viernes, 31 de enero de 2014

AL ALBA, LA ESPERANZA



NUNCA TIEMBLA EL AMOR


Nunca el amor tiembla ante el frío...
Ni el valor ante el miedo,
ni en la invulnerable oscuridad de la noche apaga su latido.
Entre la más negra sombre, la luz encendida
sitúa su llama en lo más alto
para alumbrarlo todo
y todos puedan ver su mágico aliento.
En la cruel incertidumbre, la esperanza;
entre el odio, el perdón; la paz al caer la tarde
y en un amanecer, rosa y azul, cargado de guirnaldas,
la suave música que cautiva el alma
y penetra en los infinitos misterios del arcano.


Luis Madrigal





martes, 28 de enero de 2014

LA VERDAD DEL HOMBRE



Quisiera ser la tierra en que el naranjo
tiende sus verdes ramas, soberano
y, cargado de frutos, ofrece el dulce néctar
que engendró la flor inmaculada.
Esa es su verdad... La verdad del naranjo.
¿Acaso la del hombre
es turbar el silencio, pisar la flor,
contaminar el embriagador aroma del cielo
tapizado de azahar...?
No, no es esa su verdad.
Como la del naranjo, su verdad es cargarse de frutos,
llenando el aire del aroma inmortal y divino
heredero de su propia y genuina Naturaleza.


Luis Madrigal

Con el mayor respeto, a
Antoine Marie de Saint-Exupéry






sábado, 25 de enero de 2014

DESDE TAN LEJANA ORILLA





NO SERÁ MENOS EL AMOR


Sombra amable del ser, que a otro se extiende
para acoger suspiros y dolores.
Centinela perenne, que mil flores
expande en el camino y todo entiende.

¿Será eso amor...? ¿Quizá tan sólo, allende
del Mar embravecido, los amores
mitigan el dolor? Los estertores
que a la vida la muerte siempre tiende...

Quién los sufre con otro, al pecho herido
al tiempo y al espacio, en un momento,
puede estrechar la mano y traer calma.

Mas, no podrá ser menos el latido
que, desde lejos, llega como el viento
y, sin nada tomar, lleva su alma.


Luis Madrigal




viernes, 24 de enero de 2014

CUANDO SE CULTIVA EL ALMA



LLEGA LA PAZ


Se tiende al aire el viento y, sus clamores,
alzanse en paz y en calma, no gimiendo.
Los ojos  -que miraron sin ver-  viendo
desde el cielo en la tierra los dolores.

Las voces que clamaron, los amores
que sintieron sin ser, ya van sintiendo
y en sus manos de luz van sosteniendo
verdecida la palma, entre las flores.

La paz del alma ya del cielo baja
a la angustia del hombre bajo el cielo
y, si su cuerpo cubre una mortaja,

de sus ojos en sombra cae el velo
que ilumina la Vida y la adaraja
que la vida encadena sobre el suelo.


Luis Madrigal















lunes, 20 de enero de 2014

DUERMEN HOY LAS ROSAS



Durmiendo en su sepulcro están las rosas
que al verde seto no alzan ya su aliento.
Su brío sucumbió y, sus raíces,
se pudren en el seno de la tierra...
Será allá en Primavera un verde hierro
el que a la hiedra tienda ágil su mano
y tras verde tapiz, su fuerza, los rosales
buscarán cielo azul,
exhumando de su losa invernal, rojos, los pétalos.
Silencio en el aire... No turbéis en su sueño
a la yema que late y se ha dormido
para mañana brillar... Pisad despacio
la hierba del jardín, si la lluvia y la nieve
alimentan el alfombrado manto.


Luis Madrigal




sábado, 18 de enero de 2014

AL TÉRMINO DEL CAMINO



NECESIDAD DE LA MUERTE

Llevo ya más de un mes asistiendo a la desaparición, de esta tierra que pisamos, de amigos muy queridos. De forma inesperada, una tras otra, tan dolorosas noticias -lo confieso- han conmovido todo mi ser, dejándome tambaleante y aturdido, al propio tiempo que especialmente confuso acerca de mi pretendida fe. De la  Fe en Dios, naturalmente, porque, de un modo lógico y objetivo, no parecen demasiado compatibles entre sí la Fe en Dios y el miedo a la muerte. En todo caso, confío esperanzadamente en que Él se apiadará de mí.

Alguien dijo una vez que la vida era una necesidad. Y me parece que, dentro de la simplicidad de tal definición, acertó de plano. Efectivamente, desde que el ser humano es instalado en la existencia, necesita vivir, tan sólo eso, aunque puedan ser varias y hasta múltiples las vertientes del existir. De un modo esencial  -valga la contradicción-  Heidegger sintetizó todas ellas en una sóla: “Existir, es estar en el tiempo para ser”. Y por eso sólo existe el hombre, el ser humano. Las cosas del mundo exterior, incluidas en ellas los animales, por el contrario, no existen. Solamente “están ahí”. A diferencia de la lengua española, la gran lengua alemana, no posee dos verbos distintos, ser y existir. Y por ello, Heidegger tuvo que inventar una palabra, un término de suma precisión, el de “dasein”, que no significa ni ser ni existir, sino lo que ya he señalado, “estar ahí”. Las cosas, las piedras, los animales, están ahí, pero no pueden existir, porque, aunque transcurran miles, millones de años o de siglos, no pueden añadir nada a lo que ya son en un momento dado. Podrán variar o extinguirse, pero jamás podrán ser más, ni otra cosa distinta. El ser humano, no. Porque existir consiste precisamente en añadir cada día algo más, o algo nuevo, mientras permanece en el tiempo. Es cierto que, si lo desea, puede pararse, quedarse “enano” cuando había sido programado para ser un gigante; renunciar  a ser ya más de lo que es en un momento determinado, por aparentemente importante sea esto. Por ejemplo, Ministro, Presidente del Gobierno, o de la República, o Rey. ¿Acaso se puede ser más aún? Naturalmente que se puede, en cualquier caso, y mucho más aún, cuando aun siendo alguna de esas cosas, esencialmente no se es nada. Y cuando el ser humano, por creerse o pensar lo contrario, se para, se queda a medio hacer, se queda siendo únicamente lo que ya es. Por el contrario, cuando se dis-para, continua creciendo día a día hasta poder llegar a ser todo lo que había sido programado en función de sus capacidades.

