sábado, 23 de agosto de 2014

SÉPTIMA SERIE DE SEGUIDILLAS



DOS ROSAS PARA ALMAS VENCIDAS


Me levanto temprano
por la mañana
para ver desde un puente
correr el agua.

II

Agua que corre lenta
hacia el molino
para moler el grano,
si el grano es fino.

III

Si además es de trigo,
pan blanco y recio
a los cuerpos cansados
traerá el anhelo.

IV

A las almas vencidas,
junto a una rosa,
llevará mil suspiros
y olor a otra.

V

Una rosa de luz
que embriague calma
y otra, roja de fuego
que abrase el alma.


Luis Madrigal


Las Navas del Márques (Ávila)
23 de Agosto de 2014

viernes, 22 de agosto de 2014

UN NOMBRE VIRTUOSO





PRUDENCIO


Hace ya algunos años, retiré de este mismo Blog, como quien cumple con un deber y al mismo tiempo causa una alegría a otra persona, el texto que hoy vuelvo a publicar, porque, al releerlo, entre una cierta sonrisa, me ha parecido que a estas alturas ya no puedo ofender ni maltratar a nadie. Le decía yo mismo entonces, a una buena amiga, que "Prudencio" es un nombre magnífico, sobre todo para hacer honor a él. Porque ya se sabe que, algunas personas, que se apellidan "Calvo", poseen una nutrida mata de pelo y, otras cuyo apellido es "Izquierdo", en lugar de ser más rojos que un pimiento, son lo que los propios rojos llaman "fascista", sin saber exactamente qué quieren decir, porque ya es casi universalmente sabido, a su vez, que esta gente tuerta del ojo derecho todo cuanto ve, lo mira con el de su propia siniestra tendencia. El caso es que, si alguien, además de llamarse "Prudencio", es verdaderamente prudente, nos hallaremos ante un hombre  -o una mujer-  virtuoso, porque la Prudencia, sin llegar a ser una virtud teologal, sí que es una de la cuatro virtudes cardinales, en unión de la Justicia, y además de la Fortaleza y la Templanza. Por eso, es muy importante ser prudente, aun no llamándose "Prudencio". En el orden estrictamente moral la Prudencia es aquella virtud en virtud de la cual  -cuando se posee- se ordena todas las acciones al bien, al debido fin, y para ello busca los medios convenientes de modo que la obra sea buena en vez de mala, y por tanto, agradable a Dios. En un orden más humano y temporal, aunque en íntima relación con la Justica  -que es la virtud de dar a cada uno lo suyo-  qué no decir también de los juris-prudentes, y que en la vieja Roma fueron los que cultivaron la prudentia iuris, el arte de saber elegir, antesala de los jurisconsultos, a quienes el Emperador Augusto otorgó el ius publice respondendi, o potestad de responder, ex autorictatae eius, a determinadas preguntas, precisamente por razón de ese arte, prudente y virtuoso, basado en la iustitia y en la utilitas, para dar solución a los problemas prácticos de la vida cotidiana. Esencialmente, ello ha dado lugar en nuestros días a la llamada Jurisprudencia moderna, que no es otra cosa sino la manera reiterada y constante de interpretar y aplicar la Ley, no por cualquier Juez, o "jueza" de tres al cuarto, como con suma barbarie hoy se dice  -y se hace, que eso es lo peor-  sino por el Tribunal Supremo, y tampoco por ese otro "tribunal", nido de malvendidos a las canalladas y a los canallas de la política más espuria, que en España llaman el Tribunal Constitucional. De esto último, mucho mejor ni hablar. Y la Jurisprudencia es, a su vez, nada menos que una fuente del Derecho, en defecto de la Ley. Sin embargo, pese a todo lo dicho, a mí desde luego no se me ocurriría nominar a nadie, -y nunca mejor utilizado este término con auténtica precisión-  imponiéndole el nombre indicado. No como se dice en esos bastardos y depravados concursos de la TV, en los que dicen "nominar" a cualquiera  de las mujeronas, rapazuelas o rufianes que en ellos concursan. Porque exactamente "nominar" no significa ser candidato a alguno de los "terribles suplicios" con los que se condena en tales repugnantes concursos, sino precisamente lo que ya he dicho, imponer nombre a una persona. No, no se me ocurriría, en nuestros días (y pido perdón por ello a quien haga falta), llamar "Prudencio" a ningún ser humano. Mucho menos aún, “Prudencia”, pese a tratarse de una virtud cardinal, a ninguna mujer, si ese fuese el caso. Naturalmente, a quienes guste llamarse así, por mí no hay inconveniente, antes al contrario, mi más cordial felicitación y que disfruten muchos años su nombre y, sobre todo, que hagan siempre honor a él.

