EVOLUCIÓN GENERAL DEL SONETO, EN LENGUA CASTELANA, DESDE SU ORIGEN HASTA EL MODERNISMO
Luis MADRIGAL
Ya
he dicho en la entrada anterior que inicialmente, en la misma Sicilia,
antes de que el soneto se extendiese a la Italia central, los tercetos
podían obedecer a una estructura de rima variable. Y así lo prueban las
más ilustres muestras, dentro de las que asimismo ya tuve el gusto de
acompañar. Sin embargo, ha de decirse también que, desde el punto de
vista de la Literatura española y de las naciones hermanas, es preciso
observar la evolución del Soneto, dentro de la poesía rimada castellana,
o ibérica, desde que esta estrofa se entroniza en España, tras las
importaciones de Garcilaso de la Vega y Juan Boscán, y de Sá de Miranda,
en Portugal. No obstante a todo ello hay que añadir -antes incluso de
centrar toda la atención en el soneto en lengua castellana- que también
la estrofa tuvo acogida en otras lenguas no latinas, como el inglés y
hasta el mismo alemán, lenguas germánicas ambas, y también en francés,
lengua latina pero menos que las demás de su tronco. Y no ya su
evolución en estas lenguas, sino su propio origen desde un principio,
marca diferencias que incluso han podido desvirtuar su propia contextura
estrófica, si pretende transportarse al castellano. Y, a esto último,
no puede atribuírsele el carácter de “variantes” o variaciones
del soneto, sino que en realidad responde a otro concepto, tanto métrica
como lingüísticamente hablando. Por ejemplo, en la composición del
soneto en lengua alemana, introducido en aquel país por Rudolf Wekherlin y Ernst Schawabe, no solamente se utilizaron versos alejandrinos en lugar de endecasílabos, sino también el pentámetro yámbico,
que es un tipo de verso de cinco pies, cada uno de ellos compuesto por
dos sílabas, la primera no acentuada y sí la segunda. En Inglaterra, el otro gran país lingüísticamente germánico, si bien es Thomas Wyatt
quien, a través de las traducciones de Petrarca, introduce el soneto en
las Islas británicas, la aparición del llamado soneto inglés, o “isabelino” -por haberse originado durante el reinado de Isabel I de Inglaterra- termina siendo compuesto con arreglo al criterio de William Shakespeare, por lo que definitivamente se denomina “soneto shakesperiano”, y Shakespeare, al igual que lo hizo Allen Ginsberg, en Norteamérica, compuso gran parte de su obra con arreglo a la métrica yámbica. No es de extrañar, pues, que el soneto inglés no sea un verdadero soneto, sino que se compone de tres serventesios, de diferente o dispar rima, además, (ABAB, CDCD, EFEF) y un pareado final
(GG). Nada tiene que ver, por tanto, con nuestra poesía latina
iberoamericana. Y menos aún que este tipo de soneto, guarda relación
alguna con nuestra poesía el llamado “soneto spenseriano”, que recibe tal nombre de Edmundo Spenser llamado “The Prince of Poets”,
el Príncipe de los Poetas, aun siendo coetáneo de Shakespeare, durante
asimismo el reinado de Isabel I, y cuya innovación consistió en componer
sonetos sin rima, llamados por eso “blancos”. Por cuyo motivo, tampoco este tipo de soneto puede ser un verdadero soneto en nuestra poesía castellana.