¿Cuándo llegará a ser, plenamente, todo lo que de un modo absoluto y eterno puede llegar a ser? Para alcanzar esta dimensión y esta cota del ser, además del tiempo que le sea dado, necesita algo indispensable, necesita morir, necesita la muerte. Ciertamente, con todo el lúgubre cortejo que, más o menos pavorosamente, acompaña siempre a ese suceso humanamente tan doloroso, pero también con la inmensa esperanza y alegría de que, cumplido el trámite y traspasado el umbral de la agonía, fuera ya del existir, habrá alcanzado el ser humano la plenitud de su ser. Lo explicó muy breve, pero muy poéticamente Teresa de Ávila: “Aquella vida de arriba / que es la vida verdadera / no se goza estando viva”. Para experimentar ese inmenso gozo, y alcanzar la verdadera vida, es preciso morir. La muerte es  -como la vida-  otra necesidad. Y quiero creer y sentir, en lo más hondo del alma, que es ésta precisamente la gran esperanza y el más cálido consuelo, tanto frente a la muerte de los seres más queridos como frente a la propia muerte. No quisiera introducir en este sentimiento la menor nota jocosa, pero llegado a este punto, no puedo menos de recordar la Escena III del Acto I, en la Segunda Parte del Don Juan Tenorio, de José Zorrilla. Parafraseando aquellos versos, fuera por completo de su margen contingente, también podría decir yo hoy, radicalmente sensu contrario:

Vivos a quién tanto amé,
si tanto amor yo os di,
no tendréis queja de mí,
que a vosotros os recé.


A todas las almas, tan queridas, de quiénes ya son  plenamente,
tras caminar por este sendero, seco y duro.


Y con doloroso retraso a alguien de quien, por mi culpa, no pude despedirme:


A JOSÉ MARÍA SUÁREZ CAMPOS,
POETA, LUZ QUE BRILLABA EN LA OCURIDAD
Y HOMBRE DE DIOS


“Ese vago clamor que rasga el viento
es la voz funeral de una campana;
vano remedo del postrer lamento
de un cadáver sombrío y macilento
que en sucio polvo dormirá mañana…”

(José Zorrilla, ante el cadáver de Mariano José de Larra)



Trae hoy el viento un sonido cierto
que desde el Cielo baja y se hace canto
de alegría y de paz… Que un hombre santo
ahora vive en el Cielo. No está muerto.

Aquélla clara luz, un día incierto,
voló junto a la Luz… Bajo su manto
brilla más que brillaba. No hay espanto,
porque no se ha dormido. Está despierto.

Huía el tiempo. Pensé yo que podría
estrechar en mi voz lazos fraternos
sin  -torpe-  sospechar que antes se iría

sin, sobre el suelo, ya nunca más vernos…
¡Y he de verte otra vez, José María,
que inmortales no somos, mas sí eternos!


Luis Madrigal





sábado, 11 de enero de 2014

YA LA NOCHE ACABÓ




FUNDE LA NIEVE EL SOL


Ya la noche acabó, rendida al Alba,
y con su luz florece en paz el día
en que, radiante el sol, funde la nieve
caída desde el cielo en la montaña.
Se ilumina el camino a cada paso
y el caminar impulsa la pisada,
como el árbol  -hendido por el rayo-  florece
y en su aromático despliegue, cada brote
lanza un suspiro profundo
que fertiliza la tierra vacía,
donde, entre grietas y muertos peñascales,
comienza a nacer la hierba.


Luis Madrigal





viernes, 10 de enero de 2014

AMANECIÓ SIN LUZ



Amaneció sin luz...La niebla al sol cubría
y su húmedo manto desplegaba
sobre montes y valles. Allá, a lo alto,
en las cumbres tomadas por la nieve
entonaba el aliento del crudo Invierno
su más honda canción, gélida y fría.
Bramaba el viento como aúllan los lobos,
mientras dejan sobre el hielo la huella de su pisada.
Una blanca espiral, se alzaba al cielo
cuando, en las entrañas del valle,
entre suspiros y llantos de niño,
se oía el clamor de una campana.


Luis Madrigal






sábado, 4 de enero de 2014

EL PRIMERO DE UN NUEVO AÑO



UNO DE ENERO

SANTA MARÍA MADRE DE DIOS
MADRE DE LA IGLESIA


Amaneció el día muy gris. Llovía.
Yo, escondido en mi alma, allí pensaba
si el cielo encapotado que lloraba
sería por sentir la oscuridad del día...

¿Dónde estará escondida la alegría
que no puedo encontrar? Le preguntaba
a una gota de lluvia, que pugnaba
de un salto por hallar el Mar... ¿Sería,

tal vez, en claro y caudaloso río
que eterno lleva en calma voz serena,
sin que le tuerza ni el calor ni el frío?

¿Quizá impuro metal que, su melena,
hace tan pura el Fuego, con gran brío?
Tan pura como blanca es la Azucena.


Luis Madrigal