Tampoco hay que olvidar el hecho de que Aurelius Prudentius Clemens (Calahorra, 348 D.C.), aunque algunos piensan que no nació en Calagurris, sino en Caesaraugusta, es el poeta hispano-latino tal vez más grande de esta época. Profesor de Retórica y también jurisconsulto, se dedicó a la Literatura los últimos años de su vida. Este gran hombre, poseía también una gran erudición tanto en el conocimiento profundo de la Sagrada Escritura, como en general en el ámbito de la cultura clásica, hasta el punto de estar considerado como uno de los mejores poetas cristianos de la Antigüedad.

Pero, ni éste glorioso poeta latino ni algunos otros, ya sean poetas, médicos o futbolistas del Real Madrid, como aquel "Pruden", que por cierto era a su vez las dos últimas cosas (¡qué tiempos aquellos, en los que los futbolistas, además, eran médicos!) son los mismos, sino "otros Prudencios", como eran "otros Pérez" aquellos con los que, a decir de Marañón, pretendió enlazar genealógicamente el famoso Secretario de Estado de Felipe II, para propiciar su hidalguía y limpieza de sangre, eludiendo así toda sospecha de descender de judíos conversos. No son los mismos "Prudencios", porque hay "Prudencios imprudentes", que aun no siendo descendientes de judíos, ni futbolistas, además de impertinentes y ridículamente necios, causan la impresión, no sólo de poseer un bajíismo nivel de instrucción, sino de no enterarse de lo que leen, al confundir, digamos  -en buen castellano, aunque ya algo añejo- "la velocidad con el tocino", formulando comentarios estúpidos, sin haber entendido nada de nada. Y estos "Prudencios", también tienen un Blog, como yo mismo, que desde luego, también como quizá el mío propio, son de los que le harían un gran bien a la Humanidad si desapareciesen para siempre. Tengo que insistir. Me permito recordar a todos estos “Prudencios” que su verdadero sitio y lugar no está en el mundo de los Blog, en lo que estos pueden significar un ámbito propio de la Literatura, -aunque de opaca procedencia, de extenso alcance-  sino en el de las llamadas "redes sociales", donde podrán soltar sus simplezas a placer. Y, como también -parece ser- se pueden llenar esos lugares de colorines y fotos de artistas de cine, no deben albergar el temor a no poder publicar las hechas en la playa y hasta posiblemente en compañía de su nuera o de su cuñada. A las cuñadas, a alguna Cuñada hay que tenerle siempre presente, por mucho que contraríe y moleste. Naturalmente, son sitios distintos. Por eso, creo yo, cada cual debe estar en su sitio. Como debió hacer aquel señor que se llamaba "Prudencio". Es un decir.


Luis Madrigal


En las imágenes de arriba, las Cuatro Virtudes Cardinales. De izquierda a derecha, Prudencia, Fortaleza, Justicia y Templanza

Más abajo, el Emperador Augusto, que otorgo el ius publice respondendi
a los iuris-prudentes. Jamás lo habría hecho a los
Jueces de lo Mercantil, al menos en España

jueves, 21 de agosto de 2014

UNA LUNA SIN CIELO



ES UNA UNA LUNA FALSA

La fotografía que precede, a mi parecer, es una de esas imágenes "de plástico", que nada parecen tener que ver con la realidad. Creo recordar ahora que nunca me gustaron este tipo de productos almibarados, precisamente porque la realidad es mucho más amarga y, sobre todo, porque parecen hechos a la medida de almas tan falsas, o tan simples, como la propia imagen que tratan de reflejar. Sin embargo, tan sólo hace unos días, tuve la ocasión de contemplar la luna en su fase más plena, justamente cuando de pronto surge en el horizonte con toda su majestad. Entonces no es de plata, como en esta imagen de referencia que he encontrado en uno de esos basureros del arte, tan prolijos e insulsos, como pueden hallarse en Internet. Tengo la casi seguridad absoluta de que su autor se auxilió para fabricarla de alguno de esos programas informáticos de retoque fotográfico, o incluso de los que hacen surgir, por arte de magia, cosas que no existen. En las noches de plenilunio, la luna es de oro del máximo número de kilates posible. Imposible por ello, casi, de captar con una cámara fotográfica. Por eso, yo me abstuve de intentarlo, limitándome a observarla, mientras admiraba todo su divino esplendor.