Y algo similar ocurre en Francia,
pese a ser éste un país muy relativamente latino. Tan sólo lo fue para
maniobrar y lograr que su diplomacia terminara imponiendo que nuestra
América, se llamase “latina”. Es decir, para que no se llamase española, que de eso se trataba, ni tampoco Iberoamérica,
que es como debería llamarse, con toda propiedad. Por eso a mí, me
duele tanto que nuestros hermanos de América (naturalmente del Centro y
del Sur) digan que ellos son “latinoamericanos”. Es más, también
lo dicen los propios españoles, aunque tan sólo los españoles que son
ignorantes, papanatas o estúpidos, naturalmente. Pero, debo seguir con
lo que pasa con el soneto en Francia, perdonen la digresión. En este
altanero país, el primer sonetista del que se sabe algo, parece ser fue
un señor llamado Climent Marot, nacido aproximadamente hacia 1496. A este soneto, se le llama soneto “marótico”, aunque en realidad sea el italiano (ABBA, ABBA, CCD, EED), pero que ya en Ronsard se transforma en el llamado “soneto françoiseses”, que cambia la rima del segundo terceto, de EED en EDE. El parnasianismo, movimiento literario francés del siglo XIX, precursor del simbolismo, que preconizaba la perfección en el estilo y postulaba el concepto de poesía pura, introdujo cuatro rimas, en lugar de dos, en los cuartetos (ABBA, CDDC) y también un pareado final, del mismo modo que en el soneto inglés. Otras veces, la variación consistió en escribir los tercetos antes que los cuartetos. A todo ello cooperó en no escasa medida Baudelaire, e incluso Verlaine y Mallarmé. Y, aunque en algunas cosas, esto influyera en Rubén Darío,
padre de la Poesía moderna en lengua castellana, no lo hizo hasta el
punto de tener en cuenta tales variaciones a la hora de componer nuestra
propia Poesía, puesto que nada tiene que ver con ella.
El
castellano Garcilaso de la Vega (Toledo, 1498, Niza, 1536) y el catalán
Juan Boscán, o Joan Boscà i Almogàver (Barcelona, 1492- Perpiñán,
1542), son los importadores del Soneto desde Italia, donde se habían
conocido y hecho muy amigos. Sin embargo, aparentemente, si no se
considera un detalle fundamental, podría parecer paradójico que el primer poeta que elabora sonetos en castellano, no sea Garcilaso -como tampoco hubiese podido hacerlo Boscán en lengua catalana- sino Iñigo López de Mendoza, el Marqués de Santillana
(Carrión de los Condes, Palencia, España, 19 de Agosto de 1398-
Guadalajara, España, 25 de Marzo de 1458). El Marqués, fundamentalmente,
es conocido en el campo de la Poesía, por sus “Serranillas”, siguiendo los rasgos de las pastorales francesas, además de los poemas alegórico-doctrinales, llamados “Dezires”, pero fue también el primero que adaptó la estrofa de origen italiano, componiendo hasta 42 Sonetos fechos al itálico modo.
Dos más de los que después escribió Garcilaso, que compuso exactamente
40, al menos que hayan llegado a nosotros. Y no podemos saber (yo al
menos no he logrado averiguarlo) cómo llegan las fuentes italianas a Don
Iñigo, pero la explicación de que él fuese el primero en escribir
sonetos, se debe a que cuando muere el Marqués de Santillana (en 1458),
aún no han nacido, ni Boscán (1492), ni menos aún Garcilaso (1498). La
explicación resulta rotundamente contundente. Lo que sí se sabe es que
el Marqués de Santillana fue un incondicional admirador de Dante, hasta el punto de haber sido clasificado, en cuanto a su estilo, como integrante de la escuela alegórico-dantesca, y de Petrarca,
cuyo humanismo lírico le entusiasmó. Y sin duda fue la lectura de los
poemas de estas dos grandes figuras italianas de la lírica, lo que le
movió a escribir sus sonetos, “al itálico modo”, en castellano, que era su propia lengua.
