DESDE LA FRONDA QUE HABITA
EN LA MONTAÑA
¿Acaso ya no llega el viento
hasta la playa profunda y misteriosa,
o, son las olas, con su ronco murmullo,
las que ocultan las notas en que entono mi canto?
¡Qué agudo es el silencio, cuando clava,
como hiriente cuchillo en viva carne,
su opaco y mudo eco sin aliento!
Cuando, ahogando al suspiro, asfixia el llanto...
Si el mar te llama, vete... Mas escucha,
al menos desde lejos, un latido;
riega el agua del mar con una lágrima...
Que, al pisar sobre arena, firme el paso,
tu corazón se ensanche y acaricie
la fronda que se pierde en la montaña
y que tu mente acoja un pensamiento...
Que, en otro corazón, vive tu alma.
Luis Madrigal