Ayer noche, ya no había luna llena en el cielo. Incluso creo que ni había luna o, al menos yo no puede encontrarla en el firmamento nocturno que tenía a mi alcance. Ello me hizo pensar por un momernto en Lewis Carrol, no porque éste, que yo recuerde, se refiera a la luna, en su fantastico y maravilloso mundo, pero sí (quizá porque Charles Lutwidge Dodgson era matemático y lógico), a los ojos de los gatos, esos misteriosos animales, que parecen saberlo todo sin decir nunca nada. Carrol, aunque implícitamente, invita a pensar no sólo en la idea de un gato sin ojos, sino  -lo que es mucho más misteriosamente abstracto- en unos ojos sin gato. Y en eso, más o menos, estaba pensando yo anoche. En una luna sin cielo, mucho más que en estas lunas, como la de la imagen precedente, sin duda lunas acarameladas y falsas, que tanto abundan, entre otros esperpentos, en las más cursis imágenes que facilita Internet. Ya hay que tener un gusto "especial", o una piel cuidada con polvos de talco, para atreverse a utilizar tales productos. Yo hoy me atrevo, tan sólo para recordarme a mi mismo que siempre es necesario huir de lo artificial, tratando de concentrar nuestras escasas luces en la verdadera luz de la luna, cuando en las noches de verano  -en algunas de ellas-  ilumina los campos que durante el día son tan verdes.

Luis Madrigal

Las Navas del Marqués (Ávila)
21 de Agosto de 2014






miércoles, 20 de agosto de 2014

NO ES EL ESTILO, ES EL SENTIMIENTO



SOM UN SENTIMENT

Pude observar anteayer en las gradas del Nou Camp, el grandioso estadio del Club de Fútbol Barcelona, una pancarta que inmediatamente llamó mi atención. Lo de menos, para mí, en esta ocasión, era el fútbol y el partido que se disputaba entre el club catalán  -que, según su propia tarjeta de presentación es mucho más que un club-  y el León F.C., de Méjico, último campeón de la Liga azteca y, según pude oír, de muy brillante participación en la Libertadores, que congrega a la flor y nata futbolística de lo que Francia tanto pugnó, hasta conseguirlo, que se llamase “América Latina”. Insisto: Lo menos relevante era el fútbol y el partido. Lo que me hizo meditar fue la pancarta. “Som un sentiment”, decía la misma. Esta afirmación, ni era agresiva ni a nadie podía herir, ni mucho menos era tan ridícula como, en otra ocasión, en el mismo escenario deportivo, aquella de contenido como mínimo irreverente, si no sacrílego, “Dios existe y es brasileño”, alusiva a aquel futbolista tan feo pero de excelentes aptitudes futbolísticas, que se llamó y creo aún se llama o llaman “Ronaldinho”. En esta ocasión, no. El contenido de la pancarta proclamaba algo de suma nobleza, porque el sentimiento, por amor a algo, o de algo de lo que está repleto el corazón, en uno de los más nobles impulsos. El amor, a diferencia del odio, que siempre es perverso, es también siempre la más alta cota del espíritu que podemos albergar los humanos, porque eso ya es huir de la materia, objeto substantivo y formal -como ciencia- de la Física, y al mismo tiempo, sin ninguna contradicción, substancia torpe y muy alejada de la verdad más radical de todas las verdades, por mucho presuman de ello los que no aceptan  -porque no quieren-  otras realidades radicales, muy superiores a la materia. Por eso llamó mi atención aquella pancarta y desde luego, también mi adhesión. El sentimiento -mucho más que el estilo, como pretendía Buffon- “es el hombre”. Yo, también soy un sentimiento, pensé. O no seré nada, pienso ahora.