Para
observar la evolución del Soneto castellano, en su estructura métrica y
rítmica, es preciso, pues, partir de estos primeros sonetos, dejando al
margen los que se escriben fuera de España, en otras lenguas no latinas
e incluso, por las razones ya apuntadas, de los que se escriben en
Francia. Y, en buena lógica, habríamos de comenzar por los que compuso
el Marqués de Santillana, antes de los que escribiera Garcilaso y
siguiendo el rastro posterior, ir observando y analizando tal evolución,
hasta llegar finalmente a formas y modos que, en mi humilde opinión, si
no resultan esperpénticos, sí al menos se encuentran por completo al
margen de lo que, en sus orígenes, representó y fue el Soneto. De los 42
sonetos que el Marqués de Santillana compuso, siguiendo el modo
italiano (naturalmente no sería posible ahora reproducirlos todos),
entiendo hay que considerar de un modo especial, tantos los primeros
como los últimos. Y, en este sentido, el Soneto I, en el que el poeta
quiere expresar su sentimiento de que, cuando los cuerpos superiores,
que son las estrellas, se reflejan en las cosas más bajas de la
naturaleza, “fasen la cosa muy más limpia e muy más neta”, dice el Marqués de Santillana:
SONETO I
Cuando yo veo la gentil criatura
qu´el cielo, acorde con naturaleza
formaron, loo mi buena ventura,
el punto e hora que tanta belleza
me demostraon, e su hermosura,
ca sola de loor es la pureza;
mas luego torno con igual tristura
e plango e quéjome de su crudeza.
Ca non fue tanta la del mal Tereo,
nin fizola de Aquila e de Potino,
falsos ministros de ti, Ptolomeo.
Así que lloro mi servicio indigno
e la mi loca fiebre, pues que veo
e me fallo cansado e peregrino.
Iñigo López de Mendoza
Marqués de Santillana
En
primer lugar, se observa que la medida de los todos los versos,
pronunciados con las debidas licencias y conforme a la vocal tónica
dominante, son rigurosamente endecasílabos. En segundo término, puede verse asimismo que las dos primeras sub-estrofas, en lugar de cuartetos, son serventesios y, por último -que es lo que llama poderosamente la atención- que la rima de los tercetos,
si bien no observa una consonancia perfecta, obedece al esquema después
clásico, con Garcilaso y más aún con Lope de Vega, a mi juicio de mayor
perfección CDC DCD.
En otros dos sonetos que a continuación ofrezco, puede observarse un fenómeno similar. Si bien las dos primeras sub-estrofas ya no son serventesios sino cuartetos, el Marqués de Santillana establece tres rimas en lugar de dos, anticipándose por ello en más de cuatro siglos al parnasianismo, que llegó a utilizar cuatro, pero, en cuanto a la rima de los tercetos, ya originariamente se permanece en el ya indicado esquema propio del más puro clasicismo. Pueden observarse tales Sonetos, que son el II y el XV:
SONETO II
Lloró la hermana, manguer que enemiga
al rey don Sancho, e con grand sentido
procedió presto contra el mal Vellido,
Servando en acto la fraternal liga.
¡O dulce hermano!, pues yo, que tanto amiga
jamás te fue, ¿cómo podré celar
de te llorar, plañir e lamentar,
por bien qu´el seso contraste e desdiga?
¡O real casa, tanto perseguida
de la mala fortuna e molestada!
Non pienso Juno que más encendida
fue contra Tebas, nin tanto indignada.
¡Anthropos!, muerte me place e non vida,
si tal ventura ya non es cansada.
Iñigo López de Mendoza
Marqués de Santillana
SONETO XV
El tiempo es vuestro e si d´el usades
como conviene, non se fará poco;
non llamo sabio, mas a mi ver loco,
quien lo impidiere; ca si lo mirades,
los picos andan, pues ni son velades,
la tierra es muelle e la entrada presta,
nin ver el daño, si non reparades?
Ca si bien miro, yo veo a Simón,
magra la cara, desnudo e hambriento,
e noto el modo de su narración,
e veo a Ulises, varón fraudulento;
pues oís a creed a Lichaón,
ca chica cifra desface grand cuento.
