jueves, 2 de abril de 2009

SEÑOR, ESTÁS DESCALIFICADO


¡Cuántas veces, y cuántos también somos los que te descalificamos…! Y lo hacemos siempre porque tu actitud y tu conducta no se avienen a nuestras convenciones y fórmulas, las que nos hemos ido creando a nuestra propia medida, engañándonos con ello a nosotros mismos y, con ello, creándonos falsas posiciones y falsas expectativas… Y todo ello porque, nos parece que, tu doctrina y, sobre todo tus hechos, no se ajustan a lo que “es normal” en nuestras vidas, o en las normas establecidas, una veces, por eso que llamamos “la Sociedad”- demasiadas veces por “el orden” que preconiza su organización en el Estado- y las más por nuestro simple y mero egoísmo, que nos impulsa ciegamente a ignorar que el Bien, el verdadero, está dentro de nosotros mismos, pero, por ello precisamente, fuera de lo que nosotros somos, por haberse encerrado también en eso que no es “yo”, en los otros, en los que están fuera de mi. Y, por ello, te descalificamos. ¡Señor, estás descalificado en mi vida…! ¡Eso que Tú pides, porque lo hiciste, eso… no puede ser! Me perjudica, me hace más insignificante, más pequeño; suprime mis privilegios y mi situación de superioridad sobre los otros… En suma, me hace igual a los otros… Pero, “yo” soy más, mucho más. Soy el primero, el único… Los demás, los que no son “yo”, todos, son inferiores a mí. Y por eso quedas descalificado… porque Tú dijiste que todos éramos iguales, por ser hijos tuyos. Y dijiste también que era preciso amar al otro, no como a mi mismo, que eso no es nada, sino como Tú nos amas a todos. Y dijiste lo que dijiste en aquel Sermón del Monte, que encierra la síntesis de lo más sublime que puede encontrase en todas las doctrinas de todos los partidos políticos del mundo… En todos los “ismos” habidos y por haber… incluso en el Cristianismo que nosotros hemos fabricado, con la permisividad incluso de tu Iglesia (que, aunque duela decirlo, no es sino una parte pequeñísima, insignificante, del “Reino de Dios”), y hasta promovido e impulsado por Ella misma, a través de las mentiras y errores dichas al mundo a través de los siglos. De esa Iglesia que, tantas veces, no pasa de ser una mera “organización”, en lugar de constituirse en tu Cuerpo, vivo y santificante, que ha de llevar la Luz y la Verdad a todo hombre que viene y está en el mundo…Por eso, te descalificamos, Señor. “Tú, fuera… descalificado!. Y, no tanto por andar y correr sobre el agua, mientras nosotros tenemos que nadar y nadar, tan dura y esforzadamente, en ocasiones, o casi siempre, “frente a la corriente” que se lleva por delante todo aquello en lo que un día decidimos creer y juramos defender… Ahora, ya muy pronto, durante la Semana que viene, aunque algunos tratemos de no hacerlo, sin ser mejores por ello que ningún otro, volveremos todos, más o menos conscientemente a “descalificarte”, cuando estés exánime, pendiendo de una Cruz y, seca de sed tu garganta, volvamos a ofrecerte la hiel de nuestras traiciones y a traspasar nuevamente tu costado con una lanza… Señor, ten compasión de nosotros, que… no sabemos lo que hacemos. Luis Madrigal.-