Es muy posible, por no decir seguro, que lo que proclamaba la referida pancarta del Camp Nou fuese algo extra-deportivo, y no tanto porque el F.C. Barcelona, como asegura asimismo el rótulo que muestran sus graderíos cuando se encuentran desnudos de espectadores, sea “mes que un Club”, sino porque tanto la pancarta como el rótulo de las gradas no son la causa sino el efecto de lo que proclaman. Aún así, personalmente yo me adhiero con respeto y hasta con cariño al sentimiento proclamado, sin perjuicio de cuantas puntualizaciones, también a mi juicio, resultan objetivamente pertinentes. No digo esto ahora, más que mediado el mes de Agosto, como pretexto  -nunca mejor dicho-  de lo que intuyo voy a decir, si Dios quiere, en este mismo humilde Blog, el próximo 11 de Septiembre, “Día de Cataluña”. Creo que en absoluto resultan incompatibles y menos todavía contradictorios, el “pre-texto” -este mismo que ahora escribo- y el texto que haya de surgir de mi más honesto parecer subjetivo el referido y ya casi inmediato “Día”. También esta confusa jornada es puro sentimiento para los catalanes y para algunas otras personas, entre las que me incluyo, de sentires y sobre todo de criterios objetivamente austracistas, aunque ya estén muy pasados de época, tras el transcurso de más de tres siglos. Prefiero también decir esto, en sentido positivo, más que en el negativo y visceralmente antiborbónico que me cubre de pies a cabeza. Y dentro de lo que ampliamente, según creo, me permite la libertad de expresión, no me refiero en particular a nadie, es decir a ninguno, sino a todo y a todos los que hemos padecido los españoles, sin excepción alguna y, por lo que parece, tenemos la desventura de seguir sufriendo. Máxime considerando los extravagantes matices concurrentes en esta hora, tanto de esencial inconsecuencia institucional como de pésimo mal gusto socio-cultural y hasta moral.

Pero lo más importante, en lo que atañe al sentimiento que ayer flotaba en el Nou Camp, ondeando al aire, debo confesar sinceramente, no sólo mi adhesión a la pancarta de referencia, sino también mi comprensión y, si no ofendo a nadie, hasta mi compasión, en el sentido también más noble de este último término. Creo entender ese sentimiento como particularmente yo también entiendo las situaciones lacerantes, frente a las cuales resulta imposible hacer nada, pero de cuya impotencia surge también el espíritu más recio de rebeldía, de las personas y de los pueblos.


Luis Madrigal



miércoles, 13 de agosto de 2014

MIENTRAS TRANSCURRE EL VERANO



FILOSOFÍA COMO NECESIDAD

Es ya muy vieja la expresión, convertida casi en apotegma, “primum vivere deinde philosophari”. A veces, en algún lugar, se encuentra, “philosophare” por “philosophari”, pero no puede ser tal, porque el infintivo latino philosophor es un verbo deponente. Y los verbos deponentes son precisamente aquellos utilizados, o escritos, en forma de voz pasiva, pero que han de traducirse en voz activa.

Efectuada tal aclaración, es también ya vieja la precisión de Ortega, comentando tal aforismo, según la cual no se filosofa, ni es necesario por tanto filosofar “para” vivir, sino “porque” se vive. En realidad, creo yo, a nadie le gusta filosofar, que es cosa bastante dolorosa y a veces insufrible. Sería mucho mejor no tener que hacerlo, dado que existen múltiples actividades mucho más divertidas y gratificantes. Pero, cada cual, no puede eludir preguntarse, desde que se ve instalado en la existencia, “qué hago yo aquí”. Me parece haber oído contar, ya hace años, que un profesor catalán de Filosofía, natural de Gerona, cuando cada año comenzaba su tarea en la Universidad de Barcelona, solía comenzar el curso a los estudiantes de primer año, pronunciando las mismas palabras. “Qué es el hombre; de dónde viene, adonde va…” Y él mismo continuaba respondiéndose a sí mismo: “El hombre soy yo, que viene de Gerona y les va a explicar a ustedes este curso de Filosofía”. Sin duda, aquel profesor era un hombre afable y dotado de un gran sentido del humor, que pretendía liberar a sus alumnos de toda solemnidad a fin de aliviar la pesada carga del estudio de la Filosofía. Algo parecido a lo que se dice o recomienda a los futbolistas, por los periodistas de esta especialidad científica, en vísperas de un gran choque deportivo, a fin de que se relajen para no acumular tensión emocional.