Iñigo López de Mendoza
Marqués de Santillana
Conviene
observar la diferencia, pues la hay y no pequeña, entres estos sonetos
compuestos por el Marqués de Santillana, que nunca estuvo en Italia, y
los que exactamente un siglo más tarde compone Garcilaso, que viene de
allí y, en consecuencia, ha podido absorber las últimas matizaciones del
estilo métrico de esta magna estrofa. Puede verse la diferencia, en
otros tres sonetos del propio Gacilaso:
SONETO X
¡Oh dulces prendas, por mí mal halladas,
Dulces y alegres cuando Dios quería!
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ella en mi muerte conjuradas.
¿Qién me dijera, cuando en las pasadas
Horas en tanto bien por vos me vía,
Que me habías de ser en algún día
Con tan grave dolor representadas?
Pues en una hora junto me llevastes
Todo el bien que por términos me distes,
Llevadme junto el mal que de dejastes.
Si no, sospecharé que me pusistes
En tantos bienes porque deseastes
Verme morir entre memorias tristes.
Garcilaso de la Vega
SONETO XI
Hermosas ninfas que, en el río metidas,
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de vidrio sostenidas;
agora estéis labrando embravecidas,
o tejiendo las telas delicadas;
agora unas contra otras apartadas,
contándoos los amores y las vidas;
dejad un rato la labor, alzando
vuestras rubias cabezas a mirarme,
y no os detendréis mucho según ando;
que o no podréis de lástima escucharme,
o convertido en agua aquí llorando,
podréis allá de espacio consolarme.
Garcilaso de la Vega
SONETO XIV
Como la tierra madre, que el doliente
hijo le está con lágrimas pidiendo
alguna cosa, de la cual comiendo
sabe que ha de doblarse el mal que siente,
y aquel piadoso amor no le consiente
que considere el daño que haciendo
lo que le pide hace, va corriendo
aplaca el llanto y dobla el accidente,
así a mi enfermo y loco pensamiento
que en su daño os me pide, yo querría
quitalle ese mortal mantenimiento.
Mas pídemelo y llora cada día
Tanto, que cuando quiere lo consiento,
Olvidando su suerte y aun la mía.
Garcilaso de la Vega
Más de medio siglo más tarde, Lope de Vega escribiría este soneto:
ESTO ES AMOR
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir del rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño,
esto es amor: quien lo probó lo sabe.
dar la vida y el alma a un desengaño,
esto es amor: quien lo probó lo sabe.
Lope de Vega
Sin
duda, parece que la técnica y el estilo han cambiado mucho, pero los
cuartetos siguen siendo cuartetos, y no serventesios, y, en especial,
los tercetos siguen rimándose como mayoritariamente lo hiciera
Garcilaso. Y más o0 menos por la misma época, Francisco de Quevedo,
compuso este otro inmortal soneto, tenido por muchos como el soneto
amoroso más sublime de todos:
AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso linsojera;
mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa;
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.
sombra, que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso linsojera;
mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa;
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.
Francisco de Quevedo
Bien. ¿Aún no está claro? Observemos otros dos sonetos más, uno de Tirso de Molina, el otro de Pedro Calderón de la Barca:
SALE EL SOL
Sale el sol por el cielo luminoso
las nubes pardas de oro perfilando,
y con su luz los montes matizando
ilustra el campo su zafir hermoso.
Veloz pasa su curso muy furioso
y cuando la quietud solicitando
halla otro mundo que voceando
al sol le pide su esplendor hermoso,
a la campaña salgo defendido
de fuertes rayos de mi estoque ardiente
a quien se rinde el bárbaro vencido.
Y cuando del descanso solamente
busco un instante, torpe mi sentido
me acomete el amor eternamente.
las nubes pardas de oro perfilando,
y con su luz los montes matizando
ilustra el campo su zafir hermoso.
Veloz pasa su curso muy furioso
y cuando la quietud solicitando
halla otro mundo que voceando
al sol le pide su esplendor hermoso,
a la campaña salgo defendido
de fuertes rayos de mi estoque ardiente
a quien se rinde el bárbaro vencido.
