en la ocasión, nada mejor que un brindis, el que imaginó el genio musical de Giuseppe Verdi. Luis Madrigal.-