Sin embargo, una cosa es estudiar Filosofía, ya sea como asignatura académica, ya como inquietud de conocimiento y otra bien distinta el filosofar, el ejercicio del raciocinio filosófico. Porque, me parece a mí, que únicamente son filósofos estos últimos. Y sin duda es en este punto crucial en el que cobran toda su honda dimensión las palabras de Ortega. Porque, si no es lo mismo estudiar Filosofía  -su historia, sus escuelas y las tendencias del pensamiento filosófico a través de los siglos- que verdaderamente ser un filósofo, mucho más radicalmente cierto parece que se puede vivir perfectamente sin necesidad de lo primero  -y no sólo en el caso de los futbolistas, sin duda muy poco dados a la Filosofía- mientras puede resultar dramático y ruinoso lo segundo. Por eso, precisamente, tal vez, pueden existir infinidad de profesores y de estudiantes de Filosofía perfectamente tan sabios como estúpidos, mientras que muy difícilmente podrá encontrarse entre estos últimos a ningún filósofo, por ignorante pueda ser.

La Filosofía puede ser innecesaria y hasta resultar un lujo, pero el filosofar es una estricta necesidad. Y ello sin salir de uno mismo. “In te ipsum rede”, decía San Agustín. En tal sentido, para volver sobre uno mismo, generalmente perturba el ruido, casi todo lo que late alrededor de quien debe enfrentarse a su propia vida, para buscar solución posible a la maraña de problemas en que aquélla consiste. En efecto, ya Epicteto descubrió algo esencial: “La filosofía no promete asegurar nada externo al hombre; en otro caso supondría admitir algo que se encuentra más allá de su verdadero objeto de estudio y materia. Pues del mismo modo en que el material del carpintero es la madera, y el del escultor el bronce, el objeto del arte  -de filosofar-  es la propia vida de cada cual”. Al igual que Sócrates, Epicteto no escribió nada, aunque su pensamiento asimismo, como el de Sócrates a través de Platón, ha podido llegarnos a través de su discípulo Arriano. Se comprende esencialmente que en ambos casos, en el de ambos filósofos, más aún si cabe en el del romano  -que era un estoico- que en el del griego, adoptasen como actitud vital la de despreciar la opinión de todos los demás y la de desdeñar honores y riquezas, descubriendo que la vida es un combate en el que triunfa la razón debidamente empleada por uno mismo, sobre todo si la voluntad, siguiendo esa luz, se impone sobre todas las pasiones.

En consecuencia, no tengo más remedio que filosofar, aunque vivir sea lo primero que tengo ante mis ojos, pero, una vez soy consciente de ello, tengo que darme una explicación y proponer un camino a mi vida. Por eso filosofo. En estos últimos días pasados y si Dios quiere en otros que les sucederán, ya no oigo ni puedo escuchar a nadie. En mi situación, esto es posible sencillamente porque en estos días casi nadie me rodea. Tan sólo escucho en la noche un silencio que grita dentro de mí, al compás de centenares, o tal vez de millares, de élitros empeñados en componer una monótona y monocorde sinfonía, pero llena de inquietantes preguntas, que tan sólo yo puedo y he de responder. Cuento no obstante con una ayuda muy especial, que llega desde lo más alto, pero que, al mismo tiempo que ilumina un camino tachonado de estrellas, me pide subir a ellas.