Y cuando del descanso solamente
busco un instante, torpe mi sentido
me acomete el amor eternamente.
Tirso de Molina
A LAS FLORES
Éstas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.
Este matiz que al cielo desafía,
Iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!
Iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!
A florecer las rosas madrugaron,
y para envejecerse florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.
y para envejecerse florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.
Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y espiraron;
que pasados los siglos horas fueron.
en un día nacieron y espiraron;
que pasados los siglos horas fueron.
Pedro Calderón de la Barca
Tengo
la impresión de que, a lo largo del siglo de oro, la inmensa mayoría de
los más ilustres sonetistas riman esta gran estrofa del modo siguiente:
ABBA ABBA CDC DCD. Me parece
inútil sostener lo contrario. Es cierto, no obstante, que en pleno siglo
XVI la escuela renacentista del soneto clásico se desdobla, fruto de
una polémica o discrepancia, entre la escuela salmantina -encabezada por Fray Luis de León, y al que siguen poetas tan importantes como Francisco Sánchez de las Brozas (El Brocense); Juan de Almeida; Francisco de la Torre o Fray Pedro Malón de Chaide, entre otros- y la sevillana, cuyo representante por excelencia es Fernando de Herrera,
el soneto sufre un crisis de modulación, pero tal crisis culminará
ofreciendo unos excelentes resultados que lo convertirán en una pieza
de lenguaje preciosista y al mismo tiempo de un hondo contenido. La
escuela salmantina de Fray Luis, atribuía al Soneto una mayor
importancia y dimensión conceptual, o de fondo -aunque también en
cierto modo violentada por latinismos y por el cultismo filosófico-
frente al preciosismo de la forma externa. Por el contrario la escuela
sevillana de Herrera, prestaba mayor atención a la forma externa
haciéndola prevalecer incluso sobre el pensamiento. En otras palabras,
para los salmantinos el Soneto había de contener hondas verdades
filosófico-morales, aunque no sonase tanto, mientras que para los
sevillanos lo importante era que sonase mucho y bien, aunque no dijese
tantas cosas en cuanto al fondo. La crisis entre ambas tendencias se
agudiza más si cabe, tras el barroco, con el advenimiento del conceptismo, que ratifica la hegemonía del concepto, del pensamiento sobre la forma, pero que desemboca en el culteranismo, de inversa valoración y que alcanza su máximo esplendor con Góngora, maestro de los culteranos, en el que el soneto se convierte en una joya verbal. En el siglo XVII surge el neoclasicismo,
que hace del Soneto una estrofa casi de hielo, casi glacial, por la
solemnidad a la que tienden los poetas de esta época, pero el romanticismo
lo deshiela y lo hace vibrante, dentro de la vehemencia de los poetas
románticos. Pero, en todos estas épocas, los distintos movimientos
literarios que se suceden conservan el clasicismo del Soneto, dentro de
un estricto rigor formal. Habrá que esperar al modernismo, y con él, en lo que atañe al modernismo literario en lengua castellana, a la figura cumbre que, aparte de la Poesía en general, más va a influir en el Soneto, Rubén Darío, introduciendo en su construcción nuevos metros, en particular el ternario dactílico, siguiendo la huella de su admirado Paul Verlaine ("De la musique avant toute chose") y, en lo que se refiere a los metros tradicionales españoles, el endecasílabo y el octosílabo, su sustitución por el eneasílabo, el dodecasílabo y sobre todos por los alejandrinos.
Y esta será la primera variación más acusada que va a experimentar el
Soneto, hasta continuar su evolución con los poetas españoles que más
influencia recibieron de Rubén, sobre toros ellos Juan Ramón Jiménez y,
en principio también Antonio Machado. Pero todo esto, habrá que dejarlo
ya para otro día.