Luis Madrigal





martes, 12 de agosto de 2014

ESPACIO LIBRE PARA LA VIDA



Y ALIMENTO COMPARTIDO


Me han segado la hierba del jardín, como todos los años por estas fechas y, entre el rastrojo que siempre sigue a la siega, he visto esta tarde a muy escasos metros compartir el alimento a un mirlo, una paloma y un gorrión. Me ha parecido una escena emocionante. Propia de los animales, por lo que parece, mucho más que del ser humano. He sentido envidia de ellos. Tres especies tan distintas y  sin embargo, lejos de agredirse disputándose lo que fuere podían llevarse a sus picos, cooperaban entre sí en la búsqueda de lo que pudiera alimentarlos. ¿Será posible, Dios mío, que sólo el hombre, creado a imagen divina, sea capaz de perderse por su irreflexiva razón y de salvarse por el puro instinto del animal que es? Sin pensarlo, en el fondo, me parecía por ello estar viendo a un árabe, a un palestino de la Franja de Gaza, y a un judío del Estado de Israel, cantando, más que alimentándose, a impulsos de la batuta de Daniel Baremboin, con letra de Edward Said. Suele decirse que una utopía es o consiste en la persecución de algo imposible. Pero yo creo que no es verdad eso, sino que más bien una utopía consiste esencialmente en la persecución de un ideal que nunca se realiza, pero continúa persiguiéndose. Tal vez así pueda construirse el concepto, por negación de sí mismo, en una aporía similar a la de Aquiles y la tortuga.
Eran muy pocos los años que yo contaba por entonces, cuando ya, a través de la radio  -mi provinciana y entrañable EAJ63, Radio León-  pude saber por vez primera quién era el General Moshé Dayán, aquel hombre del parche en el lugar que había ocupado su ojo izquierdo y excelente militar, formado en Inglaterra, más tarde Ministro de la Guerra de Israel. Y desde entonces, a veces con más extensos lapsos de tiempo de paz, no hay manera de que este maravilloso don, imprescindible para alcanzar la armonía de la perfección humana,  se instale definitivamente en el alma de los contendientes. No seré yo quien incurra en la frívola afirmación de ningún pronunciamiento de culpabilidad hacia uno u otro bando, que sin duda concurrirá por ambas partes. Pero lo que es absolutamente cierto es que los que son totalmente inconscientes, y sobre todo absolutamente inocentes, son los niños a quienes se refugia en templos o escuelas y que reciben en sus débiles cuerpos los estragos de las bombas. Aunque se les utilice como meros instrumentos  -ahora se dice “escudos humanos”-  por parte de unos padres humanamente inhumanos.

Luis Madrigal




sábado, 9 de agosto de 2014

UN CÓSMICO CLAMOR



Si el sol alegra su mirada,
vientos y nubes huyen al abismo
donde habita la nada,
que es el ser vacío y harapiento,
el ser sin ser, vacuo y desnudo
de sus galas de ayer.
Sin alzarse al árbol verde,
ni ver correr el agua.
Mas, si el rayo sonríe
y tiende su pupila de luz llena,
la tierra entera suspira
y entona su cósmico clamor, vehemente,
dormido en la sombra.


Luis Madrigal



jueves, 7 de agosto de 2014

SI UNA PALOMA VUELA



HA LLEGADO LA PAZ

Risa que en pecho ayer dolido
y en paz ahora a la alegría entrega
el verde ramo del sagrado olivo,
es signo de esperanza. Y verdadero
presagio de la paz, en paz dormido,
que el estruendo del bronce no despierta.
Ni el fuego roe el alma, aunque la abrase,
ni el agua ahoga nunca, al desbordarse,
ni el canto del arado
en sus acordes cesa.
Busca la vista allá, tras la enramada,
de una espadaña al cielo la silueta.
Incesante oración late en la mente
que alberga voluntad de inercia quieta.
Cesa el osco clamor del pulso tenso.
Un nuevo chorro baña las arterias.
Ha llegado la paz. El ser que vive
muerto no quiere ya ver las estrellas.


Luis Madrigal





miércoles, 6 de agosto de 2014

¡ARRIBA, ARGENTINA!



HAY QUE SUBIR A LA CRUZ

Las cruces, todas ellas, pueden ser de muy diversos materiales, formas, colores y tamaños. Pero todas son cruces, en la medida en que participan de la única y verdadera Cruz, a la que se subió la salvación del mundo. El bien único y todo él, la perfección total, la justicia verdadera y eterna. La cruz siempre es dolor, pero precisamente por eso también es salvación. En general, todas las personas, desde que nacen, han de encontrarse alguna vez con alguna cruz. Y lo mejor es siempre subirse a ella.

Hace ya días escucho en la radio y leo en los periódicos españoles algo que sinceramente me estremece y llena de compasión, en el mejor sentido de esta palabra. Lo que he podido saber es que la República Argentina se encuentra ante la posibilidad de la suspensión de pagos, cosa que creo sucedió ya en otras ocasiones o al menos en una, no hace tantos años, con las consiguientes desfavorables consecuencias. Siempre angustiosas para los más débiles, para los totalmente inocentes de la perversión de unos pocos, y también de la manifiesta incapacidad de quienes ejercen funciones idealmente reservadas por la propia naturaleza tan sólo a los mejores, los “aristoi” atenienses, pero materialmente encomendadas, con torpeza y acusada miopía, cuando no absoluta ceguera, a los más bajos estratos del intelecto y destreza humanos. Y la torpeza de los más, arrastra siempre al sufrimiento de los menos. Esto, desde luego, no sucede solamente en la Argentina sino en casi todas las partes del mundo.

Yo lo lamento hoy, muy especialmente, por este gran país hispánico, al que quiero de manera entrañable. Lo siento en el alma por cada uno de nuestros hermanos argentinos, obligados a sufrir tan lacerante situación en el quinto país potencialmente más rico del mundo. Malditos sean los de siempre, los que siempre hacen llorar a muchos por causa de la avaricia de unos pocos y de la torpeza de otros, aunque me confortan siempre, en estas ocasiones, aquellas palabras de Plutarco, escritas a raíz de la batalla de Queronea, al contemplar el río lleno de sangre y de cadáveres. Porque dice Plutarco que “si los vencidos lloran, los vencedores perecen”. Puede que esto tarde en suceder, pero no podrá resistir el peso de la absoluta justicia, que no podrá hallarse en la Historia, pero sí cuando esta concluya. “Tarde me lo fiais”, diría un pragmático materialista y racionalista, pero tampoco esto es cierto de la manera en que parece serlo. En cualquier momento, puede concluir la injusticia de los que lloran por la cruel codicia de los que perecen, entre los cuales cabe incluir perfectamente a quienes dicen ocuparse del bienestar de los pueblos, sin capacidad para poder hacerlo y sobre todo sin la menor brizna de honestidad.

A pesar de ello, o por ello, la única solución para quienes sufren y lloran es subir a la Cruz. He podido observar hoy de nuevo una fotografía que conservo de una localidad argentina en la que nunca he estado “en cuerpo mortal”, aunque miles de veces con el espíritu.  Ahora se encuentra en el invierno, pero es de suma belleza y atractivo en el verano. La villa de Carlos Paz, al pie de las Sierras Chicas, próximas a la gran ciudad de Córdoba. Es una fotografía del Cerro de la Cruz, que domina desde gran altura el Lago de San Roque, enorme embalse artificial diseñado precisamente, no por un ingeniero sino por un médico y abogado de origen español, don Juan Bialet Massé, nacido en Mataró (Barcelona) en el año 1846 y muerto en Buenos Aires en 1907. Como puede observarse en la fotografía, la Cruz tiene escaleras. Y sin duda es para subirse a Ella. A lo más alto. Allí siempre se encuentra no sólo la paz, sino también el gozo del espíritu, aunque las horas discurran entre el dolor de quienes lloran.

Luis Madrigal


martes, 5 de agosto de 2014




A LA SOMBRA DE UN ÁRBOL

Esa sombra, es la nada que se apaga
tan pronto el sol su luz vaya apagando.
El árbol quedará, al sol mirando
y esperando otro día sombra se haga.

No es el árbol la sombra, ni ésta vaga.
Tampoco el sol es nada, declinando
el árbol sus cien ramas, que inundando
del brillo sus aristas, luz propaga.

Esa sombra es ligera, siempre pasa
y se duerme, en la noche sin ser nada.
Nada el árbol, que alzó su tenue gasa

hacia el cielo que brilla en su enramada.
Ni es nada el sol, el rayo que ahora abrasa,
ni puede ser el alma enamorada.


Luis Madrigal


A esa sombra, a ese árbol, al sol de California,
y al gran fotógrafo californiano Shawn Clover,
autor de la bella imagen que inspira todo lo demás.

Las Navas del Marqués (Ávila), 5 de Agosto de 2014